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Cuando el precio del barril de petróleo superaba los US$100, entre el primer trimestre de 2011 y el segundo de 2014, la economía venezolana ya presentaba problemas de escasez y la inflación se ubicaba entre las más altas del planeta. La estrepitosa caída en el precio desde el segundo trimestre de 2014 hasta ahora sólo agrava esos indicadores. Pero las noticias de largas filas en los supermercados, desabastecimiento, falta de divisas, no contienen en el fondo novedad alguna.
Los problemas económicos de Venezuela dejaron de ser coyunturales hace años, son más bien estructurales y vienen de una serie de decisiones de política económica que llevaron al modelo socialista a la situación actual. Hoy el país aparece como el más vulnerable a la baja del precio del barril. Ante esta afectación, el presidente, Nicolás Maduro, viajó recientemente por países exportadores para buscar que adopten políticas para recortar la producción y hacer subir el precio, pero hasta ahora no lo ha logrado. Resulta oportuno, pues, comparar cómo Venezuela ha administrado su petróleo frente a otros estados que ahora no se ven obligados a tomar decisiones en caliente y pueden aguantar hasta que el mercado se estabilice por sí mismo.
¿Por qué Venezuela es tan vulnerable? Alejandro Werner, director del Departamento del Hemisferio Occidental del Fondo Monetario Internacional (FMI), explica que con los recursos tan abundantes del petróleo, sobre todo con el incremento de precios que se dio en los últimos 10 años, muchos de los países exportadores consolidaron ahorros muy importantes. Utilizaron parte de esos recursos para ahorrar y parte para invertir, para mejorar el balance de sus empresas y el balance del país disminuyendo deudas. En Venezuela este no fue el caso.
El país suramericano no aprovechó los años boyantes del petróleo para guardar fondos, reinvertir en su industria petrolera y diversificar su economía. “El nivel de producción ha venido bajando, lo que indica que los niveles de inversión no fueron los necesarios en el sector petrolero. Si miramos la deuda pública, se ha incrementado. Venezuela no utilizó esos buenos años para reforzar su economía, tanto desde la parte productiva como desde la financiera, tanto en el sector corporativo como en el sector gobierno. Ahora que viene un ajuste al precio del petróleo tan importante, no tiene los márgenes para reaccionar, mientras otras economías tienen márgenes muy importantes”, añade Werner.
En Venezuela, los ingresos provenientes del petróleo fueron utilizados para las “misiones sociales”, programas destinados a subsidiar con educación, salud, vivienda y alimentación a las clases de menor ingreso. La sostenibilidad de esos programas ha sido puesta en cuestión. Como ha explicado el presidente de la Academia Nacional de Ciencias Económicas de Venezuela, Luis Mata Mollejas, mientras los ingresos se destinaban a esos “programas sociales —que deberían ser vistos más bien como herramientas políticas porque no dan ningún resultado, ningún indicador—, no se reinvirtió en la industria petrolera, por lo cual la producción bajó”. Ese modelo de subsidios sería “sostenible sólo si tienes una chequera para pagar todo indefinidamente. Pero como al mismo tiempo se destruyó la industria, es difícil”.
Hay estudios que cuestionan las misiones sociales, como el Resource Revenue Management in Venezuela: A Consumption-based Poverty Reduction Strategy, escrito por Osmel Sambrano y José Sebastián Scrofina, el cual apoya la idea de que el principal objetivo del Gobierno fue reducir la pobreza mediante una política de consumo (y no de producción) insostenible. Concluye que las misiones usualmente carecen de condicionalidad y no abordan los problemas estructurales. “Por lo tanto, el capital humano no ha mejorado sustancialmente. Por otra parte, el crecimiento económico ha sido relativamente bajo, mientras las políticas gubernamentales desalentaron la inversión privada”.
Buena parte del petróleo no se vendió al precio real en el mercado internacional, sino que se utilizó como herramienta de política exterior para conseguir aliados en la región. Se entregó a precios y créditos preferenciales, especialmente a países del Caribe y América Central, durante más de una década a través de Petrocaribe. Cuba, por ejemplo, recibió diariamente durante el mandato de Chávez 100.000 barriles de crudo venezolano (el 59% del petróleo que consume es venezolano y subsidiado), los cuales retribuía con servicios en los sectores sanitario, educativo y deportivo, entre otros, con alrededor de 45.000 técnicos. Un intercambio que suplió con servicios a los más pobres de Venezuela, pero que no hacía parte de un modelo sostenible. En Nicaragua, por poner otro ejemplo, el 70% del crudo viene de Caracas.
Así que bajó la producción, se vendió el petróleo a un precio inferior del oficial, los ingresos fueron destinados a “misiones sociales”, y mientras tanto las amenazas de Chávez ahuyentaron al sector privado. “A partir de la huelga de PDVSA en 2002, Chávez castiga al sector productivo nacional. El capital se fuga. El aparato productivo nacional no sigue creciendo, se deteriora; el capital privado no pone un centavo de inversión, el capital público no reconstruye la infraestructura. En consecuencia, el país productivo vive peor que antes”, dice Mollejas.
El control del uso de divisas es otro factor de la parálisis productiva del país. Las grandes economías, para cualquier proceso productivo, necesitan componentes que vienen de otras partes del mundo. En una economía abierta eso ocurre de manera natural, pero en una donde se controla el uso de divisas esto genera incertidumbre: hace que se pospongan decisiones, que no se completen los procesos. Si no hay divisas para comprar los ejes, no se pueden hacer autos, la producción de vehículos colapsa. La producción de otras manufacturas (como televisores) colapsa.
Según Werner, “Venezuela no invirtió en su industria petrolera ni en otros aspectos de su economía para lograr la diversificación. Luego, tratando de responder a esta situación, ha generado un marco macroeconómico de controles excesivos e inflación, entre otras medidas, que ha deteriorado la capacidad productiva en otros sectores. No sólo no ha invertido en esos sectores para mejorar, sino que se han deteriorado mucho —por ejemplo, la capacidad utilizada en el sector manufacturero venezolano es inferior al 50%, no ha generado condiciones para que ese sector produzca—. Lo que hemos visto no sólo es cómo se pierde una oportunidad para avanzar, sino que a través de una serie de restricciones se ha generado una pérdida importante en la capacidad productiva”.
Hoy el 96% de las divisas que entran a Venezuela vienen del petróleo y quedan en manos del Estado. Desde el punto de vista fiscal, este recurso representa el 50% de los ingresos del país. Esta dependencia de un recurso que no ha sido administrado de la manera más productiva, dentro de una economía muy poco diversificada, hace que, ante la caída del precio, la afectación sea mucho mayor para Venezuela que para los demás países productores y exportadores.
Otras potencias hicieron lo que no hizo Venezuela. Werner dice que el caso extremo es Noruega, donde tienen un fondo soberano (Norway Government Pension Fund), que es el mayor del mundo, en el cual ahorraron todos los ingresos petroleros y tienen alrededor de US$850.000 millones. “Al no haber gastado estos ingresos, no tienen que realizar un ajuste, porque los estaban ahorrando. Es más, ahora pueden usar parte de sus ahorros para suavizar la caída en los ingresos provenientes del petróleo”. Ese no es el caso de Venezuela.
Las economías de los países del golfo son otro ejemplo de ahorro en fondos soberanos, aunque también hayan destinado parte del ingreso a la salud y a la educación. “Cuando uno ve el monto que se utilizó para ahorro o para inversión es mucho más grande, y eso hoy da la capacidad a esas economías de aguantar escenarios de bajos precios”, añade Werner. Emiratos Árabes y Arabia Saudita, dos de los más importantes miembros de la OPEP, tienen cada uno alrededor de US$750.000 millones ahorrados. Maduro visitó estos dos países para impulsar políticas que subieran el precio del barril, pero los dos, sin embargo, parecen apuntar más bien a que los precios sigan cayendo para hacer económicamente inviable el petróleo no convencional que producen otros países. Estas potencias pueden estar tranquilas: tienen suficientes ahorros para enfrentar hasta un déficit presupuestal por unos años.
En Emiratos Árabes, cuando la economía empezó a recuperarse con el incremento en los precios, se empezó a dar un resurgimiento del turismo, el transporte, el comercio y la construcción. La economía se empezó a diversificar hacia esos sectores. Un informe de UAE Interact dice que durante 2014 el país se posicionó como uno de los más importantes destinos turísticos de su región y uno de los centros neurálgicos de comercio más importantes. “Aunque el petróleo sigue siendo el pilar de la economía, una decidida y clarividente política de diversificación ha asegurado que los sectores no petroleros representan ahora el 69% del PIB, con el suministro de petróleo en el restante tercio”.
A nivel federal, Emiratos Árabes se plantea metas en sectores distintos al petrolero. En un documento que consigna su visión hacia 2021, el Estado apunta a poner la innovación, la investigación, la ciencia y la tecnología en el centro de una economía competitiva, basada en el conocimiento (no en el petróleo) y altamente productiva. Son notables, hasta ahora, los avances en el campo de la aviación (las aerolíneas Emirates y Eithad) y los desarrollos aeroespaciales, que representan buenos ingresos para el país.
Arabia Saudita, el mayor exportador de petróleo, tiene una economía basada en este recurso. El sector petrolero representa alrededor del 80% de los ingresos presupuestarios, el 45% del PIB y el 90% de los ingresos de exportación. Aun así, la monarquía se da el lujo de permitir la caída en el precio sin impulsar un recorte en la producción de la OPEP. El país puede tolerar fácilmente precios más bajos. Tiene ahorros suficientes y, además, debido a la reinversión en su industria, sus costos de producción son mucho más bajos que los de EE.UU., Canadá y, por su puesto, Venezuela. Mientras observan pacientemente la caída en el precio del barril, los saudíes impulsan el crecimiento del sector privado con el fin de diversificar su economía y su propio sector petrolero. Apuntan, según Forbes, hacia la generación de energía, las telecomunicaciones, la exploración de gas natural y los sectores petroquímicos.
dsalgar@elespectador.com