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“Yo vivía en un apartamento en el barrio 20 de Julio en 2019, pero el año pasado no pude pagar y me tocó irme a vivir a una pieza en el sector de Santa Fe con mis dos hijos pequeños, y ese no es el mejor lugar para ellos; vendo dulces en Transmilenio, pero no siempre me alcanza para pagar los $15.000 diarios que vale estar ahí”, relata Yorlemis Vargas, migrante venezolana en Bogotá.
“Yo ya era pobre antes de ser más pobre. Llegué de Venezuela porque no tenía trabajo y aquí conseguí uno en una fábrica de confecciones, que cerró por la pandemia; otros venezolanos y colombianos de la casa donde vivía también se quedaron sin empleo y a todos nos tocó buscar para dónde irnos. Buscar trabajo siendo venezolana es difícil, mis hijos no estudian, no tengo salud y tampoco comemos bien, no me alcanza”, agrega Yorlemis.
La situación de esta migrante venezolana, que llegó a Bogotá hace tres años, es la misma que viven miles de ciudadanos de ese país en territorio colombiano. De acuerdo con la última encuesta de Calidad de Vida revelada por el DANE la semana pasada, 44 personas de cada cien que forman parte de un hogar en donde hay al menos un migrante venezolano vive en situación de pobreza multidimensional.
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Es decir que cuatro de cada diez migrantes tienen carencias en educación, salud, trabajo, vivienda y bienestar general, cifra muy por encima del colombiano. El informe señala que de los 2’361.000 hogares con pobreza multidimensional que se registraron el año pasado, el 11,7 % (cerca de 276.000) están integrados, por lo menos, por un migrante venezolano.
“El índice nacional de pobreza multidimensional de personas que pertenecen a hogares con al menos un miembro migrante es del 44,2 %, mientras que el promedio para la población colombiana es del 18,1 %”, explicó a este diario Juan Daniel Oviedo, director del DANE, quien agregó que “el empobrecimiento de un hogar con integrantes migrantes es cinco veces más acelerada que la población nacional”.
Pobreza en tiempos de migración
El aumento de la pobreza estuvo impulsado por la migración, pues el fenómeno que se está viendo ahora es el de la reunificación familiar; es decir que el migrante que está en Colombia, en ciudades como Cúcuta, Barranquilla o Bogotá, está trayendo a sus hijos, padres o hermanos, lo que amplía los núcleos familiares en la estructura migrante.
¿Qué es el índice de pobreza multidimensional? Es una medición que se hace teniendo en cuenta las carencias de los hogares en cinco dimensiones claves: educación, salud, trabajo, bienestar de la niñez y condiciones físicas de la vivienda. La pobreza monetaria se basa en medir el ingreso por persona. El DANE emplea las dos metodologías para analizar la pobreza en el país. Y en el caso de la población migrante, ambos rubros se deterioraron más en 2020.
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De acuerdo con el último informe del DANE, en 2019 los hogares con miembros migrantes tuvieron que enfrentar más barreras a la hora de acceder a un servicio de salud. “Cerca de 30.000 de estos hogares no pudieron acceder a servicios sanitarios entre 2019 y 2020”, explicó el director del DANE. “La región Caribe es la que más aloja población migrante venezolana en situación de pobreza multidimensional”, aclara Oviedo.
El 89,7 % de los hombres y el 88,9 % de las mujeres migrantes recientes que trabajan no tienen afiliación a salud en el período mayo-diciembre de 2020. La situación migratoria irregular combinada con la informalidad laboral se pueden relacionar con dificultades para el acceso a servicios de salud, señalan datos de la entidad.
Hay, sin embargo, un medidor que despierta interés entre los expertos: la inasistencia escolar. De acuerdo con el informe del DANE, la pandemia multiplicó el número de niños y niñas que no asistieron (ni de forma virtual ni presencial) a la escuela. Mientras que en 2019 ese número de inasistencia infantil escolar llegaba a 2,7 % de hogares, en 2020 pasó a 16,4 %.
En 2019, de los 420.000 hogares con un niño o niña que no iba al colegio en todo el país, había 109.000 con población migrante, un 26 %. En 2020, debido a las barreras de acceso por no tener un dispositivo móvil, internet ni computador, 223.000 niños migrantes no lograron acceder a la educación, muy por debajo que la media de los hogares colombianos.
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“Es decir que ese empobrecimiento entre 2019 y 2020 más marcado para la población migrante, que vio grandes dificultades y brechas en acceso a salud y condiciones de vivienda, además de hacinamiento crítico, entre otros factores, se vio compensado en materia de asistencia escolar frente a los colombianos”, agrega Juan Daniel Oviedo.
Una encuesta realizada por el Proyecto Migración Venezuela reveló que el 48,8 % de esta población enfrenta un hacinamiento crítico en sus viviendas. Incluso, el Alto Comisionado para los Refugiados (ACNUR) reveló que cerca del 40 % de las personas refugiadas y migrantes de Venezuela han sido desalojadas y el 38 % adicional estaba en riesgo de desalojo por cuenta de la pandemia en 2020. Algo que agravó los índices de pobreza multidimensional de los migrantes. Los datos indican que tres de cada cuatro hogares desalojados enfrentan la indigencia y una quinta parte de las personas afectadas estaban embarazadas o eran madres de niñas y niños.
“Muchas personas refugiadas y migrantes en América Latina y el Caribe, dependientes de la economía informal para sobrevivir, perdieron sus trabajos durante la pandemia y se encuentran viviendo en situación de pobreza, sin poder cubrir sus necesidades básicas, incluyendo el pago de alquiler”, señalaba ACNUR.
Pobreza monetaria afecta a las mujeres
Las mujeres migrantes están siendo las más afectadas por la pobreza. “De forma significativa, en los hogares en donde hay jefatura femenina se ve mayor incidencia tanto de pobreza monetaria como multidimensional. En aquellos hogares en donde la mujer es jefa de hogar la incidencia crece un 19,16 %; en donde el jefe de hogar es un hombre llega al 17,2 %”, señala el director del DANE.
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Según la Gran Encuesta Integrada de Hogares (GEIH), entre 2014 y 2020 se ha registrado un crecimiento sostenido del total de migrantes de Venezuela: en 2020 el total de migrantes de Venezuela alcanzó los 2,26 millones de personas, de acuerdo con datos del DANE. De ese número, el 50,2 % son mujeres (1,13 millones de personas) y 49,8 % son hombres (1,12 millones de personas).
Las mujeres que han llegado al país en este fenómeno de movilidad humana buscan la reunificación familiar. “Las mujeres migrantes recientes quieren participar más en el mercado laboral que las demás mujeres (con mayores tasas globales de participación), pero las afecta más el desempleo: en 2020 la tasa de desempleo de las mujeres migrantes recientes fue 34,6 %, la de las demás mujeres fue 20,3 % y la de hombres migrantes recientes fue 14,3 %”, registró el DANE.
“Como consecuencia de la pandemia, los hogares encabezados por mujeres migrantes de corto plazo redujeron el número promedio de comidas diarias en mayor medida que lo sucedido con los hogares con un hombre jefe de hogar: antes de la cuarentena, el 86,4 % de los hogares cuya jefa era mujer consumía tres comidas diarias, mientras que entre julio de 2020 y febrero de 2020 ese porcentaje disminuyó al 58,2 %. Estos porcentajes en el caso de los hogares cuyo jefe era un hombre migrante de corto plazo son: 92,2 % (antes de pandemia) y 68,5 % entre julio y febrero de 2020”, señala el informe Población Migrante Venezolana con Enfoque de Género del DANE, 2020.
Pobreza y empleo
El 42,5 % de los habitantes en el territorio nacional estaba en situación de pobreza monetaria, es decir que sus ingresos no son suficientes para cubrir los gastos básicos y de primera necesidad. “Cuando en ese hogar hay un migrante venezolano, la cifra llega al 68,2 %; es decir que siete de cada diez migrantes venezolanos que llegaron al país en los últimos cinco años están en condiciones de pobreza monetaria y cuatro de cada diez están en pobreza multidimensional”, sostiene Juan Daniel Oviedo.
“Eso significa que las condiciones en términos de ingreso de los venezolanos son más vulnerables que para el resto de la población, porque la pandemia llevó a que la incidencia de pobreza monetaria migrante aumentara del 60,9 % al 68,2 %”, agrega el director del DANE.
¿Qué pasa con el empleo? “La migración de largo plazo, personas que han llegado durante los últimos cinco años, las calculamos en 2’342.000 personas, dentro de la cual hay una parte muy pequeña de colombianos retornados, de ellos 1’129.000 personas se encuentran ocupadas”, revela el Boletín de mercado laboral del DANE.
¿Qué hacen estas personas y en dónde? El 41,2 % trabaja en local fijo u oficina; el 15 % en un sitio en la calle o ventas ambulantes; el 13 % de migrantes venezolanos trabajan en otras viviendas, puede ser en el servicio doméstico u otros servicios personales.
Los venezolanos tienen mayor participación en el comercio, construcción, reparación de vehículos, actividades de alojamiento y servicios de comida, y en trabajo en bares y entretenimiento, servicios personales y doméstico. “Entonces, como conclusión, vemos que en promedio tienen menores ingresos, prevalece la informalidad y por eso se están observando tasas de pobreza monetaria 26 veces más altas que la del habitante local”.
Un cambio demográfico
La presencia de los migrantes venezolanos está cambiando la estructura demográfica del país. Hoy son el 4,7 % de toda la población. Como se está presentando la reunificación familiar, hay más presencia de menores que participan en el sistema educativo. El 31 % de la población migrante tiene entre 10 y 24 años, mientras que ese rango de edad entre los colombianos solo llega al 24 %.
De hecho, 8,5 nacimientos que se ocurrieron en Colombia en 2020 fueron de madres venezolanas en el país. “Si ellas no hubieran tenido hijos, la caída de natalidad habría sido abismal, eso lo amortiguaron ellas”, explica el director del DANE, que concluye: “La migración tiene un potencial positivo muy grande, es un bono demográfico clave. Por eso es necesario atender a esta población en su calidad de vida, lo que genera unos rendimientos a mediano y largo plazo”.