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Cuando la empresa donde trabaja Crisann Holmes anunció el mes pasado que exigiría que todos los empleados estuvieran vacunados contra la COVID-19 antes del 1 de noviembre, supo que tenía que encontrar alguna salida.
Firmó una petición para solicitarle a la empresa que moderara esa disposición. Se sumó a una protesta informal en la que, junto con otros empleados disidentes, no asistió a su trabajo en el sistema de atención a la salud mental donde ha laborado durante dos años. También recurrió a una solución que ahora están explorando muchas personas de todo el país: una exención por motivos religiosos.
“Está en juego mi libertad, la de mis hijos y la de los hijos de mis hijos”, explicó Holmes, quien vive en Indiana. En agosto, presentó una solicitud de exención que ella misma redactó impulsada por sus conocimientos de la Biblia y los argumentos de algunas fuentes de internet. Escribió que algunas vacunas fueron desarrolladas mediante el uso de líneas celulares de fetos abortados, lo que relacionó con una práctica que le parece abominable. Y citó un pasaje del Nuevo Testamento “Purifiquémonos de todo lo que contamina el cuerpo y el espíritu “.
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En esencia, las principales tradiciones, denominaciones e instituciones religiosas están a favor de las vacunas contra la COVID-19. Pero como cada vez más empresas de todo el país están comenzando a exigir que sus empleados se vacunen, están presionando a la cuantiosa población de personas reticentes que, sin embargo, conciben su oposición en términos religiosos, o que al menos ven una oportunidad en ello.
Los trabajadores que no desean inmunizarse están compartiendo consejos en internet para solicitar exenciones de estas exigencias por motivos religiosos; otros presentan cartas de autoridades religiosas marginales que han dado a conocer su disposición a ayudar.
El conflicto ya estaba en aumento incluso antes de que, el jueves, el presidente Joe Biden anunciara nuevas disposiciones radicales sobre las vacunas en los sitios de trabajo. Las nuevas reglas contemplan que la gran mayoría de los trabajadores federales y quienes trabajan para empresas privadas grandes se vacunen o se sometan a pruebas semanales. En general, se espera que estas disposiciones afecten a 100 millones de empleados en Estados Unidos.
Las empresas estadounidenses han pasado los últimos 18 meses enfrentando una serie de polémicos desafíos en términos logísticos y políticos provocados por la pandemia, los cuales incluyen cerrar los lugares de trabajo, exigir el uso de cubrebocas y volver a abrir, junto con una escasez de mano de obra generalizada. La nueva batalla sobre las exenciones de la vacuna es especialmente tirante y enfrenta algunas inquietudes sobre la libertad de culto con la prioridad de mantener un entorno seguro.
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“¿Qué tanto podemos exigir? ¿Qué tanto podemos presionar? ¿Tenemos que adaptarnos? Esas son las preguntas que las empresas están tratando de responder”, señaló Barbara Holland, asesora de la Sociedad para el Manejo de Recursos Humanos. Además, “¿cómo determino quién no está diciendo la verdad?”.
Algunas empresas privadas tienen una postura muy firme. El miércoles, United Airlines les dijo a sus trabajadores que quienes reciban exenciones religiosas estarán con un permiso sin goce de sueldo al menos hasta que se implementen nuevos procedimientos de seguridad y de pruebas contra la COVID.
Las solicitudes de exención están poniendo a prueba los límites de la Ley de Derechos Civiles de 1964, esa disposición exige que las empresas se adapten de manera razonable a los trabajadores que se opongan a las exigencias del trabajo con base en convicciones religiosas que sean “practicadas con honestidad”.
En beneficio de quienes se oponen como Holmes, esta disposición define “religión” en términos muy amplios. La Comisión para la Igualdad de Oportunidades en el Empleo ha especificado que los rechazos a la vacuna por motivos religiosos no tienen que ser reconocidos por ninguna religión organizada y pueden ser credos nuevos, poco comunes o que “para los demás parezcan ilógicos o irracionales”.
Sin embargo, no pueden basarse solo en convicciones sociales o políticas. Eso significa que las empresas deben tratar de distinguir entre una oposición principalmente política de personas que quizás además sean religiosas y una oposición que en verdad sea por motivos religiosos.
Para muchas personas escépticas, el rechazo no tiende a basarse en las enseñanzas formales de una religión establecida, sino en una mezcla ad hoc de desinformación y conspiraciones en internet, en los medios conservadores y en conversaciones con amigos y familiares que tienen la misma opinión.
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“Las personas que ya han tomado una decisión buscan maneras de seguir librándose de la vacuna contra la COVID”, explicó Joshua Williams, pediatra y profesor adjunto en la Universidad de Colorado.
Las investigaciones de Williams antes de la pandemia relacionadas con los requisitos de inmunización en las escuelas indican que la mayoría de los rechazos a las vacunas que se consideran por motivos religiosos son en realidad una cuestión de creencias personales (y laicas). Luego de que el estado de Vermont eliminara su exención de las vacunas por creencias personales y no religiosas en 2016, la proporción de alumnos de jardín de niños con alguna exención por motivos religiosos aumentó de 0,5 a 3,7 por ciento, lo que indica que la mayoría de los padres solo aprovecharon las exenciones por motivos religiosos cuando ya no tenían otra salida.
Apple, Microsoft, Tyson Foods y Disney se encuentran entre las empresas privadas importantes que este verano anunciaron que exigirían a algunos de sus empleados que se vacunaran. Desde que el 23 de agosto la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por su sigla en inglés) otorgó la aprobación completa a la vacuna de Pfizer-BioNTech contra el coronavirus, otras compañías ya están siguiendo su ejemplo.
A medida que las nuevas disposiciones entran en vigor y que los contagios por la variante delta aumentan en muchas regiones del país, algunas personas que antes eran escépticas ya están aceptando las vacunas. El gobierno de Biden afirmó que aproximadamente catorce millones de personas en Estados Unidos recibieron la primera dosis en agosto, alrededor de cuatro millones más que en julio.
Una red libre de líderes religiosos, en su mayoría independientes, ha ofrecido en internet la posibilidad de emitir cartas de exención a quienes las soliciten. Un evangélico independiente de Texas está proporcionando cartas en línea a cambio de un donativo. En California, el pastor de una iglesia está entregando una carta a cualquiera que marque la casilla que confirma que la persona es “evangélica practicante y que se apega a los principios religiosos y morales que se describen en la Santa Biblia”.
Los especialistas sostienen que las cartas no son necesarias, pero pueden ayudar a respaldar la afirmación de que el rechazo a la vacuna por motivos religiosos es veraz.
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Otro clérigo ha ofrecido cartas de exención para sus feligreses en las que suele destacar la libertad de conciencia y no los riesgos concretos de la vacuna.
En la zona rural de Hudson, Iowa, Sam Jones ha informado a su pequeña congregación de la Iglesia de la Religión Bautista que está dispuesto a proporcionarles una carta de cuatro párrafos que diga que “un cristiano no tiene la obligación de obedecer a ningún gobierno fuera del ámbito que ha sido determinado por Dios”.
Mencionó que, hasta ahora, ha firmado cerca de 30 cartas y sabe de varios casos en los que la empresa aceptó la exención por motivos religiosos de sus miembros.
En Indiana, la desconfianza de Holmes hacia la vacuna fue acentuada por sus propias investigaciones. Sintonizó una conferencia sobre “salud y libertad” organizada por el presentador antivacunas de un pódcast y descargó material de Médicos de Primera Línea de Estados Unidos, una organización que difunde información falsa sobre las vacunas y promueve como tratamiento un medicamento para ganado llamado Ivermectina , el cual no ha sido aprobado por la FDA para tratar la COVID. La FDA advirtió que ese fármaco puede provocar daños importantes si se administra en dosis altas.
Amenazada con una amonestación formal si faltaba a trabajar como protesta, Holmes despertó en la madrugada con un versículo de la Biblia del libro de Timoteo en la cabeza: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio “. Y se quedó en casa. (Un vocero de Centerstone, el sistema de atención a la salud mental donde trabaja, comentó que la protesta fue reducida y que, hasta ahora, “una cantidad relativamente pequeña” de sus 4.000 empleados de cuatro estados han solicitado exenciones por motivos médicos o religiosos).
Unas cuantas semanas después de que presentó su solicitud de exención, su empresa le pidió más información y le envió un formato para que lo llenara un líder religioso con el fin de respaldar la descripción de sus creencias. “Estaba furiosa”, comentó. “La religión no necesita un líder”. Pero un pastor de su congregación, la Iglesia de Evangélicos Metodistas Unidos, en Greenville, Ohio, aceptó llenar el formato.
Holmes está en espera de la decisión final de la compañía. Está dispuesta a perder su empleo si ese fuera el caso. “Si yo no peleo por mis derechos, ¿quién lo hará?”, preguntó. “Sé que Dios está de mi lado”.