“Tengo un par de mascota”: los cuervos del candidato Robert F. Kennedy Jr.
Una parte que a menudo se pasa por alto de su discurso con los votantes es su imagen, cultivada durante mucho tiempo y no muy a la ligera, de un rudo hombre amante de las actividades al aire libre con un peculiar entusiasmo por la vida salvaje y la naturaleza.
Rebecca Davis O’Brien | The New York Times
Robert F. Kennedy Jr. se estaba molestando, golpeaba con los dedos su silla de jardín. Mientras un periodista y un fotógrafo estaban sentados en cuclillas entre los arbustos ubicados detrás de su casa de Los Ángeles, sus dos cuervos salvajes se negaban a cooperar con una sesión fotográfica.
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Robert F. Kennedy Jr. se estaba molestando, golpeaba con los dedos su silla de jardín. Mientras un periodista y un fotógrafo estaban sentados en cuclillas entre los arbustos ubicados detrás de su casa de Los Ángeles, sus dos cuervos salvajes se negaban a cooperar con una sesión fotográfica.
“No voy a recompensar su mal comportamiento”, dijo al fin, cerrando la bolsa grasienta de restos de carne que había sacado para los pájaros. Entró en la casa, seguido por un perro.
Como candidato presidencial independiente, Kennedy, de 70 años, se ha apoyado en su histórico linaje político, su carrera en derecho medioambiental y sus cáusticas creencias antisistema que a veces se desvían hacia las teorías de la conspiración. Pero una parte que a menudo se pasa por alto de su discurso con los votantes es su imagen, cultivada durante mucho tiempo y no muy a la ligera, de un rudo hombre amante de las actividades al aire libre con un peculiar entusiasmo por la vida salvaje y la naturaleza.
Y aun así, me sorprendió recientemente cuando una llamada telefónica rutinaria para pedirle a Kennedy un comentario sobre otro artículo fue interrumpida por un fuerte graznido al otro lado de la línea.
Al preguntarle qué era ese sonido, Kennedy hizo una pausa, y dijo: “Tengo un par de cuervos de mascota”.
Tenía muchas preguntas, pero la más apremiante era: “¿Puedo conocer a los cuervos?”. De todas maneras iba a estar en Los Ángeles el fin de semana siguiente.
“Claro”, me dijo.
Kennedy tuvo tiempo de presentar a los cuervos la semana pasada, así que conduje hasta las colinas del noroeste de Los Ángeles para conocerlos, acompañado por Ruth Fremson, una veterana fotógrafa de The New York Times.
En una excursión con sus tres perros, Kennedy nos habló de su “primer cuervo” (un cuervo americano, una especie más pequeña) que llegó a su vida cuando tenía unos 10 años. Los cuervos comunes (cuyo nombre científico es Corvus corax) son más grandes e inteligentes, y son “sociables”, dijo.
Cuando Kennedy y su esposa, la actriz Cheryl Hines, se mudaron a su casa actual hace unos cuatro años, observó que una pareja de cuervos anidaba en una gran palmera. Hace unos meses, dijo, decidió intentar domesticarlos. La estrategia principal es la comida.
“Se acercan cada vez más”, explicó. “Al final del verano, estarán comiendo de mis manos”. Le pregunté qué opinaba Hines al respecto. “Es buena con los cuervos”, dijo. Pero, añadió, “Tuvo una gran pelea con mi emú”.
De vuelta en casa, Hines lo confirmó: “Este emú era muy agresivo”.
El emú, Toby, se había mudado a Malibú con Kennedy en 2014 y se instaló en el patio trasero. Pero Toby estaba celoso de Hines y empezó a atacarla con violencia. Ella empezó a llevar una pala para defenderse cada vez que salía al jardín. Todas las mañanas se preguntaba: “¿Será hoy el día en que me despierte y mate a un emú en mi patio trasero?”.
Años después, Toby fue asesinado por un puma.
Los cuervos son comparativamente inobjetables, dijo Hines, incluso “lindos”. Pero cuando Kennedy está de campaña, pueden ser un poco exigentes. Últimamente, Hines ha levantado la vista para ver como la miran, impacientes, desde la claraboya de su cuarto de baño. “En plan: ‘¿Cuándo va a volver?’”.
Incluso con cuervos golpeando suavemente la puerta de su habitación, dijo Hines, ella no respondió “Nunca más”.
En lugar de eso, les dijo: “Chicos, no me interesa”.
Mientras ella contaba esto, Kennedy cogió la bolsa de restos de carne —”filete barato”, dijo— del refrigerador y salió al patio trasero. Levantando la cabeza, gritó: “¡Ca! ¡Ca!”.
Unos instantes después, dos flechas negras aparecieron en el cielo, volando en círculos y a la deriva, con sus colas en forma de pala y sus plumas brillando a medida que se acercaban. Respondieron a su llamado.
Kennedy arrojó un poco de carne a la terraza y se sentó en una silla de jardín, mientras Fremson, a unos seis metros de distancia, enfocaba la escena con el gran objetivo de su cámara.
Los cuervos hicieron varios barridos de cerca, de uno en uno. Finalmente, uno se posó en un árbol cercano y el otro se posó en la terraza. Agarró la carne y la pareja salió volando.
“Esto es raro”, dijo Kennedy. Las aves se mostraban especialmente cautelosas: una vigilaba mientras la otra cogía la comida. “Normalmente, ambas aterrizarían al mismo tiempo y vendrían hacia mí”.
Esto duró más de una hora, y parecían cada vez más cautelosos.
“Creo que no les gusta la cámara”, dijo Kennedy.
Acordamos volver a reunirnos a última hora de la tarde, cuando los cuervos estuvieran menos nerviosos. Mientras tanto, visitamos su despacho, donde vimos una gran tortuga disecada —su antigua mascota, Carruthers— y un tigre de Sumatra taxidermizado, regalo del presidente Sukarno de Indonesia al padre de Kennedy, Robert F. Kennedy.
Cuando regresamos, horas más tarde, los cuervos aún parecían profundamente desconfiados. Fremson y yo nos movimos dentro y fuera de la cubierta, con la esperanza de que si actuábamos con calma podrían atraerlos. Me enteré de que uno de los perros de Kennedy, Ronan, que ahora tiene 13 años y está muy artrítico, había matado en sus mejores tiempos a varios animales domésticos, entre ellos otro emú y una tortuga (no a Carruthers).
Pronto, los cuervos desaparecieron. Kennedy se disculpó, pero iba retardado para grabar un anuncio de televisión.
Horas después, en el aeropuerto, envió una serie de fotografías y videos. Al parecer, una vez que nos habíamos ido, los cuervos se habían posado juntos.
“Ahora están cooperando”, dijo Kennedy. Al final de la semana, estaban al alcance de la mano.
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