¿Quiénes son los ronderos, la patrulla comunitaria de la que hizo parte Pedro Castillo?
Pedro Castillo, el nuevo presidente de Perú, hizo parte de estos grupos de campesinos que recorrían la región de Cajamarca para repeler las incursiones de Sendero Luminoso e impedir los robos de ganado.
Masticando hojas de coca y con látigos en la mano, 15 campesinos peruanos recorren en medio de la oscuridad de la noche los senderos próximos a un caserío de Cajamarca, tal como hacía Pedro Castillo antes de ser candidato y presidente electo de Perú, según confirman los datos del Organismo Nacional de Procesos Electorales (ONPE).
Las “rondas campesinas” fueron creadas hace más de cuatro décadas en la región de Cajamarca, 900 km al norte de Lima, para impedir los robos de ganado, pero en los duros años del conflicto armado interno (1980-2000) también se dedicaron a repeler las incursiones de la guerrilla maoísta Sendero Luminoso.
Uno de los ronderos de Cajamarca es Castillo, el maestro de escuela rural que nació y vive en esa región, quien se enfrentó en el balotaje presidencial a la candidata derechista Keiko Fujimori.
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“Yo lo tengo bien seguro que gana Castillo, porque es un profesor y no se va meter en la corrupción, porque si se mete en la misma ronda de acá lo jalamos” (sacamos), dice a la AFP el rondero Dagoberto Vásquez, de 82 años.
“Castillo debe de ganar porque mucho nos joden al Perú. Nosotros queremos trabajo para los pobres, queremos que el Perú progrese”, agrega Vásquez, quien vende sombreros en la plaza del distrito de Chota y ha liderado por décadas las rondas en el caserío de San Antonio de Iraca.
Los 15 ronderos visten ponchos para paliar el frío de la noche, y botas de goma para avanzar sin problemas por cualquier terreno. Algunos llevan sombreros de copa alta, popularizados por Castillo en esta campaña, y mastican hoja de coca, una costumbre ancestral andina para soportar el hambre y el cansancio.
Estos campesinos realizan sus rondas nocturnas a diario en Chota, un municipio situado a 2.300 metros sobre el nivel del mar que tiene una población de 45.000 habitantes, entre ellos unos 2.000 indígenas.
También hay ronderos en otras zonas rurales de Perú con escasa o nula presencia policial.
Las rondas son una suerte de policía comunitaria muy respetada y querida por los lugareños, que carece de reconocimiento oficial. Sus miembros son voluntarios que recorren a pie los campos y caseríos para dar seguridad a la población frente a delincuentes y ladrones de ganado.
De Chota a todo Perú
Un equipo de la AFP acompañó a estos 15 ronderos durante su patrullaje nocturno por los alrededores de la aldea de Cuyumalca, denominada ‘Cuna de Ronderos’, porque allí nació la primera ronda campesina en 1976.
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Durante la década de 1980 estas organizaciones se extendieron a casi todo el territorio rural peruano para contener las incursiones de Sendero.
Estos campesinos de Cajamarca son muy organizados. Antes de cada salida a terreno, que puede durar unas seis horas, firman unos registros de asistencia.
En el recorrido por campos de maíz, alfalfa y hortalizas, la patrulla campesina detecta a un poblador con dos caballos en medio de la oscuridad. Lo hacen detenerse y lo interrogan para saber dónde vive y si los animales le pertenecen.
Como no da una explicación convincente, obligan al hombre de unos 60 años vestido con poncho negro a acompañarles al local de los ronderos a pasar la noche.
Sin resistencia, el hombre los acompaña hasta el local. Allí los ronderos llenan un acta con los pormenores de lo sucedido y a la mañana siguiente continuarán las indagaciones hasta verificar si dice la verdad. De ser así, lo dejarán irse, de lo contrario lo entregarán a la policía.
Durante las caminatas también paran a vehículos sospechosos para revisarlos, verificar la identidad de sus ocupantes y saber qué están haciendo.
“Me siento realizado porque hemos logrado la paz, la tranquilidad en la comunidad, la gente se siente protegida”, dice a la AFP el rondero Segundo Belizario Heredia Idrogo, de 61 años.
Que no traicione al pueblo
Las rondas “surgieron como una respuesta a la carencia de protección estatal de los derechos de las personas de la zona rural”, explica Heredia.
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“Estamos apostando por un cambio y estamos apostando por Pedro Castillo. Esperamos que el señor Pedro Castillo no traicione al pueblo peruano; en caso contrario como pueblo estaremos en las calles exigiendo más democracia y justicia para el Perú”, agrega el rondero, sosteniendo un bordón (bastón de madera) y un fuste (látigo de cuero).
“Para nosotros que Castillo haya sido un rondero es un orgullo”, indica Heredia, quien tiene dos hijos ronderos y quien es maestro de primaria, tal como el candidato izquierdista.
Existen 26.000 ronderos en los 19 distritos de la provincia de Chota (de 143.000 habitantes). Sus dirigentes se quejan de que nunca han recibido apoyo del Estado.
“Los gobiernos de turno nunca se han acordado de las rondas campesinas. Esperemos que se elija un gobierno democrático que mire a la población por igual”, dice a la AFP el presidente de las Rondas Campesinas de Chota, Aladino Burga.
Masticando hojas de coca y con látigos en la mano, 15 campesinos peruanos recorren en medio de la oscuridad de la noche los senderos próximos a un caserío de Cajamarca, tal como hacía Pedro Castillo antes de ser candidato y presidente electo de Perú, según confirman los datos del Organismo Nacional de Procesos Electorales (ONPE).
Las “rondas campesinas” fueron creadas hace más de cuatro décadas en la región de Cajamarca, 900 km al norte de Lima, para impedir los robos de ganado, pero en los duros años del conflicto armado interno (1980-2000) también se dedicaron a repeler las incursiones de la guerrilla maoísta Sendero Luminoso.
Uno de los ronderos de Cajamarca es Castillo, el maestro de escuela rural que nació y vive en esa región, quien se enfrentó en el balotaje presidencial a la candidata derechista Keiko Fujimori.
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“Yo lo tengo bien seguro que gana Castillo, porque es un profesor y no se va meter en la corrupción, porque si se mete en la misma ronda de acá lo jalamos” (sacamos), dice a la AFP el rondero Dagoberto Vásquez, de 82 años.
“Castillo debe de ganar porque mucho nos joden al Perú. Nosotros queremos trabajo para los pobres, queremos que el Perú progrese”, agrega Vásquez, quien vende sombreros en la plaza del distrito de Chota y ha liderado por décadas las rondas en el caserío de San Antonio de Iraca.
Los 15 ronderos visten ponchos para paliar el frío de la noche, y botas de goma para avanzar sin problemas por cualquier terreno. Algunos llevan sombreros de copa alta, popularizados por Castillo en esta campaña, y mastican hoja de coca, una costumbre ancestral andina para soportar el hambre y el cansancio.
Estos campesinos realizan sus rondas nocturnas a diario en Chota, un municipio situado a 2.300 metros sobre el nivel del mar que tiene una población de 45.000 habitantes, entre ellos unos 2.000 indígenas.
También hay ronderos en otras zonas rurales de Perú con escasa o nula presencia policial.
Las rondas son una suerte de policía comunitaria muy respetada y querida por los lugareños, que carece de reconocimiento oficial. Sus miembros son voluntarios que recorren a pie los campos y caseríos para dar seguridad a la población frente a delincuentes y ladrones de ganado.
De Chota a todo Perú
Un equipo de la AFP acompañó a estos 15 ronderos durante su patrullaje nocturno por los alrededores de la aldea de Cuyumalca, denominada ‘Cuna de Ronderos’, porque allí nació la primera ronda campesina en 1976.
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Durante la década de 1980 estas organizaciones se extendieron a casi todo el territorio rural peruano para contener las incursiones de Sendero.
Estos campesinos de Cajamarca son muy organizados. Antes de cada salida a terreno, que puede durar unas seis horas, firman unos registros de asistencia.
En el recorrido por campos de maíz, alfalfa y hortalizas, la patrulla campesina detecta a un poblador con dos caballos en medio de la oscuridad. Lo hacen detenerse y lo interrogan para saber dónde vive y si los animales le pertenecen.
Como no da una explicación convincente, obligan al hombre de unos 60 años vestido con poncho negro a acompañarles al local de los ronderos a pasar la noche.
Sin resistencia, el hombre los acompaña hasta el local. Allí los ronderos llenan un acta con los pormenores de lo sucedido y a la mañana siguiente continuarán las indagaciones hasta verificar si dice la verdad. De ser así, lo dejarán irse, de lo contrario lo entregarán a la policía.
Durante las caminatas también paran a vehículos sospechosos para revisarlos, verificar la identidad de sus ocupantes y saber qué están haciendo.
“Me siento realizado porque hemos logrado la paz, la tranquilidad en la comunidad, la gente se siente protegida”, dice a la AFP el rondero Segundo Belizario Heredia Idrogo, de 61 años.
Que no traicione al pueblo
Las rondas “surgieron como una respuesta a la carencia de protección estatal de los derechos de las personas de la zona rural”, explica Heredia.
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“Para nosotros que Castillo haya sido un rondero es un orgullo”, indica Heredia, quien tiene dos hijos ronderos y quien es maestro de primaria, tal como el candidato izquierdista.
Existen 26.000 ronderos en los 19 distritos de la provincia de Chota (de 143.000 habitantes). Sus dirigentes se quejan de que nunca han recibido apoyo del Estado.
“Los gobiernos de turno nunca se han acordado de las rondas campesinas. Esperemos que se elija un gobierno democrático que mire a la población por igual”, dice a la AFP el presidente de las Rondas Campesinas de Chota, Aladino Burga.