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2021 será conocido como el año que transformó la política chilena. En mayo se celebraron las elecciones a la Convención Constitucional y se produjo la renovación completa de gobernadores, alcaldes y concejales. El próximo domingo, 21 de noviembre, tendrán lugar las elecciones de diputados, senadores y la más importante de todas, la presidencial.
Siete candidatos y coaliciones se presentan a la presidencia: Gabriel Boric, del partido Apruebo Dignidad; José Antonio Kast, del Frente Social Cristiano; Yasna Provoste, del Nuevo Pacto Social; Sebastián Sichel, de Chile Podemos Más; Marco Enríquez-Ominami, del Partido Progresista; Eduardo Artés, de la Unión Patriótica; y Franco Parisi, del Partido Popular.
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A pocas horas de la primera vuelta, estas elecciones destacan por el alto grado de incertidumbre sobre sus resultados que están siendo seguidos con mucha atención por otros países latinoamericanos. Cabe destacar dos elementos. En primer lugar, el fin de la polarización entre las dos coaliciones que estructuraron el patrón de competencia política y electoral en el país durante las últimas tres décadas, la Concertación (hoy Nuevo Pacto Social) y la Alianza (hoy Chile Podemos Más). Segundo, y como consecuencia de la apertura de un nuevo ciclo político en Chile, la irrupción del candidato de ultraderecha, Kast, como el más probable para pasar a la segunda vuelta con el candidato de izquierda, Boric.
Los favoritos en la contienda electoral
Ni Boric ni Kast son nuevos en la política chilena. Boric es uno de los principales líderes de las movilizaciones estudiantiles de 2011, y fue elegido en el Congreso Nacional en 2013 y reelegido en 2017, y actualmente es diputado. También es uno de los fundadores del Frente Amplio, una coalición formada en enero de 2017 con el objetivo de presentar una candidatura presidencial y varias parlamentarias en las elecciones de ese mismo año, cuando se convirtió en la tercera fuerza política chilena. Su candidata presidencial en esas elecciones, Beatriz Sánchez, actual parlamentaria constituyente, obtuvo el 20,3% de los votos, quedándose fuera de la segunda vuelta por una diferencia de sólo el 2,5%, lo que demuestra que es posible abrir grietas en el dominio que ejercen las dos coaliciones tradicionales del país.
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Kast fue concejal entre 1996 y 2000 y diputado entre 2002 y 2018, y pertenece a una familia con varios políticos de derecha. Su hermano, Miguel Kast, fue ministro y presidente del Banco Central durante la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1989). Kast perteneció a la Unión Democrática Independiente -el partido heredero del pinochetismo- entre 1996 y 2016 y renunció a la organización por la progresiva moderación de esta derecha tradicional, sobre todo por desligarse de su herencia dictatorial. En 2017, como candidato presidencial, Kast obtuvo el 8% de los votos, obteniendo el cuarto lugar en las elecciones y siendo una verdadera sorpresa para la mayoría de los analistas políticos. En 2018, Kast creó el movimiento Acción Republicana, finalmente registrado en 2019 como Partido Republicano.
Si la consolidación de las organizaciones y candidaturas de Boric y Kast no es una sorpresa, lo que sí es sorprendente es el favoritismo de ambos, y especialmente de Kast. En gran medida, estas elecciones se explican por el desgaste de los partidos y coaliciones tradicionales, con la apelación a las identidades políticas negativas y un fuerte componente anti-establishment, definido como “una repulsión emocional y racional hacia todo partido político establecido en un país determinado”. Estos serían los casos no sólo de Boric y Kast, sino también de Parisi. Según las últimas encuestas de opinión pública, los tres candidatos suman más del 60% de los votos.
José Antonio Kast y los peligros para la democracia chilena
La gran sorpresa de estas elecciones es sin duda la irrupción de Kast. La campaña presidencial comenzó con la tradicional división entre el cambio, representado por Boric, y la continuidad, representada por Sichel. Sin embargo, la baja popularidad del actual presidente Sebastián Piñera, persona non grata no sólo en el país sino también en su propia coalición, así como la dificultad de la derecha convencional para presentar un proyecto atractivo para la población, hizo que surgieran otras divisiones.
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Kast ha articulado identidades políticas negativas no sólo hacia el establishment, sino también hacia la izquierda, asociando a Boric y su coalición con el caos y la inestabilidad, mientras que su candidatura sería la legítima representante del orden y la estabilidad. Para ello, Kast ha afirmado que Boric representa una ultraizquierda en el país, afín a regímenes políticos autoritarios como el de Nicaragua, y que su victoria llevaría al colapso de la economía y de la propia democracia en Chile.
Llaman la atención algunas similitudes con las elecciones presidenciales brasileñas de 2018. Este año, durante la campaña electoral en Brasil, Kast hizo una visita a Bolsonaro y afirmó que el entonces candidato representaría la esperanza para un país que ha sido destruido por la izquierda. Pero, a diferencia de su homónimo brasileño, Kast tiene buenas dotes de comunicación, y ha crecido participando en los debates, transmitiendo calma y autocontrol en un tono sereno, lo que quizá sea aún más peligroso. Kast ha conectado las emociones antisistema y anti-izquierda con otros temas capaces de movilizar a un electorado descontento con la moderación de la derecha tradicional, abogando por políticas de mano dura para la promoción de la ley y el orden y la influencia más significativa de los valores religiosos en los asuntos públicos.
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El talón de Aquiles de Kast reside en su apego a las dos principales dimensiones del pinochetismo: el autoritarismo y el neoliberalismo. En un contexto de pluralización de la representación política y de demanda de una mayor presencia del Estado en el desarrollo social y económico de Chile, el candidato tendrá dificultades para atraer a bases sociales y electorales más amplias en una posible segunda vuelta que se celebrará el 19 de diciembre. En el último debate presidencial organizado por la Asociación Nacional de Televisión, en el que todos los candidatos buscaron diferenciarse de Kast, el candidato mostró dificultades para desenvolverse en estos temas. El debate se produjo tras sus últimas declaraciones sobre la dictadura militar, en las que el candidato afirmó que en el Chile de Pinochet no había presos políticos. Sin embargo, la verdadera fuerza de Kast sólo se descubrirá el próximo domingo.
Por último, cabe señalar que el voto en Chile es opcional y la participación de los votantes ha sido inferior al 50%. Además, existen importantes variaciones en cuanto al perfil sociodemográfico de los votantes en las últimas elecciones, especialmente en lo que respecta al género, la educación, la edad y los ingresos. El ganador será el que tenga mayor capacidad de movilización política y electoral en un contexto de malestar generalizado con el funcionamiento de la democracia en el país.
Doctora y Máster en Ciencia Política por el Instituto de Estudios Sociales y Políticos de la Universidad Estatal de Río de Janeiro (IESP-UERJ) y Licenciada en Ciencias Sociales por la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro (PUC-Rio). Investigadora del Observatorio Político Sudamericano (OPSA).