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La Unidad de Migración del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) lanzó, a principios de este año, el Laboratorio de Percepción y Migración, un proyecto de largo aliento que busca estudiar y ayudar a plantear estrategias relacionadas con la opinión pública acerca de los asuntos migratorios en la región.
En esta entrevista, Felipe Muñoz, jefe de la Unidad de Migración del BID, que lidera el laboratorio, cuenta por qué es importante hablar de percepción y de cómo los prejuicios y la xenofobia impiden la integración de la población migrante, privando a la sociedad en su conjunto de las oportunidades de progreso.
¿Qué es el Laboratorio?
El Laboratorio de Percepción y Migración del BID crea una serie de herramientas que nos permiten medir en toda América Latina y el Caribe, en los 26 países que son socios del banco, qué está pensando la ciudadanía con respecto a los flujos migratorios en la región, sobre todo en los últimos años. Además, poder actuar: no es solo un observatorio que observa y señala problemas de percepción, sino que busca actuar y dar herramientas, no solo académicas, sino incluso experimentos de economía de comportamiento, ayudar a los gobiernos y trabajar con los medios; es decir, que sea un sitio activo donde se conjuga el conocimiento de percepción y migración en la región.
¿Por qué?, ¿de dónde nace la necesidad?
Tenemos el segundo movimiento masivo más grande del mundo, que es el desplazamiento desde Venezuela, más de 7,1 millones según Naciones Unidas, de los cuales más del 80 % están en países de América Latina y el Caribe. Además, con récords en el número de personas solicitando refugio en México, movimientos de devolución de ciudadanos del triángulo norte de Centroamérica, movimientos de haitianos, récords en tránsito por el tapón del Darién… Es decir, no es solo el fenómeno de migración venezolana, sino muchos fenómenos la hacen una región en movimiento. Lo segundo es que se ha vuelto permanente. En Colombia, Perú y Ecuador, según las encuestas, un gran porcentaje, más del 70 %, manifiesta que se va a quedar por un tiempo en los países receptores, por lo cual ya no es un fenómeno puntual.
Aparejado a esto, ha habido un deterioro de la opinión pública sobre el tema de la migración. Al principio, en general fue muy positivo. Hace tres o cuatro años, la mayoría, más del 62 % de los colombianos, veía con buenos ojos el proceso de migración, venezolana, pero hoy esas cifras, no solo en Colombia, son totalmente opuestas. Vimos que hay una migración creciente, unos retos en el tema de percepción y no había suficiente información sobre América Latina, lo que hay en percepción y migración lo hay en Estados Unidos y en Europa, pero en América Latina está casi en blanco, por lo que creemos que nuestra labor es llenar ese vacío. Conjugamos las herramientas que dan las encuestas, con el seguimiento a la conversación, en particular de Twitter, revisión de los temas que se mueven en medios, además de los experimentos, para crear este laboratorio.
¿Por qué el interés en la percepción? ¿Para qué sirve medir esto?
La migración genera efectos positivos, y los estudios que tenemos en todos los países del mundo muestran que en el mediano plazo incluso habrá efectos positivos fiscales en todos los países de la región, que reciben además una migración en edad laboral que va a ayudar a producir. Para que esto se dé se necesita integrar a la población migrante. Pero si hay una matriz de opinión muy contraria a este proceso, va a ser muy difícil que los gobiernos puedan tomar decisiones, pues genera costos para los países receptores y es más difícil la convivencia y la integración. Es importante no solo porque muchos de los temores están basados en mitos, sino porque esto es benéfico para los países receptores.
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¿Qué destaca del primer informe que ya publicaron?
El informe nos dice que ha habido un deterioro generalizado de la percepción en la mayoría de los países que han recibido migración en América Latina y el Caribe en los últimos años, y en los países que han recibido un mayor volumen hay un mayor deterioro.
Lo segundo es que hay, en particular en Twitter, un aumento en la conversación sobre los temas de xenofobia, sobre todo con picos empezando el año 2018, que fue uno de los de mayor movilidad, y otro pico alrededor del año 2020, en la parte del inicio del covid, cuando incluso se asociaron muchos de los temas migratorios a circunstancias negativas por la pandemia.
También destacaría que hemos visto una variación en los temas que se hablan alrededor de la migración. Por ejemplo, en 2022 uno de los temas más destacados tenía que ver con seguridad ciudadana; al principio fueron temas de política migratoria, en 2018 a 2019. En 2020 hubo mucha conversación sobre el tema de salud, sobre fronteras, por toda la discusión del covid, y en el 2022 vemos que mucho tiene que ver con temas de seguridad ciudadana.
Por último, diría que cuando uno mira las conversaciones sobre los temas de migración, la mayoría (más del 60 % de las personas) no tiene una opinión fuerte o formada sobre el tema de la migración, y por ello es que sí se puede cambiar parte de la narrativa, sí se puede actuar con esa franja que está en el medio, que no tiene opiniones fuertes sobre el tema y, en ese sentido, dar información que derrumbe los mitos puede ayudar.
¿Cuáles son las causas de ese deterioro?
En el mundo, cuando hay movimientos migratorios masivos y muy repentinos, al principio hay ayuda y solidaridad, pero después hay desgaste de la opinión pública. Cuando se analizan las causas, hay de dos tipos: preocupaciones de carácter económico y social. Un grupo de personas piensa que los migrantes vienen a quitar el trabajo, bajar los salarios, tomar los subsidios del Gobierno... y otro grupo de personas se preocupan por los temas culturales: creen que los migrantes son personas que van a cambiar las costumbres o hay miedos asociados a la seguridad. Pero eso no es homogéneo. Que haya habido un deterioro de la opinión pública no quiere decir que todo el mundo piense lo mismo; quiere decir que, dentro de la misma población, incluso dentro de una misma familia o persona, las opiniones pueden ser diversas. Por ejemplo, en general las personas más jóvenes son más receptivas a los temas de inmigración que las personas mayores y las que tienen dificultades económicas o menor educación tienden a tener más temores de tipo económico.
¿Trabajarán con los gobiernos para asesorarlos?
Sí. Con los gobiernos, pues nos debemos a ellos, y ya tenemos solicitudes de varios que quieren hacer estudios más puntuales en sus propios países y conocer otras experiencias. A veces las estrategias antixenofobia más efectivas no necesariamente son las que vienen del gobierno, sino de terceras personas, como los influenciadores o figuras. Por ejemplo, Mohammed Salah, del Liverpool, practicante del islam. Unos académicos empezaron a hacer un estudio en Inglaterra y se dieron cuenta de que al volverse él un ídolo empezaban a disminuir los tuits y otras expresiones de islamofobia en la comunidad. Hay otro análisis en Alemania sobre un periódico en el que empezaron a publicar la nacionalidad cuando el delito era cometido por un extranjero y también cuando era cometido por un local, y empezaron a darse cuenta de que eran muchos más los delitos cometidos por los locales. Se dieron cuenta de que en ese sitio había disminuido la propensión a creer que había una relación entre inmigración y crimen. Sabemos que esto no cambia de un día para otro, pero sí creemos que podemos entenderlo mejor y trabajar para mejorar las narrativas.
¿Qué decir de Colombia? ¿Está entre los países que han manifestado interés en esto?
A través del proceso de Quito, una de las instancias que se crearon para los países que han sido receptores de la migración venezolana, nos han pedido apoyo para hacer unos análisis. Vamos a empezar a tener información en muchos de los países. En Colombia en particular lo que podemos decir es que las encuestas regionales muestran algunos resultados que están por debajo del promedio de América Latina; es decir, con más percepción negativa que el promedio de América Latina. En la conversación en Twitter ha habido los mismos picos, pero en el año 2022 bajó un poco el volumen de la conversación. El tema que ha despertado más conversaciones es la política migratoria y el tema que dispara más conversaciones xenófobas es la seguridad.
¿La instrumentalización de la migración en los discursos políticos está entre sus áreas de interés?
En Colombia no encontramos en ningún área del espectro político una conversación xenófoba. Creo que Colombia se puede sentir orgullosa de eso a nivel comparativo. No estoy diciendo que no pueda haber alguna excepción. Hay muchos estudios que muestran cómo algunos de estos temas se pueden volver de carácter político. Nosotros queremos trabajar más en el lado propositivo: más que quedarnos en los diagnósticos, trabajar con los gobiernos para mirar con ellos, la sociedad civil, los medios y los migrantes cómo ayudamos a generar una narrativa que contribuya a la integración.
¿Cómo ve el compromiso de los países para asumir esto con una perspectiva de corresponsabilidad?
Participamos en los escenarios de carácter regional y multilateral. Vamos a estar en la Conferencia Internacional de Solidaridad a la Migración de Venezuela, que será en Bruselas en marzo, y vamos a estar en la reunión de seguimiento que lidera el Gobierno de Estados Unidos, entiendo que en Guatemala, y allí nosotros llevamos nuestras capacidades. Creo que ha habido avances en los grupos temáticos que cada uno de los países está liderando: Ecuador está liderando el tema de financiamiento con las entidades de desarrollo, Colombia está liderando los temas de regularización… Participamos en ellos, vemos avances. No es un tema fácil, pero va avanzando. Cada vez hay una mayor voluntad de los gobiernos para coordinar.
¿Qué desafíos migratorios ve para 2023?
Sobre las tendencias diría que tres: primero, que hay una preocupación en general de los gobiernos por la necesidad de que siga habiendo un flujo de recursos de cooperación, tal vez más enfocados ya no solo en los temas humanitarios, sino en desarrollo e inclusión económica y de largo plazo, y ahí el rol de los bancos de desarrollo es superclave. Eso marcará la agenda en el tema migratorio en 2023. Segundo: cómo mejorar los mecanismos de coordinación regional. Con lo que ha venido pasando en el tapón del Darién, ya no se puede hablar de que es muy diferenciado el proceso de migración de Suramérica del de Centroamérica, porque ya hay un tránsito que sube y baja por toda la región: es un tema regional. Lo tercero: sigue la necesidad de trabajar con poblaciones vulnerables dentro del grupo de los migrantes, los niños y la perspectiva de diversidad y de género son imperiosos en esto.
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