¿Quién es Paul Reichler y por qué su renuncia hiere a Ortega en Nicaragua?
Las salidas de Paul Reichler y Arturo McFields de la base de Daniel Ortega representan una mancha para el régimen a nivel internacional, pero a nivel interno ya les buscan reemplazos a todos los disidentes.
Paul Reichler, uno de los abogados de Nicaragua ante la Corte Internacional (CIJ) de La Haya y otrora aliado del mandatario Daniel Ortega, no aguantó más el rumbo que ha tomado el régimen y presentó su carta de renuncia el domingo.
“Mi conciencia moral me exige que debo cortar mis lazos y negarme a servirle (a Ortega)”, dijo Reichler en una carta.
Las palabras de despedida de Reichler son un duro golpe para Ortega, quien pierde uno de sus alfiles en el campo internacional. Primero como miembro del equipo legal durante el primer gobierno del mandatario tras la revolución sandinista, de 1985 a 1990, y luego en la misma posición tras su retorno al poder en 2007, Reichler, un abogado norteamericano con gran reconocimiento en la región, se ganó la confianza de Ortega y también le entregó su lealtad. Sin embargo, las condiciones a las que ha sometido al país se hicieron insoportables para el abogado.
“No sé qué le hizo cambiar, pero usted ya no es el Daniel Ortega, a quien tanto respeté, admiré, quise y serví con orgullo durante tantos... Es inconcebible para mí que Ortega hubiera destruido la democracia, en cuya construcción él participó decisivamente, y hubiera establecido una nueva dictadura, no muy diferente a la que él mismo ayudó a derrocar”, escribió el abogado.
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A Reichler se le conoce por tomar dos de los casos más importantes para Nicaragua en la era moderna: primero, la demanda contra Estados Unidos por el apoyo a las operaciones de las fuerzas paramilitares contrarrevolucionarias, más conocidos como los contras, la intervención en asuntos internos y la violación del espacio aéreo nicaragüense entre 1981 y 1983; el segundo fue el litigio con Colombia por los límites en el mar Caribe occidental que comenzó en 2001. Ambos casos, hay que destacar, terminaron con sentencias favorables para Nicaragua.
Dada la trayectoria de Reichler, las palabras del abogado han retumbado en Nicaragua y en la región, en especial las que usó para acusar a Ortega de arrestos a la oposición, de forzar al exilio a “ciudadanos ilustres” como Edmundo Jarquín, Gioconda Belli, Mónica Baltodano y Carlos Fernando Chamorro y de dictar la orden de asesinar al exguerrillero Hugo Torres, quien permanecía en la cárcel de El Chipote como preso político.
Pero esta no es la primera deserción en el frente conformado por Daniel Ortega y su vicepresidenta y cónyuge, Rosario Murillo. Días atrás, el embajador de Nicaragua ante la Organización de Estados Americanos (OEA), Arturo McFields, calificó al Gobierno de “dictadura” durante una sesión del Consejo Permanente y reprochó al mandatario por reprimir las manifestaciones de 2018 que dejaron un estimado de más de 300 muertos. Tales palabras le valieron la salida de su cargo y reproches del Gobierno, que lo catalogó de “traidor” y lo dejó en un limbo jurídico en Estados Unidos, donde no puede trabajar.
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“No soy un superhéroe, pero uno no puede dejar que sus miedos sean más grandes que sus convicciones. Sin embargo, no te voy a mentir, sentí mucho miedo cuando hablé en la sesión. Como una persona de carne y hueso, que tiene miedo por su familia. Miedo por mi integridad física y la de mi familia”, le dijo McFields a El País de España.
Según McFields, Murillo ha dirigido la política exterior de Nicaragua a su antojo, “sin alma ni cerebro”, dice el diplomático. Ahora, la Cancillería y otras instituciones sufren de una purga por parte de Murillo, que mantiene “aterrados” a los servidores públicos, señaló El País. Esto se hace con el fin de volver a controlar la narrativa del régimen, poniendo a las fichas afines a su base política. Sin embargo, el golpe a la imagen del Gobierno Ortega ya se nota irreversible.
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Paul Reichler, uno de los abogados de Nicaragua ante la Corte Internacional (CIJ) de La Haya y otrora aliado del mandatario Daniel Ortega, no aguantó más el rumbo que ha tomado el régimen y presentó su carta de renuncia el domingo.
“Mi conciencia moral me exige que debo cortar mis lazos y negarme a servirle (a Ortega)”, dijo Reichler en una carta.
Las palabras de despedida de Reichler son un duro golpe para Ortega, quien pierde uno de sus alfiles en el campo internacional. Primero como miembro del equipo legal durante el primer gobierno del mandatario tras la revolución sandinista, de 1985 a 1990, y luego en la misma posición tras su retorno al poder en 2007, Reichler, un abogado norteamericano con gran reconocimiento en la región, se ganó la confianza de Ortega y también le entregó su lealtad. Sin embargo, las condiciones a las que ha sometido al país se hicieron insoportables para el abogado.
“No sé qué le hizo cambiar, pero usted ya no es el Daniel Ortega, a quien tanto respeté, admiré, quise y serví con orgullo durante tantos... Es inconcebible para mí que Ortega hubiera destruido la democracia, en cuya construcción él participó decisivamente, y hubiera establecido una nueva dictadura, no muy diferente a la que él mismo ayudó a derrocar”, escribió el abogado.
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A Reichler se le conoce por tomar dos de los casos más importantes para Nicaragua en la era moderna: primero, la demanda contra Estados Unidos por el apoyo a las operaciones de las fuerzas paramilitares contrarrevolucionarias, más conocidos como los contras, la intervención en asuntos internos y la violación del espacio aéreo nicaragüense entre 1981 y 1983; el segundo fue el litigio con Colombia por los límites en el mar Caribe occidental que comenzó en 2001. Ambos casos, hay que destacar, terminaron con sentencias favorables para Nicaragua.
Dada la trayectoria de Reichler, las palabras del abogado han retumbado en Nicaragua y en la región, en especial las que usó para acusar a Ortega de arrestos a la oposición, de forzar al exilio a “ciudadanos ilustres” como Edmundo Jarquín, Gioconda Belli, Mónica Baltodano y Carlos Fernando Chamorro y de dictar la orden de asesinar al exguerrillero Hugo Torres, quien permanecía en la cárcel de El Chipote como preso político.
Pero esta no es la primera deserción en el frente conformado por Daniel Ortega y su vicepresidenta y cónyuge, Rosario Murillo. Días atrás, el embajador de Nicaragua ante la Organización de Estados Americanos (OEA), Arturo McFields, calificó al Gobierno de “dictadura” durante una sesión del Consejo Permanente y reprochó al mandatario por reprimir las manifestaciones de 2018 que dejaron un estimado de más de 300 muertos. Tales palabras le valieron la salida de su cargo y reproches del Gobierno, que lo catalogó de “traidor” y lo dejó en un limbo jurídico en Estados Unidos, donde no puede trabajar.
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Según McFields, Murillo ha dirigido la política exterior de Nicaragua a su antojo, “sin alma ni cerebro”, dice el diplomático. Ahora, la Cancillería y otras instituciones sufren de una purga por parte de Murillo, que mantiene “aterrados” a los servidores públicos, señaló El País. Esto se hace con el fin de volver a controlar la narrativa del régimen, poniendo a las fichas afines a su base política. Sin embargo, el golpe a la imagen del Gobierno Ortega ya se nota irreversible.
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