Luis Moreno Ocampo, el fiscal argentino que lo hizo todo
Fue personaje clave en la transición democrática en Argentina en la década de los 80 y, gracias a los procesos en los que estuvo involucrado en su país, fue el primer fiscal de la Corte Penal Internacional, trabajo en el cual logró procesar a tres jefes de Estado por crímenes de lesa humanidad.
Hugo Santiago Caro
¿Cuál puede ser el paso siguiente en la vida de un ser humano cuando refleja la tranquilidad de haberlo conseguido todo? Esa es una de las preguntas que pueden quedar tras una conversación con Luis Moreno Ocampo. Se podría decir que su historia, su vida y su carrera son de película. Sin embargo, esto queda más que saldado al saber que su rol como fiscal adjunto en el Juicio a las juntas de la dictadura militar de Argentina, en 1985, le bastó para inspirar a uno de los protagonistas principales de la película Argentina, 1985.
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¿Cuál puede ser el paso siguiente en la vida de un ser humano cuando refleja la tranquilidad de haberlo conseguido todo? Esa es una de las preguntas que pueden quedar tras una conversación con Luis Moreno Ocampo. Se podría decir que su historia, su vida y su carrera son de película. Sin embargo, esto queda más que saldado al saber que su rol como fiscal adjunto en el Juicio a las juntas de la dictadura militar de Argentina, en 1985, le bastó para inspirar a uno de los protagonistas principales de la película Argentina, 1985.
Allí es retratado por Juan Pedro Lanzani, quien junto a Ricardo Darín, en el papel del fiscal principal de ese caso, Julio Strassera, protagonizan el filme que estuvo nominado a mejor película extranjera en la última edición de los Premios Óscar. Luis es gran fanático de la película. En la sala de su casa en Malibú, Estados Unidos, reposa una copia del póster oficial de la película y en redes sociales son varias las publicaciones que ha hecho en las que se le ve con camisetas que llevan la imagen promocional de la cinta.
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“Enseño en la escuela de cine, de la University of South California, enseñamos cómo las películas definen los temas de criminalidad y justicia. Por eso para mí fue muy fascinante que en el medio de los cursos que estaba dando, Santiago Mitre (director de Argentina, 1985) hiciera su película. Entonces, pude ver cómo él iba armando la película, armando el guion y cómo iba definiendo cosas de las que no me había dado cuenta”, afirma Luis.
Una de las tramas de la película es su relación con la milicia, una institución que había permeado intensamente su familia, pues por parte materna sus tíos fueron coroneles, y su abuelo fue general. Aunque es ficción, lo que cuenta el filme no está muy alejado de la realidad.
Es verdad que su madre asistía a la misma iglesia del general Jorge Rafael Videla, el primero de los seis dictadores que presidieron la junta militar en Argentina entre 1976 y 1983. “Le parecía un hombre muy bueno y muy parecido a su padre. Ella tomaba la comunión con el general Videla. Entonces, ella no podía creer lo que le contaba. Y es cierto, como en la película muestra, después del testimonio de Adriana Calvado Laborde, esta mujer que tuvo a su bebé con las manos esposadas y los ojos cubiertos en el asiento de un auto policial, mi madre leyó el testimonio y al día siguiente ella me llamó y me dijo: ‘Todavía lo quiero a Videla, pero tiene que estar preso’”, continúa.
Sin embargo, su lucha recopilando los testimonios de las atrocidades que cometieron las fuerzas militares para el caso no logró convencer a toda su familia. Uno de los hermanos de su madre le juró a Videla en una visita a la cárcel en la que estaba recluido el general que jamás en la vida volvería a dirigirle la palabra a su sobrino, y murió cumpliendo su promesa. Pasaron los años, los reencuentros familiares, y su tío jamás le volvió a hablar.
“A mí me daba pena que él se hubiera dolido, pero a mí no me cambiaba nada lo que tenía que hacer. Hasta ese momento había navegado siempre en conflictos muy serios, la vida me puso en ese lugar, tenía que representar a la sociedad en ese caso y, bueno, si a mi familia o mi tío no le gustaba, lamentaba mucho. No iba a cambiar por eso. Me hizo mucho bien saber que hacía eso no porque me quisieran, eso fue porque tenía que hacerlo”, recuerda Moreno.
Cuando se inició el Juicio a las juntas tenía 32 años, por lo que enfrentarse al rechazo o no contar con la aceptación de las mayorías en los casos en los que fue defensor o fiscal forjaron desde muy temprano el carácter y el principio con el que llevó a cabo su trabajo. Dice tampoco sentir miedo. Tal vez por esto, en los 17 casos que investigó en la Corte Penal Internacional, de la que fue el primer fiscal entre 2003 y 2012, no le tembló el pulso para procesar a tres jefes de Estado por crímenes de lesa humanidad y violaciones a los derechos humanos: el presidente de Sudán, Omar Bashir; el presidente de Costa de Marfil, Laurent Gbagbo, y el líder supremo de Libia, Muamar el Gadafi.
“Nunca sufrí, a mí no me molestaba para nada que me pelearan, todo eso era normal. Cuando volví a La Haya después de muchos años, y bajé en el aeropuerto de Ámsterdam, noté que mi cuerpo se ponía tenso. No sufría, pero sí, estaba preparado para conflictos todo el tiempo, amé cada día de mi trabajo en la CPI”, recuerda sobre la presión de sus días como fiscal.
Por esto, tampoco pensó mucho en contribuir en la defensa de Domingo Felipe Cavallo, el ministro de Economía responsable de instaurar en Argentina la impopular medida del “corralito”, que terminó sumiendo al país en una profunda crisis económica en 2001.
“No defendía a Cavallo en ese caso, pero en parte por la gestión mía los abogados de él lograron que no lo metieran preso. Me parece que la ley se aplica para todo el mundo, ¿no? Que Cavallo fuera preso solamente por su política para mí era una cosa que no se podía aceptar”, afirma. Y es que aunque a sus 70 años no se exalta por muchas cosas y habla con tranquilidad, se emociona hablando de derecho, de justicia.
Hablando de Cavallo, suelta la que podría ser su definición de la ley: “La ley nos permite convivir con nuestros enemigos, con nuestros adversarios, con los que no queremos. En democracia no vivimos solamente con los amigos. Por ejemplo, en un juicio hay rituales que permiten un diálogo y unas formas de convivencia con los adversarios, un sistema que nos permite articularnos aun con los enemigos”.
Probablemente durante toda la conversación que dio pie a este texto, Moreno Ocampo solo se emocionó tanto como lo hizo hablando de leyes en una ocasión, hablando de Diego Armando Maradona. Moreno es bostero (hincha de Boca Juniors) y con facilidad recuerda la humildad, rebeldía, el encanto y el carisma de Diego. De los encuentros del exfutbolista con el papa Juan Pablo II y varias historias. De hecho, lo representó en un caso en el que el “10” argentino enfrentó demandas por disparar un rifle de aire comprimido a un grupo de periodistas que lo esperaban afuera de su casa.
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Inconsciente colectivo, de Charly García, es la canción que acompaña las últimas escenas de la película Argentina, 1985. En paralelo, Moreno Ocampo es solo un año menor que García, pero mientras este último componía con Serú Girán y en solitario la banda sonora de esos últimos días de dictadura, el fiscal estaba inmerso con Strassera y su equipo en la investigación. Por esto, Moreno no es afín con el rock argentino, vivió en paralelo el boom de este fenómeno, pero nunca se contagió. Con más veras, asegura, vivía inmerso en sus casos: “Mi problema es que lo que hago me entretiene. Leo sobre todos los genocidios y crímenes masivos, me paso viendo películas de criminalidad y justicia. Me paso buscando y viendo películas sobre estos temas”.
Sin embargo, confiesa que está aprendiendo a cantar.
“Tengo a un amigo australiano que es genial, Tim McCormack. Él en una conferencia dijo: ‘Bueno, esta idea la expresó mejor que nadie, este poeta con esta canción’. Y se puso a cantar Imagine, de John Lennon. Dije, mirá qué bien cantar en el medio de una conferencia. Esa idea hizo que me pusiera a estudiar música, pero en realidad aprendí la belleza del canto”. Y explica la fascinación que siente por cantar: “El canto es usar tu cuerpo como instrumento musical, eso es increíblemente complicado y fascinante”.
Esa es una de las licencias que se puede dar ya con 70 años y satisfecho con todo lo que ha podido hacer con el derecho. Se puede decir que afronta una vejez tranquila. Cuenta que la última vez que se reunió con Julio Strassera fue para cenar con todo el equipo del Juicio a las juntas. Aún los llama chicos, pues aunque han pasado casi 40 años desde ese proceso, los conoció siendo chicos.
Se reunieron en el mismo restaurante en que se veían en ese entonces y que también aparece en la película. Ese que “está cerca de tribunales”.
Después de esa cena, Moreno se ofreció a llevar a Strassera a su casa. Ambos reflexionaron sobre sus vidas y el que fuera su jefe le pidió que se vieran más. “Me estoy peleando mucho, me dice. Y digo, pero Julio, siempre te peleas mucho vos, ¿cuál es la novedad? ‘No, no, ahora me peleo conmigo mismo’, me dice. Y no lo vi más”, cuenta sobre ese último encuentro.
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Ante la pregunta de si pelea consigo mismo, como lo hacía Strassera, asegura que no. Se siente en paz y la refleja al hablar. “Tengo cuatro hijos encantadores, y eso es lo más importante en la vida, ¿no? Amé y me quisieron. Estoy grande ya y estoy viviendo una relación muy intensa con una persona”, cuenta. Y agrega satisfecho: “Siempre pensé que el Juicio a la junta era lo más importante que podía pasar en mi vida, ¿qué puede ser más importante? Después fui profesor visitante de Harvard, de Stanford, vi clases en Yale University, en universidades de Israel y Palestina. Estuve un año entero en un programa de televisión donde enseñaba a manejar conflictos. La verdad no me interesa hacer nada más. Me parece fascinante lo que me pasó”.
Aunque fue fundamental en la elaboración de los cimientos de la democracia que hoy celebra 40 años en su país; aunque llevó a juicio también a los generales del ejército argentino durante la Guerra de las Malvinas; aunque su trabajo como fiscal de la CPI le dio fama y exposición mundial, sus hijos siguen siendo su mayor logro: “Que mis hijos me quieran un poco es el mayor logro de mi vida”.
Ya se acabaron los días de tensión, no hay más conflictos. No tiene riñas ni pleito pendientes con nadie. Tampoco volvería al pasado, ni siquiera a ser de nuevo fiscal de la CPI: “Es como si tú cruzas de Lisboa a Nueva York nadando, y cruzas el Atlántico nadando, es una gran hazaña, es llena de aventuras, pero cuando llegas no quieres volver nadando”. Ahora sus días transcurren entre el canto, la enseñanza, el análisis de conflictos internacionales, disfrutando de la música de Ella Fitzgerald, Lady Gaga y la misma Shakira.
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