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La escritura siempre ha sido su refugio y la lectura su espacio para la reflexión. Y en ese ejercicio, a Jaqueline Goldberg, escritora venezolana premiada por sus poemas y literatura infantil, parecen conmoverla sobre todo las frases que hablan de los viajes y de la migración.
“Hay una que me encanta, de Wislawa Szymborska: ‘No me gusta viajar, pero me gusta volver’”, comenta. Pero su favorita es de Cristina Peri Rossi: ‘Partir es siempre partirse en dos’. Tras su participación en la Feria del Libro de Bogotá, Goldberg nos habla sobre los puentes que tiende la literatura para entender mejor nuestros países. Deberíamos poder leernos más entre este vecindario llamado Latinoamérica. Pero ella explica por qué eso siempre ha sido difícil. Hay puentes que se han roto.
¿Cómo se ha relacionado la migración con su obra literaria y su vida?
Bueno, provengo de una familia migrante. Mis abuelos son polacos y mi papá francés, así que para mí la migración es un tema que vivo desde el pecho. Además, para mí era natural hablar de migración, porque mi país tenía migrantes de todo el mundo. Y entre las migraciones estaba la colombiana, que era muy fuerte. El contacto con esos migrantes era permanente. En mi casa, por ejemplo, siempre trabajaron colombianos. Mi desayuno era con cumbia y vallenato. Yo oigo esa música y me sabe a café. Desde hace algunos años es muy impactante y doloroso ver que somos los venezolanos los que estamos migrando. No hay familia que no tenga a una persona que haya migrado. En mi caso quedamos muy pocas personas.
La migración es muy dura, especialmente para los jóvenes. Y de eso habló en la Feria del Libro de Bogotá: sobre los jóvenes. ¿Cómo puede ayudar la literatura a que la juventud migrante se adapte?
La literatura es un encuentro frontal con la realidad del país al que están llegando, con sus costumbres, su cultura, su lenguaje y su ritmo. Es importantísimo para ellos ofrecerles lecturas. También se está empezando a escribir mucho sobre migración con foco en el público infantil. Esos libros que acercan al niño al lenguaje y desde allí al mundo son claves, porque abren una sensibilidad enorme. Con que haya una palabra de esos libros que resuene ya se gana.
A su vez, ¿la literatura podría ayudar a reducir la xenofobia?
Claro, precisamente porque las personas muy curiosas buscan libros que les permitan dialogar. Y la migración es un tema muy antiguo en la literatura. Podemos ver la Biblia, la Odisea… El mundo ha estado todo el tiempo migrando o viajando y adaptándose a lugares. Es parte de la naturaleza humana. Hay una frase de Cristina Peri Rossi: ‘Partir es siempre partirse en dos’. Y creo que es así. Aun en las condiciones más favorables de la migración es un dolor. También una experiencia que nutre. Y los escritores que han migrado saben que ahí hay una materia enorme para su trabajo creativo.
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¿Qué ejemplos nos puede dar para acercarnos a esa literatura venezolana?
No, soy muy mala haciendo listas. Sería una irresponsabilidad porque la Feria, justamente lo que me dejó, fue una sed de ver cosas. Si hubiera podido tener un avión entero para traerme libros lo habría hecho. Pero me traje uno especial: Un año y unos meses, de Yolanda Pantín, poeta venezolana, que fue publicado por Frailejón Editores y que aquí a Venezuela no va a llegar. Me tiene muy conmovida.
Me llama la atención eso de que no va a llegar...
Siempre ha sido un gran asombro para mí. Es insólito que no haya un intercambio mayor de libros entre nuestros países, y no le podemos echar la culpa al ahora porque ha sido siempre. Siempre ha sido muy difícil conseguir en Venezuela literatura colombiana y en Colombia que lean a los autores venezolanos. En 2019 asistí a un encuentro colombo-venezolano en Bogotá y ese fue un tema. Seguimos en lo mismo. Es complicado que los libros crucen la frontera, cuando la frontera es aquí mismo, a una hora y media o dos de vuelo.
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¿Por qué tanta dificultad?
En primer lugar, los grandes grupos editoriales que podían traer libros de un país a otro ya no están en Venezuela. Pero creo que es un problema de América Latina en general. Países vecinos también se quejan de que los libros no circulan. Y esto con Colombia es muy asombroso porque está aquí al lado, pero los libros argentinos tampoco llegan, así como los españoles. Y los libros venezolanos tampoco llegan a Perú y otros lados.
¿Cuáles fueron sus impresiones de la Filbo? ¿No sería bueno que el próximo invitado fuera Venezuela?
No, este no es el momento para tener a Venezuela como invitado. En el país existe una división, y no estoy diciendo nada nuevo, que es absolutamente política, pero que llega a los más mínimos rincones de la cotidianidad. Y dentro de esos está la literatura. Hay unos escritores que están con el oficialismo y otros que no. Y no nos hablamos, no nos miramos, no existimos los unos para los otros. Eso ha sido muy doloroso, porque de lado y lado, sobre todo quienes tenemos un poquito más de edad, tuvimos amistades, afectos y amores con gente que no hemos vuelto a ver y leer, pues hace difíciles las cosas. Luego vendrá una coexistencia, porque en todos los ámbitos se supone que debe haberla.
En todo caso, la Feria del Libro que ustedes tienen en Bogotá es un regalo maravilloso para este país. Ver al montón de jóvenes oyendo conferencias y tomando talleres es el mejor ejemplo de lo que debe ser una feria. Y bueno, también viendo cómo la industria editorial tiene mejores cosas también.
La literatura crea puentes. Es triste ver cómo se derrumban. En general, ¿cómo están los eventos de este tipo en Venezuela?
Acá nunca hubo una feria de ese tamaño, y ahora no existe tampoco. Hay una que organiza el gobierno, pero en esta no hay puentes. También es que no contamos con una gran producción editorial. Venezuela de ninguna manera está en capacidad de tener una feria así. Son muy pocas las editoriales que quedan. Una del Estado y otras independientes que hacen un esfuerzo inmenso por publicar. Dirijo el sello editorial que se llama Fundación la Poeteca, una institución sin fines de lucro donde tenemos una biblioteca de más de 10.000 ejemplares de poesía y sobre poesía. Es inmensa, preciosa, donde todo el tiempo hay jóvenes leyendo, hacemos presentaciones y talleres con niños. La semana que viene cumpliremos precisamente cinco años, en cinco de los peores años de los últimos años. Este es nuestro pequeño oasis para la ciudad. Y bueno, Rafael Cadenas, que acaba de recibir su Cervantes, es muy cercano a nosotros desde la fundación. De hecho, todos los nombres de las colecciones de los libros son versos de Rafael Cadenas.
Justo iba a mencionar a Cadenas, porque tuvo una frase cuando recibió el Cervantes esta semana: “Una universidad que sea para el adoctrinamiento deja de ser universidad”. También ha dicho que el nacionalismo es el sarampión del mundo. Eso me hace pensar en los jóvenes de nuevo. ¿Qué están leyendo en Venezuela?
Están sumamente activos. De hecho, tenemos el Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas, que lleva ocho ediciones. En cada una llegan hasta 400 textos, participa mucha gente, y también migrantes que están ahora afuera. Con eso te puedes imaginar que hay una inmensa cantidad de poetas jóvenes. Eso es un baño de optimismo. Mientras la poesía siga viva, diciendo cosas aun desde el dolor, desde el exilio y lo que significa, es para sentir alegría.
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