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Renunció el presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski. Lo hizo después de llevar el país a una severa crisis política por negarse a asumir las consecuencias de un conflicto de intereses con Odebrecht. El 22 de diciembre de 2017, cuando el Congreso votó su “destitución por incapacidad moral”, el mandatario recurrió a una peligrosa estrategia que terminó cavando su tumba política: amarró soterradamente unos votos para salvarse de una acusación de falta de ética.
Entonces ya se sabía que el presidente le había vendido su alma al diablo: diez congresistas fujimoristas, entre ellos Kenji, el heredero político del expresidente Alberto Fujimori, se negaron a votar su destitución y terminaron salvándolo. Curioso, teniendo en cuenta que este partido vota en bloque y que desde que perdieron la Presidencia por una nariz frente a PPK lo querían fuera del poder.
En los primeros 14 meses de gobierno, la bancada del fujimorismo, Fuerza Popular, tumbó a 14 ministros del gabinete de Kuczynski e intentó varias veces su destitución. Aunque el mandatario hizo un pacto con Kenji (que incluía el indulto de su padre, condenado por crímenes de lesa humanidad), Kuczynski no estaba a salvo. La otra ficha del clan, Keiko, preparaba el golpe final contra PPK.
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El analista político Enrique Castillo lo advirtió en el periódico El Comercio el año pasado: “La agresividad del fujimorismo se va a ver multiplicada a causa de que no se aprobó la vacancia. El peligro no ha pasado. Le encontrarán muchas más cosas a PPK para que se vuelva a justificar otro pedido de vacancia para finalmente botarlo”.
Mensaje bíblico. Fuerza Popular dio a conocer un video en el que se ve a Kenji Fujimori y Bienvenido Ramírez, entre otros, enumerando supuestos ofrecimientos para que legisladores fujimoristas votaran en contra de la vacancia presidencial. Los videos fueron grabados de forma secreta por el legislador más fiel del fujimorismo, Moisés Mamani. Una práctica que llevó a los peruanos a recordar una de las épocas más oscuras de su reciente historia política: cuando la mano derecha de Fujimori, Vladimiro Montesinos, grababa el pago de favores a congresistas peruanos.
Un editorial del diario El Comercio aseguraba que “antes de los videos, el punto era determinar si el conflicto de intereses de PPK con Odebrecht ameritaba o no una medida tan extrema como la vacancia. Ahora el presidente ha perdido”.
El excongresista Daniel Abugadás le dijo al diario La República que “cuando se fue Fujimori, hace 18 años, e hizo la renuncia por fax teníamos la ilusión de que íbamos a tener un cambio, que íbamos a vivir sin corrupción y con democracia. Resulta que la corrupción se generalizó, se instaló una dictadura en el Congreso, se ha intentado amordazar la libertad de expresión... ¿Ahora qué podemos esperar?”.
Kuczynski fue acusado de haber recibido dinero de la constructora Odebrecht, que repartió cuantiosas sumas de dinero a cambio de contratos en varios países de Latinoamérica. En el caso de Perú, los pagos ilícitos se habrían realizado a través de la empresa West Capital, que le pertenece al exmandatario.
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De acuerdo con el analista Mauricio Jaramillo, de la Universidad del Rosario, “todo el buen trabajo hecho por Valentín Paniagua, quien asumió la presidencia de Perú tras la caída del fujimorismo, fue al pozo con los gobiernos que lo sucedieron porque todos recayeron en la corrupción”.
Una realidad que no se le escapa a nadie. En su reciente visita a Perú, en enero de este año, el papa Francisco preguntó por qué la política peruana estaba tan enferma. Y reclamó: “¿Qué le pasa a Perú, que cuando alguien deja de ser presidente lo meten preso? (Ollanta) Humala, está preso. (Alejandro) Toledo está preso (vive en Estados Unidos y acaban de aprobar su extradición). (Alberto) Fujimori estuvo preso hasta ahora. Alan García, que está que entro o no entro. ¿Qué pasa?”.
En su confesión, Marcelo Odebrecht, presidente de la constructora brasileña que protagoniza el escándalo de corrupción más grande de América Latina, dijo que se paseó a sus anchas por la región y, claro, por Perú. Dijo haber pagado millones de dólares a Toledo, García y Humala, entre otros miembros de la clase política peruana, incluyendo a Keiko Fujimori.
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“Pienso que lo mejor para el país es que yo renuncie a la Presidencia de la República. No quiero ser un escollo para que nuestra nación encuentre la senda de la unidad y armonía que tanto necesita y a mí me negaron”, dijo Kuczynski al presentar su renuncia.
Un poco tarde, porque su salida profundiza la incertidumbre que vive Perú. Para Jerónimo Ríos Sierra, “la renuncia de Kuczynski muestra el alcance que tuvo Odebrecht en América Latina, revela que las redes clientelistas en Perú son un mal endémico de su democracia y que el fujimorismo sigue controlando las cloacas de un Estado como el peruano, patrimonializado aún hoy por los tentáculos de Alberto Fujimori. Un Fujimori, por cierto, indultado y en libertad, a pesar de su responsabilidad, entre otras cuestiones, por la matanza de La Cantuta y Barrios Altos”.