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Se le acabó el plazo a Luiz Inácio Lula da Silva. El juez Sergio Moro le dio hasta las 5 de la tarde, hora local, (3 hora colombiana) para presentarse ante la Policía Federal (PF) de Curitiba, pero a las 16H00 el exmandatario de izquierda (2003-2010), condenado a 12 años y un mes de cárcel por corrupción, seguía en el Sindicato de Metalúrgicos de Sao Bernardo do Campo, a unos 400 km de distancia de la ciudad donde tiene una celda reservada.
Según sus allegados, Lula, favorito en las encuestas para las elecciones de octubre, debería expresarse hacía una hora ante unos miles de simpatizantes reunidos frente al sindicato, muchos de ellos congregados desde el jueves en una vigilia.
Un comisario de la PF en Curitiba, Igor Romario de Paula, dejó la puerta abierta a otro tipo de arreglos, admitiendo que Lula pueda entregarse en cualquier otro lugar para ser trasladado desde allí a la ciudad meridional. "La decisión cabal del juez es que venga acá. Entonces si se presentara en otro lugar, vamos a hacer lo necesario para traerlo", declaró a periodistas.
Si Lula no se entrega, dicen expertos, perdería todos los beneficios que le otorga la ley por haber sido Presidente de Brasil. El juez Moro tiene dos opciones: o dicta una segunda orden de prisión o lo manda capturar.
Dice la prensa que capturarlo en la sede del Sindicato de Obreros Metalúrgicos en Sao Paulo, en donde se refugió desde la mañana, sería muy peligroso.
"Resistir hasta el fin"
Frente a la sede sindical de Sao Bernardo, la determinación dominaba. "Estaremos aquí el tiempo que haga falta. Hay gente decidida a todo", dijo Luciano Oliveira, de 24 años. "El presidente no debe entregarse, porque uno se entrega cuando hizo algo errado y él no es culpable".
"Estamos aquí para resistir hasta el fin. Lula no será encarcelado y volverá a ser presidente para ayudar al pueblo", afirmó Renata Swiecik, una cajera desempleada de 31 años y madre de cuatro hijos.
"Si querían a Lula en Curitiba, espérenlo sentados, porque Lula no se entregará", arengó por su lado a la multitud el dirigente del PT Paulo Pimenta.
Lula, de 72 años, fue condenado a doce años y un mes de cárcel por corrupción pasiva y lavado de dinero, como propietario de un apartamento ofrecido por una constructora para obtener contratos en Petrobras.
El expresidente ya estuvo 31 días detenido en 1980, cuando dirigía las grandes huelgas obreras contra la dictadura militar (1964-1985). Otros manifestantes se mostraban más prudentes.
"Lula tendrá que resistir, pero en algún momento tendrá que entregarse. Los militantes aceptaremos cualquier decisión que él tome", afirmó Michelle Baza, una farmacéutica de 37 años, militante del PT.
Recursos y movilizaciones
La defensa de Lula presentó ante el Supremo Tribunal de Justicia (STJ) una medida cautelar para bloquear la orden de arresto, alegando que ésta fue emitida sin que el tribunal de apelación que lo condenó en segunda instancia analizara las objeciones presentadas contra el rechazo inicial de los recursos.También solicitó a la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas que intervenga ante el gobierno brasileño para impedir el encarcelamiento de Lula hasta que sus objeciones sean analizadas.
El Partido de los Trabajadores (PT), del exmandatario, convocó a una "movilización general" contra la detención de su líder. El Movimiento de Trabajadores rurales Sin Tierra (MST) inició una campaña de cortes de carreteras, para expresar su "indignación contra la inminente detención del compañero Lula". Según reportes de la estatal Agencia Brasil, al menos ocho de los 27 estados brasileños registraron piquetes viales, la mayoría en el noreste -baluarte electoral de Lula- pero también en Rio de Janeiro y Rio Grande do Sul.
¿Candidato entre rejas?
Paradójicamente, la ley brasileña permitiría que Lula hiciera precampaña desde la cárcel, ya que su postulación solo podría ser invalidada en agosto por la justicia electoral, que impide participar en comicios a personas condenadas en segunda instancia, como es su caso desde enero.El PT podría verse forzado a cambiar de candidato a último momento.
En ese caso, quedaría por ver cuál es su capacidad de transferir votos a otros candidatos de izquierda, para unas elecciones que se anuncian como las más inciertas desde la restauración de la democracia en 1985.