Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
El Jurado Nacional de Elecciones (JNE) de Perú proclamó este lunes al maestro izquierdista Pedro Castillo como nuevo presidente, seis semanas después del reñido balotaje en que enfrentó a la candidata derechista Keiko Fujimori. “Proclamo presidente de la república a don José Pedro Castillo Terrones”, dijo en una breve ceremonia virtual el titular del Jurado Nacional de Elecciones (JNE), Jorge Luis Salas, luego de que este órgano terminara de resolver numerosas impugnaciones y apelaciones de Fujimori.
En un primer momento, hace un mes y medio, la Oficina Nacional de Procesos Electorales, el organismo electoral del país, terminó concediéndole la victoria tras el conteo de los votos a Castillo. Pero la incertidumbre para los peruanos no terminó en ese momento: con las acusaciones de fraude de la candidata Fujimori el proceso se dilató hasta hoy.
Ni la campaña terrorista de la derecha sobre la izquierda, ni las voces de personajes célebres como la de Vargas Llosa, de algunos futbolistas de la selección nacional de fútbol o de políticos como el expresidente colombiano Andrés Pastrana apoyando a la candidata Keiko Fujimori fueron suficientes para detener a Castillo. Sí, en estas elecciones la camiseta de la selección fue protagonista. Fue la prenda elegida por Fujimori para recorrer las calles. La politización de dicho símbolo fue criticada por Castillo y vista por peruanos, como el analista político Gonzalo Banda, como una invasión al espacio secular que en algún momento unió al país.
Le recomendamos: El “Perú ninguneado” pasó factura: Castillo aventaja a Fujimori
Esos actos de populismo de Fujimori no fueron suficientes. Ni el apoyo de los medios y canales, que también condena Banda. La derecha que rodeó a Fujimori desestimó la importancia del antifujimorismo en las urnas.
La aversión a este clan, bautizado por algunos peruanos como “el partido más grande del país”, fue uno de los respaldos más importantes de Castillo en la segunda vuelta. El otro fue, en efecto, el del “Perú ninguneado”, que finalmente volteó el marcador a favor del maestro en el balotaje.
Le puede interesar: “Todavía faltan nuestros votos”, dicen esperanzados campesinos peruanos
El voto rural y de la selva se impuso sobre el de los peruanos en el exterior y el de las élites en las ciudades en el tramo final de esta contienda. Al igual que en Colombia, esta porción de la población ha sido calificada peyorativamente como “el Perú profundo”. Fueron los ciudadanos desconocidos por ese gobierno tan centralizado en Lima y rabiosos contra el modelo que hace tres décadas instaló Alberto Fujimori y que hoy su hija defendía a cabalidad, los que marcaron la diferencia.
“La política, siempre compleja. En 1990, un rector universitario (Alberto Fujimori) desafiaba y vencía en segunda vuelta a un reconocido y futuro premio Nobel de Literatura (Mario Vargas Llosa). Ahora, la hija del primero, en su tercer intento, puede ser derrotada por un profesor de provincia”, resalta Rafael Piñeros, profesor de la Universidad Externado de Colombia.
Grandes bufetes de abogados peruanos que estaban con Fujimori presentaron pedidos para anular más de 100.000 votos para Castillo, con el objetivo de inclinar la balanza hacia Fujimori. Todos resultaron insuficientes para detener al candidato.
Le recomendamos: ¿Quién es Pedro Castillo, el candidato más votado en Perú?
¿Quién es Pedro Castillo?
“¿Pedro qué?”, era la pregunta que muchos se hacían hace solo unas semanas en Lima. Cuando su nombre comenzó a trepar en las encuestas, no se interesaron por él; pocos le apostaron a que superara a nombres reconocidos. Menos en medio de una situación tan grave como la que vive el país en pleno segundo pico de contagios de coronavirus. Perú acumula más de 55.000 muertos por COVID-19 y 1,6 millones de casos.
¿Qué propone? Ideas extremas como convocar un referéndum para elegir una Asamblea Nacional Constituyente o implementar un modelo de “economía popular con mercados”, la nacionalización de sectores estratégicos como el minero o petrolero, y destinar el 10 % del PIB, respectivamente, a salud y educación. Todas las propuestas que expertos califican como inviables.
Castillo, que salió del anonimato en 2017 al liderar una huelga de maestros, sería el primer mandatario peruano sin lazos con las élites política, económica y cultural. “Sería el primer presidente pobre del Perú”, lo definió Hugo Otero. Pero tampoco está exento de polémicas. Vladimir Cerrón, líder de su partido, tiene una condena por corrupción. Castillo dice que Cerrón “no será ni portero” en su Gobierno. Pero dicha declaración parece inverosímil, dada la relevancia de Cerrón en su plan de gobierno.
Lo que necesita con urgencia Perú, explica Piñeros, es en primer lugar retomar la confianza en las instituciones. Esto se hace a través de reformas que le garanticen al pueblo peruano que el Gobierno luchará contra la corrupción, por ejemplo. Pero ninguno de los dos candidatos canalizaban esta ruta. Fujimori es investigada por esto precisamente y Castillo no lo tenía en su programa.
El sistema debe limpiarse. Castillo vislumbraba una constituyente como una posibilidad para resolverlo todo. Esta idea es como una fiesta de oficina: todos saben dónde comienza, pero no dónde termina.
“Si algo preocupa a estas alturas en Castillo, no es su radicalismo, sino su improvisación, su incapacidad de construir una propuesta congruente”, concluyó el analista político Gonzalo Banda en el diario El País de España.
Además, si este plan no busca reflejar la voluntad del pueblo, sino que busca consolidar la figura del presidente en el poder, el resultado será un desastre y Perú comenzará de nuevo su eterno ciclo, con el mismo problema de fondo: la decadencia de la institucionalidad y el centralismo del Gobierno.