Migrantes, LGBTQ y afros: ¿por qué algunos aman a Trump?
La decisión de millones de votar por Donald Trump desafía las expectativas y revela un complejo trasfondo político en grupos que ya no se conciben como homogéneos y en dirección progresista.
Camilo Gómez Forero
María Cecilia migró de Colombia a Estados Unidos a los 16 años, porque su papá creyó que la única manera de controlar su “rebeldía adolescente” era mandándola a estudiar inglés afuera. No volvió. También había otra razón por la que su papá quería que se fuera: trataba de atajar un posible romance con una de sus amigas de colegio, Angie. No le funcionó. Angie la siguió en la travesía. Hace años se casaron.
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María Cecilia migró de Colombia a Estados Unidos a los 16 años, porque su papá creyó que la única manera de controlar su “rebeldía adolescente” era mandándola a estudiar inglés afuera. No volvió. También había otra razón por la que su papá quería que se fuera: trataba de atajar un posible romance con una de sus amigas de colegio, Angie. No le funcionó. Angie la siguió en la travesía. Hace años se casaron.
Su historia es una de las más cautivadoras que me he encontrado en mis años de periodista. Mi sorpresa se debía a que cuando le preguntan a esta mujer, gay y migrante, por quién votará en las elecciones estadounidenses, su respuesta no es la que la mayoría progresista espera: “Voy a votar por daddy Trump, claro”, contesta sin titubear y con alegría.
Hamlet García es negro y cubano-estadounidense. Vive en Pensilvania, el estado que definirá las elecciones, y es uno de los activistas del Partido Republicano más entregados a la campaña política de Trump. La primera reacción de un lector desde el progresismo estadounidense al escuchar sus posturas políticas es el rechazo total, seguida de un bombardeo de explicaciones de por qué están tan equivocados. Lo sé porque lo vi: les dicen ignorantes o traidores. Los juzgan.
En mayo, llegué a los tribunales de Manhattan para ver las reacciones al veredicto contra Trump por 34 cargos de falsificación de registros contables. Llegué justo cuando el “partido” se había acabado, pero ambas fanaticadas seguían presentes. Vi a los de camisa azul eufóricos celebrando, y los rostros pálidos y desanimados de los que tenían camiseta roja.
La fanaticada de Trump era, sorpresivamente, más diversa: mujeres asiáticas, hombres jóvenes afroamericanos y algunos homosexuales. Por cada punto rojo había otros cinco azules que le estaban diciendo: “Please, explain it to me: why are you so stupid? Why do you like him? Don’t you see that he’s doing so much damage to your community?”. Cada palabra enfurecía más a los rojos, mucho menores en cantidad.
Ese día pensé que, ocho años después de la victoria de Trump, seguimos sin poder interpretar y, más importante, sin tener la voluntad de comprender, el perfil del votante trumpista. Los grandes medios estadounidenses han tendido a amplificar un único perfil: un votante racista, homófobo, xenófobo, machista y ultraconservador. El discurso de Trump ha contenido indudablemente todo eso: no podemos tapar el sol con un dedo. Por eso, al igual que el progresismo, tengo la misma pregunta: ¿por qué hay migrantes, mujeres, afroamericanos y gais que apoyan a Trump?
Las palabras que se nos deben quedar para entender el fondo del fenómeno Trump no son mías, sino que las escribió Nesrine Malik, periodista de Better Politics, una semana después de la victoria de Joe Biden en 2020. “Trump obtuvo un récord de 71 millones de votos. Pero no todos los votantes de Trump son racistas o están engañados. También hay votantes racionales de Trump”, escribió.
La frase es contundente. No solo porque reconoce la gran diversidad de razones que pueden estar detrás del voto a Trump, sino porque tampoco desconoce que en su campaña hay racismo, xenofobia, machismo y radicalismo. En su reportería, Malik se da cuenta de que el votante de Trump piensa en su bolsillo por encima de cualquier cosa. Estados Unidos, y parece que se nos olvida, tiene un historial enorme de liderazgo frente a causas sociales, pero no deja de ser un país capitalista donde el éxito económico es el pilar del pensamiento de millones de personas.
Para entender al votante de Trump hay que considerar los factores económicos que, en retrospectiva, hacen cautivador su eslogan: todo tiempo pasado fue mejor. Sí, con él la inflación no era tan alta, el desempleo cayó a la tasa más baja en 50 años antes de la pandemia, especialmente para quienes no tenían un diploma de escuela secundaria. Quienes estaban en el extremo inferior de la escala laboral vieron un incremento en el salario nominal a un ritmo más rápido. Todo esto es cierto, pero no se puede desconocer el contexto en el que se dio: fue la administración Obama la que abrió paso a esta bonanza. El contexto importa.
Pero el bolsillo no puede explicarlo todo: están las creencias personales e incluso los cambios sociales. García lo resalta: “Ronald Reagan dijo que los latinos son republicanos, solo que no lo saben. Hoy en día, si estuviera vivo, diría: los latinos son conservadores y ya se están dando cuenta. Cuando atacas la fe cristiana y católica, como los demócratas lo hacen, eso pesa. Están interrumpiendo el proceso normal de padres e hijos al decirles que si quieres cambiar de sexo a los ocho años, puedes hacerlo”.
A la economía, al conservadurismo oculto y el populismo debemos sumarle otro factor: los cambios sociales. Giselle Donelly, del American Enterpirse Institute, y James Kirchick, del Instituto Brookings, escribieron sobre el aumento del apoyo de la comunidad LGBTQ a Trump partiendo del mismo cuestionamiento que nos podemos hacer muchos: ¿cómo un hombre que prohibió a las personas trans prestar servicio en el Ejército se gana sus votos? Angie, esposa de María Cecilia, de hecho fue militar y también votará por daddy Trump.
El aumento de apoyos, explican los expertos, es una señal de que “un número considerable de los votantes LGBTQ se sienten lo suficientemente liberados como para votar como el resto del país”, lo cual habla positivamente de las transformaciones que se han producido, particularmente, durante las administraciones demócratas. El mejor desempeño de Trump con estos grupos minoritarios no es un indicador de apoyo a los republicanos, sino de “salud política” que les ha permitido votar como el resto de la nación, enfocándose en la prioridad general: el bolsillo. Como es el caso de María Cecilia.
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