Las angostas cornisas de Pedro Castillo
El mandato del presidente electo peruano es legítimo, pero con el respaldo del 50,1 % del electorado resulta insuficiente para emprender una gran transformación. Tendrá que hacer delicados equilibrios con el Congreso, que podría declarar en cualquier momento una vacancia presidencial.
Luis Pásara/Latinoamérica21
El presidente electo de Perú, Pedro Castillo, parece haber vencido los múltiples obstáculos interpuestos por Keiko Fujimori, perdedora en la segunda vuelta de las elecciones del 6 de junio. Proclamado ganador por el organismo electoral, tras una apretada victoria por apenas 40 mil votos entre casi 19 millones de votantes, Castillo deberá tomar posesión del cargo el 28 de julio cuando el país conmemore el bicentenario de su Independencia. A partir de allí, el nuevo presidente deberá enfrentar los considerables desafíos que le esperan para los cinco años de mandato.
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Mientras tanto, la oponente -hija del dictador Alberto Fujimori, condenado a 25 años de prisión por corrupción y violaciones de derechos humanos- no ha reconocido la victoria de Castillo. Keiko Fujimori sostiene que un fraude la ha perjudicado. Estados Unidos, la Unión Europea y observadores internacionales han destacado la transparencia de los comicios.
Los desafíos de Castillo
El presidente electo, sin embargo, debe prepararse para una fase mucho más dura, cuando se le abran varios frentes en un cuadro social donde se multiplican demandas que exigen solución. Actualmente, varios conflictos sociales afectan a diversos sectores de la sociedad, pero principalmente a las industrias extractivas. En mayo, la Defensoría del Pueblo identificaba 191 conflictos, que acaso se incrementen alentados por la llegada del nuevo gobierno.
En primer lugar, el mandato de Castillo es legítimo, pero con el respaldo del 50,1 % del electorado resulta insuficiente para emprender una gran transformación. En segundo lugar, el partido que lo presentó como candidato adhiere a un marxismo-leninismo conservador en materias como familia y género, y mantiene un programa anacrónico. Y en tercer lugar, la primera vuelta electoral definió que haya diez partidos ocupando escaños en el Congreso. En este marco, encabezar el Poder Ejecutivo no será suficiente para llevar a cabo un cambio radical.
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Pedro Castillo lo sabe. Es un hombre de origen humilde, profesor y evangélico que proviene de un pequeño poblado andino donde trabajó hasta ahora. Y es que en 200 años de vida independiente, el país nunca vio llegar a la presidencia a un hombre con ese perfil.
Castillo se fogueó como dirigente sindical del gremio magisterial y, cuando se decidió a entrar en política, pretendió formar un partido sobre la base de los maestros del país, que son más de medio millón. La tarea de recoger firmas, con el fin de inscribir el partido ante las autoridades electorales, se vio interrumpida en 2020 por las restricciones impuestas por la pandemia. Fue entonces cuando dirigentes de Perú Libre -partido regional del centro del país que cuenta con inscripción electoral- le ofrecieron la candidatura, ya que el fundador del partido y candidato a aspirar al cargo acababa de ser condenado por la justicia debido a su mal manejo de fondos públicos.
Los fantasmas del comunismo
Al ideario radical de Perú Libre se sumó la participación de maestros vinculados al Movadef -agrupación que busca por vías legales aquello que se propuso alcanzar con las armas el Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso-, lo cual provocó que los principales medios identificaran a Castillo con el comunismo. Esto sembró la idea de que de ser elegido el país se convertiría en una Venezuela.
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Pese a que la campaña a favor de Keiko Fujimori se nutrió del miedo al comunismo y del desprecio por el maestro campesino, la mayoría terminó escogiendo al candidato que más se les asemejaba.
“El profesor” no esconde sus limitaciones y se ha refugiado en discursos que abundan en generalidades. De allí que algunos comentaristas coinciden en señalar que no se sabe qué hará en el cargo. No obstante, en mayo presentó un plan de gobierno para los primeros 100 días que evita radicalismos, pero mantiene la necesidad de revisar los contratos que otorguen tratamientos excesivamente favorables a las explotaciones mineras y gasíferas.
¿Cómo será la bancada oficialista?
El reciente acercamiento de asesores de la izquierda educada ajenos a Perú Libre ha tonificado las definiciones del futuro gobierno y ha dado lugar a ciertos forcejeos con los líderes del partido, lo cual adelanta otro frente en el interior del gobierno.
La fisura probablemente se replique en la representación parlamentaria de Perú Libre, que cuenta con 37 congresistas sobre un total de 130. Al parecer, una porción de ellos fue seleccionada por el propio Castillo y otra por la dirigencia de Perú Libre, por lo tanto, en las próximas semanas se podrá saber si el gobierno cuenta con una bancada propia o surgirán las divisiones.
Ver más: ¿Quiénes son los ronderos, la patrulla comunitaria de la que hizo parte Pedro Castillo?
Si los 37 congresistas actuaran unificadamente, probablemente se les sumarían otros 13 de la izquierda y el centro, que en conjunto no alcanzarían a una mayoría. La derecha, en tanto, contaría con, cuando menos, tres fuerzas que suman 44 congresistas. Otros tres grupos, con 36 parlamentarios, probablemente se dividan o pacten con la derecha o con la izquierda según sus conveniencias.
Castillo tendrá que hilar muy fino para, de un lado, mantener unida a la bancada de Perú Libre y, de otro, contar con la flexibilidad necesaria para pactar con las fuerzas que muestren apertura a acuerdos circunstanciales. Si no lograra caminar por esa angosta cornisa, el Congreso podría aprovechar cualquier paso en falso para vacar la presidencia.
El empresariado es el otro gran desafío
Un frente adicional es el empresarial. Aunque desde este sector ha habido apoyo financiero para las campañas de miedo al comunismo, el realismo se impuso a partir del domingo 27, cuando un editorial del conservador diario El Comercio dijo “basta” a los reclamos infundados de fraude de Fujimori.
El anuncio de Castillo el día anterior de que había pedido al actual presidente del Banco Central, Julio Velarde, permanecer en el cargo parece haber sido decisivo. El presidente electo afirmó además: “No somos chavistas, no somos comunistas, no le vamos a quitar sus propiedades a nadie, es falso. Somos democráticos, respetaremos la gobernabilidad, la institucionalidad peruana”. La cotización del dólar descendió y la Bolsa de Valores de Lima se reanimó.
En los siguientes días parecía haberse producido un divorcio entre los intereses empresariales y las ambiciones políticas de quienes se acreditaban su representación. Más realistas los primeros, parecen haber aceptado la victoria de Castillo y estar preparándose para convivir con el nuevo gobierno.
Pero, claro está, será una aceptación condicionada. En particular, los empresarios pondrán atención al manejo del gobierno de los conflictos sociales y a la búsqueda de soluciones que sean aceptables por los reclamantes y, al mismo tiempo, no alarmen a los mayores intereses económicos. Esta será otra angosta cornisa a recorrer por un gobierno cargado de desafíos.
Luis Pásara es sociólogo del derecho. Ha ejercido la docencia en Perú, España, Argentina y México. Es senior fellow de Due Process of Law Foundation y ha estudiado los sistemas de justicia en América Latina.
www.latinoamerica21.com, un medio plural comprometido con la divulgación de información crítica y veraz sobre América Latina.
El presidente electo de Perú, Pedro Castillo, parece haber vencido los múltiples obstáculos interpuestos por Keiko Fujimori, perdedora en la segunda vuelta de las elecciones del 6 de junio. Proclamado ganador por el organismo electoral, tras una apretada victoria por apenas 40 mil votos entre casi 19 millones de votantes, Castillo deberá tomar posesión del cargo el 28 de julio cuando el país conmemore el bicentenario de su Independencia. A partir de allí, el nuevo presidente deberá enfrentar los considerables desafíos que le esperan para los cinco años de mandato.
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Mientras tanto, la oponente -hija del dictador Alberto Fujimori, condenado a 25 años de prisión por corrupción y violaciones de derechos humanos- no ha reconocido la victoria de Castillo. Keiko Fujimori sostiene que un fraude la ha perjudicado. Estados Unidos, la Unión Europea y observadores internacionales han destacado la transparencia de los comicios.
Los desafíos de Castillo
El presidente electo, sin embargo, debe prepararse para una fase mucho más dura, cuando se le abran varios frentes en un cuadro social donde se multiplican demandas que exigen solución. Actualmente, varios conflictos sociales afectan a diversos sectores de la sociedad, pero principalmente a las industrias extractivas. En mayo, la Defensoría del Pueblo identificaba 191 conflictos, que acaso se incrementen alentados por la llegada del nuevo gobierno.
En primer lugar, el mandato de Castillo es legítimo, pero con el respaldo del 50,1 % del electorado resulta insuficiente para emprender una gran transformación. En segundo lugar, el partido que lo presentó como candidato adhiere a un marxismo-leninismo conservador en materias como familia y género, y mantiene un programa anacrónico. Y en tercer lugar, la primera vuelta electoral definió que haya diez partidos ocupando escaños en el Congreso. En este marco, encabezar el Poder Ejecutivo no será suficiente para llevar a cabo un cambio radical.
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Pedro Castillo lo sabe. Es un hombre de origen humilde, profesor y evangélico que proviene de un pequeño poblado andino donde trabajó hasta ahora. Y es que en 200 años de vida independiente, el país nunca vio llegar a la presidencia a un hombre con ese perfil.
Castillo se fogueó como dirigente sindical del gremio magisterial y, cuando se decidió a entrar en política, pretendió formar un partido sobre la base de los maestros del país, que son más de medio millón. La tarea de recoger firmas, con el fin de inscribir el partido ante las autoridades electorales, se vio interrumpida en 2020 por las restricciones impuestas por la pandemia. Fue entonces cuando dirigentes de Perú Libre -partido regional del centro del país que cuenta con inscripción electoral- le ofrecieron la candidatura, ya que el fundador del partido y candidato a aspirar al cargo acababa de ser condenado por la justicia debido a su mal manejo de fondos públicos.
Los fantasmas del comunismo
Al ideario radical de Perú Libre se sumó la participación de maestros vinculados al Movadef -agrupación que busca por vías legales aquello que se propuso alcanzar con las armas el Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso-, lo cual provocó que los principales medios identificaran a Castillo con el comunismo. Esto sembró la idea de que de ser elegido el país se convertiría en una Venezuela.
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Pese a que la campaña a favor de Keiko Fujimori se nutrió del miedo al comunismo y del desprecio por el maestro campesino, la mayoría terminó escogiendo al candidato que más se les asemejaba.
“El profesor” no esconde sus limitaciones y se ha refugiado en discursos que abundan en generalidades. De allí que algunos comentaristas coinciden en señalar que no se sabe qué hará en el cargo. No obstante, en mayo presentó un plan de gobierno para los primeros 100 días que evita radicalismos, pero mantiene la necesidad de revisar los contratos que otorguen tratamientos excesivamente favorables a las explotaciones mineras y gasíferas.
¿Cómo será la bancada oficialista?
El reciente acercamiento de asesores de la izquierda educada ajenos a Perú Libre ha tonificado las definiciones del futuro gobierno y ha dado lugar a ciertos forcejeos con los líderes del partido, lo cual adelanta otro frente en el interior del gobierno.
La fisura probablemente se replique en la representación parlamentaria de Perú Libre, que cuenta con 37 congresistas sobre un total de 130. Al parecer, una porción de ellos fue seleccionada por el propio Castillo y otra por la dirigencia de Perú Libre, por lo tanto, en las próximas semanas se podrá saber si el gobierno cuenta con una bancada propia o surgirán las divisiones.
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Si los 37 congresistas actuaran unificadamente, probablemente se les sumarían otros 13 de la izquierda y el centro, que en conjunto no alcanzarían a una mayoría. La derecha, en tanto, contaría con, cuando menos, tres fuerzas que suman 44 congresistas. Otros tres grupos, con 36 parlamentarios, probablemente se dividan o pacten con la derecha o con la izquierda según sus conveniencias.
Castillo tendrá que hilar muy fino para, de un lado, mantener unida a la bancada de Perú Libre y, de otro, contar con la flexibilidad necesaria para pactar con las fuerzas que muestren apertura a acuerdos circunstanciales. Si no lograra caminar por esa angosta cornisa, el Congreso podría aprovechar cualquier paso en falso para vacar la presidencia.
El empresariado es el otro gran desafío
Un frente adicional es el empresarial. Aunque desde este sector ha habido apoyo financiero para las campañas de miedo al comunismo, el realismo se impuso a partir del domingo 27, cuando un editorial del conservador diario El Comercio dijo “basta” a los reclamos infundados de fraude de Fujimori.
El anuncio de Castillo el día anterior de que había pedido al actual presidente del Banco Central, Julio Velarde, permanecer en el cargo parece haber sido decisivo. El presidente electo afirmó además: “No somos chavistas, no somos comunistas, no le vamos a quitar sus propiedades a nadie, es falso. Somos democráticos, respetaremos la gobernabilidad, la institucionalidad peruana”. La cotización del dólar descendió y la Bolsa de Valores de Lima se reanimó.
En los siguientes días parecía haberse producido un divorcio entre los intereses empresariales y las ambiciones políticas de quienes se acreditaban su representación. Más realistas los primeros, parecen haber aceptado la victoria de Castillo y estar preparándose para convivir con el nuevo gobierno.
Pero, claro está, será una aceptación condicionada. En particular, los empresarios pondrán atención al manejo del gobierno de los conflictos sociales y a la búsqueda de soluciones que sean aceptables por los reclamantes y, al mismo tiempo, no alarmen a los mayores intereses económicos. Esta será otra angosta cornisa a recorrer por un gobierno cargado de desafíos.
Luis Pásara es sociólogo del derecho. Ha ejercido la docencia en Perú, España, Argentina y México. Es senior fellow de Due Process of Law Foundation y ha estudiado los sistemas de justicia en América Latina.
www.latinoamerica21.com, un medio plural comprometido con la divulgación de información crítica y veraz sobre América Latina.