Migración y narcotráfico, asuntos pendientes entre México y Ecuador
La crisis diplomática entre el país andino y el norteamericano deja dudas sobre temas que requerirían coordinación, como la protección a los migrantes irregulares y el control de las drogas. Si estas cuestiones ya eran complejas en medio de unas relaciones que venían frías, ahora, con la ruptura de los lazos diplomáticos, quedan en un vacío mayor.
María José Noriega Ramírez
El personal diplomático mexicano salió de Ecuador el domingo, tras el asalto a su Embajada en Quito y la ruptura de relaciones diplomáticas. “Ellos regresan a casa con la frente y el nombre de México en alto”, aseguró la canciller Alicia Bárcena en X (antes Twitter). En cuestión de días, si no horas, las tensiones entre los presidentes Andrés Manuel López Obrador y Daniel Noboa se elevaron a tal punto que hubo una crisis diplomática sin precedentes en Latinoamérica, que despertó la condena de Gustavo Petro, Nicolás Maduro, Luiz Inácio Lula da Silva y Miguel Díaz-Canel, entre otros, por la violación al derecho internacional y al derecho al asilo, tras la detención y traslado a una cárcel de máxima seguridad en Guayaquil del exvicepresidente Jorge Glas, además de pronunciamientos de la Unión Europa y la OEA pidiendo respeto por los principios de la Convención de Viena. Lo sucedido deja en vilo cuestiones fundamentales para ambos países y la región, como el narcotráfico y la migración.
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El personal diplomático mexicano salió de Ecuador el domingo, tras el asalto a su Embajada en Quito y la ruptura de relaciones diplomáticas. “Ellos regresan a casa con la frente y el nombre de México en alto”, aseguró la canciller Alicia Bárcena en X (antes Twitter). En cuestión de días, si no horas, las tensiones entre los presidentes Andrés Manuel López Obrador y Daniel Noboa se elevaron a tal punto que hubo una crisis diplomática sin precedentes en Latinoamérica, que despertó la condena de Gustavo Petro, Nicolás Maduro, Luiz Inácio Lula da Silva y Miguel Díaz-Canel, entre otros, por la violación al derecho internacional y al derecho al asilo, tras la detención y traslado a una cárcel de máxima seguridad en Guayaquil del exvicepresidente Jorge Glas, además de pronunciamientos de la Unión Europa y la OEA pidiendo respeto por los principios de la Convención de Viena. Lo sucedido deja en vilo cuestiones fundamentales para ambos países y la región, como el narcotráfico y la migración.
Ecuador se prepara para votar un referendo el 21 de abril, en el límite de los 90 días continuos de estado de excepción avalados por la Constitución, iniciados el 8 de enero tras la fuga del narcotraficante José Adolfo Macías Salazar, alias Fito, y de una serie de motines carcelarios, que pondrá a prueba las medidas de reforzamiento de la seguridad que quiere implementar el mandatario. “Noboa está desesperado por dar golpes de efecto mediático al no tener qué presentar como resultados e indicadores concretos, más allá de que se han reducido las tasas de homicidio en ciertas provincias”, dice Fredy Rivera, investigador de inteligencia y seguridad internacional de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), sede Ecuador. De hecho, el país consiguió reducir la cifra de muertes violentas en un 41 % desde que comenzó el estado de excepción, pero, a partir del Viernes Santo, hubo tres días de matanzas que sumaron 80 asesinatos. Además, su popularidad ha bajado: en solo 42 días, su aceptación cayó 11,42 puntos, según la encuestadora Perfiles de Opinión.
Por eso, según Rivera, lo sucedido el fin de semana entre México y Ecuador se debe leer en clave de esa situación política interna: “Es una irresponsabilidad total. Es producto del desgobierno y la desorientación, por decir poco, en el manejo de la política exterior”. En eso está de acuerdo Franklin Ramírez, profesor del programa de Sociología Política de la Flacso: “Además de que se abre una situación de perturbación regional, también es una demostración de fuerza de Noboa, quien ha dado señales de autoritarismo, arropado por el poder militar, y anticipa un desconocimiento de la ley y del orden democrático. Esto es grave para el sistema internacional y para los derechos humanos”.
A la sombra de esta crisis diplomática, en medio de esta ausencia de diálogo, aún hay asuntos pendientes. Ramírez destaca uno: “México es uno de los países de paso más importantes de la migración suramericana hacia Estados Unidos”. De hecho, 117.487 ecuatorianos fueron “encontrados” (eufemismo para referirse a detenciones y expulsiones) en la frontera de Estados Unidos y México entre octubre de 2022 y septiembre de 2023, según los datos publicados por la Patrulla Fronteriza estadounidense. Esta cifra es la más alta desde 2020 y representa un incremento del 371 % en comparación con el período fiscal inmediatamente anterior. “Ellos están en tránsito y en situación de gravedad”, argumenta el docente: “Las familias migrantes y los organismos de derechos humanos de Ecuador venían reclamando mayor presencia del Estado en negociaciones con el Gobierno mexicano y esto implica dejar en indefensión a estas personas altamente vulnerables, víctimas de traficantes de personas y bandas criminales”.
A esto se suma el narcotráfico. Desde la administración de Guillermo Lasso, las relaciones con México venían frías. Las discrepancias sobre la negociación del Tratado de Libre Comercio, además de que López Obrador se opuso a la entrada de Ecuador a la Alianza del Pacífico, marcaron la distancia entre ambos países. En ese contexto, según Rivera, “el exembajador Francisco Carrión no estableció algún tipo de mecanismo de cooperación bilateral en materia de inteligencia o de seguridad para el grave problema de la conexión de Quito con los carteles de Jalisco Nueva Generación o el de Sinaloa, y el diálogo se fue reduciendo”.
Ahora, con la ruptura de las relaciones diplomáticas, Adam Isacson, quien como director del programa de Veeduría de Defensa monitorea las tendencias de seguridad y la cooperación militar de Estados Unidos en las Américas para la Oficina de Washington para Asuntos Latinoamericanos, sospecha que el diálogo existente entre los dos países ya no era muy fructífero ni constructivo: “Si la cooperación en un asunto tan importante fuera bien, el gobierno de Noboa habría tomado una medida menos agresiva”. Sobre lo sucedido el fin de semana, cree que, “independientemente del carácter cuestionable de Glas, la acción de Ecuador fue una violación evidente de normas y acuerdos internacionales de larga data. Además de que sienta un pésimo precedente, resulta irónico que el mismo que tanto se apoyó en la inviolabilidad de las misiones diplomáticas durante la estancia de siete años de Julian Assange en Londres viole ahora la misma norma dentro de su propio país. El gobierno en Quito es diferente, pero el Estado es el mismo”.
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