Una bomba al cuello, insultos y cadenas: el secuestro de Gloria Cecilia Narváez
La monja colombiana, secuestrada en Malí desde 2017, relata varios detalles de su cautiverio: sus intentos de escapar, los golpes, la poca comida que le daban y el maltrato que sufrió durante 4 años y 8 meses. Dios hizo un gran milagro en mí, asegura la religiosa, que este domingo llega a Pasto, su tierra natal.
La hermana Gloria Cecilia Narváez tomada como rehén en 2017 mientras trabajaba como misionera en Koutiala, una comunidad de Bamako, capital de Malí, fue liberada el 9 de octubre, tras 4 años y 8 meses de cautiverio. La religiosa de la comunidad de las Hermanas Franciscanas de María Inmaculada ha contado detalles de su secuestro y dice que piensa escribir un libro con todo lo vivido.
En un encuentro con la prensa en Bogotá, a donde llegó el pasado martes 16 de noviembre, Narváez contó que cuando la secuestraron un hombre le puso “cadenas en los pies, me amarró de un árbol y le dijo: ‘aquí te quedas y se fue con su teléfono satelital’”.
En esos primeros días, relató, uno de los jefes le preguntó: “¿sabes quién te tiene, quién te secuestró? (...) Al Qaeda”. “En este tiempo cambiaban los jefes cada mes, dependiendo del peligro que corrían, sí veían drones que los cercaban o helicópteros o aviones”, aseguró.
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En una entrevista con el canal católico Cristovisión, la monja relató detalles duros de su secuestro. “Fueron cuatro años y ocho meses en los que cada día muy temprano me despertaba y me levantaba agradecida con Dios por la nueva oportunidad de vivir; contemplaba el sol del desierto, las dunas, luego la noche… valoraba cuando me daban agua porque es una cosa muy escasa sobre todo en el desierto”, recordó.
La hermana, de 59 años, le reveló al padre Ramón Zambrano que los captores siempre le decían “Gloria, es Alá”… yo respetaba sus creencias, pero en algunos momentos me decían palabras muy duras y me insultaban. “No vamos a hablar con la gente de tu religión, son los malienses los que deben hacer cosas para liberarte”, le manifestaban sus captores.
Narváez cuenta cómo lograba escribir cartas con carbón. “Yo sabía que estaba en un peligro inmenso, rodeada de armas. Una vez me dieron un vestido para vestirme como musulmana, pero les dije que yo iba a usarlo como católica, que yo no era musulmana”, recuerda.
En la entrevista reveló que siempre tuvo mucha paz; siempre cargó una medalla de la hermana Caridad y de la Virgen. “Hubo momentos en los que, a pesar de los insultos y golpes, yo callaba, entonces me escupían”.
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“El maltrato era peor por el hecho de ser mujer y católica; para ellos una persona de mi religión es lo más malvado que puede haber, me tiraban las cosas… sin embargo, yo me decía que debía mantenerme serena, por mi fe. Sentí miedo particularmente el último año. Al principio estuve con una señora francesa, una suiza, luego llegó una señorita de Canadá”.
La monja de 59 años realizaba su labor humanitaria y de evangelización en el continente africano, primero en Benín y posteriormente en Mali. En diciembre de 2018 el grupo yihadista Nusrat al Islam wal Muslimin (Grupo de apoyo al islam y a los musulmanes), activo en la región del Sahel y aliado con Al Qaeda, publicó el nombre de cinco rehenes que tenía secuestrados, entre ellos la monja colombiana. En Mali actúan distintos grupos yihadistas que tienen entre sus blancos al Ejército regular y las fuerzas de la misión de la ONU (Minusma), y que recurren a secuestros para obtener fondos o liberaciones de sus miembros encarcelados.
Gloria Cecilia Narváez recordó que el momento más difícil fue cuando la separaron de las otras mujeres. Al último año de su secuestro fue particularmente difícil. “No me daban de comer, el agua era más escasa… un hombre de ellos me dio un plato de arroz y me dijo que comiera y que huyera de ese campamento porque corría mucho peligro”.
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“Era de noche, entonces bien temprano me levanté, tomé una botella de agua, miré por dónde salía el sol y empecé a caminar… avancé bastante y de repente llegó una camioneta y se bajó un hombre alto de ojos azules y me dijo: “Alza las manos, me apuntó, me pegó y me mandó de regreso al campamento”.
La hermana relata que en otra oportunidad, otro de sus captores le confesó que no le iban a dar más comida y me regaló unos tarros de piña para esconderlos; fueron varios intentos de escape, pero todos fallidos. “Otra vez llegó un señor con muchos camellos y yo le pedí que me ayudara a ir Bamako… él me señaló los camellos cargados con armas y entonces entendí que no podía ayudarme y me regresé, siempre confiada en la voluntad de Dios, nuestro Señor”.
La monja colombiana contó otro momento en el que uno de los jefes la empujaba por la espalda y cuando ella se caía y se levantaba, la volvía a empujar… repitió la acción muchas veces y luego la amarró y le dijo: “Ahí te quedas”. Pude soltar una mano para tomar agua porque el calor es muy grande y uno se deshidrata, se seca”, mencionó.
Algo con lo que le costó lidiar fue la falta de un baño; no pudo bañarse los últimos años del secuestro porque no había agua y la que le daban tenía gasolina. “Ya en los últimos días no me daban comida, solo me tiraban una tortilla, y yo la racionaba y me la comía con un poco de té; así logré sobrevivir”, cuenta.
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Narváez le reveló a Cristovisión que, por recomendación de un cardenal, piensa escribir un libro para contar todo lo vivido… desde el momento en que salió de la casa en la que fue secuestrada con una bomba al cuello, que le dejaron durante 4 días, hasta el día que llegó a la casa del presidente de Malí este año al ser liberada; el mandatario le regaló un vestido, le permitió bañarse y la envió al aeropuerto para tomar un vuelo rumbo a Roma, donde se encontró con el papa Francisco, recibió las dos dosis de la vacuna contra el coronavirus y se reencontró con su comunidad.
“Yo pensaba en todos los sufrimientos que pasa la gente cuando está secuestrada aquí mismo en Colombia, en el mundo entero, allá en Malí, cuántas personas todavía han quedado”, lamentó la monja.
“Dios hizo un milagro en mí”, concluye la religiosa.
La hermana Gloria Cecilia Narváez tomada como rehén en 2017 mientras trabajaba como misionera en Koutiala, una comunidad de Bamako, capital de Malí, fue liberada el 9 de octubre, tras 4 años y 8 meses de cautiverio. La religiosa de la comunidad de las Hermanas Franciscanas de María Inmaculada ha contado detalles de su secuestro y dice que piensa escribir un libro con todo lo vivido.
En un encuentro con la prensa en Bogotá, a donde llegó el pasado martes 16 de noviembre, Narváez contó que cuando la secuestraron un hombre le puso “cadenas en los pies, me amarró de un árbol y le dijo: ‘aquí te quedas y se fue con su teléfono satelital’”.
En esos primeros días, relató, uno de los jefes le preguntó: “¿sabes quién te tiene, quién te secuestró? (...) Al Qaeda”. “En este tiempo cambiaban los jefes cada mes, dependiendo del peligro que corrían, sí veían drones que los cercaban o helicópteros o aviones”, aseguró.
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En una entrevista con el canal católico Cristovisión, la monja relató detalles duros de su secuestro. “Fueron cuatro años y ocho meses en los que cada día muy temprano me despertaba y me levantaba agradecida con Dios por la nueva oportunidad de vivir; contemplaba el sol del desierto, las dunas, luego la noche… valoraba cuando me daban agua porque es una cosa muy escasa sobre todo en el desierto”, recordó.
La hermana, de 59 años, le reveló al padre Ramón Zambrano que los captores siempre le decían “Gloria, es Alá”… yo respetaba sus creencias, pero en algunos momentos me decían palabras muy duras y me insultaban. “No vamos a hablar con la gente de tu religión, son los malienses los que deben hacer cosas para liberarte”, le manifestaban sus captores.
Narváez cuenta cómo lograba escribir cartas con carbón. “Yo sabía que estaba en un peligro inmenso, rodeada de armas. Una vez me dieron un vestido para vestirme como musulmana, pero les dije que yo iba a usarlo como católica, que yo no era musulmana”, recuerda.
En la entrevista reveló que siempre tuvo mucha paz; siempre cargó una medalla de la hermana Caridad y de la Virgen. “Hubo momentos en los que, a pesar de los insultos y golpes, yo callaba, entonces me escupían”.
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“El maltrato era peor por el hecho de ser mujer y católica; para ellos una persona de mi religión es lo más malvado que puede haber, me tiraban las cosas… sin embargo, yo me decía que debía mantenerme serena, por mi fe. Sentí miedo particularmente el último año. Al principio estuve con una señora francesa, una suiza, luego llegó una señorita de Canadá”.
La monja de 59 años realizaba su labor humanitaria y de evangelización en el continente africano, primero en Benín y posteriormente en Mali. En diciembre de 2018 el grupo yihadista Nusrat al Islam wal Muslimin (Grupo de apoyo al islam y a los musulmanes), activo en la región del Sahel y aliado con Al Qaeda, publicó el nombre de cinco rehenes que tenía secuestrados, entre ellos la monja colombiana. En Mali actúan distintos grupos yihadistas que tienen entre sus blancos al Ejército regular y las fuerzas de la misión de la ONU (Minusma), y que recurren a secuestros para obtener fondos o liberaciones de sus miembros encarcelados.
Gloria Cecilia Narváez recordó que el momento más difícil fue cuando la separaron de las otras mujeres. Al último año de su secuestro fue particularmente difícil. “No me daban de comer, el agua era más escasa… un hombre de ellos me dio un plato de arroz y me dijo que comiera y que huyera de ese campamento porque corría mucho peligro”.
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“Era de noche, entonces bien temprano me levanté, tomé una botella de agua, miré por dónde salía el sol y empecé a caminar… avancé bastante y de repente llegó una camioneta y se bajó un hombre alto de ojos azules y me dijo: “Alza las manos, me apuntó, me pegó y me mandó de regreso al campamento”.
La hermana relata que en otra oportunidad, otro de sus captores le confesó que no le iban a dar más comida y me regaló unos tarros de piña para esconderlos; fueron varios intentos de escape, pero todos fallidos. “Otra vez llegó un señor con muchos camellos y yo le pedí que me ayudara a ir Bamako… él me señaló los camellos cargados con armas y entonces entendí que no podía ayudarme y me regresé, siempre confiada en la voluntad de Dios, nuestro Señor”.
La monja colombiana contó otro momento en el que uno de los jefes la empujaba por la espalda y cuando ella se caía y se levantaba, la volvía a empujar… repitió la acción muchas veces y luego la amarró y le dijo: “Ahí te quedas”. Pude soltar una mano para tomar agua porque el calor es muy grande y uno se deshidrata, se seca”, mencionó.
Algo con lo que le costó lidiar fue la falta de un baño; no pudo bañarse los últimos años del secuestro porque no había agua y la que le daban tenía gasolina. “Ya en los últimos días no me daban comida, solo me tiraban una tortilla, y yo la racionaba y me la comía con un poco de té; así logré sobrevivir”, cuenta.
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Narváez le reveló a Cristovisión que, por recomendación de un cardenal, piensa escribir un libro para contar todo lo vivido… desde el momento en que salió de la casa en la que fue secuestrada con una bomba al cuello, que le dejaron durante 4 días, hasta el día que llegó a la casa del presidente de Malí este año al ser liberada; el mandatario le regaló un vestido, le permitió bañarse y la envió al aeropuerto para tomar un vuelo rumbo a Roma, donde se encontró con el papa Francisco, recibió las dos dosis de la vacuna contra el coronavirus y se reencontró con su comunidad.
“Yo pensaba en todos los sufrimientos que pasa la gente cuando está secuestrada aquí mismo en Colombia, en el mundo entero, allá en Malí, cuántas personas todavía han quedado”, lamentó la monja.
“Dios hizo un milagro en mí”, concluye la religiosa.