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Al momento de escribir esta nota, el Senado de Estados Unidos se encontraba escuchando la lectura de las 628 páginas del proyecto de ley de alivio económico de US $1.9 billones que impulsó el presidente Joe Biden para sortear el impacto que ha dejado la pandemia. Este paquete de estímulo, para no extendernos en lo innecesario, incluye cheques por US 1.400 para los ciudadanos que necesitan ayuda federal y un cheque por US $400 semanales para los desempleados, entre otras cosas.
Lo más llamativo de esto es la lectura de las 628 páginas del proyecto en el piso del Senado, algo que fue forzado por el senador republicano Ron Johnson (Wisconsin) y que tomará por lo menos diez horas. Esta es también la oportunidad perfecta para hablar sobre el llamado ‘filibuster’.
¿Qué es el filibuster?
El filibuster lo podemos interpretar en español como una herramienta de obstruccionismo que se usa para ralentizar o bloquear un proyecto de ley o para impedir que una resolución no se vote. Entonces este es el gran culpable de que el Legislativo no funcione como debería, y acá vamos a ver por qué.
En los orígenes de la nación, el vicepresidente Aaron Burr cambió las reglas para que la Cámara y el Senado tuvieran tiempo ilimitado para debatir sobre los proyectos de ley. Nada podía detenerlos, y esto se volvió un gran problema cuando el número de legisladores creció, pues se tomaban toda la sesión divagando para estropear el debate. Algunos senadores, en la era moderna, han leído la biblia, el directorio telefónico e incluso recetas de cocina.
En 1917 llegó el primer cambio importante en las reglas del Senado. El presidente Woodrow Wilson necesitaba la aprobación del Senado para entrar en la Primera Guerra Mundial, pero un grupo de senadores usó el filibuster para alargar el debate. El presidente Wilson, que necesitaba con urgencia la aprobación, ordenó un cambio: que el debate terminara si una mayoría simple lo permitía. El Senado hizo una contrapropuesta: que el debate finalizara con la aprobación de dos tercios de la cámara alta.
Desde entonces, esta regla arcaica que rige el Senado moderno dicta que antes de votar un proyecto, una supermayoría acceda a votar, y una mayoría simple apruebe el documento, en la mayoría de casos. Lo que esto hace en el marco de una polarización tan fuerte como la que vivimos es que le da un poder inmenso a las minorías del Senado para que gobiernen. Para llegar a la votación, un proyecto necesitaba contar con el apoyo de 66 senadores. Si 34 se oponían, no había votación.
En la década de 1960, el líder de la mayoría en el Senado, Mike Mansfield, se hartó de los discursos sin sentido de los legisladores que daban por horas para obstruir un proyecto, así que hizo un cambio en el filibuster: eliminó los debates. Con esto, los senadores que quisieran obstruir no necesitaban hablar por horas, sino simplemente amenazar con hacerlo mientras contaran con los 34 votos suficientes para impedir la votación del proyecto. Así, el Senado comenzó a operar mal. Y aunque el número necesario para la obstrucción ha ido cambiando conforme pasan los gobiernos, el problema de fondo sigue ahí: un partido desafía cada proyecto de su contraparte y hace que sea casi imposible pasar una nueva ley.
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¿Por qué este es un gran problema ahora?
Volvemos al debate sobre el paquete de estímulo de Biden. Lo que hizo el senador Johnson esta tarde es un tipo inusual de obstruccionismo. No tuvo que hablar por horas, sino que hizo que otros hablaran por él con el fin de torpedear el debate porque, al igual que todos los republicanos, se opone firmemente a la ayuda fiscal. Mientras tanto, millones de trabajadores en el país con problemas de liquidez deben continuar esperando a que el Senado debata y apruebe el proyecto.
Lo más seguro es que el paquete de ayuda sea aprobado. Los demócratas emplearon un mecanismo llamado “conciliación presupuestaria”, el cual se puede usar para legislaciones relacionadas con impuestos, gasto y deuda pública. De esta manera se reduce el umbral de votos necesarios para pasar la legislación de 60 a una mayoría simple. Y los demócratas cuentan con esta gracias al voto de desempate que ostenta la vicepresidenta Kamala Harris. Tienen en total entonces 51 votos. Pero para el resto de legislaciones de gran envergadura de la agenda de Biden el panorama no es tan positivo, pues en estos no se puede aplicar la “conciliación presupuestaria”.
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Una de ellas es el proyecto de ley sobre derechos electorales, conocida por ahora con el nombre de Resolución de la Cámara 1 (HR1), el cual es el proyecto más ambicioso de protección al derecho al voto en una generación. Con este, los demócratas prohibirán el gerrymandering partidista, que es una herramienta con la que se dibujan los distritos electorales en el país y que los republicanos usan para mantener una ventaja en las elecciones, se protegen los derechos de las minorías y se imponen límites a la financiación de campañas, entre otras cosas. Esto es muy importante, pues justo ahora, las legislaturas estatales controladas por los republicanos han emprendido una guerra para disminuir la capacidad del derecho al voto en las minorías con el objetivo de ganar las elecciones en el futuro.
Pero si el filibuster continúa, es casi imposible que este proyecto avance, por lo que entre los demócratas crecen los pedidos para acabar con el obstruccionismo.
¿Se puede terminar el obstruccionismo?
El Senado puede cambiar sus reglas de juego. Así como en la década de 1970 se redujo el umbral para avanzar en el proceso de votación 67 a 60 votos, el Senado podría volver a reducir el umbral a menos de 60 votos o crear excepciones para los proyectos de cierto tipo, como pasó con los relacionados con asuntos financieros cobijados por el mecanismo de conciliación. Para modificar las leyes basta con una mayoría simple. El problema para los demócratas es que no todo el bloque está de acuerdo con esto. Que el Senado esté dividido 50 a 50 le da mucho poder a senadores como Joe Manchin, quien se opone a eliminar el filibuster. Manchin es considerado hoy por hoy como uno de los demócratas más poderosos del Senado, aunque su nombre no nos resulte muy familiar acá. Pero hablar sobre él será tema de otro El Espectador le explica.
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