“Somos aliadas, no competencia”: integración de mujeres colombianas y venezolanas
Una red de mujeres colombo-venezolanas en el Caribe es ejemplo de cómo aprender y trabajar juntas no solo repercute en la vida de cada persona, sino en la prosperidad de sus comunidades.
Jaramís Moncada llegó a Colombia hace seis años. Venía de Venezuela buscando mejores oportunidades, y las encontró en Barranquilla. Se pudo emplear en una emisora: aunque de profesión es ingeniera agroindustrial, desde sexto semestre se sintió atraída por la comunicación. Empezó siendo locutora, allá en Barquisimeto, y tuvo la oportunidad de ejercer lo mismo tras su llegada al país.
Su viaje se había iniciado con un grupo de amigas, que finalmente se fueron. Jaramís se sentía sola. Conoció a un compatriota que estaba en su misma situación, se enamoraron y formaron una familia, una grande, pues tuvieron mellizos. “Una de las cosas más desafiantes en mi vida ha sido ser mamá, migrante, primeriza y múltiple”, cuenta.
Su pareja tenía que salir a trabajar para traer el sustento, mientras ella lactaba y se hacía cargo de la mayor carga de la crianza, como lo sigue haciendo hoy. Los niños, una niña y un niño, ya tienen cuatro años, y su labor de madre la puede alternar con su emprendimiento: asesoría en marketing digital para otras personas que estén en el mismo camino de formar empresa.
Su paso por la radio en la ciudad la impulsó para darse a conocer como creadora digital. Pero luego de ser mamá se dio cuenta de que su emprendimiento podría ser mucho más que contenido para redes sociales. Optó por ser una aliada de los emprendedores en la búsqueda de un propósito de vida a través de los nacientes negocios, para luego poder comunicar ese propósito a los demás. Empezar de dentro afuera, como lo describe ella.
Su misión en los negocios realmente va en línea con su misión en lo social. Tiempo después de su llegada a Colombia empezó a trabajar con una fundación llamada De pana que sí. “La soledad en la que estaba me hizo buscar a otras personas que estuvieran en la misma situación que yo”. Como ella ya tenía empleo, se consideraba con una ventaja que no todos tenían. “Entonces, por qué no ayudar”, agrega. Fue entonces cuando llegó a la fundación, desde donde finalmente pudo entrar en contacto con la iniciativa “Más allá de las banderas somos mujeres”, liderada por ONU Mujeres.
Como lo contamos en una publicación anterior en este diario, se trata de un programa en el que mujeres colombianas y migrantes trabajan juntas para salir adelante promoviendo el empoderamiento económico, la incidencia comunitaria y la lucha contra las violencias basadas en género. Se ubica en Nariño, La Guajira, Bolívar, Magdalena y Atlántico, y una de las estrategias es el fortalecimiento de la Red Caribe de Mujeres Colombo-venezolanas, de la que forma parte Jaramís en Soledad, Atlántico.
La profesora Ana Liliana Ríos, de la Universidad del Norte, entidad que acompaña académicamente la iniciativa desde 2019, contó que el proyecto se inició con un enfoque acorde a las necesidades más urgentes del éxodo venezolano en ese momento: asistencia en salud, incluida la salud mental, pues muchas veces la migración viene acompañada de duelos no resueltos, incluso si es una migración regular, explica la docente. Asimismo, se daba acompañamiento en los procesos de regularización migratoria, entre otros. La nueva fase de “Más allá de las banderas”, con un enfoque más centrado en el liderazgo, comenzó en 2022.
“Éramos conscientes de que los procesos migratorios irregulares se ubican en zonas de alta vulnerabilidad, y en esas zonas también residen mujeres colombianas que necesitan apoyo, lideresas que quieren ser reconocidas”, cuenta la profesora. “Pensamos que la mejor manera era que pudieran integrarse, porque con intervenciones es una sola población y no en otra, en vez de generar espacios de sororidad y de juntanza, como aquellos a los que aspirábamos, se podrían generar conflictos”.
En Barranquilla, Soledad, Santa Marta y Cartagena la iniciativa ha llegado a más de 800 mujeres, que representan casi por mitades a mujeres colombianas y venezolanas migrantes (o colombianas retornadas). El alcance del conocimiento que construyen se ha podido amplificar a través de lo que llaman “réplicas”, es decir, que cada lideresa que participa del programa replique su conocimiento con otras mujeres en sus barrios y comunidades.
De hecho, así fue que Jaramís tuvo su primer acercamiento con “Más allá de las banderas”, hasta que el año pasado se consolidó como lideresa, proceso durante el cual ha recibido apoyo para fortalecer su emprendimiento.
“El programa, más que ser solo de mujeres o de liderazgo, es una ruta de integración”. Así lo define Katherine Acosta, otra lideresa de la Red de Mujeres, en Barranquilla. Katherine dice tener la fortuna de haber vivido en Venezuela, de hecho, tiene la ciudadanía. Sin embargo, es consciente de que en la Costa Caribe, a la que ha llegado buena parte de los tres millones de personas que han migrado desde Venezuela (de las cuales la mitad son mujeres), “no habían tenido la oportunidad de sensibilizarse con la gastronomía, las fiestas, las costumbres y la forma de hablar” del país vecino, por mencionar algunos ejemplos.
“Fue bonito escuchar de ellas (las mujeres migrantes) el paso de experiencias de dolor, de haber llegado sin nada a sentirse cobijadas por nosotras, de cómo eran cuando empezaron el programa y cómo están hoy: fortalecidas y con un liderazgo organizado”, comenta.
De todas, tanto colombianas como venezolanas, afirma haber aprendido montones. Aunque ella es abogada y especialista en derechos humanos, asegura que el conocimiento que da el ejercicio del liderazgo comunitario en las calles, como el que sus compañeras comparten con las demás, es invaluable.
De lo que hacen destaca la posibilidad de pasar del aula y la formación “a la incidencia, a ejecutar en las calles lo que hemos aprendido”. En Barranquilla, por ejemplo, se interesaron en los asuntos de seguridad y han salido a lugares como el Malecón del Río a realizar actividades de rumboterapia, kickboxing para la defensa personal, entre otras. “En Carnaval nos tomamos la ciudad”, que se ve representada en la red por mujeres de todas las localidades. Es un grupo “diverso, con mucho impacto, y somos reconocidas. Hacemos una bulla importante, como decimos los barranquilleros”.
“Quiero que este proyecto crezca. Si había una migrante que se sentía víctima, ahora se empodera y se siente inspirada a ser su mejor versión”, dice Jaramís, por su parte. De otro lado, asegura que si había colombianas que “traían algunas ideas sobre las venezolanas a causa de lo que comenta la sociedad”, refiriéndose a prejuicios y estereotipos, han “abierto la mente”.
Citando a otra de las organizaciones que forman parte del nodo de liderazgo de mujeres, señala que colombianas y venezolanas “han aprendido a verse no como competencia, sino como aliadas”. Al final, como el nombre del programa lo narra, todas son mujeres, independientemente de la nacionalidad. Tienen vivencias en común, muchas de ellas problemáticas, pero también comparten el potencial de liderazgo.
Como cuenta la profesora Ríos, este año uno de los objetivos es trabajar en que las iniciativas comunitarias puedan potenciase con los planes de desarrollo locales. Seguirán trabajando en la lucha contra la violencia sexual, con campañas como la de “No es no”, así como en lograr mayor autonomía económica, a través de emprendimiento o empleabilidad, sabiendo que con esto, además, se reduce la vulnerabilidad ante las múltiples violencias basadas en género.
Este 8 de marzo, por supuesto, las lideresas se tomarán sus barrios con actividades, plantones, obras de teatro, charlas o lo que sea pertinente para poblaciones que empezaron siendo grupos de migrantes y grupos de acogida, pero que hoy trabajan cada día por activarse como una sola comunidad.
Jaramís Moncada llegó a Colombia hace seis años. Venía de Venezuela buscando mejores oportunidades, y las encontró en Barranquilla. Se pudo emplear en una emisora: aunque de profesión es ingeniera agroindustrial, desde sexto semestre se sintió atraída por la comunicación. Empezó siendo locutora, allá en Barquisimeto, y tuvo la oportunidad de ejercer lo mismo tras su llegada al país.
Su viaje se había iniciado con un grupo de amigas, que finalmente se fueron. Jaramís se sentía sola. Conoció a un compatriota que estaba en su misma situación, se enamoraron y formaron una familia, una grande, pues tuvieron mellizos. “Una de las cosas más desafiantes en mi vida ha sido ser mamá, migrante, primeriza y múltiple”, cuenta.
Su pareja tenía que salir a trabajar para traer el sustento, mientras ella lactaba y se hacía cargo de la mayor carga de la crianza, como lo sigue haciendo hoy. Los niños, una niña y un niño, ya tienen cuatro años, y su labor de madre la puede alternar con su emprendimiento: asesoría en marketing digital para otras personas que estén en el mismo camino de formar empresa.
Su paso por la radio en la ciudad la impulsó para darse a conocer como creadora digital. Pero luego de ser mamá se dio cuenta de que su emprendimiento podría ser mucho más que contenido para redes sociales. Optó por ser una aliada de los emprendedores en la búsqueda de un propósito de vida a través de los nacientes negocios, para luego poder comunicar ese propósito a los demás. Empezar de dentro afuera, como lo describe ella.
Su misión en los negocios realmente va en línea con su misión en lo social. Tiempo después de su llegada a Colombia empezó a trabajar con una fundación llamada De pana que sí. “La soledad en la que estaba me hizo buscar a otras personas que estuvieran en la misma situación que yo”. Como ella ya tenía empleo, se consideraba con una ventaja que no todos tenían. “Entonces, por qué no ayudar”, agrega. Fue entonces cuando llegó a la fundación, desde donde finalmente pudo entrar en contacto con la iniciativa “Más allá de las banderas somos mujeres”, liderada por ONU Mujeres.
Como lo contamos en una publicación anterior en este diario, se trata de un programa en el que mujeres colombianas y migrantes trabajan juntas para salir adelante promoviendo el empoderamiento económico, la incidencia comunitaria y la lucha contra las violencias basadas en género. Se ubica en Nariño, La Guajira, Bolívar, Magdalena y Atlántico, y una de las estrategias es el fortalecimiento de la Red Caribe de Mujeres Colombo-venezolanas, de la que forma parte Jaramís en Soledad, Atlántico.
La profesora Ana Liliana Ríos, de la Universidad del Norte, entidad que acompaña académicamente la iniciativa desde 2019, contó que el proyecto se inició con un enfoque acorde a las necesidades más urgentes del éxodo venezolano en ese momento: asistencia en salud, incluida la salud mental, pues muchas veces la migración viene acompañada de duelos no resueltos, incluso si es una migración regular, explica la docente. Asimismo, se daba acompañamiento en los procesos de regularización migratoria, entre otros. La nueva fase de “Más allá de las banderas”, con un enfoque más centrado en el liderazgo, comenzó en 2022.
“Éramos conscientes de que los procesos migratorios irregulares se ubican en zonas de alta vulnerabilidad, y en esas zonas también residen mujeres colombianas que necesitan apoyo, lideresas que quieren ser reconocidas”, cuenta la profesora. “Pensamos que la mejor manera era que pudieran integrarse, porque con intervenciones es una sola población y no en otra, en vez de generar espacios de sororidad y de juntanza, como aquellos a los que aspirábamos, se podrían generar conflictos”.
En Barranquilla, Soledad, Santa Marta y Cartagena la iniciativa ha llegado a más de 800 mujeres, que representan casi por mitades a mujeres colombianas y venezolanas migrantes (o colombianas retornadas). El alcance del conocimiento que construyen se ha podido amplificar a través de lo que llaman “réplicas”, es decir, que cada lideresa que participa del programa replique su conocimiento con otras mujeres en sus barrios y comunidades.
De hecho, así fue que Jaramís tuvo su primer acercamiento con “Más allá de las banderas”, hasta que el año pasado se consolidó como lideresa, proceso durante el cual ha recibido apoyo para fortalecer su emprendimiento.
“El programa, más que ser solo de mujeres o de liderazgo, es una ruta de integración”. Así lo define Katherine Acosta, otra lideresa de la Red de Mujeres, en Barranquilla. Katherine dice tener la fortuna de haber vivido en Venezuela, de hecho, tiene la ciudadanía. Sin embargo, es consciente de que en la Costa Caribe, a la que ha llegado buena parte de los tres millones de personas que han migrado desde Venezuela (de las cuales la mitad son mujeres), “no habían tenido la oportunidad de sensibilizarse con la gastronomía, las fiestas, las costumbres y la forma de hablar” del país vecino, por mencionar algunos ejemplos.
“Fue bonito escuchar de ellas (las mujeres migrantes) el paso de experiencias de dolor, de haber llegado sin nada a sentirse cobijadas por nosotras, de cómo eran cuando empezaron el programa y cómo están hoy: fortalecidas y con un liderazgo organizado”, comenta.
De todas, tanto colombianas como venezolanas, afirma haber aprendido montones. Aunque ella es abogada y especialista en derechos humanos, asegura que el conocimiento que da el ejercicio del liderazgo comunitario en las calles, como el que sus compañeras comparten con las demás, es invaluable.
De lo que hacen destaca la posibilidad de pasar del aula y la formación “a la incidencia, a ejecutar en las calles lo que hemos aprendido”. En Barranquilla, por ejemplo, se interesaron en los asuntos de seguridad y han salido a lugares como el Malecón del Río a realizar actividades de rumboterapia, kickboxing para la defensa personal, entre otras. “En Carnaval nos tomamos la ciudad”, que se ve representada en la red por mujeres de todas las localidades. Es un grupo “diverso, con mucho impacto, y somos reconocidas. Hacemos una bulla importante, como decimos los barranquilleros”.
“Quiero que este proyecto crezca. Si había una migrante que se sentía víctima, ahora se empodera y se siente inspirada a ser su mejor versión”, dice Jaramís, por su parte. De otro lado, asegura que si había colombianas que “traían algunas ideas sobre las venezolanas a causa de lo que comenta la sociedad”, refiriéndose a prejuicios y estereotipos, han “abierto la mente”.
Citando a otra de las organizaciones que forman parte del nodo de liderazgo de mujeres, señala que colombianas y venezolanas “han aprendido a verse no como competencia, sino como aliadas”. Al final, como el nombre del programa lo narra, todas son mujeres, independientemente de la nacionalidad. Tienen vivencias en común, muchas de ellas problemáticas, pero también comparten el potencial de liderazgo.
Como cuenta la profesora Ríos, este año uno de los objetivos es trabajar en que las iniciativas comunitarias puedan potenciase con los planes de desarrollo locales. Seguirán trabajando en la lucha contra la violencia sexual, con campañas como la de “No es no”, así como en lograr mayor autonomía económica, a través de emprendimiento o empleabilidad, sabiendo que con esto, además, se reduce la vulnerabilidad ante las múltiples violencias basadas en género.
Este 8 de marzo, por supuesto, las lideresas se tomarán sus barrios con actividades, plantones, obras de teatro, charlas o lo que sea pertinente para poblaciones que empezaron siendo grupos de migrantes y grupos de acogida, pero que hoy trabajan cada día por activarse como una sola comunidad.