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                                                                                                                                Un cubo de Rubik, calcetines gruesos y mucha emoción: las últimas horas del Titán

                                                                                                                                El Titán descendía normalmente a unos 25 metros por minuto. Era tan lento que no se percibía ningún movimiento. En el interior, el resplandor de la luz del día se atenuaba lentamente. Tras unos minutos, el Titán quedaría sumido en la oscuridad y el ojo de buey sería un anillo negro.

                                                                                                                                John Branch y Christina Goldbaum | The New York Times

                                                                                                                                Esta imagen sin fecha, cortesía de OceanGate Expeditions, muestra su sumergible Titán comenzando su descenso.
                                                                                                                                Foto: AFP - HANDOUT
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Suleman Dawood, de 19 años, llevaba un cubo de Rubik. Shahzada Dawood llevaba una cámara Nikon, ansioso por captar la vista del fondo marino a través del único ojo de buey del Titán. “Era como un niño pequeño emocionado”, comentó Christine Dawood, que permaneció en la nave de apoyo en la superficie con la hija de la pareja, Alina Dawood. Las dos observaban atentas. El sol brillaba. El barco estaba estable. “Fue una buena mañana”, aseguró Christine Dawood. Pronto, el Titán se deslizó en el agua y se adentró en las profundidades, descendiendo hacia un sueño.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                Esa misma mañana, Dawood oyó a alguien decir que se había perdido la comunicación con el Titán. Los guardacostas estadounidenses confirmaron que había ocurrido al cabo de una hora y 45 minutos de inmersión. Dawood se dirigió al puente, donde un equipo había estado supervisando el lento descenso de Titán. Le aseguraron que la única comunicación entre la cápsula y el barco, a través de mensajes de texto codificados por computadora, era a menudo irregular. Si la interrupción duraba más de una hora, se abortaría la inmersión. Titán soltaba los lastres y volvía a la superficie.

                                                                                                                                Durante horas, Dawood se ahogó lentamente en el terror. Al final de la tarde, cuenta, alguien le dijo que no sabían dónde estaban el Titán ni su tripulación. “Yo también miraba hacia el océano, en caso de que quizás los viera salir a la superficie”, afirmó. Cuatro días después, mientras Dawood y la tripulación del buque de apoyo seguían sobre el lugar del Titanic, los guardacostas anunciaron que habían encontrado restos del Titán. Dijeron que lo más probable era que hubiera implosionado, matando de inmediato a todos los que iban a bordo.

                                                                                                                                Además de los Dawood, estaba Paul-Henri Nargeolet, de 77 años, científico francés y autoridad mundial en el Titanic, que intentaba realizar su inmersión número 38 hacia los restos del naufragio, y Hamish Harding, de 58 años, ejecutivo de una aerolínea británica, que estaba encantado de realizar su primera inmersión. También estaba Stockton Rush, de 61 años, fundador y director ejecutivo de OceanGate, que se consideraba como un híbrido de ciencia y turismo. La empresa rechazó las solicitudes de entrevista de The New York Times. Rush controlaba la embarcación. Quería ser conocido como un innovador, alguien recordado por las reglas que rompió.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                📌Le puede interesar: Las huellas de las energías verdes

                                                                                                                                Shahzada Dawood era un empresario británico paquistaní de 48 años perteneciente a una de las familias más ricas de Pakistán. Era vicepresidente de Engro Corp, un conglomerado empresarial con sede en la ciudad portuaria de Karachi, Pakistán, que se dedica a la agricultura, la energía y las telecomunicaciones.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Se pueden encontrar análogos a OceanGate en la literatura, el cine y, a veces, en la vida real: un científico pionero (o un loco misterioso, para algunos) ofrece una rara o costosa visión de su descubrimiento a un selecto grupo de forasteros incapaces de resistir su propia curiosidad.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Rush se consideraba más científico que vendedor, pero gran parte de su labor se centró en la mercadotecnia de su empresa y la venta de anuncios sobre el sumergible. Quería una mezcla de clientes que ofrecieran validación y promoción a voces. Los posibles clientes trataban directamente con él.

                                                                                                                                📰 También recomendamos: Victoria Amelina: de escritora a valiente investigadora

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                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Nargeolet, que se hacía llamar P. H., se había convertido en un personaje semipermanente, casi miembro de la realeza del Titanic, estrella y copiloto de las expediciones OceanGate. Pasó años buceando en el Titanic y coleccionando objetos para museos y exposiciones. Tenía previsto estar en París el 18 de julio para la inauguración de una exposición sobre el Titanic. “Toda mi existencia gira en torno a él”, escribió en su libro de 2022, “Dans les profondeurs du Titanic” (“En las profundidades del Titanic”).

                                                                                                                                En la última expedición, Nargeolet hizo una presentación sobre sus 37 inmersiones anteriores hacia el Titanic. También contó al grupo una anécdota sobre cómo una vez había estado “atrapado allí abajo durante tres días y el submarino estaba incomunicado”, recordó Christine Dawood. Tras la conferencia, su marido le sonrió.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                📝 Sugerimos: “El perdón es para uno mismo, no para el perpetrador”: Dydine Umunyana

                                                                                                                                “Estoy orgulloso de anunciar por fin que me he unido a @oceangateexped para su Misión RMS TITANIC como especialista de la misión en el submarino que desciende al Titanic”, publicó Harding en sus cuentas de Facebook e Instagram la tarde antes de la inmersión.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Moviendo el bote

                                                                                                                                El video promocional de OceanGate, de casi seis minutos con música conmovedora y amplias sonrisas, muestra el equilibrio que la empresa intentó cultivar. “Prepárate para lo que Julio Verne solo pudo imaginar”, dice la voz de barítono de la narración. “Esto no es un viaje de emociones para turistas: es mucho más”.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                En 2018, Will Kohnen, presidente del comité de vehículos submarinos tripulados de la Sociedad de Tecnología Marina, redactó una carta dirigida a Rush en la que afirmaba que el criterio “experimental” de OceanGate podría tener consecuencias “catastróficas”. La firmaron decenas de expertos. Al año siguiente, un experto en sumergibles oyó crujidos durante una inmersión del Titán en las Bahamas y, en un correo electrónico a Rush, le rogó que suspendiera las operaciones. Rush hizo algunas revisiones, pero siguió aceptando clientes.

                                                                                                                                Bill Price, jubilado tras dirigir un negocio familiar de viajes en California, realizó una inmersión en el Titán en 2021. Durante el descenso, Rush se dio cuenta de que el Titán había perdido su sistema de propulsión en un lado. Abortó el viaje, dijo Price.

                                                                                                                                📌Le puede interesar: Israel lanza la mayor operación militar en Cisjordania en 20 años

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Pero no logró que lo que él llamó el “mecanismo de caída de peso” soltara lastre para el ascenso, tal y como estaba diseñado, explicó Price. (En una entrevista en video con Alan Estrada, un mexicano influente en las redes sociales, Rush explicó el sistema de lastre, que incluía seis tubos de alcantarillado de 60 centímetros que pesaban 17 kilogramos, “y tiramos ese tubo, uno por uno”). Rush explicó con calma que los lastres se cargaban desde arriba sin tapón, de modo que, si conseguían balancear el sumergible lo suficiente, se soltarían.

                                                                                                                                Todos se alinearon en fila, se precipitaron a un lado, luego al otro, hacia delante y hacia atrás, para inclinar el Titán y desalojar el lastre, del mismo modo que alguien sacudiría una máquina expendedora para liberar un chocolate atascado en un eje. “Tras varias sacudidas, tomamos impulso”, señaló Price. “Entonces, oímos un ruido metálico y todos supimos que se había caído uno. Así que seguimos haciéndolo, hasta que se acabaron los pesos”.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Nada de esto impidió que el Titán realizara una inmersión al día siguiente, con Price a bordo. Vieron el Titanic y lo celebraron en la superficie con sidra espumosa. “El hecho de que pasáramos por eso, de que experimentáramos algunas de las peores posibilidades y lo superáramos, me hizo pensar: ‘Podemos hacerlo’”, comentó Price.

                                                                                                                                El planteamiento de OceanGate, sin ninguna garantía, era que el Titán tardaría cerca de dos horas y media en descender al Titanic y otras dos horas y media en ascender de nuevo a la superficie. Entretanto, se recorrerían los restos del naufragio durante unas cuatro horas.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                📰 También recomendamos: El breve motín en Rusia arroja luz sobre el poder de Vladimir Putin

                                                                                                                                “Para decirlo sin rodeos, por eso lo suspendí, sobre todo porque tenemos que averiguar cuál es el problema de control”, avisó en una conversación captada por un yutubero que estaba en la expedición. “Eso es algo importante, controlar el submarino”.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Stern, el científico planetario con formación en aeronáutica, dijo que no conocía algunas de las preocupaciones que habían salido a la luz desde el accidente, como la carta de los expertos del sumergible. Regresó sano y salvo de la expedición, impresionado por los protocolos. “Reconocí plenamente que la implosión podía ser la manera en que terminara nuestra inmersión”, dijo Stern. “Mi propia estimación era que el Titán había buceado decenas de veces —no todas en el Titanic— y para mí eso era un indicio empírico de que estaban llevando a cabo una operación bastante fiable y segura”.

                                                                                                                                En el Príncipe Polar

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Todas las expediciones comenzaron en St. John’s, Terranova, en el extremo oriental del continente norteamericano, desde un estrecho puerto, escondido profundamente. Los Dawood volaron a Toronto el 14 de junio. Un vuelo cancelado a St. John’s les dio tiempo para explorar la ciudad, pero cuando el vuelo del día siguiente se retrasó, temieron perderse por completo el viaje al Titanic. “Estábamos bastante preocupados. Pensábamos: ‘Dios mío, ¿y si cancelan también ese vuelo?’”, relató Christine Dawood. “En retrospectiva, obviamente, ojalá lo hubieran hecho”.

                                                                                                                                Llegaron en plena noche y se dirigieron directamente al Príncipe Polar, un antiguo rompehielos y boyero de la Guardia Costera canadiense construido en 1959 y utilizado por OceanGate este año. Todos los días, a las 7 de la mañana y a las 7 de la tarde, había reuniones de todos los equipos, que duraban una hora o más. ¿Qué hemos aprendido, qué vamos a hacer, en qué tenemos que pensar?

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Entre los procedimientos de seguridad estaba lo que Rush llamaba “stopskis”. Eran pausas de cinco minutos para interrumpir el ritmo de la misión en momentos clave y dejar que la gente reflexionara y expresara sus preocupaciones. Parte de la idea era evitar que los clientes de pago —los “exploradores, aventureros y científicos ciudadanos”— fueran participantes pasivos.

                                                                                                                                📝 Sugerimos: Victoria Amelina: de escritora a valiente investigadora

                                                                                                                                En las profundidades

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                A los buzos del 18 de junio se les dijo que estuvieran listos para embarcar a las 7:30. Suleman y Shahzada Dawood llevaban sus trajes de vuelo OceanGate, así como pantalones impermeables, una chaqueta impermeable naranja, botas con punta de acero, chalecos salvavidas y cascos. Se detuvieron para ser pesados, como es requerido. “Estoy bastante gordo”, recuerda Christine Dawood que dijo su marido. “Ya estoy hirviendo”.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Entrar en el sumergible fue un poco como arrastrarse por la escotilla trasera de un todoterreno sin asientos. Había una alfombrilla de goma en el suelo y dos asas en el techo a las que agarrarse. Rush, el piloto, solía sentarse al fondo, lejos de la portilla. Otros se sentaban de espaldas a las paredes curvas. Los pasajeros anteriores se habían sentado a veces en un cojín acolchado como los que se llevan a un estadio.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Los buzos cerraron la escotilla. Alguien con un trinquete apretó todos los tornillos. Finalmente, el equipo maniobró el Titán bajo el agua y lo liberó de la plataforma. El Titán descendía normalmente a unos 25 metros por minuto. Era tan lento que no se percibía ningún movimiento. En el interior, el resplandor de la luz del día se atenuaba lentamente. Tras unos minutos, el Titán quedaría sumido en la oscuridad y el ojo de buey sería un anillo negro.

                                                                                                                                👀🌎📄 ¿Ya se enteró de las últimas noticias en el mundo? Invitamos a verlas en El Espectador.

                                                                                                                                Esta imagen sin fecha, cortesía de OceanGate Expeditions, muestra su sumergible Titán comenzando su descenso.
                                                                                                                                Foto: AFP - HANDOUT
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Suleman Dawood, de 19 años, llevaba un cubo de Rubik. Shahzada Dawood llevaba una cámara Nikon, ansioso por captar la vista del fondo marino a través del único ojo de buey del Titán. “Era como un niño pequeño emocionado”, comentó Christine Dawood, que permaneció en la nave de apoyo en la superficie con la hija de la pareja, Alina Dawood. Las dos observaban atentas. El sol brillaba. El barco estaba estable. “Fue una buena mañana”, aseguró Christine Dawood. Pronto, el Titán se deslizó en el agua y se adentró en las profundidades, descendiendo hacia un sueño.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Durante horas, Dawood se ahogó lentamente en el terror. Al final de la tarde, cuenta, alguien le dijo que no sabían dónde estaban el Titán ni su tripulación. “Yo también miraba hacia el océano, en caso de que quizás los viera salir a la superficie”, afirmó. Cuatro días después, mientras Dawood y la tripulación del buque de apoyo seguían sobre el lugar del Titanic, los guardacostas anunciaron que habían encontrado restos del Titán. Dijeron que lo más probable era que hubiera implosionado, matando de inmediato a todos los que iban a bordo.

                                                                                                                                Además de los Dawood, estaba Paul-Henri Nargeolet, de 77 años, científico francés y autoridad mundial en el Titanic, que intentaba realizar su inmersión número 38 hacia los restos del naufragio, y Hamish Harding, de 58 años, ejecutivo de una aerolínea británica, que estaba encantado de realizar su primera inmersión. También estaba Stockton Rush, de 61 años, fundador y director ejecutivo de OceanGate, que se consideraba como un híbrido de ciencia y turismo. La empresa rechazó las solicitudes de entrevista de The New York Times. Rush controlaba la embarcación. Quería ser conocido como un innovador, alguien recordado por las reglas que rompió.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                📌Le puede interesar: Las huellas de las energías verdes

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Se pueden encontrar análogos a OceanGate en la literatura, el cine y, a veces, en la vida real: un científico pionero (o un loco misterioso, para algunos) ofrece una rara o costosa visión de su descubrimiento a un selecto grupo de forasteros incapaces de resistir su propia curiosidad.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Rush se consideraba más científico que vendedor, pero gran parte de su labor se centró en la mercadotecnia de su empresa y la venta de anuncios sobre el sumergible. Quería una mezcla de clientes que ofrecieran validación y promoción a voces. Los posibles clientes trataban directamente con él.

                                                                                                                                📰 También recomendamos: Victoria Amelina: de escritora a valiente investigadora

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                En la última expedición, Nargeolet hizo una presentación sobre sus 37 inmersiones anteriores hacia el Titanic. También contó al grupo una anécdota sobre cómo una vez había estado “atrapado allí abajo durante tres días y el submarino estaba incomunicado”, recordó Christine Dawood. Tras la conferencia, su marido le sonrió.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                📝 Sugerimos: “El perdón es para uno mismo, no para el perpetrador”: Dydine Umunyana

                                                                                                                                “Estoy orgulloso de anunciar por fin que me he unido a @oceangateexped para su Misión RMS TITANIC como especialista de la misión en el submarino que desciende al Titanic”, publicó Harding en sus cuentas de Facebook e Instagram la tarde antes de la inmersión.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Moviendo el bote

                                                                                                                                El video promocional de OceanGate, de casi seis minutos con música conmovedora y amplias sonrisas, muestra el equilibrio que la empresa intentó cultivar. “Prepárate para lo que Julio Verne solo pudo imaginar”, dice la voz de barítono de la narración. “Esto no es un viaje de emociones para turistas: es mucho más”.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Bill Price, jubilado tras dirigir un negocio familiar de viajes en California, realizó una inmersión en el Titán en 2021. Durante el descenso, Rush se dio cuenta de que el Titán había perdido su sistema de propulsión en un lado. Abortó el viaje, dijo Price.

                                                                                                                                📌Le puede interesar: Israel lanza la mayor operación militar en Cisjordania en 20 años

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Pero no logró que lo que él llamó el “mecanismo de caída de peso” soltara lastre para el ascenso, tal y como estaba diseñado, explicó Price. (En una entrevista en video con Alan Estrada, un mexicano influente en las redes sociales, Rush explicó el sistema de lastre, que incluía seis tubos de alcantarillado de 60 centímetros que pesaban 17 kilogramos, “y tiramos ese tubo, uno por uno”). Rush explicó con calma que los lastres se cargaban desde arriba sin tapón, de modo que, si conseguían balancear el sumergible lo suficiente, se soltarían.

                                                                                                                                Todos se alinearon en fila, se precipitaron a un lado, luego al otro, hacia delante y hacia atrás, para inclinar el Titán y desalojar el lastre, del mismo modo que alguien sacudiría una máquina expendedora para liberar un chocolate atascado en un eje. “Tras varias sacudidas, tomamos impulso”, señaló Price. “Entonces, oímos un ruido metálico y todos supimos que se había caído uno. Así que seguimos haciéndolo, hasta que se acabaron los pesos”.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                El planteamiento de OceanGate, sin ninguna garantía, era que el Titán tardaría cerca de dos horas y media en descender al Titanic y otras dos horas y media en ascender de nuevo a la superficie. Entretanto, se recorrerían los restos del naufragio durante unas cuatro horas.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                📰 También recomendamos: El breve motín en Rusia arroja luz sobre el poder de Vladimir Putin

                                                                                                                                “Para decirlo sin rodeos, por eso lo suspendí, sobre todo porque tenemos que averiguar cuál es el problema de control”, avisó en una conversación captada por un yutubero que estaba en la expedición. “Eso es algo importante, controlar el submarino”.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Stern, el científico planetario con formación en aeronáutica, dijo que no conocía algunas de las preocupaciones que habían salido a la luz desde el accidente, como la carta de los expertos del sumergible. Regresó sano y salvo de la expedición, impresionado por los protocolos. “Reconocí plenamente que la implosión podía ser la manera en que terminara nuestra inmersión”, dijo Stern. “Mi propia estimación era que el Titán había buceado decenas de veces —no todas en el Titanic— y para mí eso era un indicio empírico de que estaban llevando a cabo una operación bastante fiable y segura”.

                                                                                                                                En el Príncipe Polar

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Todas las expediciones comenzaron en St. John’s, Terranova, en el extremo oriental del continente norteamericano, desde un estrecho puerto, escondido profundamente. Los Dawood volaron a Toronto el 14 de junio. Un vuelo cancelado a St. John’s les dio tiempo para explorar la ciudad, pero cuando el vuelo del día siguiente se retrasó, temieron perderse por completo el viaje al Titanic. “Estábamos bastante preocupados. Pensábamos: ‘Dios mío, ¿y si cancelan también ese vuelo?’”, relató Christine Dawood. “En retrospectiva, obviamente, ojalá lo hubieran hecho”.

                                                                                                                                Llegaron en plena noche y se dirigieron directamente al Príncipe Polar, un antiguo rompehielos y boyero de la Guardia Costera canadiense construido en 1959 y utilizado por OceanGate este año. Todos los días, a las 7 de la mañana y a las 7 de la tarde, había reuniones de todos los equipos, que duraban una hora o más. ¿Qué hemos aprendido, qué vamos a hacer, en qué tenemos que pensar?

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Entre los procedimientos de seguridad estaba lo que Rush llamaba “stopskis”. Eran pausas de cinco minutos para interrumpir el ritmo de la misión en momentos clave y dejar que la gente reflexionara y expresara sus preocupaciones. Parte de la idea era evitar que los clientes de pago —los “exploradores, aventureros y científicos ciudadanos”— fueran participantes pasivos.

                                                                                                                                📝 Sugerimos: Victoria Amelina: de escritora a valiente investigadora

                                                                                                                                En las profundidades

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Los buzos tenían que estar en cubierta a las 5 de la mañana. Era domingo, 18 de junio. En la reunión informativa se habló del plan y de las responsabilidades. El ambiente era serio. El barco bullía. Los buzos y la tripulación del sumergible hicieron preparativos de última hora en el agua. “Era como una operación bien engrasada: se notaba que ya habían hecho esto muchas veces”, afirmó Dawood.

                                                                                                                                A los buzos del 18 de junio se les dijo que estuvieran listos para embarcar a las 7:30. Suleman y Shahzada Dawood llevaban sus trajes de vuelo OceanGate, así como pantalones impermeables, una chaqueta impermeable naranja, botas con punta de acero, chalecos salvavidas y cascos. Se detuvieron para ser pesados, como es requerido. “Estoy bastante gordo”, recuerda Christine Dawood que dijo su marido. “Ya estoy hirviendo”.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Suleman Dawood bajó las escaleras para subir a la balsa motorizada que trasladaría a los pasajeros a la plataforma flotante en la que estaba amarrado el Titán. Shahzada Dawood tuvo menos gracia. “Necesitaba una mano más para bajar las escaleras con todo este equipo porque las botas eran muy toscas”, dijo. “Y Alina y yo pensábamos: ‘Ay, Dios, espero que no se caiga al agua’”. Los submarinistas eran motas en la plataforma. Pronto, desaparecieron en el Titán.

                                                                                                                                Entrar en el sumergible fue un poco como arrastrarse por la escotilla trasera de un todoterreno sin asientos. Había una alfombrilla de goma en el suelo y dos asas en el techo a las que agarrarse. Rush, el piloto, solía sentarse al fondo, lejos de la portilla. Otros se sentaban de espaldas a las paredes curvas. Los pasajeros anteriores se habían sentado a veces en un cojín acolchado como los que se llevan a un estadio.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Los buzos cerraron la escotilla. Alguien con un trinquete apretó todos los tornillos. Finalmente, el equipo maniobró el Titán bajo el agua y lo liberó de la plataforma. El Titán descendía normalmente a unos 25 metros por minuto. Era tan lento que no se percibía ningún movimiento. En el interior, el resplandor de la luz del día se atenuaba lentamente. Tras unos minutos, el Titán quedaría sumido en la oscuridad y el ojo de buey sería un anillo negro.

                                                                                                                                👀🌎📄 ¿Ya se enteró de las últimas noticias en el mundo? Invitamos a verlas en El Espectador.

                                                                                                                                Por John Branch y Christina Goldbaum | The New York Times

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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