Solos y olvidados: migrar después de los 60 años
La mayoría de migrantes venezolanos que llegan a Colombia son jóvenes de 18 a 29 años; sin embargo, también hay un número de personas de la tercera edad que salen por escasez de alimentos, medicina y mucha soledad. Las víctimas invisibles de la migración venezolana.
Angélica Lagos Camargo
Abelardo tiene 75 años y llegó a finales de 2019 a Colombia. Decidió, como sus amigos, hijos y nietos, salir de Venezuela, luego de ser víctima de un robo violento. Una pareja de jóvenes se metió una noche en su casa, ubicada en Caneyes, municipio de Guásimos, estado del Táchira, para robar una vieja licuadora y otros “corotos”. A punta de cuchillo lo obligaron a entregar unos pesos que guardaba y sus medicinas para la hipertensión. Entonces decidió dejar la tierra “más linda del mundo”, pero también “injusta, desigual y llena de malandros y pobreza”.
Su hija Yomaira y su hijo Jerson se habían ido de Venezuela hacia Perú hacía dos años y, aunque a veces lo llamaban, Abelardo dice que ya lo olvidaron; los nietos, que se habían quedado con otra familia que podía cuidarlos mejor, también migraron. Abelardo estaba solo, enfermo y sin medicinas, así que decidió unirse a un grupo de vecinos, la mayoría jóvenes, que emprendían un largo camino a pie hacia Colombia.
De acuerdo con el último reporte de Migración Colombia, el 56 % de los cerca de 1’700.000 venezolanos que han llegado a Colombia está entre los 18 y 39 años; el 24 % equivale a adolescentes y niños; y el 18 % (unas 318.334 personas), son mayores de cuarenta años, de los cuales 45.565 están entre los sesenta y ochenta años.
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Sin embargo, desde 2020 se ha comenzado a notar un aumento en la migración de este rango poblacional. De acuerdo con Luis Francisco Cabezas, de la asociación civil venezolana Convite, que hace seguimiento a la situación de la población de adultos mayores en Venezuela, en los pasos fronterizos con Colombia organizaciones humanitarias reportan un fenómeno: ancianos migrando en busca de medicamentos o acompañados de niños, sus nietos que buscan devolverlos a sus padres migrantes y luego regresar.
“Hemos notado como muchos, a pesar de sus condiciones físicas mermadas, se aventuran a caminar para salir del país. Muchos salen desde Barquisimeto o Valencia hasta San Antonio del Táchira para cruzar y se han registrado muertes. En el trayecto hacia San Antonio se reportaron tres muertes de adulto mayor por infarto y también se conoció el caso de un adulto mayor y sus dos nietos que murieron cruzando el río Táchira. Esto evidencia que hay un movimiento importante de personas mayores”, explica Cabezas.
¿Por qué están migrando?
Según los reportes, muchos adultos mayores en Venezuela están viviendo solos tras la migración forzada de sus seres queridos. Convite calcula que son cerca de 1’000.000 de mayores de sesenta años viviendo solos; otra buena parte está en compañía de sus nietos, que fueron dejados atrás por sus padres para poder huir de Venezuela. “Son dos poblaciones vulnerables que son cada vez más el blanco de los delincuentes”, explica Cabezas.
Convite acaba de publicar un informe revelador: en 2020, 372 ancianos murieron en el país víctimas de actos violentos en Venezuela, principalmente robos; también alerta sobre el aumento de suicidios. La tasa de suicidios en el país se ha triplicado desde 2014, presentando un aumento del 140 % al 170 % en el período 2015-2019. La asociación civil identifica entre las razones que llevaron a esas personas a quitarse la vida “la depresión, los problemas económicos y la imposibilidad de costearse un tratamiento para enfermedades catastróficas, a lo cual hay que añadir la soledad por la emigración de los hijos y demás familiares, que genera una falta de apoyo familiar —tan necesaria en estas edades— e incrementa la sensación de soledad y abandono”.
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La situación empeoró con la pandemia. Luis Francisco Cabezas señala que la caída de las remesas provoca que los adultos mayores hayan perdido una gran fuente de sustento. “Ese era el salvavidas para los abuelos y sus nietos, pero por la pandemia ya no reciben los US$100 o US$50 que antes tenían, pues muchos venezolanos migrantes no tienen trabajo y no mandan ya ese dinero”. Esas razones están propiciando la migración del adulto mayor.
La más reciente Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi), realizada por las universidades Central de Venezuela, Católica Andrés Bello y Simón Bolívar, destacó entre sus principales hallazgos “el aumento del envejecimiento de la población”, elevándose del 10 % al 12 % el porcentaje de habitantes mayores de sesenta años. “La migración activa de la población joven aceleró el proceso de envejecimiento”, afectando el denominado “bono demográfico: ese período favorable en términos demográficos que es una oportunidad para potenciar las posibilidades de desarrollo. El país está alcanzando en el año 2020 la relación de dependencia que debía haber alcanzado en el año 2040”, explicó Anitza Freitez, coordinadora de la Encovi en el informe “Vejez en riesgo”, de la organización Convite.
¿A dónde migran?
Según datos de organizaciones humanitarias en Venezuela, la primera ola migratoria de adultos mayores se concentró a países como España, Portugal e Italia, pues muchos eran descendientes de ciudadanos de esas naciones europeas y tenían familia allá que les tendía la mano. En España, según datos del Ministerio del Trabajo Migraciones y Seguridad, en 2017 fueron otorgadas 750 residencias a venezolanos mayores de 65 años. En México, en 2019, 233 venezolanos de la tercera edad recibieron la tarjeta de residencia temporal, mientras que 451 obtuvieron la residencia permanente. Esta era una migración que tenía los recursos para costearse un tiquete y una estadía en otro país.
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Como Rosalba y Leonardo, ambos de 85 años, quienes dejaron su vida en Venezuela atrás en 2020 para irse a vivir con su único hijo a España. Lo hicieron antes de la pandemia, porque no conseguían los medicamentos que ella necesitaba para un cáncer y él para la hipertensión; también porque no conseguían repuestos ni gasolina para su carro, indispensable para ir a sus visitas médicas; y, para rematar, los especialistas que los veían también dejaron el país. Esta pareja cuenta que necesitaban cuatro meses de pensión para pagar una caja de sus medicamentos, eso si tenían la suerte de conseguirlos. Vendieron su casa en Caracas y con ese dinero llegaron a Murcia. Hoy la pareja cuida a un nieto pequeño, pero ya se están quedando sin ahorros, “porque la vida acá es muy cara. Este no era el plan de vejez que queríamos y menos lejos de nuestro país, amigos y lo que conocimos toda la vida; en Venezuela armamos nuestra familia, empresa y esperábamos terminar allí”, se lamenta Rosalba, que igual dice tener la mente abierta para empezar de cero, si es necesario.
Los casos que se presentan hoy son otros; los adultos mayores están saliendo llevados por el desespero ante la falta de servicios médicos, medicamentos y alimentos, y acorralados por la delincuencia y, sobre todo, la soledad. “Hay personas viviendo en casas gigantes, abandonadas, en zonas que antes eran de familias de clase media y alta, pero que hoy no tienen con qué sostenerse y están en una profunda soledad”, explica Cabezas.
Los que están pensionados confiesan que han pensado en empacar maletas e irse, pero saben que esa plata no les alcanza. La pensión de vejez es de 400.000 bolívares (US$3), que no alcanza para nada. Algunos ancianos reciben la ayuda del gobierno con cajas de mercado CLAP, que les llegan cada tres o cuatro meses, pero su contenido solo rinde dos semanas, si no hay más bocas que alimentar.
Gladys Pérez Ocanto, directora de la ONG Uni3, que ofrece servicios, talleres y asistencia para la educación permanente de los adultos mayores en Venezuela, explicaba a la Deutsche Welle (DW) que, además de la soledad, “preocupa la insuficiencia de centros especializados para la atención de enfermedades mentales, las cuales lamentablemente han ido en ascenso”.
A finales de octubre, tras seis meses de cuarentena, una pareja de adultos mayores fue encontrada desnutrida y sola en un apartamento en Caracas. Convite encontró que tres de cada cinco personas mayores de sesenta años se acuestan con hambre y que 64 % no consume proteína en sus comidas. El presidente de la ONG Convite señala que la situación es tan compleja que muchos de los adultos mayores tienen que entrar a la economía informal o pedir limosna.
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La Encuesta de Calidad de Vida de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) refleja que Venezuela sufre un deterioro profundo en cuanto a pobreza y desnutrición. Sus datos ya no son comparables con los de países suramericanos sino con los de naciones de África y Centroamérica. El estudio realizado entre noviembre de 2019 y marzo de 2020 contempla que 79,3 % de los venezolanos están sumergidos en pobreza extrema y 96,2 % eran pobres para finales de 2019. Pero llegó la pandemia y la situación empeoró.
Yomaira González, venezolana de 62 años, escapó a Riohacha junto con su esposo, su hija y cinco nietos el año pasado. Esperaban encontrar una fuente de ingresos estable, pero no tuvieron éxito. Su hija vendía dulces en las calles, y esa era su única fuente de ingresos, así que la familia no tuvo otra opción más que alojarse en el estadio de la ciudad, donde dormían en el mismo colchón, que apenas cabía en una especie de armario. Cuando su hija enfermó de coronavirus, Yomaira, su esposo y los niños no solo perdieron la única fuente de ingresos con la que contaban, sino que tuvieron que dormir en las escaleras del estadio para no contagiarse.
“He estado muy triste desde que mi hija se enfermó”, dijo Yomaira a los investigadores del Alto Comisionado para los Refugiados de Naciones Unidas (ACNUR), mientras cuenta que perdió doce kilos desde que empezó la pandemia. “A veces, cuando cierro los ojos, deseo no abrirlos nunca más”, relata esta mujer en el informe regional personas mayores en condiciones de vulnerabilidad, realizado por ACNUR.
“Hablar de vejez es imaginar una vida tranquila, pero en Venezuela eso es imposible por la hiperinflación, en un entorno donde 48 % de los hogares venezolanos sufre pobreza multidimensional”, señalaba, en entrevista con La Voz de América, Luis Cano, coordinador del Frente Único en Defensa de los Pensionados, Jubilados y la Tercera Edad.
Help Age International presentó un análisis de 2019 sobre la migración del adulto mayor en la región. Encontró que el 36 % tuvo que adoptar una vía extrema, como la mendicidad, para satisfacer sus necesidades. Los datos mostraron que el 60 % de los migrantes ancianos no tienen documentos y se dedican al cuidado de nietos y enfermos, y dependen de la ayuda de sus familias; también hay casos en los que, aun siendo tan ancianos, son el sostén del grupo familiar. La organización civil Convite dice que los adultos mayores venezolanos están intentando llegar a Colombia en busca de la vacuna contra el coronavirus. Lo hacen por las trochas porque, aunque Colombia reabrió la frontera, el gobierno venezolano no lo ha hecho, lo que los obliga a exponerse. En Venezuela no tienen paz, pero afuera no tienen futuro. “El abandono, la dificultad económica y la violencia, sumados a la depresión, la sensación de abandono y la tristeza los está matando”, concluyó Cabezas.
Abelardo tiene 75 años y llegó a finales de 2019 a Colombia. Decidió, como sus amigos, hijos y nietos, salir de Venezuela, luego de ser víctima de un robo violento. Una pareja de jóvenes se metió una noche en su casa, ubicada en Caneyes, municipio de Guásimos, estado del Táchira, para robar una vieja licuadora y otros “corotos”. A punta de cuchillo lo obligaron a entregar unos pesos que guardaba y sus medicinas para la hipertensión. Entonces decidió dejar la tierra “más linda del mundo”, pero también “injusta, desigual y llena de malandros y pobreza”.
Su hija Yomaira y su hijo Jerson se habían ido de Venezuela hacia Perú hacía dos años y, aunque a veces lo llamaban, Abelardo dice que ya lo olvidaron; los nietos, que se habían quedado con otra familia que podía cuidarlos mejor, también migraron. Abelardo estaba solo, enfermo y sin medicinas, así que decidió unirse a un grupo de vecinos, la mayoría jóvenes, que emprendían un largo camino a pie hacia Colombia.
De acuerdo con el último reporte de Migración Colombia, el 56 % de los cerca de 1’700.000 venezolanos que han llegado a Colombia está entre los 18 y 39 años; el 24 % equivale a adolescentes y niños; y el 18 % (unas 318.334 personas), son mayores de cuarenta años, de los cuales 45.565 están entre los sesenta y ochenta años.
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Sin embargo, desde 2020 se ha comenzado a notar un aumento en la migración de este rango poblacional. De acuerdo con Luis Francisco Cabezas, de la asociación civil venezolana Convite, que hace seguimiento a la situación de la población de adultos mayores en Venezuela, en los pasos fronterizos con Colombia organizaciones humanitarias reportan un fenómeno: ancianos migrando en busca de medicamentos o acompañados de niños, sus nietos que buscan devolverlos a sus padres migrantes y luego regresar.
“Hemos notado como muchos, a pesar de sus condiciones físicas mermadas, se aventuran a caminar para salir del país. Muchos salen desde Barquisimeto o Valencia hasta San Antonio del Táchira para cruzar y se han registrado muertes. En el trayecto hacia San Antonio se reportaron tres muertes de adulto mayor por infarto y también se conoció el caso de un adulto mayor y sus dos nietos que murieron cruzando el río Táchira. Esto evidencia que hay un movimiento importante de personas mayores”, explica Cabezas.
¿Por qué están migrando?
Según los reportes, muchos adultos mayores en Venezuela están viviendo solos tras la migración forzada de sus seres queridos. Convite calcula que son cerca de 1’000.000 de mayores de sesenta años viviendo solos; otra buena parte está en compañía de sus nietos, que fueron dejados atrás por sus padres para poder huir de Venezuela. “Son dos poblaciones vulnerables que son cada vez más el blanco de los delincuentes”, explica Cabezas.
Convite acaba de publicar un informe revelador: en 2020, 372 ancianos murieron en el país víctimas de actos violentos en Venezuela, principalmente robos; también alerta sobre el aumento de suicidios. La tasa de suicidios en el país se ha triplicado desde 2014, presentando un aumento del 140 % al 170 % en el período 2015-2019. La asociación civil identifica entre las razones que llevaron a esas personas a quitarse la vida “la depresión, los problemas económicos y la imposibilidad de costearse un tratamiento para enfermedades catastróficas, a lo cual hay que añadir la soledad por la emigración de los hijos y demás familiares, que genera una falta de apoyo familiar —tan necesaria en estas edades— e incrementa la sensación de soledad y abandono”.
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La situación empeoró con la pandemia. Luis Francisco Cabezas señala que la caída de las remesas provoca que los adultos mayores hayan perdido una gran fuente de sustento. “Ese era el salvavidas para los abuelos y sus nietos, pero por la pandemia ya no reciben los US$100 o US$50 que antes tenían, pues muchos venezolanos migrantes no tienen trabajo y no mandan ya ese dinero”. Esas razones están propiciando la migración del adulto mayor.
La más reciente Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi), realizada por las universidades Central de Venezuela, Católica Andrés Bello y Simón Bolívar, destacó entre sus principales hallazgos “el aumento del envejecimiento de la población”, elevándose del 10 % al 12 % el porcentaje de habitantes mayores de sesenta años. “La migración activa de la población joven aceleró el proceso de envejecimiento”, afectando el denominado “bono demográfico: ese período favorable en términos demográficos que es una oportunidad para potenciar las posibilidades de desarrollo. El país está alcanzando en el año 2020 la relación de dependencia que debía haber alcanzado en el año 2040”, explicó Anitza Freitez, coordinadora de la Encovi en el informe “Vejez en riesgo”, de la organización Convite.
¿A dónde migran?
Según datos de organizaciones humanitarias en Venezuela, la primera ola migratoria de adultos mayores se concentró a países como España, Portugal e Italia, pues muchos eran descendientes de ciudadanos de esas naciones europeas y tenían familia allá que les tendía la mano. En España, según datos del Ministerio del Trabajo Migraciones y Seguridad, en 2017 fueron otorgadas 750 residencias a venezolanos mayores de 65 años. En México, en 2019, 233 venezolanos de la tercera edad recibieron la tarjeta de residencia temporal, mientras que 451 obtuvieron la residencia permanente. Esta era una migración que tenía los recursos para costearse un tiquete y una estadía en otro país.
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Como Rosalba y Leonardo, ambos de 85 años, quienes dejaron su vida en Venezuela atrás en 2020 para irse a vivir con su único hijo a España. Lo hicieron antes de la pandemia, porque no conseguían los medicamentos que ella necesitaba para un cáncer y él para la hipertensión; también porque no conseguían repuestos ni gasolina para su carro, indispensable para ir a sus visitas médicas; y, para rematar, los especialistas que los veían también dejaron el país. Esta pareja cuenta que necesitaban cuatro meses de pensión para pagar una caja de sus medicamentos, eso si tenían la suerte de conseguirlos. Vendieron su casa en Caracas y con ese dinero llegaron a Murcia. Hoy la pareja cuida a un nieto pequeño, pero ya se están quedando sin ahorros, “porque la vida acá es muy cara. Este no era el plan de vejez que queríamos y menos lejos de nuestro país, amigos y lo que conocimos toda la vida; en Venezuela armamos nuestra familia, empresa y esperábamos terminar allí”, se lamenta Rosalba, que igual dice tener la mente abierta para empezar de cero, si es necesario.
Los casos que se presentan hoy son otros; los adultos mayores están saliendo llevados por el desespero ante la falta de servicios médicos, medicamentos y alimentos, y acorralados por la delincuencia y, sobre todo, la soledad. “Hay personas viviendo en casas gigantes, abandonadas, en zonas que antes eran de familias de clase media y alta, pero que hoy no tienen con qué sostenerse y están en una profunda soledad”, explica Cabezas.
Los que están pensionados confiesan que han pensado en empacar maletas e irse, pero saben que esa plata no les alcanza. La pensión de vejez es de 400.000 bolívares (US$3), que no alcanza para nada. Algunos ancianos reciben la ayuda del gobierno con cajas de mercado CLAP, que les llegan cada tres o cuatro meses, pero su contenido solo rinde dos semanas, si no hay más bocas que alimentar.
Gladys Pérez Ocanto, directora de la ONG Uni3, que ofrece servicios, talleres y asistencia para la educación permanente de los adultos mayores en Venezuela, explicaba a la Deutsche Welle (DW) que, además de la soledad, “preocupa la insuficiencia de centros especializados para la atención de enfermedades mentales, las cuales lamentablemente han ido en ascenso”.
A finales de octubre, tras seis meses de cuarentena, una pareja de adultos mayores fue encontrada desnutrida y sola en un apartamento en Caracas. Convite encontró que tres de cada cinco personas mayores de sesenta años se acuestan con hambre y que 64 % no consume proteína en sus comidas. El presidente de la ONG Convite señala que la situación es tan compleja que muchos de los adultos mayores tienen que entrar a la economía informal o pedir limosna.
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La Encuesta de Calidad de Vida de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) refleja que Venezuela sufre un deterioro profundo en cuanto a pobreza y desnutrición. Sus datos ya no son comparables con los de países suramericanos sino con los de naciones de África y Centroamérica. El estudio realizado entre noviembre de 2019 y marzo de 2020 contempla que 79,3 % de los venezolanos están sumergidos en pobreza extrema y 96,2 % eran pobres para finales de 2019. Pero llegó la pandemia y la situación empeoró.
Yomaira González, venezolana de 62 años, escapó a Riohacha junto con su esposo, su hija y cinco nietos el año pasado. Esperaban encontrar una fuente de ingresos estable, pero no tuvieron éxito. Su hija vendía dulces en las calles, y esa era su única fuente de ingresos, así que la familia no tuvo otra opción más que alojarse en el estadio de la ciudad, donde dormían en el mismo colchón, que apenas cabía en una especie de armario. Cuando su hija enfermó de coronavirus, Yomaira, su esposo y los niños no solo perdieron la única fuente de ingresos con la que contaban, sino que tuvieron que dormir en las escaleras del estadio para no contagiarse.
“He estado muy triste desde que mi hija se enfermó”, dijo Yomaira a los investigadores del Alto Comisionado para los Refugiados de Naciones Unidas (ACNUR), mientras cuenta que perdió doce kilos desde que empezó la pandemia. “A veces, cuando cierro los ojos, deseo no abrirlos nunca más”, relata esta mujer en el informe regional personas mayores en condiciones de vulnerabilidad, realizado por ACNUR.
“Hablar de vejez es imaginar una vida tranquila, pero en Venezuela eso es imposible por la hiperinflación, en un entorno donde 48 % de los hogares venezolanos sufre pobreza multidimensional”, señalaba, en entrevista con La Voz de América, Luis Cano, coordinador del Frente Único en Defensa de los Pensionados, Jubilados y la Tercera Edad.
Help Age International presentó un análisis de 2019 sobre la migración del adulto mayor en la región. Encontró que el 36 % tuvo que adoptar una vía extrema, como la mendicidad, para satisfacer sus necesidades. Los datos mostraron que el 60 % de los migrantes ancianos no tienen documentos y se dedican al cuidado de nietos y enfermos, y dependen de la ayuda de sus familias; también hay casos en los que, aun siendo tan ancianos, son el sostén del grupo familiar. La organización civil Convite dice que los adultos mayores venezolanos están intentando llegar a Colombia en busca de la vacuna contra el coronavirus. Lo hacen por las trochas porque, aunque Colombia reabrió la frontera, el gobierno venezolano no lo ha hecho, lo que los obliga a exponerse. En Venezuela no tienen paz, pero afuera no tienen futuro. “El abandono, la dificultad económica y la violencia, sumados a la depresión, la sensación de abandono y la tristeza los está matando”, concluyó Cabezas.