Política de drogas y migración, temas de la primera cita entre Petro y Biden
A las 11 de la mañana del próximo jueves, Joe Biden recibirá a Gustavo Petro en la Oficina Oval. Se reunirán mientras el primero va camino a anunciar su aspiración a la reelección, en tanto que el segundo lo apuesta todo por la “paz total”. ¿Qué está en juego?
El próximo jueves el presidente Joe Biden recibirá en la Casa Blanca a Gustavo Petro, presidente del mayor aliado que Estados Unidos tiene en América Latina. Será, como le llaman algunos analistas, el “plato fuerte” luego de una seguidilla de encuentros que no son de ahora, sino que comenzaron el 19 de junio del año pasado, cuando el candidato del Pacto Histórico ganó en las urnas. Los acercamientos se iniciaron con una pronta llamada de Biden al nuevo mandatario, dos días después de la victoria, y se han fortalecido con constantes visitas de alto nivel aquí y allá.
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El próximo jueves el presidente Joe Biden recibirá en la Casa Blanca a Gustavo Petro, presidente del mayor aliado que Estados Unidos tiene en América Latina. Será, como le llaman algunos analistas, el “plato fuerte” luego de una seguidilla de encuentros que no son de ahora, sino que comenzaron el 19 de junio del año pasado, cuando el candidato del Pacto Histórico ganó en las urnas. Los acercamientos se iniciaron con una pronta llamada de Biden al nuevo mandatario, dos días después de la victoria, y se han fortalecido con constantes visitas de alto nivel aquí y allá.
El panorama que enfrentan los líderes de los mejores amigos del hemisferio implica que sobre la mesa haya mucho en juego. Joe Biden, quien reconoció en días recientes que en su plan está aspirar a la reelección, aunque todavía no está listo para anunciarlo, enfrenta la presión republicana, mayoría en la Cámara de Representantes tras las elecciones de medio mandato, que le reclaman por el “desorden” en la frontera sur, la crisis de drogas como el fentanilo, entre otras. Petro, por otro lado, llegó con apuestas como la de la “paz total” y la de posicionarse como líder latinoamericano.
Estas agendas no son completamente paralelas; en muchos puntos coinciden y en otros se oponen resistencia. Es de esperarse, entonces, que tanto los complementos como los desafíos sean temas principales en la primera cita que se cumplan el uno al otro. “El cambio climático, la protección de la biodiversidad, la transición energética, los esfuerzos para la ‘paz total’, la migración, la política de drogas y las oportunidades de comercio e inversión para la prosperidad e inclusión social y territorial serán los temas principales de la reunión”, anunció el Gobierno colombiano en un comunicado.
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El asunto de las drogas
El primer tema que inevitablemente surge al hablar de la relación bilateral, aunque no aparezca hasta la mitad de la oración citada, es el de las drogas. Los analistas coinciden al señalar que el panorama para Colombia es distinto al de los últimos años. Por un lado, el partido en el poder en Estados Unidos es el demócrata, el mismo que en varias jurisdicciones, por ejemplo, promueve la legalización del cannabis. Esto no es menor teniendo en cuenta que el gobierno de Petro más de una vez ha tomado la palabra para decir que la lucha contra las drogas como la conocemos fracasó.
Además, si bien la cocaína sigue entre las preocupaciones, “la crisis ahora es por las drogas sintéticas”, como explicó Adam Isaacson, director de la Veeduría de Defensa de WOLA (Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos). Debido a drogas como el fentanilo, Estados Unidos ha roto récords de muertes por sobredosis en los últimos años (casi 200 personas en el país mueren a diario por esa razón). En medio de esto, dijo Isaacson, “Colombia tiene mayor margen de maniobra” al sufrir menos escrutinio y tener más “campo para probar otras formas de abordar el tema”.
Michael Shifter, del centro de pensamiento Diálogo Interamericano, agregó que para atacar el “enorme problema” del fentanilo “México es el país más relevante. Sin embargo, la cocaína tiene efectos muy devastadores en Colombia, en cuanto a violencia, corrupción y deterioro institucional. Estados Unidos debería asumir responsabilidad y ser un socio para atacar ese problema”. Dijo esto sin olvidar que “Petro ha resaltado en varios escenarios internacionales que hay que acabar con la guerra contra las drogas, una crítica dirigida a Washington”.
Y en lo que anota después también hay consenso entre distintos analistas: que los detalles de la “propuesta alternativa (a la lucha contra las drogas) no han sido elaborados, lo que es necesario para poder desarrollar una respuesta adecuada”, tanto de la Casa Blanca como del Capitolio. “Estados Unidos quiere saber cuál es el plan, no está cómodo con el nivel de improvisación o con que se haga política a través de Twitter; ellos prefieren ver documentos oficiales”, agregó Isaacson. Una incertidumbre similar existe, por supuesto, en relación con el plan para el sometimiento de los grupos responsables del narcotráfico.
En el Senado estadounidense la preocupación no es menor cuando se habla de los niveles históricos de cultivos de coca en Colombia (como los que para 2021 advirtió el año pasado la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito). No obstante, frente a la administración Petro puede haber un “compás de espera”, en palabras de Sandra Borda, profesora de la Universidad de los Andes. Según ella, hoy Estados Unidos está en una posición en la que puede hacer “concesiones” en materia de drogas.
Es posible “repensarse algunos puntos, pues ellos no cedían ni un milímetro en asuntos como el uso aéreo de glifosato, hoy es distinto”, explica, y no deja de apuntar a factores en la ecuación como la pérdida de influencia que Estados Unidos ha tenido en el hemisferio y los temores que hay, en cambio, de una mayor presencia de China. En palabras simples: en este panorama Washington no puede arriesgarse a perder a un aliado fundamental a causa de presiones excesivas, sin que eso signifique que vayan a permitir que se les “inunde” el país de cocaína.
“Si hay un proceso de negociación bien armado y liderado no me parece imposible que se revise, por ejemplo, la erradicación forzada si está acompañada de una política seria y eficaz en materia de sustitución”, agregó la analista, pero advirtió que Colombia tiene que llegar preparada para esa discusión. Para ella, la reunión entre los presidentes puede ser el lugar para plantear el problema y empezar el camino hacia una “conversación más fluida sobre esto”. Sin embargo, por fortuna, no parece ser ese el único escenario.
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El grupo asesor de alto nivel
Durante la próxima semana, el martes 18, en Washington se lanzará un grupo asesor de alto nivel conformado por funcionarios públicos, representantes de la sociedad civil y sector privado, copresidido por los senadores Bill Hagerty (republicano) y Ben Cardin (demócrata), con el objetivo de profundizar la relación binacional. Se trata de un grupo coordinado por el Atlantic Council y en el que, según Jason Marczark, director sénior del Centro Adrienne Arsht para América Latina, del Atlantic Council, hay integrantes colombianos y estadounidenses prácticamente por partes iguales.
Marczark le contó a El Espectador que este grupo será una evolución de la “task force” (grupo de trabajo) conformado para Colombia, “aliado indispensable” de Estados Unidos hace cinco años. Según el vocero, el objetivo es trazar un plan concreto a través de reuniones privadas entre los integrantes para “navegar oportunidades” en cuatro áreas claves: el fortalecimiento de la democracia, la seguridad y el tema de drogas, el desarrollo económico inclusivo y el camino de Venezuela hacia la democracia.
Migración y la cuestión de Venezuela
Para Michael Shifter, quien de hecho formará parte del grupo asesor, el asunto de la migración es clave para ambas partes: para Colombia es esencial seguir teniendo el apoyo de Estados Unidos en la atención de la migración venezolana con vocación de permanencia en el país, en tanto que Washington buscará la colaboración de Bogotá en el “manejo y el control de migrantes” hacia Estados Unidos. “Para Biden, quien se supone se va a presentar como candidato para la reelección en 2024, el desorden en la frontera es una vulnerabilidad política”.
En esto coincide Borda, quien señala que factores como el cruce por el Darién han hecho de Colombia un actor clave en esta discusión. Según las cifras más recientes, más de 100.000 migrantes irregulares han cruzado el Darién en lo corrido de 2023 (la mayoría con destino a Estados Unidos), una cifra histórica y que representa un “incremento preocupante”, multiplicar por seis las cifras del mismo período del año pasado, según advirtieron esta semana la Acnur y la Organización Internacional para las Migraciones.
Con seguridad, señaló Borda, a Colombia se le pedirá que tenga un papel activo en la atención de esta situación, lo que también podría contribuir a la fluidez del diálogo bilateral, sin que eso llegue a repercutir, por ejemplo, en una exención de visas para colombianos, como la que ha buscado el embajador en Washington, Luis Gilberto Murillo. Aunque los analistas coinciden en que no es muy probable que eso pase, en palabras de la docente, “sí se podría hablar diferencialmente del trato que reciben los migrantes colombianos en Estados Unidos”.
La primera visita del presidente Petro a la Casa Blanca se llevará a cabo días antes de la conferencia internacional sobre Venezuela que el mandatario ha convocado en Colombia para tratar de reactivar los diálogos entre el gobierno de Nicolás Maduro y la oposición, y que tendrá lugar el próximo 25 de abril. Aunque públicamente no lo han reconocido así, fuentes cercanas al asunto han advertido el gran interés que Estados Unidos tiene en este encuentro e incluso el impulso que le ha dado al papel de Petro como facilitador protagonista.
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“Petro es el líder natural para aportar en eso, ya que en la crisis venezolana Colombia tiene más en juego que cualquier otro país latinoamericano. Consultas y coordinación entre Washington y Bogotá son vitales para tener una conferencia internacional productiva”, señaló Shifter. Para Lawrence Gumbiner, exdiplomático estadounidense, si estos esfuerzos dan fruto hacia el regreso de Venezuela a la “comunidad democrática, con elecciones libres, libertad de expresión, libertad para que la oposición pueda organizarse e instituciones del gobierno despolitizadas, sería un gran éxito en el escenario internacional y aplaudido por Estados Unidos”.
El desafío no es de poca monta, pues Maduro, quien el próximo miércoles cumplirá 10 años en el poder, dijo el viernes pasado: “No sabemos si las elecciones presidenciales serán este año o el próximo. Guárdenme ese secreto”. Sus palabras han puesto en vilo la expectativa sobre los comicios, uno de los puntos centrales de la mesa de negociación instalada ya en México y la que precisamente el encuentro en Bogotá busca descongelar. Por todas las implicaciones políticas, sociales y económicas de esto, sería ingenuo pensar que el tema no estará en boca de Biden y Petro el próximo jueves.
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