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La lupa está sobre el embajador Armando Benedetti

No solo es innovador el restablecimiento de las relaciones con Venezuela que estaban rotas desde hacía ya tres años. También es nuevo tener un embajador que ha cumplido un cronograma atareado en sus primeros días en el cargo reuniéndose con los más altos funcionarios del gobierno venezolano y que poco ha hablado sobre los migrantes.

Daniella Monroy Argumedo*
06 de septiembre de 2022 - 11:59 p. m.
Armando Benedetti se presentó como embajador de Colombia ante el gobierno de Venezuela. Aquí con el presidente Nicolas Maduro en el Palacio de Miraflores.
Armando Benedetti se presentó como embajador de Colombia ante el gobierno de Venezuela. Aquí con el presidente Nicolas Maduro en el Palacio de Miraflores.
Foto: AFP - YURI CORTEZ
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El embajador Armando Benedetti ha dirigido de forma inusual su relación con el gobierno venezolano. Se ha mostrado cercano a los más altos mandos de Nicolás Maduro causando reacciones adversas en Colombia. Sobre todo, considerando que no hace mucho tiempo el presidente Gustavo Petro afirmaba que en Venezuela había una dictadura y ahora Benedetti dice que Maduro fue elegido democráticamente. Sin embargo, es claro que la postura pragmática del gobierno Petro es beneficiosa tanto para Colombia como para Venezuela. El retorno a la comunicación entre gobiernos sienta bases para la coordinación de temas sensibles de mutuo interés.

Desde su llegada a la embajada, Benedetti ha enfocado su atención en dos aspectos: conseguir la reapertura total de la frontera y, quizá extrañamente, el futuro de Monómeros. Se esperaba que el diálogo con Venezuela primero aspirara a velar al porvenir de los venezolanos en Colombia y de los colombianos que aún están en Venezuela (que según Benedetti son cuatro millones). Después de todo, han sido ellos los más perjudicados por el cierre de embajadas y consulados. Pero no han estado presentes en las prioridades de Benedetti.

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Por el contrario, en recientes declaraciones, el embajador dijo que estará dispuesto a hacer lo que sea necesario para detener el “supuesto éxodo” desde Venezuela, paradójicamente, en la misma semana en que la Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela (R4V) informó que el número de migrantes y refugiados venezolanos suma 6,8 millones de personas. Colombia no solo sigue siendo el principal receptor con 2,4 millones de migrantes, sino que esta diáspora es la más grande del mundo, sobrepasando la siria y la ucraniana. Los pronunciamientos de Benedetti se congracian con el gobierno venezolano mientras pasan por encima de un drama humanitario que no cesa.

Habrá que medir si poner en duda el éxodo venezolano puede entrar en conflicto con la cooperación internacional que la afirma y la reafirma recopilando las cifras de los países receptores y caracterizando a los migrantes y refugiados. De los países y organizaciones internacionales donantes han surgido la mayor parte de los recursos para atender el flujo de venezolanos en Colombia. También es oportuno evaluar qué tanto sentido tiene que la embajada cuestione la diáspora mientras, simultáneamente, la Cancillería coincide con Eduardo Stein, Representante Especial Conjunto de ACNUR y OIM para los refugiados y migrantes de Venezuela, en la necesidad de realizar una conferencia de donantes para los refugiados y migrantes venezolanos. Las posiciones de diferentes estamentos del gobierno no pueden ir en contravía.

Además, Benedetti debe cuidarse de no ser instrumentalizado por Maduro que necesita el reconocimiento internacional, única herramienta que, parcialmente, tiene (o tenía) Juan Guaidó. Nada le viene mejor que el país vecino más importante le legitime. Ojalá las fotos que reflejan una relación amistosa entre Benedetti y las figuras más destacadas del núcleo cercano de Maduro, como Diosdado Cabello o la vicepresidenta Delcy Rodríguez, no jueguen en contra de Colombia en el futuro. Una cosa es establecer un diálogo directo en pro de los intereses de Colombia, otra es desconocer que el gobierno de Venezuela es de corte autoritario, eso no se puede omitir. Colombia tiene una tradición en política exterior que cuidar en la promoción de los derechos humanos, además de que el gobierno de Gustavo Petro es un vehemente abogado de estos en la política doméstica. La defensa de esos principios aplica también en las relaciones internacionales, así se aplique una doctrina de no injerencia en asuntos internos como lo está haciendo el gobierno Petro.

*Daniella Monroy Argumedo es investigadora adscrita al Observatorio de Venezuela de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario.

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Por Daniella Monroy Argumedo*

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