¿Por qué las elecciones son cada vez más cuestionadas?
Denuncias de fraude electoral, transiciones de poder irregulares y golpes de Estado por resultados en las urnas no aceptados son algunos de los eventos que se repiten.
María Paula Ardila
Llevamos varias semanas cubriendo procesos electorales muy complejos en el mundo: resultados cuestionables, conteos de votos que parecen interminables, transiciones del poder que quedan en el limbo, golpes de Estado que amenazan la democracia y comicios plagados de desinformación. Sabemos que la pandemia enredó estos procesos a tal punto que 75 países y territorios en todo el mundo postergaron sus citas electorales. Pero más allá de la crisis sanitaria, pareciera que alrededor de las elecciones se están configurando escenarios mucho más complicados que están llevando a la disrupción política en algunos países. ¿Qué tan profunda es esta crisis de la democracia?
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Lo vimos en Birmania, donde el ejército liderado por el general Min Aung Hlaing, el hombre más poderoso del país, dio un golpe de Estado contra el gobierno civil de Aung San Suu Kyi. La razón: el ejército alega que hubo irregularidades en las elecciones generales del pasado noviembre, las segundas desde el fin de la dictadura militar en 2011, pese a que la Liga Nacional para la Democracia (LND) ganó el 83 % de los 476 escaños en el Parlamento. Min Aung Hlaing insiste en que el ejército descubrió 10 millones de casos de fraude electoral. Un escenario que no sorprende a algunos analistas.
Al otro lado del mundo, en Haití, el panorama no es menos desconcertante. Las autoridades haitianas frustraron un “intento de golpe de Estado” contra el presidente Jovenel Moïse. Su mandato vencía el 7 de febrero de este año de acuerdo con el Consejo Superior del Poder Judicial (CSPJ), por lo que la oposición pide su dimisión. Moïse se niega a dejar el cargo antes de febrero de 2022 argumentando que un gobierno interino ocupó el primer año de su mandato. Después de décadas soportando hambre y pobreza, los haitianos dicen que su país, el más pobre del hemisferio occidental, se encuentra en el peor estado que han visto.
“La fragilidad en la democracia no es algo nuevo, ni la poca estabilidad. Esa debilidad, desde el punto de vista colonial, se veía en lo que se podría llamar el sur global, en los países que no eran desarrollados”, explicó a El Espectador Juan Federico Pino, profesor de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Javeriana. Una posición que comparte Paola Montilla, doctora en ciencia política y profesora de la Universidad Externado: “América Latina tuvo sus procesos de transición en los años 90. Y Birmania ni siquiera ha pasado por ese proceso, por lo que no se puede considerar como un país con una democracia consolidada. No es un fenómeno nuevo, y además cada uno de estos casos debería estudiarse de una forma muy específica”.
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Lo que sí generó dudas sobre el futuro de la democracia fue el caso de Estados Unidos, un país cuyo modelo democrático es uno de los símbolos más importantes de occidente. Y es que los reclamos de fraude electoral no sólo se dieron en un país como Birmania, donde los militares se tomaron el poder en 1962 por casi 50 años. Donald Trump puso más de 60 demandas para intentar revertir los resultados de las elecciones presidenciales de noviembre. Además, difundió noticias falsas y promovió teorías conspirativas que desataron la jornada más convulsa en la historia del país: la toma del Capitolio por parte de miles de trumpistas, que dejó cuatro horas de horror, cinco muertos, 14 policías heridos, 168 imputados, 400 sospechosos y una cicatriz política imborrable.
“Por primera vez en la historia de EE. UU. se intentó hacer una estrategia organizada para no acatar las normas de juego. Esto marca un precedente novedoso que se suma al deterioro de la situación socioeconómica, la crítica a la democracia liberal y el desarrollo de ciertas herramientas y tecnologías que han permitido que las personas se involucren en el debate político”, dice Pino.
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Además, agrega que hay dos dinámicas que pueden explicar la novedad de la crisis democrática en países del primer mundo: “En primer lugar, una polarización muy grande impulsada por medios de comunicación que se habían radicalizado como una apuesta sectaria para obtener más réditos políticos, como es el caso de Fox News. A esto se suma la presencia de redes sociales que hacen que las posiciones se extremicen mucho más”.
Las elecciones de 2021 en América Latina
La región enfrentará al menos 15 elecciones en países como Ecuador, Perú, Chile, Nicaragua, Honduras, Argentina y México. De ahí que la preocupación de algunos expertos es que se repliquen los conflictos que marcaron algunos procesos electorales en el mundo.
“Como resultado del descontento ciudadano y la falta de confianza en las élites y los partidos tradicionales, este nuevo superciclo de elecciones puede marcar el comienzo de una mayor inestabilidad y volatilidad, y facilitar el ascenso al poder de nuevos líderes populistas con la capacidad interpretar puntos de sensibilidad o angustia y traducirlos en seductoras promesas electorales. Ante esta grave amenaza es urgente unir esfuerzos para evitar que el virus populista prevalezca en las urnas y ponga en peligro la democracia”, escribió Daniel Zovatto, director de América Latina y el Caribe del Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral.
Otra pregunta clave es si existe una crisis de legitimidad en las elecciones. “La confianza en las instituciones electorales en América Latina es muy baja, no supera el 30 %. Pero hay una paradoja: desconfían en las instituciones electorales, pero los ciudadanos siguen pensando que la democracia es la mejor forma de gobierno”, explicó Montilla, quien agregó que esta vez la excusa no puede ser la pandemia. “No es a raíz de la crisis sanitaria que los procesos electorales sean más contestatarios o sean más débiles. Sin embargo, la manera en la que los gobiernos respondieron a la pandemia sí puede generar un desbalance de fuerzas. Si el ciudadano considera que el gobierno manejó bien la crisis, muy seguramente eso sí puede ser determinante a la hora de reelegir o no a los mandatarios”.
Llevamos varias semanas cubriendo procesos electorales muy complejos en el mundo: resultados cuestionables, conteos de votos que parecen interminables, transiciones del poder que quedan en el limbo, golpes de Estado que amenazan la democracia y comicios plagados de desinformación. Sabemos que la pandemia enredó estos procesos a tal punto que 75 países y territorios en todo el mundo postergaron sus citas electorales. Pero más allá de la crisis sanitaria, pareciera que alrededor de las elecciones se están configurando escenarios mucho más complicados que están llevando a la disrupción política en algunos países. ¿Qué tan profunda es esta crisis de la democracia?
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Lo vimos en Birmania, donde el ejército liderado por el general Min Aung Hlaing, el hombre más poderoso del país, dio un golpe de Estado contra el gobierno civil de Aung San Suu Kyi. La razón: el ejército alega que hubo irregularidades en las elecciones generales del pasado noviembre, las segundas desde el fin de la dictadura militar en 2011, pese a que la Liga Nacional para la Democracia (LND) ganó el 83 % de los 476 escaños en el Parlamento. Min Aung Hlaing insiste en que el ejército descubrió 10 millones de casos de fraude electoral. Un escenario que no sorprende a algunos analistas.
Al otro lado del mundo, en Haití, el panorama no es menos desconcertante. Las autoridades haitianas frustraron un “intento de golpe de Estado” contra el presidente Jovenel Moïse. Su mandato vencía el 7 de febrero de este año de acuerdo con el Consejo Superior del Poder Judicial (CSPJ), por lo que la oposición pide su dimisión. Moïse se niega a dejar el cargo antes de febrero de 2022 argumentando que un gobierno interino ocupó el primer año de su mandato. Después de décadas soportando hambre y pobreza, los haitianos dicen que su país, el más pobre del hemisferio occidental, se encuentra en el peor estado que han visto.
“La fragilidad en la democracia no es algo nuevo, ni la poca estabilidad. Esa debilidad, desde el punto de vista colonial, se veía en lo que se podría llamar el sur global, en los países que no eran desarrollados”, explicó a El Espectador Juan Federico Pino, profesor de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Javeriana. Una posición que comparte Paola Montilla, doctora en ciencia política y profesora de la Universidad Externado: “América Latina tuvo sus procesos de transición en los años 90. Y Birmania ni siquiera ha pasado por ese proceso, por lo que no se puede considerar como un país con una democracia consolidada. No es un fenómeno nuevo, y además cada uno de estos casos debería estudiarse de una forma muy específica”.
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Lo que sí generó dudas sobre el futuro de la democracia fue el caso de Estados Unidos, un país cuyo modelo democrático es uno de los símbolos más importantes de occidente. Y es que los reclamos de fraude electoral no sólo se dieron en un país como Birmania, donde los militares se tomaron el poder en 1962 por casi 50 años. Donald Trump puso más de 60 demandas para intentar revertir los resultados de las elecciones presidenciales de noviembre. Además, difundió noticias falsas y promovió teorías conspirativas que desataron la jornada más convulsa en la historia del país: la toma del Capitolio por parte de miles de trumpistas, que dejó cuatro horas de horror, cinco muertos, 14 policías heridos, 168 imputados, 400 sospechosos y una cicatriz política imborrable.
“Por primera vez en la historia de EE. UU. se intentó hacer una estrategia organizada para no acatar las normas de juego. Esto marca un precedente novedoso que se suma al deterioro de la situación socioeconómica, la crítica a la democracia liberal y el desarrollo de ciertas herramientas y tecnologías que han permitido que las personas se involucren en el debate político”, dice Pino.
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Además, agrega que hay dos dinámicas que pueden explicar la novedad de la crisis democrática en países del primer mundo: “En primer lugar, una polarización muy grande impulsada por medios de comunicación que se habían radicalizado como una apuesta sectaria para obtener más réditos políticos, como es el caso de Fox News. A esto se suma la presencia de redes sociales que hacen que las posiciones se extremicen mucho más”.
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“Como resultado del descontento ciudadano y la falta de confianza en las élites y los partidos tradicionales, este nuevo superciclo de elecciones puede marcar el comienzo de una mayor inestabilidad y volatilidad, y facilitar el ascenso al poder de nuevos líderes populistas con la capacidad interpretar puntos de sensibilidad o angustia y traducirlos en seductoras promesas electorales. Ante esta grave amenaza es urgente unir esfuerzos para evitar que el virus populista prevalezca en las urnas y ponga en peligro la democracia”, escribió Daniel Zovatto, director de América Latina y el Caribe del Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral.
Otra pregunta clave es si existe una crisis de legitimidad en las elecciones. “La confianza en las instituciones electorales en América Latina es muy baja, no supera el 30 %. Pero hay una paradoja: desconfían en las instituciones electorales, pero los ciudadanos siguen pensando que la democracia es la mejor forma de gobierno”, explicó Montilla, quien agregó que esta vez la excusa no puede ser la pandemia. “No es a raíz de la crisis sanitaria que los procesos electorales sean más contestatarios o sean más débiles. Sin embargo, la manera en la que los gobiernos respondieron a la pandemia sí puede generar un desbalance de fuerzas. Si el ciudadano considera que el gobierno manejó bien la crisis, muy seguramente eso sí puede ser determinante a la hora de reelegir o no a los mandatarios”.