¿Qué hacía un civil con un arma de guerra en Las Vegas?
En siete minutos, Stephen Paddock cometió la peor masacre en la historia de ese país: mató a 58 personas e hirió a más de 500 en Las Vegas. Vuelve el debate: cómo evitar futuras masacres sin afectar el derecho a portar armas.
redacción internacional
Dos plataformas estratégicamente ubicadas en el piso 32 del hotel Mandalay Bay en Las Vegas (Nevada), le sirvieron a Stephen Paddock para mejorar su ángulo de tiro. Desde allí, este hombre de 64 años, sin ningún antecedente policial ni registro de arresto, cometió la peor masacre en la historia de Estados Unidos: mató a 58 personas e hirió a más de 500 en apenas siete minutos. De acuerdo con su familia, “esto es inexplicable, pues Stephen era un hombre normal”. A pesar de que el Estado Islámico reivindicó los hechos, el FBI rechazó la teoría y su familia confirmó que no era religioso y tampoco le interesaba la política.
Sus únicas debilidades, dice su hermano Eric, las tenía por los números (era contador público), volar aviones —tenía dos jets privados y contaba con una licencia de piloto—, apostar en los casinos de Las Vegas cada cierto tiempo y cazar animales. Por eso tenía un permiso de caza mayor que sólo podía usar en Alaska, pero que le facilitó la compra de rifles automáticos como el AR-15, municiones de uso exclusivo militar y otras armas prohibidas a particulares. Porque lo que Paddock usó contra las 22.000 personas concentradas en un concierto del cantante de country Jason Aldean, en el marco del Route 92 Harvest Festival, fue un arma de guerra. La misma con la que se suicidó y las mismas que los políticos estadounidenses no han decidido si prohibir o no.
Y es que muchos habitantes de Estados Unidos tienen debilidad por esta arma en particular. Los rifles de asalto, especialmente el AR-15, son unos de las más vendidos a pesar de la mala prensa: se han usado en otras matanzas, como la de Aurora (Colorado) y la de New Heaven (Connecticut). “Los rifles son deportivos y muy útiles para la defensa (…) Hacen sentir a las mujeres más seguras”, dijeron sus defensores ante el Congreso en 2016. Cada vez que intenta prohibirse, sus ventas suben como espuma y por eso es hoy el arma más popular en este país: entre 2011 y 2016 se vendieron 1,5 millones, de acuerdo con The New York Times.
(Le puede interesar: Noticias falsas de Facebook y Google sobre el aseisno de Las Vegas)
El AR-15, explican expertos, es la versión civil del M16, el arma más letal que se usa en Irak y Afganistán. La única diferencia es que los que usan los militares son totalmente automáticos, el AR-15 es semiautomático. Cuesta entre $600 y $1.000 dólares y su alcance supera los 55 metros. Paddock disparó desde un piso 32.
¿Eso qué quiere decir? Según le explicó al noticiero de Univisión, Bobby Guzmán, exmarine experto en armas, de San Francisco, con el arma que usó el asesino de Las Vegas “se pueden disparar 30 balas en un segundo, aunque hay quienes compran cargadores de 50 y hasta 100 balas, que son de uso exclusivo del ejército”. Paddock disparó durante siete minutos con munición profesional.
Paddock se registró en el hotel el 28 de septiembre y en su equipaje ingresó 19 rifles de asalto con balas, cargadores y trípodes. Nada ilegal, teniendo en cuenta que Nevada aplica una de las leyes menos restrictivas en cuanto a venta y posesión de armas de fuego del país. Es uno de los Estados “open carry”, es decir, en los que se permite llevar rifles de asalto automáticos y semiautomáticos o escopetas en público. Aquí tampoco existen límites a la hora de comprar munición. Cualquier persona mayor de 21 años puede visitar una tienda de armas y comprar lo que quiera sin necesidad de tener permiso. Lo único que hará el vendedor es verificar los antecedentes en el programa Brady Point of Sale (POS). Un procedimiento que tarda, como mucho, cinco minutos.
En Estados Unidos cada Estado es libre de exigir a sus habitantes licencias de compra y tenencia privada de armas, y cada uno tiene su propio registro de transacciones para limitar la circulación ilegal. Solo en Hawaii no se permite la compra ni la tenencia de armas sin licencia. Nueva York y California también son exigentes con arma cortas, mientras que Illinois, New Jersey y Massachusetts exigen permisos de compra y porte pero no llevan registros. De acuerdo con guncontrol.com, en Nevada un 55,90 % de los hogares tienen armas (por encima de la media nacional que es de 50 %). Sin embargo, hasta 2015 solo se había presentado un ataque y un muerto con arma de fuego. Lo sucedido en Las Vegas lo ubica a partir de ahora como el Estado en donde se cometió la matanza más sangrienta de los últimos tiempos en el país de las armas.
¿Qué hacer ahora?
La masacre (como siempre) revivió la eterna polémica del control de armas. De acuerdo con las estadísticas, Estados Unidos tiene el 4,4 % de la población mundial, pero sus ciudadanos poseen el 42 % de las armas de todo el planeta y por eso no es sorprendente que al año mueran más ciudadanos por incidentes armados que los que caen en las guerras. Según datos de la Universidad de Harvard, publicados por NYT, 92 estadounidenses mueren a diario por armas de fuego y los niños son 14 veces más propensos a morir con un arma que en cualquier otro país.
“¿Hasta dónde vamos a llegar?”, se preguntó en declaraciones a Efe la madre de Amanda Alvear, que falleció el 12 de junio de 2016 en la discoteca Pulse, en la que hasta este domingo era la peor matanza por arma de fuego en EE.UU. con 49 víctimas.
La respuesta la dio Donald Trump durante su campaña presidencial: en su propuesta de gobierno dejó claro que privilegia la posesión de armas por encima de su control. Dijo que “mis dos hijos tienen tantos fusiles y armas que a veces hasta yo estoy un poco preocupado”. Y aseguró que la Segunda Enmienda de la Constitución protege el derecho de los estadounidenses a “defendernos a nosotros mismos y a nuestras familias. Se trata de la autodefensa”.
En Estados Unidos comprar y portar un arma es un derecho inalienable, como la libertad de expresión o la religiosa. El argumento (flojo) de los republicanos (los demócratas han intentado endurecer la legislación) es que entre más armas haya, se incrementa la seguridad pública. Y entre más se amplíe el porte de revólveres y fusiles se fortalece la libertad que otorga la Segunda Enmienda de la Constitución.
A pesar de que el país ha sido testigo de más de dos mil tiroteos en los últimos tres años, todos los intentos por reglamentar la compra y venta de armas siempre fracasan. El último corrió por cuenta de Barack Obama. En 2013, promovió una enmienda bipartidista para extender el control de antecedentes penales y mentales a todas las transacciones comerciales de armas en el país. Fue derrotada en el Senado (de mayoría republicana). Ese fue el intento más serio de los últimos 20 años, sepultado en apenas el primer debate, a pesar de que entre la gente crece el apoyo a leyes más estrictas.
¿Ahora será diferente? Trump calificó los hechos como “un acto de pura maldad” y anunció su visita a Las Vegas el miércoles. Pero fue claro: “Hay un momento y un lugar para el debate político. Ahora es momento de unirnos como país”.
Solo como ejemplo: en 1996, cuando Australia vivió un tiroteo masivo, el país se unió para aprobar leyes más duras contra las armas de fuego. Un año después, la tasa de homicidios y suicidios se redujo a la mitad.
Dos plataformas estratégicamente ubicadas en el piso 32 del hotel Mandalay Bay en Las Vegas (Nevada), le sirvieron a Stephen Paddock para mejorar su ángulo de tiro. Desde allí, este hombre de 64 años, sin ningún antecedente policial ni registro de arresto, cometió la peor masacre en la historia de Estados Unidos: mató a 58 personas e hirió a más de 500 en apenas siete minutos. De acuerdo con su familia, “esto es inexplicable, pues Stephen era un hombre normal”. A pesar de que el Estado Islámico reivindicó los hechos, el FBI rechazó la teoría y su familia confirmó que no era religioso y tampoco le interesaba la política.
Sus únicas debilidades, dice su hermano Eric, las tenía por los números (era contador público), volar aviones —tenía dos jets privados y contaba con una licencia de piloto—, apostar en los casinos de Las Vegas cada cierto tiempo y cazar animales. Por eso tenía un permiso de caza mayor que sólo podía usar en Alaska, pero que le facilitó la compra de rifles automáticos como el AR-15, municiones de uso exclusivo militar y otras armas prohibidas a particulares. Porque lo que Paddock usó contra las 22.000 personas concentradas en un concierto del cantante de country Jason Aldean, en el marco del Route 92 Harvest Festival, fue un arma de guerra. La misma con la que se suicidó y las mismas que los políticos estadounidenses no han decidido si prohibir o no.
Y es que muchos habitantes de Estados Unidos tienen debilidad por esta arma en particular. Los rifles de asalto, especialmente el AR-15, son unos de las más vendidos a pesar de la mala prensa: se han usado en otras matanzas, como la de Aurora (Colorado) y la de New Heaven (Connecticut). “Los rifles son deportivos y muy útiles para la defensa (…) Hacen sentir a las mujeres más seguras”, dijeron sus defensores ante el Congreso en 2016. Cada vez que intenta prohibirse, sus ventas suben como espuma y por eso es hoy el arma más popular en este país: entre 2011 y 2016 se vendieron 1,5 millones, de acuerdo con The New York Times.
(Le puede interesar: Noticias falsas de Facebook y Google sobre el aseisno de Las Vegas)
El AR-15, explican expertos, es la versión civil del M16, el arma más letal que se usa en Irak y Afganistán. La única diferencia es que los que usan los militares son totalmente automáticos, el AR-15 es semiautomático. Cuesta entre $600 y $1.000 dólares y su alcance supera los 55 metros. Paddock disparó desde un piso 32.
¿Eso qué quiere decir? Según le explicó al noticiero de Univisión, Bobby Guzmán, exmarine experto en armas, de San Francisco, con el arma que usó el asesino de Las Vegas “se pueden disparar 30 balas en un segundo, aunque hay quienes compran cargadores de 50 y hasta 100 balas, que son de uso exclusivo del ejército”. Paddock disparó durante siete minutos con munición profesional.
Paddock se registró en el hotel el 28 de septiembre y en su equipaje ingresó 19 rifles de asalto con balas, cargadores y trípodes. Nada ilegal, teniendo en cuenta que Nevada aplica una de las leyes menos restrictivas en cuanto a venta y posesión de armas de fuego del país. Es uno de los Estados “open carry”, es decir, en los que se permite llevar rifles de asalto automáticos y semiautomáticos o escopetas en público. Aquí tampoco existen límites a la hora de comprar munición. Cualquier persona mayor de 21 años puede visitar una tienda de armas y comprar lo que quiera sin necesidad de tener permiso. Lo único que hará el vendedor es verificar los antecedentes en el programa Brady Point of Sale (POS). Un procedimiento que tarda, como mucho, cinco minutos.
En Estados Unidos cada Estado es libre de exigir a sus habitantes licencias de compra y tenencia privada de armas, y cada uno tiene su propio registro de transacciones para limitar la circulación ilegal. Solo en Hawaii no se permite la compra ni la tenencia de armas sin licencia. Nueva York y California también son exigentes con arma cortas, mientras que Illinois, New Jersey y Massachusetts exigen permisos de compra y porte pero no llevan registros. De acuerdo con guncontrol.com, en Nevada un 55,90 % de los hogares tienen armas (por encima de la media nacional que es de 50 %). Sin embargo, hasta 2015 solo se había presentado un ataque y un muerto con arma de fuego. Lo sucedido en Las Vegas lo ubica a partir de ahora como el Estado en donde se cometió la matanza más sangrienta de los últimos tiempos en el país de las armas.
¿Qué hacer ahora?
La masacre (como siempre) revivió la eterna polémica del control de armas. De acuerdo con las estadísticas, Estados Unidos tiene el 4,4 % de la población mundial, pero sus ciudadanos poseen el 42 % de las armas de todo el planeta y por eso no es sorprendente que al año mueran más ciudadanos por incidentes armados que los que caen en las guerras. Según datos de la Universidad de Harvard, publicados por NYT, 92 estadounidenses mueren a diario por armas de fuego y los niños son 14 veces más propensos a morir con un arma que en cualquier otro país.
“¿Hasta dónde vamos a llegar?”, se preguntó en declaraciones a Efe la madre de Amanda Alvear, que falleció el 12 de junio de 2016 en la discoteca Pulse, en la que hasta este domingo era la peor matanza por arma de fuego en EE.UU. con 49 víctimas.
La respuesta la dio Donald Trump durante su campaña presidencial: en su propuesta de gobierno dejó claro que privilegia la posesión de armas por encima de su control. Dijo que “mis dos hijos tienen tantos fusiles y armas que a veces hasta yo estoy un poco preocupado”. Y aseguró que la Segunda Enmienda de la Constitución protege el derecho de los estadounidenses a “defendernos a nosotros mismos y a nuestras familias. Se trata de la autodefensa”.
En Estados Unidos comprar y portar un arma es un derecho inalienable, como la libertad de expresión o la religiosa. El argumento (flojo) de los republicanos (los demócratas han intentado endurecer la legislación) es que entre más armas haya, se incrementa la seguridad pública. Y entre más se amplíe el porte de revólveres y fusiles se fortalece la libertad que otorga la Segunda Enmienda de la Constitución.
A pesar de que el país ha sido testigo de más de dos mil tiroteos en los últimos tres años, todos los intentos por reglamentar la compra y venta de armas siempre fracasan. El último corrió por cuenta de Barack Obama. En 2013, promovió una enmienda bipartidista para extender el control de antecedentes penales y mentales a todas las transacciones comerciales de armas en el país. Fue derrotada en el Senado (de mayoría republicana). Ese fue el intento más serio de los últimos 20 años, sepultado en apenas el primer debate, a pesar de que entre la gente crece el apoyo a leyes más estrictas.
¿Ahora será diferente? Trump calificó los hechos como “un acto de pura maldad” y anunció su visita a Las Vegas el miércoles. Pero fue claro: “Hay un momento y un lugar para el debate político. Ahora es momento de unirnos como país”.
Solo como ejemplo: en 1996, cuando Australia vivió un tiroteo masivo, el país se unió para aprobar leyes más duras contra las armas de fuego. Un año después, la tasa de homicidios y suicidios se redujo a la mitad.