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El pasado jueves el presidente Trump informó a través de su cuenta en Twitter que había aceptado la renuncia de su controvertido ministro, Scott Pruitt, el jefe de la Agencia de Protección Medioambiental (EPA) quien fue acusado de numerosas irregularidades y quien hacía evidente su interés por desmontar las regulaciones en contra del cambio climático.
Trump aseguró que Pruitt no fue despedido ni hubo un “detonante” definitivo para su salida, sino que “dependió de él” la decisión, pues afirmó que “no quería ser una distracción” que desviara la atención de las políticas “de un gobierno en el que tiene mucha fe”. Sin embargo, fuentes cercanas a la casa blanca aseguran que fue la presión por parte del ministro a sus subordinados, para que le encontraran un empleo muy bien remunerado a su esposa, Marlyn Pruitt, lo que llevó al mandatario a tomar la decisión.
El jefe de la EPA se caracterizó por tener una paradójica forma de ver la protección medioambiental. Se alejaba de las luchas ecologistas y defendía vigorosamente la industria de los combustibles fósiles, siendo escéptico del cambio climático, factor por el que se sintió tan cercano a los planteamientos de Trump.
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Como fiscal general de Oklahoma, uno de los estados principales en la producción de petróleo y gas a través del fracking, Pruitt demandadó al Gobierno de Obama por sus normas protectoras del aire y el agua un total de 14 veces, en 13 de las cuales lo hizo junto con empresas de la industria afectada por esas regulaciones.
Dentro de su actuación al frente de la EPA se destacaron sus decisiones de derogar el Plan de Energía Limpia y también jugó un papel fundamental en la salida de Estados Unidos del Acuerdo del Clima de París, convirtiéndolo en el único país del mundo que no hace parte de dicho pacto.
Además, tanto el Congreso, como la Oficina de Ética del Gobierno iniciaron numerosas investigaciones en contra de Scott Pruitt por presuntas irregularidades. Entre estas resaltaban sus extravagantes gustos por los viajes en primera clase para los cuales utilizaba dinero público, sus subidas salariales y los conflictos de intereses con las grandes empresas de combustibles fósiles.
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Sólo en los primeros días de junio de 2017 realizó un conjunto de vuelos en primera clase, utilizó un avión militar y pagó alojamiento en diversos lugares, entre ellos Roma, lo que le costó a las arcas públicas al menos 90.000 dólares, según el periódico The Washington Post.
Pese a esto, Trump siempre defendió y respaldó las decisiones de Pruitt, y el día de tu salida afirmó por twitter que "dentro de la Agencia, Scott ha hecho un trabajo excelente y siempre le estaré agradecido por esto". Ahora, la dirección de la EPA quedará en manos del Administrador Adjunto, Andrew Wheeler.