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El pasado 19 de abril, mientras en Río de Janeiro se completaba la construcción de un hospital de emergencia para atender a los más 7.000 pacientes con coronavirus que hay en la ciudad, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, participaba de una marcha en Brasilia, la capital del país, exigiendo el fin de las medidas de cuarentena implementadas por los gobernadores estatales. Ese también fue el día en el que el mandatario, con su cara al descubierto, fue fotografiado tosiendo sobre sus manos mientras daba un discurso.
Desde el comienzo de la crisis, Bolsonaro ha sido un negacionista de la catástrofe. Ha llamado al virus una “pequeña gripe”, ha pedido a los ciudadanos que regresen a sus trabajos y se ha burlado de las medidas de distanciamiento, asegurando que “todos moriremos algún día”. Ahora, aunque la crisis ha empeorado en su país dejando más de 5.000 muertos, “el mesías”, como los bolsonaristas lo bautizaron, evade cualquier tipo de responsabilidad sobre su respuesta a la emergencia sanitaria.
“¿Y qué? Lo lamento. ¿Qué quieren que haga? Soy Messias, pero no hago milagros”, dice para desatar la furia de sus opositores.
Pero Bolsonaro, que continúa convencido de que la pandemia está siendo exagerada, sí pudo hacer algo para evitar este escenario, contrario a lo que piensa. Pudo trabajar en conjunto con los gobernadores de Sao Paulo, Río, Pernambuco, Ceará y Amazonas, los estados más golpeados por la crisis en el país. También pudo pedirles a sus ciudadanos que evitaran salir de casa, comprar o consumir, para no extender la propagación del virus. Y pudo escuchar a su ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta, quien estaba presto a trabajar con los científicos del país para aplanar la curva, pero en lugar de ello lo cambió en medio de la crisis. Ahora, quizás sea tarde para responder con efectividad al brote, pues a la crisis sanitaria se le ha sumado una crisis en el gobierno central, lo que debilita la respuesta ante la pandemia y reduce la cohesión entre estados para trabajar en conjunto, según Oliver Stuenkel, profesor de relaciones internacionales de la Fundação Getulio Vargas en São Paulo.
“Su enfoque arrogante a la pandemia lo ha puesto en confrontación directa con los gobernadores estatales y otros líderes locales, algunos de los cuales se contaban entre sus aliados. La actitud de Bolsonaro también ha socavado cualquier respuesta coherente del gobierno federal. Una administración competente de Bolsonaro estaría respaldando a los estados con recursos, coordinando la respuesta para asegurarse de que los suministros lleguen a donde se necesitan, y ayudando a adquirir equipos y otros equipos del extranjero.”, dijo Jen Kirby, periodista de Vox.
Brasil anunció el martes un récord de 474 fallecidos, lo que para el Ministerio de Salud representa un preocupante agravamiento en las regiones más afectadas. Pero el costo real será mucho mayor al que representan ahora las cifras. Según investigadores brasileños, el país tiene probablemente 12 veces el número oficial de casos de coronavirus y el sistema de salud del país ya estaba sobrecargado incluso antes de que apareciera el COVID-19, por lo que el desenlace puede ser mortal. Vea también: El difícil panorama político de Jair Bolsonaro tras la renuncia de Moro
"El problema es que en los últimos años, especialmente después de que los gobiernos federales conservadores estuvieron en el poder, hubo una notable falta de financiación del sistema, profundizando los problemas estructurales e históricos y aumentando las desigualdades regionales", le dijo José Ricardo Ayres, profesor de medicina preventiva en el centro médico. escuela de la Universidad de São Paulo a Vox.
Pero Bolsonaro no ha sido el único líder que pese a cometer errores en el manejo de la pandemia ha salido a quitarse de encima cualquier tipo de responsabilidad por la profundización de la crisis. En Estados Unidos, Donald Trump ha llevado un discurso con los mismos niveles de cinismo que su homólogo brasileño.
Pese a ser el líder de la nación más poderosa del mundo, Trump ha dicho que no se hace “responsable en lo absoluto” de la situación actual, desviando la responsabilidad primero a China y luego a su predecesor, el expresidente Barack Obama. Sin embargo, un examen sobre sus decisiones revela que él fue advertido sobre el potencial de la pandemia, pero que en lugar de tomar acciones decidió guiarse por sus batallas políticas internas.
Pasaron seis largas semanas entre el primer caso confirmado de coronavirus en el país y las primeras medidas agresivas del presidente para enfrentar el peligro. El presidente tardó en aceptar la escala de riesgo que le presentaron sus asesores, a quienes incluso llamó alarmistas, y se centró en controlar el mensaje sobre la emergencia para proteger la economía del país. También la toma de decisiones se vio demorada porque su gobierno no sabía cómo debía tratar con China en medio de las conversaciones comerciales que se venían dando. Al principio se redujo el problema a un segundo plano, pero cuando Trump comenzó a atacar y responsabilizar a Beijing de la actual situación, alejó a las dos potencias líderes del mundo aún más para que en lugar de enfrentar la amenaza en conjunto lo hicieran cada una por su lado.
Y aunque su lenta respuesta está documentada, el presidente se ha empeñado la última semana en reescribir la historia. “Sabía que era una pandemia desde mucho antes que se llamara pandemia”, dijo Trump, pero explica que sus asesores no le transmitieron la urgencia de la amenaza, recargándoles a ellos todo el peso sobre lo que en realidad era su trabajo y responsabilidad. Le sugerimos: Trump sugiere tratar al coronavirus con “inyección de desinfectante"
“Hubo momentos clave en el camino, oportunidades para que el Sr. Trump se adelantara al virus en lugar de simplemente perseguirlo. Hubo debates internos que le presentaron opciones crudas y momentos en los que podría haber elegido hacer preguntas más profundas y aprender más. La forma en que los manejó puede dar forma a su campaña de reelección. Ciertamente darán forma a su legado”, escribió un grupo de periodistas de The New York Times en un trabajo sobre el fracaso de Trump ante la emergencia
El caos que se ha presentado en la Casa Blanca desde que Trump llegó a ocupar el cargo contribuyó a la crisis. Su falta de planificación y de ejecución, combinado con el enfoque del presidente en preferir seguir su instinto al consejo de los expertos no solo costó tiempo, sino también vidas. Y aunque al igual que Bolsonaro intente evadir su responsabilidad en medio de la emergencia, será finalmente la historia y también las urnas quienes lo juzguen.