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El comercio entre Colombia y Venezuela ha mostrado signos de recuperación, aunque en una medida mucho menor a la que aspiraban y anunciaron las autoridades de ambos países tras la plena reanudación de las relaciones diplomáticas, consulares y comerciales a partir de agosto de 2022.
De acuerdo con las cifras que maneja la Cámara Colombo Venezolana y el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), el intercambio comercial bilateral ya venía presentando algunas muestras de reactivación desde antes de que se restablecieran las relaciones con el vecino país, cuando pasó de US$222 millones en 2020 a US$394 millones en 2021, un incremento del 77,5 %.
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En 2022, cuando el presidente Gustavo Petro llegó a la Casa de Nariño, el comercio binacional llegó a US$728 millones, un aumento del 84,7 % con respecto al año previo, mientras que en los primeros once meses de 2023 alcanzó US$710 millones, un incremento del 9 % con respecto al mismo período de 2022.
Estos resultados han quedado muy lejos de los vaticinios hechos por el exembajador de Colombia en Caracas, Armando Benedetti, en medio del entusiasmo que despertó el reinicio de las relaciones colombo venezolanas, cuando anunció que el comercio volvería pronto a alcanzar la cota de los aproximadamente US$7.000 mil millones logrados en los primeros años de este siglo. Las más modestas metas que se planteó el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo desde 2022, de llegar a un intercambio de entre 1.000 y 1.200 millones, tampoco se han podido cumplir.
El año que acaba de concluir genera especial preocupación, pues muestra una importante ralentización en el crecimiento del intercambio comercial con respecto a los años anteriores. Si bien aún no se conocen las cifras completas de 2023 que suministra el DANE, todo parece indicar que no se llegará al objetivo de los 1.000 millones, a pesar de que las exportaciones colombianas a Venezuela mostraron cierta aceleración en octubre y noviembre, cuando llegaron a US$61 millones y casi US$71 millones, respectivamente. En el mejor de los casos, 2023 apenas terminará con números levemente superiores a los de 2022.
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Las dificultades que se han experimentado para lograr un comercio colombo-venezolano más dinámico tienen algunas explicaciones. La principal de ellas, que no parece haber sido tomada suficientemente en cuenta por las autoridades, es el desastroso estado de la economía venezolana, cuyo PIB cayó en 80 %. Si bien el país ha mostrado algunos signos de leve recuperación en 2022 y 2023, necesitará de muchos años de crecimiento robusto y sostenido para volver a ser una de las principales economías latinoamericanas como lo fue en el pasado, capaz de exportar e importar volúmenes significativos de bienes y servicios.
El éxodo venezolano, ya cercano a los 8 millones de personas, que representa más del 20 % de su población, y el empobrecimiento general de los habitantes del país, donde el salario mínimo no pasa de los US$4 mensuales, dan cuenta también de una nación más pequeña y con mucho menos poder adquisitivo que en décadas anteriores.
Otro factor que puede estar disuadiendo a los potenciales exportadores colombianos es la desinstitucionalización que ha vivido Venezuela como resultado de la grave degradación de sus estándares democráticos, lo que se expresa especialmente en la ausencia de un elemento fundamental para garantizar un comercio amplio y creciente, como es la seguridad jurídica.
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Las sanciones económicas y financieras de Estados Unidos, que aún pesan sobre el régimen de Nicolás Maduro, recientemente suavizadas, pero no eliminadas tras los acuerdos de Barbados, que buscan abrir una ruta para la democratización de Venezuela, generan todavía resquemores entre los industriales y comerciantes colombianos para quienes siempre sería más fácil y tranquilo comerciar con un país plenamente insertado en el concierto de las naciones democráticas del continente.
Una relación comercial fuerte y sustentable con Venezuela pasa en buena medida por los avances democráticos que puedan suceder en ese país, que posibiliten un desarrollo económico y humano duradero. El gobierno de Colombia puede ayudar y jugar un importante papel en este proceso democratizador, ejerciendo toda su influencia sobre su par venezolano, para beneficio no solo de los ciudadanos de Venezuela, sino de la economía colombiana y de sus propios nacionales.
*Investigador adscrito del Observatorio de Venezuela de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario y de la Bitácora Migratoria, en alianza con la Fundación Konrad Adenauer, y presidente de Diálogo Ciudadano Colombo Venezolano.
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