Trump 2.0, una pesadilla para los habitantes de calle en EE. UU.
Cada vez más estadounidenses están quedándose sin hogar. La propuesta de Donald Trump para atender esta crisis es problemática: llevarlos a campamentos masivos o que sean procesados por la ley.
Camilo Gómez Forero
La trágica muerte de una mujer en el metro de Nueva York la semana pasada, cuya identidad todavía no se conoce, ha vuelto a poner en el debate público los fenómenos de la indiferencia en la sociedad estadounidense y los estudios sobre la disolución de la responsabilidad. Mientras la víctima se quemaba en vivo en un vagón del tren F en la línea hacia Brooklyn, las personas a su alrededor se limitaron a grabar la escena con sus celulares.
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La trágica muerte de una mujer en el metro de Nueva York la semana pasada, cuya identidad todavía no se conoce, ha vuelto a poner en el debate público los fenómenos de la indiferencia en la sociedad estadounidense y los estudios sobre la disolución de la responsabilidad. Mientras la víctima se quemaba en vivo en un vagón del tren F en la línea hacia Brooklyn, las personas a su alrededor se limitaron a grabar la escena con sus celulares.
“Los videos son desgarradores”, escribió el periodista Gerald Posner, quien agregó que “la idea, entonces, de no correr a buscar a la policía, en lugar de simplemente mirar el teléfono y filmarlo” es una mera transformación de una indiferencia que ha vivido el país desde hace mucho.
Este hecho revivió el fantasma de la historia Kitty Genovese, la mujer de 28 años que fue apuñalada y violada a puertas de su apartamento en Queens en 1964, ante la impasibilidad de la gran mayoría de sus vecinos que no llamaron a las autoridades, pese a escuchar sus gritos de desesperación. Su caso ha sido estudiado por psicólogos estadounidenses para entender por qué no se actúa en momentos así.
Según los psicólogos John Darley y Bibb Latané, que examinaron la transición entre la empatía y la apatía, esto respondería al “efecto espectador”, por el que los vecinos, al pensar que alguien más iba a actuar, decidieron quedarse con las manos cruzadas. Lo que ocurrió en el metro solo fue un caso “Kitty Genovese digital”, remató Posner.
Pero este asesinato no solo pone en relieve la impasibilidad con la que respondemos ante casos como este en la era digital, sino que expone una catástrofe multidimensional en Estados Unidos para la que se ven pocas soluciones en los próximos años: la de las personas en situación de calle.
Tanto la víctima como su presunto asesino, un migrante guatemalteco que fue capturado por las autoridades, son personas en situación de calle. Según las autoridades neoyorquinas, es común que estas personas busquen refugio en el metro para resguardarse del frío en las noches. Los refugios para estos grupos simplemente ya no dan abasto.
“Nuestros subterráneos se han convertido en un centro de salud mental de facto”, dijo el concejal de Brooklyn Justin Brannan.
El panorama frente a las personas sin hogar es preocupante. Según cifras publicadas el viernes por las autoridades federales, más de 771.800 personas en Estados Unidos experimentaron la falta de vivienda en 2024, un aumento del 18,1 % respecto al año anterior. Adam Ruege, un analista de datos que trabaja con el Departamento de Asuntos de Veteranos de los EE. UU., explicó que la población sin hogar podría ser mucho mayor de lo que se ha contabilizado, ya que el recuento es insuficiente porque se hace en un solo momento del año.
California, que alberga al 25 % de la población sin hogar del país, es un microcosmos de esta emergencia, donde ciudades como Los Ángeles registran más de 75.000 personas sintecho. Expertos como Shamus Roller, del National Housing Law Project, advierten que las condiciones subyacentes que se viven allí —y que ocurren en todo el país—, como la asequibilidad de la vivienda, están empeorando y afectando a más personas. Sin un enfoque integral que priorice la prevención, la crisis parece destinada a profundizarse. Y, en esta línea, las respuestas que propone el próximo gobierno no son positivas.
El enfoque del presidente electo, Donald Trump, hacia la falta de vivienda, así como para las personas con problemas de salud mental, se centra en un modelo de “ley y orden”. Propone la prohibición de campamentos urbanos y la reubicación de personas sin hogar en campamentos masivos gestionados por el gobierno. Además, aboga por el regreso a instituciones mentales para aquellos con enfermedades mentales graves. Estas medidas evocan políticas del pasado, como las del expresidente Richard Nixon en la década de 1970, que priorizaban la contención de la pobreza y los problemas de salud mental a través de soluciones carcelarias o institucionales, en lugar de atacar sus raíces sociales y económicas.
Keith Humphreys, especialista en medicina de adicciones en la Universidad de Stanford, señaló en la NPR que la gestión de hospitales psiquiátricos fue en su mayoría responsabilidad estatal, y estos cerraron hace décadas debido a problemas de financiamiento y cuestionamientos legales sobre el internamiento involuntario. Por otro lado, los campamentos de tiendas, lejos de resolver el problema, podrían exacerbar las dificultades de las personas sin hogar al concentrarlas en entornos inseguros y desprovistos de recursos adecuados.
“Quizá haga que el público se sienta cómodo al no tener que ver a personas sin hogar en las calles,” dice Humphreys, “pero para quienes están allí, se convierte en un infierno en la Tierra”.
El peor problema, sin embargo, es no ver el problema. En un discurso reciente, Trump describió a las personas sin hogar como “drogadictos violentos” y apoyó las teorías de su aliado Elon Musk, quien afirma que la falta de vivienda es una “propaganda” creada por organizaciones que se benefician de mantener a las personas en la calle. “Cuanto más dinero se gasta en combatir la falta de vivienda, peor se pone”, dijo Musk, reforzando una narrativa que criminaliza la pobreza y desvía la atención de las causas estructurales como el acceso a la vivienda y el empleo.
La administración de Joe Biden, por otro lado, logró durante su gobierno algunos avances como una reducción del 7,5 % en la falta de vivienda entre veteranos en 2024, gracias a una combinación de servicios de salud mental, vivienda subsidiada y la eliminación de requisitos previos para acceder a estos beneficios. Este enfoque pragmático demuestra que, con recursos adecuados y diseños de políticas inteligentes, es posible reducir significativamente la falta de vivienda.
El desafío para el próximo periodo presidencial será enorme y los primeros meses determinarán qué línea se va a seguir: si las políticas nacionales optan por la compasión y la evidencia o caen en el populismo y la represión. En última instancia, lo que está en juego no es solo el futuro de los grupos marginados, sino también la capacidad de Estados Unidos para responder a una crisis que afecta el tejido de su sociedad. También será un examen para la sociedad misma, que parece estar reprobando al repetir escenas como la del caso Genovese.
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