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El etnólogo y conservador alemán Konrad Theodor Preuss, quien trabajó para el Museo Real de Etnología, visitó Colombia entre 1913 y 1919. En su travesía, recogió más de 700 objetos, de los cuales el Museo Etnológico de Berlín conserva unos 440. En su cercanía con los koguis, de la Sierra Nevada de Santa Marta, en compañía de varios mamas, grabó mitos y canciones en lengua kággaba, que publicó con una traducción en 1926. “Gracias a una oportunidad favorable”, como escribió en su libro “Viaje de investigación a la comunidad de los kággabas”, adquirió dos máscaras del heredero de un mama fallecido. Por aquellos tiempos, precisamente, Colombia comenzaba a legislar sobre su patrimonio y los bienes precolombinos, y estipulaba que aquellos “forman parte integrante del material de la historia patria y quedan, en consecuencia, bajo la acción del Gobierno”. De ahí en adelante, la destrucción, la guaquería y la comercialización de objetos arqueológicos quedaron prohibidas por ley.
Hace más de un siglo, las piezas cayeron en manos alemanas, pero los koguis quieren que regresen a las suyas. De hecho, el año pasado, Colombia le pidió a Alemania la devolución de la máscara solar y la máscara solar grande, como se llaman estas piezas, que son intransferibles y deben pasar de generación en generación. “El retorno de ellas es para nosotros un asunto de importancia fundamental”, dijo Yadir Salazar Mejía, embajadora de Colombia en Alemania, en septiembre de 2022. Por su parte, Hermann Parzinger, presidente de la Fundación de Patrimonio Cultural Prusiano (SPK), entidad que engloba los museos públicos de Berlín, comentó: “Espero que pronto hayamos aclarado las cuestiones pendientes para encontrar una solución adecuada para Colombia y los koguis. Al día de hoy siguen teniendo un significado sacro y son consideradas garantes del mantenimiento de los territorios recuperados”.
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El país también lleva varios años intentando recuperar las 122 reliquias que conforman el Tesoro Quimbaya. Este grupo de piezas precolombinas, que incluye orejeras, narigueras, collares y recipientes, reposan en el Museo de América, en Madrid. Llegaron a España después de que el entonces expresidente Carlos Holguín Mallarino se las cediera a la reina María Cristina de Habsburgo, en 1893. Tras años de que la gente presionara por su devolución, el abogado Felipe Rincón llevó este caso a los estrados judiciales en 2006 y una sentencia de la Corte Constitucional de 2017 obliga al Gobierno colombiano, a través de la Cancillería, a gestionar el retorno de las piezas.
La solicitud, incluso, viene de antes: en 1992, César Hoyos Salazar, entonces alcalde de Armenia, le escribió una carta al rey de España: “Con el respeto que se merece el excelentísimo rey Juan Carlos de Borbón, en nombre de la ciudadanía quindiana y colombiana, le solicito comedidamente la devolución del tesoro, que aspira a ser exhibido en el Museo Quimbaya del Banco de la República, en Armenia, centro de esta cultura precolombina antes de la Conquista española, habida cuenta de la celebración del quinto centenario del descubrimiento de América”. Al parecer, la misiva no obtuvo respuesta.
Sin embargo, en marzo de 2022, España se manifestó ante la solicitud de devolución del tesoro por parte de unos integrantes de la Academia de Historia del Quindío. “Es oportuno recordar la buena fe demostrada por España en la posesión y preservación de la colección, así como la pertenencia de la colección a los fondos del Museo de América y su condición de bien de interés cultural, que impide que la misma sea susceptible de ser enajenada o exportada”, se lee en la carta firmada por Óscar López Águeda, director del Gabinete de la Presidencia española. Pero esa no ha sido la única petición de la institución: en el 2020, el grupo le sugirió al gobierno de Iván Duque acudir a otros mecanismos, como el Comité Intergubernamental de la Unesco para Fomentar el Retorno de los Bienes Culturales a sus Países de Origen.
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Para Laura Gil Savastano, viceministra de Asuntos Multilaterales, la recuperación de las piezas colombianas que están más allá de las fronteras es una conversación nacional que está en construcción. Sentada en una sala del Palacio de San Carlos, a pocos metros de una vitrina que expone por primera vez unos bienes de este tipo en el recinto, dice que el diálogo involucra instancias internas, como el Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH) y el Ministerio de Cultura, pero también a terceros países. “El trabajo más interesante que estamos haciendo se centra en las conversaciones que estamos teniendo para recuperar las piezas a través de las reclamaciones. Es decir, cuando es iniciativa nuestra acercarnos a los gobiernos de otros países y decir: ‘Creemos que estas piezas son parte de nuestro patrimonio, fueron sacadas de Colombia de manera ilegal y las queremos recuperar’. En este momento, nuestras dos prioridades son las máscaras koguis que están en el Museo Etnológico de Berlín y unas 400 piezas arqueológicas que están en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires”.
Y es que las piezas arqueológicas se han recuperado por diferentes vías: a través de las incautaciones, pues el tráfico ilícito de bienes culturales es la tercera actividad criminal en el mundo, según la Unesco, pero también por medio de las entregas voluntarias de las nuevas generaciones que heredan de sus padres o de sus abuelos los bienes arqueológicos y reconocen en ellos que puede haber patrimonio histórico colombiano. Ellos se han puesto en contacto con las embajadas y los consulados en varias partes del mundo. A esto se suman las reclamaciones. “Estamos trabajando en todos”, afirmó Gil Savastano. “Encontramos que había alrededor de 700 y algo de piezas en manos del Estado colombiano, pero un poco olvidadas, arrumadas en las embajadas. Estaban recuperadas, pero sin planes de retornar al país. Nos pusimos como objetivo traerlas y entregárselas al ICANH”.
Algunas de las que llegaron desde Estados Unidos el año pasado, situadas sobre un mesón, en medio de una casa fría en el Museo Nacional, que alberga el olor a tierra y a polvo, a ese olor de la historia, estaban al lado de aproximadamente 16.000 piezas arqueológicas que el país ha recuperado en diferentes momentos y formas, no solo desde otros Estados. De ellas emana respeto, dice Patricia Ramírez Nieto, conservadora del ICANH, que participó de la devolución de 691 bienes desde España en 2014. Su trabajo de décadas le ha enseñado que lo más difícil de repatriar tiene que ver con los seguros y sus altos precios.
Sin embargo, en los últimos meses, el avión presidencial se ha convertido en un aliado. De hecho, Luis Armando Soto Boutin, director de Asuntos Culturales del Ministerio de Relaciones Exteriores, comentó sobre las 180 piezas que llegaron de Italia el pasado 21 de enero: “Nos costó solo el desplazamiento de Roma a Toulouse. El embalaje lo hizo la embajada, con el respaldo del ICANH y de las autoridades italianas. El peso de las piezas no era muy alto. Había un buen número de collares. Me atrevería a decir que, en promedio, hay un ahorro de alrededor del 75 %, dependiendo del valor de los bienes”. Se espera que pronto regresen al país las piezas que hay en ocho países más en Europa y algunas que están en la costa occidental de Estados Unidos, por ejemplo, en San Francisco.
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Mientras Colombia lleva a cabo estas discusiones, por fuera también se dan debates similares. Hace pocos meses, Alemania le devolvió a Nigeria 21 bronces de Benín, entre ellas una cabeza de latón de un oba (rey), una espada ceremonial y un trono que representa una pitón enroscada, que fueron tomados durante una expedición inglesa en 1897 y vendidos a algunos museos de Berlín, Hamburgo, Stuttgart y Colonia. Sin embargo, el Museo Británico, que tiene la mayor colección, no siguió el mismo camino. “Gran Bretaña tiene la mayoría de las obras y pensamos que ellos aportarían el liderazgo”, afirmó Godwin Obaseki, gobernador del estado de Edo. “Ellos fueron los que vinieron aquí y destruyeron el imperio. Ellos fueron los que saquearon piezas de aquí y deberían estar al frente de la devolución”. Algo similar comentó en ese entonces Lai Mohammed, ministro de Cultura de Nigeria: “El Museo Británico debe entender que la repatriación es un cambio cuyo momento ha llegado”.
Entonces, como dijo Alhena Caicedo Fernández, directora del ICANH, los esfuerzos de Colombia no ocurren en el vacío. “Se está dando una transformación sobre qué significa el patrimonio arqueológico. Hasta hace algunos años no era un problema la guaquería, saquear hallazgos arqueológicos y comercializarlos, pero esa perspectiva está cambiando. Estamos asistiendo a un momento histórico en el mundo sobre los procesos de descolonización, en los cuales el valor del patrimonio arqueológico, ligado a las construcciones nacionales, está teniendo más relevancia que antes. Esos procesos de colonización están siendo reconsiderados y el lugar de los objetos que trazan los vestigios de ese colonialismo está siendo recuperado”.
Para Lorena Lemus, arqueóloga del ICANH, estas recuperaciones tienen raíces profundas en el conocimiento de la vida y las costumbres de nuestros antepasados. “Cada una de las piezas arqueológicas es una evidencia única e irrepetible. Son elementos para reconstruir una historia de las comunidades que en tiempos prehispánicos habitaron el territorio nacional. Son un recurso no renovable, pues cada una de ellas fue hecha por un ser humano que utilizó unas técnicas particulares, unos recursos de la tierra y de la naturaleza muy específicos, por lo que todas son importantes y relevantes para el patrimonio arqueológico”. En su opinión, la repatriación de estos bienes hace parte del acervo cultural de la nación, pues las piezas brindan información sobre los procesos sociales de antaño. “De otra manera, no sería posible conocer los aspectos sociales, culturales y económicos de quienes habitaron estas tierras en el pasado”.
Gil Savastano considera que estas conversaciones se están dando “en el marco de la buena fe de las relaciones bilaterales”; además, sobre las máscaras koguis, cree que es importante involucrar a la comunidad indígena. El Ministerio de Cultura confirmó que la Dirección de Patrimonio y Memoria participa en las conversaciones previstas en torno a esta devolución, en cabeza de la Cancillería y la Embajada de Colombia en Berlín. Dice que Patricia Ariza, ministra de Cultura, y la viceministra de Asuntos Multilaterales se reunieron con los pueblos de la sierra con motivo de la incorporación de los cuatro sistemas de conocimiento ancestral de la Sierra Nevada de Santa Marta en la Lista Representativa de Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad, lo que implica la ejecución de una serie de acciones, en coordinación con varios ministerios, para proteger el patrimonio cultural y natural del lugar.
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En cuanto al Tesoro Quimbaya, la viceministra, mientras exponía en San Carlos las piezas recientemente traídas de Italia, comentó: “Estamos bajo una sentencia que nos pide hacer todo lo posible por recuperarlo. Esta es una sentencia de la Corte Constitucional y esta Cancillería está volcada a cumplirla. Estamos haciendo las gestiones necesarias para ver si logramos su retorno. El presidente Gustavo Petro lo menciona cada vez que habla de repatriación. También estamos intentando recuperar los restos del general José María Melo (quien luchó en varias batallas independentistas en América del Sur y fue presidente de la República) desde México”.
Para el Ministerio de Cultura, “la repatriación no solo está enfocada en la recuperación del patrimonio arqueológico, también involucra aquellos bienes de interés cultural que han salido de manera ilegal del país, por ejemplo, tres bienes de la época colonial que se encuentran en la Embajada de Colombia en España”.
Y como esto es un asunto de doble vía, Colombia y Panamá están dialogando a propósito de una solicitud de devolución de cuatro bienes de patrimonio arqueológico que se presumen de origen panameño y están en el Museo del Oro, en Bogotá. Panamá, por disposición del recinto museal, debe designar un perito que realice un análisis “in situ” de las piezas, antes de avanzar en su eventual restitución.
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