Los refugiados no son los culpables
Cuando ocurre un ataque terrorista, se oyen voces que piden regular la migración. Sin embargo, numerosos estudios señalan una realidad contraria: los responsables son, por lo general, habitantes del propio país.
Redacción El Mundo
Al ocurrir un atentado terrorista, los primeros que suelen ser señalados como culpables son los inmigrantes. Después de que el tunecino Mohamed Lahouaiej Bouhlel, que tenía residencia en Francia, decidiera arrollar a decenas de ciudadanos en Niza durante las fiestas patrias del 14 de julio de este año, un político húngaro aseguró que “la inmigración ilegal y el terrorismo van de la mano”. Ese pensamiento sigue presente tras el ataque en Berlín: los 12 muertos y 48 heridos han servido para que Marine Le Pen, líder del Frente Nacional en Francia, diga que Ángela “Merkel organizó la desorganización, porque hacer venir 1,5 millones de inmigrantes en más de un año es irresponsable, cuando sabemos que el Estado Islámico infiltra terroristas entre los emigrantes”.
En ese sentido, no resulta sorpresivo que el primer capturado por el atentado en Berlín haya sido un paquistaní que había pedido asilo en Alemania y que pocas horas después fue dejado en libertad por falta de pruebas. Las autoridades alemanas andan ahora tras la pista de un tunecino de nombre Anis Amri, cuya petición de asilo habría sido negada en junio. Pese a los alegatos constantes de que entre los migrantes que buscan refugio se cuelan los terroristas, que han permeado campañas como las de Donald Trump, la ultraderecha en Europa y la de quienes aprobaban el Brexit en Gran Bretaña, estudios de varias organizaciones señalan que los refugiados tienen una responsabilidad mínima en el mapa global de los atentados terroristas.
El miedo ante la migración, si es posible señalar su origen más reciente, comenzó tras los atentados del 11 de septiembre en Nueva York. Numerosos políticos y ciudadanos pedían un control mayor e incluso excesivo. El migrante se convirtió en un enemigo y aun en un invasor que no se adaptaba a la cultura a la que llegaba y pretendía imponer sus propias creencias. La realidad, sin embargo, es muy distinta: un estudio del Instituto Cato de Estados Unidos señala que hubo 3.432 muertes por ataques terroristas en ese país entre 1975 y finales de 2015. De esas, el 88 % (3.024) fue causado por terroristas que entraron al país en calidad de turistas o que ingresaron sólo para cometer los atentados. No eran refugiados. Según dicho estudio, la posibilidad de que un refugiado asesine a un estadounidense a través de un ataque terrorista es de una en 3.600 millones. La posibilidad de que un inmigrante ilegal haga lo mismo también es astronómica: una entre 10.000 millones.
La situación europea es similar. Aunque líderes políticos como el primer ministro de Hungría, Víktor Orbán, acuse a los inmigrantes de atacar al continente, lo cierto es que los ataques más graves de los dos últimos años (cuando aumentó la inmigración, hasta llegar a su punto más alto de un millón de migrantes en 2015) han sido perpetrados por ciudadanos que, si bien pueden tener ascendencia africana o asiática, nacieron y fueron criados en Europa. La mayoría de los perpetradores de las muertes en París en noviembre de 2015 eran belgas; los ataques siguientes en Bélgica, en marzo de este año, fueron obra también de belgas. Los responsables del asesinato de buena parte de la planta de trabajo de la revista Charlie Hebdo eran franceses de padres argelinos. El hombre que mató a tres personas en Copenhague en febrero de 2014 era danés. Hasta marzo de 2015, la policía británica había realizado 300 arrestos por intentonas terroristas: el 78 % de ellos eran británicos o tenían doble nacionalidad. Habría que recordar también a las 77 personas que asesinó en 2011 Anders Behring Breivik, un ciudadano noruego en Oslo. Entre 2014 y 2016 han ocurrido 25 atentados terroristas en Europa. Más del 80 % fue responsabilidad de sus propios ciudadanos, ligados a organizaciones exteriores. El resto fueron “lobos solitarios” que no pertenecían a la comunidad de migrantes que pide asilo en Europa.
Estas pruebas han resultado insuficientes para los ciudadanos europeos. Según una encuesta del Pew Research Center, realizada en diez países europeos, el 59 % de los ciudadanos creen que entre más migrantes lleguen, mayor es la posibilidad de que haya ataques terroristas. El país que repunta es Hungría (76 %), que en el último año valló sus fronteras para cerrar el paso a los migrantes. El 50 % cree también que los migrantes vienen a quitarles sus trabajos y beneficios sociales.
Al ocurrir un atentado terrorista, los primeros que suelen ser señalados como culpables son los inmigrantes. Después de que el tunecino Mohamed Lahouaiej Bouhlel, que tenía residencia en Francia, decidiera arrollar a decenas de ciudadanos en Niza durante las fiestas patrias del 14 de julio de este año, un político húngaro aseguró que “la inmigración ilegal y el terrorismo van de la mano”. Ese pensamiento sigue presente tras el ataque en Berlín: los 12 muertos y 48 heridos han servido para que Marine Le Pen, líder del Frente Nacional en Francia, diga que Ángela “Merkel organizó la desorganización, porque hacer venir 1,5 millones de inmigrantes en más de un año es irresponsable, cuando sabemos que el Estado Islámico infiltra terroristas entre los emigrantes”.
En ese sentido, no resulta sorpresivo que el primer capturado por el atentado en Berlín haya sido un paquistaní que había pedido asilo en Alemania y que pocas horas después fue dejado en libertad por falta de pruebas. Las autoridades alemanas andan ahora tras la pista de un tunecino de nombre Anis Amri, cuya petición de asilo habría sido negada en junio. Pese a los alegatos constantes de que entre los migrantes que buscan refugio se cuelan los terroristas, que han permeado campañas como las de Donald Trump, la ultraderecha en Europa y la de quienes aprobaban el Brexit en Gran Bretaña, estudios de varias organizaciones señalan que los refugiados tienen una responsabilidad mínima en el mapa global de los atentados terroristas.
El miedo ante la migración, si es posible señalar su origen más reciente, comenzó tras los atentados del 11 de septiembre en Nueva York. Numerosos políticos y ciudadanos pedían un control mayor e incluso excesivo. El migrante se convirtió en un enemigo y aun en un invasor que no se adaptaba a la cultura a la que llegaba y pretendía imponer sus propias creencias. La realidad, sin embargo, es muy distinta: un estudio del Instituto Cato de Estados Unidos señala que hubo 3.432 muertes por ataques terroristas en ese país entre 1975 y finales de 2015. De esas, el 88 % (3.024) fue causado por terroristas que entraron al país en calidad de turistas o que ingresaron sólo para cometer los atentados. No eran refugiados. Según dicho estudio, la posibilidad de que un refugiado asesine a un estadounidense a través de un ataque terrorista es de una en 3.600 millones. La posibilidad de que un inmigrante ilegal haga lo mismo también es astronómica: una entre 10.000 millones.
La situación europea es similar. Aunque líderes políticos como el primer ministro de Hungría, Víktor Orbán, acuse a los inmigrantes de atacar al continente, lo cierto es que los ataques más graves de los dos últimos años (cuando aumentó la inmigración, hasta llegar a su punto más alto de un millón de migrantes en 2015) han sido perpetrados por ciudadanos que, si bien pueden tener ascendencia africana o asiática, nacieron y fueron criados en Europa. La mayoría de los perpetradores de las muertes en París en noviembre de 2015 eran belgas; los ataques siguientes en Bélgica, en marzo de este año, fueron obra también de belgas. Los responsables del asesinato de buena parte de la planta de trabajo de la revista Charlie Hebdo eran franceses de padres argelinos. El hombre que mató a tres personas en Copenhague en febrero de 2014 era danés. Hasta marzo de 2015, la policía británica había realizado 300 arrestos por intentonas terroristas: el 78 % de ellos eran británicos o tenían doble nacionalidad. Habría que recordar también a las 77 personas que asesinó en 2011 Anders Behring Breivik, un ciudadano noruego en Oslo. Entre 2014 y 2016 han ocurrido 25 atentados terroristas en Europa. Más del 80 % fue responsabilidad de sus propios ciudadanos, ligados a organizaciones exteriores. El resto fueron “lobos solitarios” que no pertenecían a la comunidad de migrantes que pide asilo en Europa.
Estas pruebas han resultado insuficientes para los ciudadanos europeos. Según una encuesta del Pew Research Center, realizada en diez países europeos, el 59 % de los ciudadanos creen que entre más migrantes lleguen, mayor es la posibilidad de que haya ataques terroristas. El país que repunta es Hungría (76 %), que en el último año valló sus fronteras para cerrar el paso a los migrantes. El 50 % cree también que los migrantes vienen a quitarles sus trabajos y beneficios sociales.