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Aún con el polvo de los escombros en el aire y cuerpos por identificar, República Dominicana comenzó a despedir a las más de 200 víctimas que dejó el colapso del techo de la discoteca Jet Set, una de las más emblemáticas de Santo Domingo. La madrugada del martes 8 de abril, en plena presentación del icónico merenguero Rubby Pérez, la estructura cedió, provocando la mayor tragedia del país caribeño en los últimos años.
Uno de los homenajes más conmovedores tuvo lugar en el municipio de Haina, a 40 minutos de la capital, donde 25 de las víctimas eran oriundas. Allí, en una cancha techada, se organizó un funeral colectivo. Las carrozas llegaban una tras otra con arreglos florales y féretros blancos. Las mesas, improvisadas como altares, exhibían objetos personales de los fallecidos: fotografías, pelotas de béisbol, partituras, micrófonos.
“¡Ya Luis no nos va a buscar!”, gritaba una mujer desconsolada, mientras otras personas firmaban una tela blanca con los nombres de los fallecidos, colgada sobre una de las paredes.
El velorio masivo fue organizado por la alcaldía local. Una valla colgada en la entrada de la cancha resumía el sentimiento general: “Haina despide con inmenso dolor a sus hijos queridos”. En el altar, seis sacerdotes oficiaban misas cortas y rotativas, bendiciendo cada féretro mientras el incienso llenaba el aire.
Uno de los velados fue Tony Blanco, exbeisbolista de Grandes Ligas, quien jugó con los Nacionales de Washington y con los BayStars de Yokohama. Otro fue el propio Rubby Pérez, quien murió sobre el escenario que tantas veces lo vio triunfar. Su cuerpo fue despedido en el Teatro Nacional con una capilla ardiente, globos blancos y las voces de sus seguidores coreando “¡Volveré... serás mi estrella, si tú me esperas, volveré!”.
“Rubby representa la dominicanidad. Es un artista de pueblo que salió de la pobreza”, dijo Alina Caminero, de 56 años, entre la multitud. Su hija, Zulinka Pérez, cantó versos célebres de su padre frente al féretro cubierto con las banderas de República Dominicana y Venezuela.
Mientras tanto, en las afueras de la morgue, decenas de personas siguen esperando noticias de sus seres queridos. “Mi familia no aparece... me estoy volviendo loca”, dijo Esperanza Domínguez. Otros, como Rubén Estévez, aguardan poder repatriar a sus muertos.
“La identificaron anteayer y todavía no han hecho el acta de defunción”, lamentó sobre su prima, una comerciante que vivía en Nueva Jersey.
Las autoridades terminaron las labores de búsqueda sin encontrar más sobrevivientes. El presidente Luis Abinader declaró duelo nacional y anunció una comisión de expertos nacionales e internacionales para investigar lo sucedido. “No va a quedar nadie sin identificar”, prometió el ministro de Salud, Víctor Atallah.
Félix Silvestre, profesor de música de la Casa de la Cultura de Haina, tocó la trompeta durante horas en el funeral colectivo. “Me crié con muchos de los que están ahí. Hay que sacar valor de donde no hay”, dijo antes de interpretar “Cuando un amigo se va”.
Santo José Germán, que perdió a cuatro familiares, aún no lo asimila. “Quiero pensar que no es verdad, pero es la realidad. La vida se pierde en un segundo”.
El director de un colegio local, Fernando Nina, resumió el sentir del municipio: “Describir un duro golpe sería poco. Hay familias que perdieron hasta cinco integrantes. Es increíble. Hay una atmósfera de tristeza y de mucho pesar”.
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