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Poco después de aterrizar en Caracas de su viaje a Nueva York, el pasado viernes, el concejal venezolano Fernando Albán fue retenido por fuerzas de seguridad de su país. Dos días después, el opositor de 56 años y miembro del partido Primero Justicia, falleció en extrañas circunstancias. Desde el Gobierno afirman que el cabildante se suicidó, pero sus conocidos más cercanos afirman que murió tras ser torturado. Uno de ellos es Julio Borges, líder del partido Primero Justicia, expresidente de la Asamblea Nacional y amigo del fallecido concejal.
En entrevista con El Espectador, Borges cuenta lo que sabe sobre la misteriosa muerte del concejal de Caracas, las acusaciones del Gobierno que lo señalan como autor de un intento de magnicidio en contra de Nicolás Maduro y su opinión frente a la presión internacional que ha caído sobre el círculo cercano al presidente venezolano.
El concejal estuvo con usted en la Asamblea de la ONU en Nueva York antes de su muerte. ¿Qué fue lo último que supo de él antes de su muerte?
El caso de Fernando Albán es un caso que lamentablemente evidencia la represión política que se vive en el país. Fernando era un líder muy importante de nuestro partido. Concejal de la ciudad de Caracas, muy relacionado con el liderazgo de la sociedad civil, nos acompañó a la gira que hicimos a la Asamblea General de la ONU y cuando volvió a Venezuela lo secuestraron. Luego supimos, dos días después, que estaba en el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) y que lo estaban obligando a declarar en contra de dirigentes de la oposición, entre esos a mí. Luego comenzó a escucharse el rumor de que Fernando había muerto.
¿Tiene detalles de cómo murió?
Por la misma filtración de los funcionarios del Sebin supimos que Fernando fue sometido a un proceso de tortura y allí murió. El Gobierno inventó después toda esta trama de un suicidio, pero muchos dirigentes políticos que han estado presos nos confirman que en El Helicoide es imposible que un reo esté fuera de custodia. Sin exagerar, acompañan hasta el baño a las personas. Entonces para mí es claro que esto fue un asesinato producto de la tortura.
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Usted ha acusado a varias personas de ser culpables de la muerte de Albán. ¿Quiénes son?
El principal responsable es el almirante Aldo Lostracco Lucena, director de Inteligencia del Sebin. Él fue la persona que lo secuestró en el aeropuerto de Maiquetía al aterrizar. Después estuvo bajo custodia de José Gregorio Gómez Lares, de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), hombre de confianza de Diosdado Cabello.
El Gobierno de Maduro acusó a Albán de haber hecho parte del supuesto atentado del 4 de agosto, que según ellos usted orquestó. ¿Fue por esto que salió de Venezuela?
No exactamente. Yo me veo obligado a salir después de que fui jefe de la delegación opositora que llevó a cabo el proceso de negociación con el Gobierno en República Dominicana, en el que nos fuimos quedando solos porque el proceso no era serio. El nivel de presión y de amenazas para que yo firmara un acuerdo con ellos fue tan grande que en el momento en el que yo me negué ya sabía lo que se me venía encima. Pero no es nuevo que me culpen a mí. Maduro ha denunciado, desde que subió al poder, 22 intentos de magnicidio en cinco años y siempre son los mismos señalamientos.
¿Pero por qué cree que Maduro ha intensificado los ataques hacia usted y su círculo?
Porque hay mucho resentimiento. Desde la Asamblea Nacional que ganamos en 2015 logramos que, por ejemplo, los bancos le dejaran de prestar dinero al Gobierno. Desconocimos la Constituyente y hemos liderado la presión internacional con las sanciones. Yo sé que a Maduro le duele el tema internacional, porque sabe que tiene el control dentro, pero por fuera sabe que su Gobierno está deslegitimado y es considerado una dictadura.
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Esa presión internacional, en términos prácticos, ¿sí sirve?
Sin duda. Venezuela en manos de un grupo muy pequeño de personas: Maduro, Cilia Flores, los hermanos Rodríguez, Diosdado Cabello, Tareck El Aisammy y cuatro militares. Por eso, la presión internacional tiene que enfocarse sobre ellos, sobre sus testaferros o colaboradores cercanos. Creemos que esta presión logrará que la dictadura termine implosionando, pues ya se ha visto que este tipo de regímenes no se derrocan, sino que se destruyen desde adentro. Hay que persistir en que este núcleo que gobierna Venezuela se fracture y así abrir un desenlace democrático. Por eso las sanciones son tan importantes.
¿Y por qué cree que pueda implosionar desde adentro?
Porque en el último año ha habido cinco intentos de golpe de Estado, según el propio Gobierno. Hay una crisis militar grave y yo creo que irreversible: desde mitad del año pasado hasta ahora vemos noticias de muchos oficiales presos. Es una purga. Hay un miedo muy grande en el círculo cercano del Gobierno.
¿Entonces qué sostiene a Maduro?
Lamentablemente esLa utilización de la fuerza, de la cárcel y de la violación de los derechos humanos para generar pánico en la sociedad. En Venezuela lo único que mantiene la gobernabilidad de Maduro es el miedo.
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¿Se debe considerar una intervención militar?
Hay que aclarar que quien ha elegido que se considere este camino es Maduro. Maduro es el que ha cerrado todas las puertas que el país ha tratado de recorrer, ganamos el Parlamento y lo cerró, activamos los mecanismos para el referendo revocatorio y los negó. Cuando protestamos en la calle, mató a más de cien personas. Nos sentamos a negociar y no hubo siquiera el interés de que se aplicara la ley electoral. Es decir, esto no es algo que esté creando el mundo contra Maduro, es un camino que él mismo ha recorrido. La pregunta es si los gobiernos de la región podrán convivir con un gobierno fallido, que tiene conexiones serias con la delincuencia. No digo que estemos cerrados a cualquier tipo de acción, pero creo que la realidad puede imponerse de otra manera.
¿Habrá posibilidad para un nuevo diálogo?
Cualquier negociación que implique abrir una transición en el gobierno es algo que consideraríamos, pero si lo que busca Maduro es legitimarse no hay posibilidad. Cualquier diálogo tiene que estar enfocado en que haya un cambio de gobierno en Venezuela.
Usted estuvo en Nueva York. ¿Qué opina de un eventual diálogo entre Trump y Maduro?
Si Trump es coherente con lo que ha dicho, que todas las opciones están abiertas, una opción extrema sería la de sentarse a hablar con Maduro, así como lo ha hecho con el coreano. Pero otra opción es que si Venezuela sigue siendo un desastre, como él mismo la calificó, habrá que tomar medidas extremas para eliminar la raíz del problema. A Maduro le encantaría reunirse con Trump para legitimarse, pero creo que un encuentro entre ambos sería solo una de las opciones que baraja el presidente de Estados Unidos, como muchas otras.
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¿El tema migratorio ha sido clave para intensificar la presión?
Absolutamente. El tema venezolano venía bajando su espacio en la opinión pública, pero el propio Maduro con sus políticas ha disparado la migración. Pero es importante aclarar que aunque la migración es el problema más visible, no es el único ni el más grave. Hay temas de cooperación con guerrilleros en la frontera con Colombia, de contactos con la delincuencia, con el narcotráfico, etc.
¿El desenlace será violento?
Yo veo dos escenarios posibles en Venezuela. El primero, siento que se acerca una fecha importante: el 10 de enero de 2019, fecha en la que Maduro comienza su Gobierno electo por la elección fraudulenta de mayo. El Gobierno sabe que se aproxima a una mayor ilegitimidad y se verá obligado a negociar. La segunda, y la menos deseable, es que sea violento, pues la ruta del caos y la anarquía en la que vive Venezuela es una bomba de tiempo.
¿La solución es simplemente salir de Maduro?
No, el grupo de diez tiene que caer. Esta gente ha absorbido todas las libertades y si cae uno se monta otro. Todos tienen que salir para que haya una verdadera transición en Venezuela.