“Ni de izquierda, ni de derecha: el autoritarismo es transideológico” (Entrevista)
Carolina Jiménez Sandoval, presidenta de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA por sus siglas en inglés), habló con El Espectador sobre el auge del autoritarismo en América y sus implicaciones.
Camilo Gómez Forero
¿Por qué aún se relaciona más el autoritarismo con la derecha latinoamericana? La izquierda también puede serlo…
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¿Por qué aún se relaciona más el autoritarismo con la derecha latinoamericana? La izquierda también puede serlo…
Esto se relaciona con la experiencia de las dictaduras militares brutales del Cono Sur. Si uno ve, las organizaciones de derechos humanos nacen para luchar contra estas dictaduras de derecha. Entonces queda plasmada la idea en la psique latinoamericana de que las dictaduras son de derecha. También pasó que la revolución cubana y la sandinista, así como otras revoluciones, presentan una supuesta utopía de igualdad e inclusión y se instala la narrativa de que la izquierda tiene el monopolio de los derechos humanos y la inclusión, y la derecha es recordada por lo opuesto.
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Pasaron los años y la sociedad civil queda impregnada de esa historia, y lamentablemente, en algunos círculos intelectuales, persiste. Hoy Nicaragua y Venezuela son los ejemplos de que ese mito se derrumba. En el caso de Cuba, ellos cuentan con este embargo histórico también, que la comunidad internacional rechaza. Pero a veces ese rechazo nubla la posibilidad de que se condene la falta de democracia y la violación de derechos humanos del gobierno. También hay que destacar países como Uruguay que, estando en la derecha, demuestran que puede haber alternativas democráticas. El gran problema de ambas ideologías políticas son los extremos. Para la democracia, esto es una amenaza.
¿Por qué los líderes son incapaces de ver estos matices y todo el conjunto de elementos que hay? Rechazar el embargo a Cuba, como dice, no nos debería impedir el rechazo a las violaciones internas…
Porque las ideologías te fortalecen o te ciegan. Cuando hablo con intelectuales de izquierda que de verdad están convencidos de lo que pregonan, como el Estado de derecho o el respeto a las minorías, condenan a las izquierdas no democráticas. No tienen problema con eso y critican la falta de autocrítica. Pero cuando deja ser una ideología que te informa y pasa a ser una que no te deja ver absolutamente nada, ya pasaste al extremo. Por eso yo siempre pregunto: ¿con qué lentes ves la vida, con lentes de derecha, de izquierda o de centro? Prefiero verla con los lentes de derechos humanos. Eso me garantiza que pienso en individuos y colectivos, independientemente de su posición.
Ese es un gran mensaje, ¿qué podemos hacer para mejorar nuestra capacidad de autocrítica?
La ciudadanía tiene un inmenso rol de llamar la atención de sus liderazgos. He visto liderazgos que empiezan a enceguecerse, pero les pasa factura. Eso, en teoría, debería llevarlos a realizar la autocrítica necesaria. En países gobernados por líderes de izquierda, una total hermandad con Nicaragua o Venezuela les puede pasar factura; también del lado de la derecha. Así que la ciudadanía tiene una enorme tarea de pasarles factura a estos líderes. Creo que se les ha pasado factura a unos cuantos.
En el caso de la derecha, ¿están actuando de manera interconectada? Porque cada vez hay más espacios de trabajo internacionales, como el Foro de Madrid, en donde estas figuras se encuentran.
La interconexión es muy clara. Lo vemos con el trumpismo, el bolsonarismo, la expansión de Vox en España, la admiración que profesa Javier Milei por Donald Trump… Hay tácticas que están repitiendo, como la de usar el espectáculo para ganar visibilidad. Milei todavía tuitea imágenes en la que se le ve mitad robocop, mitad león… la estridencia es compartida entre ellos. Pero también hay que mirarlo de una forma más crítica. ¿De qué ideología es Vladimir Putin? De derecha. ¿Cuáles son sus principales aliados? Evo Morales no lo llama Putin, le dice “hermano Vladimir”. El canciller ruso, Serguei Lavrov, aterrizó la semana pasada en Caracas y La Habana. Y Xiomara Castro, de Honduras, envió a su hijo a que se entrevistaran con Nayib Bukele para copiar su modelo de seguridad. La expansión de la extrema derecha es una amenaza ya instalada. Pero también hay que comprender que los autoritarismos pueden ser y están siendo transideológicos.
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En Europa también se ve esto, pero tienen mecanismos donde se debate más y tratan de tomarse medidas. ¿Cómo está América en ese sentido?
Los organismos regionales que tenemos son imperfectos, pero necesarios. El rol que jugó la Organización de Estados Americanos en las elecciones de Guatemala es un ejemplo. La OEA fue un foro donde pudieron juntarse voluntades y la presencia de autoridades aseguró la transición del poder. El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, que ha recibido denuncias de lo que se hace en todos los países, también es otro ejemplo para monitorear y vigilar la situación. Cuando uno ve que siempre están los gobiernos de la región atacando el sistema interamericano es que se da cuenta de lo necesario que es el sistema. Estos mecanismos necesitan ser fortalecidos.
Sobre estos mecanismos, hay líderes que solo los convocan cuando les convienen. ¿Qué hacer ahí?
Visibilizar la incongruencia y recordarles a esos líderes cuando van a pedir ayuda que ese mecanismo es necesario.
El Salvador y México, aunque en una medida mucho menor, van en dirección al monopartidismo. ¿Qué tan peligroso es eso para la sociedad?
Es tremendamente peligroso para la democracia. Porque una de las características de este sistema es la pluralidad y la alternabilidad. Son principios básicos. Si algo nos enseña la historia es que la idea del partido único genera grandes distorsiones al sistema democrático. El Salvador se dirige a esto a un ritmo muy acelerado. Como un autoritarismo con esteroides. Bukele cambió al fiscal, retiró a los ministros de la Corte y dejó nuevos jueces. Lo hizo muy rápido porque vive en el mundo de la inmediatez. El sistema judicial no es independiente del Ejecutivo y tiene a la Asamblea controlada. Así controló los tres poderes. No hay más check and balance. ¿Y cómo lo respalda? Es popular. Así que cuando se perpetúe en el poder, dirá, bueno, fue el pueblo quien lo pidió, así la Constitución no me lo permitiera. México, en cambio, tiene instituciones más sólidas. La Corte es independiente y puede dar un contrapeso, y por eso tiene a su presidente lanzando desde su tribuna diaria ataques contra el poder Judicial, porque no ha logrado someterlo. Esa es la gran importancia de que haya peso y contrapesos de la democracia y de las instituciones.
Ya que menciona a las mañaneras del presidente mexicano, le quiero preguntar por los medios que toman estos líderes para promover su agenda y sus éxitos políticos. ¿No es inconveniente? Al final, es propaganda.
Es muy difícil competir con el poder comunicacional de los liderazgos autoritarios porque son excelentes comunicadores. Los aparatos de comunicación son necesarios en todo gobierno, pero estos, en efecto, se vuelven propaganda y se vuelven un problema cuando son usados para atacar a la crítica. Los líderes autoritarios comprenden muy bien la importancia de la narrativa. A mí no me parece casualidad que López Obrador tenga un programa en la mañana. Desde el comienzo del día, la gente está analizando lo que dice. Pasaba con Hugo Chávez los domingos: toda la semana analizando lo que dijo en esas siete horas de programa. Pero creo que no hemos llegado a la derrota total, mientras haya formas de exponer sus mentiras. La verdad todavía pesa y por eso tratan de esconderla. Pero hay verdades inocultables, como el dolor de las víctimas. Puede que los populismos, autoritarismos e incluso las tecnologías nos quieran arrinconar, pero no estoy segura de que nos rindamos fácilmente. Por eso creo tanto en el periodismo y en los medios.
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Hay mucha gente agotada por estos ataques al sistema. Ya la mitad de la población no cree en la democracia. ¿Qué piensa de esto?
Es natural sentirse agotado frente a un sistema que no te da respuestas y no me parece reprochable. Creo que es muy humano sentirte agotado frente a contextos políticos tan adversos, pero también nos muestra la historia que pasan cosas, hay eventos, llega el liderazgo que te permite superar algo. Hay muchos ciclos. El movimiento feminista y el de la lucha contra el cambio climático son ejemplos de cómo nos vuelve la energía después del agotamiento, porque se hacen emblemáticas.
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