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Intervenir o no intervenir. Ese es el dilema en el que hoy se encuentra América Latina sobre la profunda crisis que vive Venezuela, cuyos efectos se han empezado a sentir en todo el continente. Mientras que unos países rechazan de tajo cualquier intento de intervención militar, otros no descartan esta opción, y Colombia es uno de ellos.
Esta semana, casi como si se hubiesen puesto de acuerdo, el secretario general de la OEA, Luis Almagro, y el embajador de Colombia en Estados Unidos, Francisco Santos, coincidieron en que una posible intervención militar en Venezuela era una de las opciones que debían considerarse para tumbar al gobierno de Nicolás Maduro, en el poder desde 2013. (En contexto: Las polémicas declaraciones de Pacho Santos en Washington)
“Creo que no debemos descartar ninguna opción”, dijo Luis Almagro durante su visita a Cúcuta. Muy lejos, en Washington, Francisco Santos casi que repitió las mismas palabras: “Todas las opciones deben ser consideradas en la crisis venezolana”. No obstante, ante la lluvia de críticas por parte de diferentes gobiernos de la región, el secretario general de la OEA aseguró que sus palabras "habían sido malinterpretadas". En sus redes sociales, Almagro afirmó que él se refería a agotar las acciones diplomáticas, mas no de un ataque militar".
"Dije que debemos agotar el camino a las acciones diplomáticas y que debemos dejar todas las opciones abiertas, las interpretaciones fueron que hablábamos de intervenciones militares, no es cierto, sería un infantilismo preocuparse por esas interpretaciones", enfatizó en uno de los apartes del video.
Aunque el presidente Iván Duque le bajó la temperatura a las declaraciones del embajador, y afirmó que Colombia “no es un país belicista”, la decisión de Bogotá de no firmar la carta del Grupo de Lima, que rechazaba una eventual intervención militar en Venezuela. causó confusión. Esa posición ambigua de Colombia trajo de nuevo un tema que, desde que se profundizó la crisis en el país vecino, ha estado en consideración por parte de varios líderes colombianos y extranjeros: una posible intervención militar.
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Aunque para algunos expertos la política de Colombia frente a Venezuela forma parte de un juego diplomático clásico, la beligerancia de las palabras de Almagro y el apoyo tácito del Gobierno colombiano a ellas implica preguntarse si el país entiende las consecuencias que una posible intervención militar podría tener en su territorio.
¿Es fácil invadir a Venezuela? ¿Quién haría la invasión? ¿A dónde irían a parar los refugiados? ¿Colombia está evaluando todas las consecuencias de estas acciones?
El plan de Trump
El presidente estadounidense, Donald Trump, ha declarado en varias ocasiones estar a favor de una intervención militar en suelo venezolano: “¿No podemos simplemente invadir Venezuela?”, declaró en julio. A lo largo de su historia, Estados Unidos ha liderado intervenciones (más de 50) en varios países por distintas motivaciones, gran parte de ellas escudadas en “devolverle la democracia al pueblo”. Sin embargo, varios de estos casos resultaron en crisis mucho peores de las que se encontraron, por ejemplo, Irak y Libia.
Trump, quien señaló el viernes que “no permitiría que Estados Unidos se convierta en otra Venezuela” no es el único que soporta una invasión al país sudamericano. Otros republicanos como el asesor de seguridad de Trump, John Bolton, y el secretario de Estado, Mike Pompeo, van en sintonía con el discurso del presidente. Algunos demócratas, como Rahm Emanuel, alcalde de Chicago, acusan a Trump de querer usar la crisis venezolana como estrategia electoral para conseguir votos para su partido en las legislativas del próximo noviembre, así como lo hizo el expresidente Richard Nixon en la campaña de 1972 con la Guerra de Vietnam y otros mandatarios en periodo preelectoral.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha insinuado que podría intervenir en Venezuela. Foto: EFE
Aunque la opción de intervenir Venezuela no parece imposible y descabellada, pues de acuerdo con The New York Times en septiembre se descubrió una serie de reuniones entre el gobierno estadounidense y exmilitares venezolanos que buscan derrocar a Maduro, es poco probable y recomendable que una operación así se lleve a cabo por razones diplomáticas y tácticas.
Para invadir a Venezuela, Estados Unidos necesita la aprobación del Congreso, así como la del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, en donde sería derrotada, pues Rusia y China, países aliados de Venezuela (y con los que Maduro está endeudado hasta el cuello), vetarían la iniciativa.
“El gabinete de Trump ha sido recompuesto con halcones que no ven tan controversial una “solución” militar si la diplomacia fracasa. Tal vez por ello se han publicado múltiples análisis que intentan demostrar que esta sería desastrosa, ya que Venezuela no es Panamá ni República Dominicana, países que Estados Unidos ha invadido en el pasado, sino que se parece más a Irak”, explicaba en este diario la analista Arlene B. Tickner.
En América Latina el rechazo es generalizado. El discurso del Gobierno colombiano, su principal aliado, ha sido contradictorio, pues si bien se ha dicho que “Colombia no tiene un espíritu belicista”, algunos representantes del partido del presidente Iván Duque han planteado la invasión como una posibilidad.
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“La posición de Colombia en todo esto es ambigua. Si bien Duque ha afirmado -en contraposición a su jefe, Álvaro Uribe- que una acción unilateral ‘no es el camino’, la no firma colombiana de la declaración del Grupo de Lima que expresa su rechazo ante cualquier curso de acción militar, sumada al evidente desespero con el que el nuevo Gobierno busca asegurar financiación estadounidense, levanta sospechas indeseables sobre otras ‘salidas’ multilaterales o encubiertas que no tendría reparos en avalar”, agregó Tickner.
La subida de tono también podría tratarse de una estrategia diplomática para obligar a Maduro a sentarse en una mesa de diálogo. Como explica Ronal Rodríguez, investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario, “es una repetición de la doctrina Trump como se evidenció con Corea del Norte. Primero se escala la retórica y se habla de la posibilidad de intervenir militarmente, pero luego se termina negociando en una mesa”.
Rodríguez advierte que la caída de Maduro, sea por su muerte o cualquier circunstancia, no terminaría la crisis que ha dejado las más de dos décadas de discurso divisivo entre “una élite corrupta y un pueblo oprimido”. Una posición que concuerda con lo dicho por el propio Maduro, cuando en una de sus frases más coherentes afirmó que “la intervención militar de Estados Unidos jamás solucionaría los problemas de Venezuela”.
“Se están haciendo la ilusión falsa de que eso es simplemente entrar a Caracas y sacar a Maduro, y no es cierto”, explica Rodríguez. “Además de dispendioso para Estados Unidos, y de peligroso para Colombia, una intervención podría empeorar la tragedia humana que ya se vive”, concluyó.
Los riesgos del discurso guerrerista
Frente a la polémica que han generado las declaraciones de funcionarios colombianos y norteamericanos, entre las que se destacan las de Francisco Santos y Luis Almagro, Ricardo Betancourt, director de la Carrera de Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana, afirma que lo primero es calmar los ánimos y las especulaciones, y preguntarse cuál de todas esas personas expresa realmente una posición oficial de los Estados.
Luis Almagro, secretario general de la OEA, dijo en Cúcuta que no debía descartarse "cualquier opción" frente a la crisis venezolana. Foto: AFP
“Almagro no está a cargo de un Estado, está a cargo de la OEA, y este organismo no tiene un ejército ni hace intervenciones militares. Lo mismo pasa con Francisco Santos, él no es la voz oficial del Estado colombiano, es solo un representante y por encima de él está el presidente”, por lo que declaraciones con tono belicista en estas circunstancias solo polemizan, pero no reflejan una amenaza real. “No hay, de momento, alguien que esté amenazando directamente a Venezuela”, afirma el académico.
Dice Betancourt que hay algo más problemático en este tipo de afirmaciones. “Sí es preocupante la forma en que Maduro puede sacar de contexto estas declaraciones y decir en su país: ‘Tenemos enemigos en la región’ y afirmar que en efecto hay una amenaza internacional ante la que él es el salvador de la patria”. En esta medida, las declaraciones recientes, en vez de hacer frente y generar soluciones a la crisis, legitiman el discurso y las acciones de Maduro.
Por otro lado, para Víctor Mijares, profesor de relaciones internacionales de la Universidad de los Andes, pareciera que el gobierno de Duque está “comprando la tesis de Trump, de que todas las soluciones posibles están sobre la mesa y que esa es una forma de negociar. Este tipo de mensajes agresivos forman parte de un repertorio de diplomacia violenta a partir del cual se trata de llevar un mensaje muy claro a las Fuerzas Militares venezolanas para que abran paso a una transición”.
Teatro de guerra
En términos militares, el conflicto parece complicado y lejano. La Venezuela de 2018 no es el Panamá de 1989 e invadirla no sería sencillo, pues Maduro cuenta con un armamento diez veces más grande que el del Panamá del dictador Manuel Antonio Noriega, de acuerdo con un informe de la Oficina para América Latina en Washington (WOLA).
A pesar de lo difícil que resultaría una invasión, políticos y ciudadanos venezolanos han comenzado a plantear estrategias para defender a su país de un eventual ataque.
Desde las épocas de Hugo Ch´ávez, Venezuela ha invertido grandes sumas de dinero en sus Fuerzas Armadas. Foto: EFE
Uno de ellos fue el venezolano Pedro Carreño, exministro del Interior en el gobierno de Hugo Chávez. El exfuncionario aseguró en julio, en entrevista con Televen, que Venezuela estaba lista para la guerra contra Colombia: “Nuestros (aviones) Sukhoi tendrán la responsabilidad de derribar los siete puentes del río Magdalena que atraviesan de norte a sur a Colombia para dividirla en dos”. (Puede leer: Hombre fuerte del chavismo plantea atacar Colombia si EE.UU)
Frente a una intervención extranjera, que incluiría a Estados Unidos, Carreño agregó que su país cuenta con armamento de defensa preparado para resistir cualquier ataque. “Tenemos en este momento en Venezuela 2.500 expertos tiradores en Igla, un misil tierra-aire para derribar cualquier avión de combate”.
José Vicente Rangel, exvicepresidente de Hugo Chávez (2002-2007), es otro de los chavistas que se sumó a las provocaciones. El político declaró el mes pasado que Colombia se ha convertido en un replicador de lo que dicta la cúpula militar de Estados Unidos y aseguró que esto se explica por “la inserción de Colombia como país belicista en el escenario latinoamericano y caribeño’, al convertirse, por ejemplo, en ‘socio global’ de la OTAN y todo cuanto significa haber dado este paso”.
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Sin embargo, Mijares, de la Universidad de los Andes, no cree que Venezuela esté en condiciones militares de sostener un conflicto de esta magnitud. “Su capacidad ofensiva de proyección de poder es muy limitada, dada la operatividad efectiva de las fuerzas militares venezolanas. La capacidad operativa de la Fuerza Aérea cuenta con 24 Sukhoi, es decir, aviones de combate con capacidad aire-aire y aire-tierra. De los 24, solo cuatro están operativos y de los cuatro solamente dos están habilitados para portar armas”.
Pero Carlos Martínez, del Observatorio de Economía Nacional de la Universidad Nacional de Colombia, señaló que es arriesgado pensar en una victoria obvia de los intervencionistas, en este caso Colombia, pues las Fuerzas Armadas “están entrenadas para afrontar conflictos internos”.
“Evidentemente Venezuela tiene una fuerza militar, en número, menor. Pero también tiene un cuerpo de Guardia Civil, que son milicias que apoyarían un eventual conflicto. Eso suma casi un millón de personas, a diferencia de los 150.000 que conforman sus Fuerzas Militares y su Policía”, dice Martínez.
Además, el académico aseguró que un conflicto rápido “sería bueno para Venezuela”, pues podría atacar puntos estratégicos de Colombia con “su moderno armamento”. “Un eventual conflicto de corta duración desfavorecería a Colombia”, dice Martínez, pues puertos como el de Buenaventura, por donde entra el comercio exterior, serían objetivos que podrían caer con acciones “ultrarrápidas” y que dejarían fácilmente al país con problemas de abastecimiento.
¿Cinco millones de refugiados?
Por su cercanía, Colombia se ha convertido en el principal receptor de migrantes venezolanos. En el país hay aproximadamente un millón de ciudadanos de Venezuela, según cifras de Migración Colombia, y gran parte de ellos han llegado en los últimos dos años, coincidiendo con el declive de la economía de su país. En una eventual operación militar internacional, esa cifra podría quintuplicarse, según analistas.
Para académicos como Doug Bandow, investigador del Instituto Cato de Washington, en una eventual intervención en Venezuela por parte de Estados Unidos, o de una fuerza externa, sería difícil de predecir el resultado. “La cantidad de conflictos que resultaron mucho más horribles de lo que sus arquitectos esperaban es grande”, explica.
En Colombia residen aproximadamente un millón de ciudadanos venezolanos, según cifras de Migración Colombia. Foto: AFP
Una posible intervención militar trae consigo una gran cantidad de refugiados, que buscarían salir de su país en guerra. En este caso, de acuerdo con Shannon O’Neill, investigadora del Consejo de Relaciones Exteriores de Estados Unidos, Colombia no tendría mayor opción que recibir a los venezolanos que huirían de la guerra “debido a los vínculos geográficos, comerciales y familiares que tienen ambos países”.
“A medida que la situación empeore, algunos de ellos podrían decidir quedarse en Colombia.Además, el Gobierno de Colombia tendría que abrirles las puertas a más de cinco millones de personas de origen colombiano que viven en Venezuela, muchas de las cuales habían sido desplazadas en los años ochenta y noventa”, explica la experta.
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En un escenario en donde huyera solo el 5 % de la población actual (un porcentaje menor que las salidas recientes de Siria o Yemen), significaría que más de un millón de migrantes llegarían al tiempo a Colombia. Y si la composición de los flujos venezolanos es similar a los de otras crisis de refugiados, la mitad serían niños.
El tema no ha sido ajeno para la gente de Cúcuta, ciudad que ante un eventual escenario de guerra sería la primera afectada. En su editorial del pasado lunes, el diario La Opinión cuestionó el silencio de Colombia frente a las declaraciones de Almagro. “Si no hemos podido solucionar el problema de los 30 mil inmigrantes diarios que cruzan la línea en busca de su supervivencia, algunos de los cuales se quedan aquí, ¿cómo le haremos para recibir a decenas de miles que quieran escapar de la guerra?”, se pregunta el diario.
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En términos económicos, de acuerdo con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), una eventual crisis de refugiados venezolana tendría un costo muy alto para el Gobierno colombiano. Según el BID, Colombia necesita carca de US$1,6 billones para responder a la actual crisis migratoria, una cifra equivalente al 0,5 % del PIB de un país que, entre otras cosas, tiene que lidiar con problemas propios como el narcotráfico y la implementación de los Acuerdos de Paz con las Farc.
El caso de Turquía y Alemania ejemplifica la complejidad del tema migratorio. “Cuando Alemania, una de las principales economías del mundo, recibió a miles de migrantes, vio cómo resurgía la xenofobia y la extrema derecha porque una migración a gran escala pone a prueba todo”, concluyó Mijares.
Por eso expertos recomiendan que el Gobierno colombiano, en vez de centrar sus esfuerzos en la salida de Maduro, debería empezar a diseñar políticas a largo plazo para la población migrante. Colombia es el país más afectado por la crisis vecina, el que sufre la diápora más grande y por todas las consecuencias que una intervención militar tendría, debería ser el primero en rechazarla.
*Nota del editor: en la versión original de este artículo no citamos las declaraciones del secretario general de la OEA sobre el debate que generaron sus declaraciones en Cúcuta. Esta versión ya las incluye.