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“¡Cágalo a palos (golpes)!”, gritó una voz ronca a la entrada de la cocina. Sonaba alterada.
Los cocineros ya habían abandonado su trinchera esa madrugada. En ese espacio desolado, los hornos yacían apagados a los costados. La nevera repleta de cerveza estaba cerrada. Y el único movimiento en el ambiente era el del puntito rojo que titilaba en la cámara de la cocina. Un lugar perfecto para que los ratones hicieran fiesta.
Siguieron los gritos. Tres hombres traspasaron la puerta de entrada. Lucían incómodos, contorsionados. Con los brazos ejecutando piruetas misteriosas. A paso apresurado, se dirigieron a la puerta que conectaba a la calle.
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“ !Cálmate Machu (Máximo)!”, profirió otra voz. De un tono más ligero que la anterior y con un deje de tranquilidad.
A las 4:42 a.m. del 18 de enero de 2020, los guardias de seguridad de la discoteca Le Brique sacaban arrastrando del cuello a Máximo Thomsen del bar luego de una pelea en la pista de baile. Tenían que pasar por la cocina para expulsarlo. Iban a liberar a la bestia en las calles de Villa Gesell, en la ciudad de Dolores (provincia de Buenos Aires, Argentina). Y la manada lo seguía con atención.
Thomsen forcejeaba. Cada una de sus extremidades sirvieron de ancla para que no lo remolcaran más. Sus brazos musculosos trataban de liberarse del antebrazo opresor que le estrujaba la garganta. Fue imposible. Los patovicas (celadores) eran más fuertes y grandes que él.
Justo detrás de los gorilas de seguridad iba Luciano Pertossi. Su mano derecha sostenía el celular que documentaba todo. Desde el altercado en la pista de baile, hasta la patada final que dejó inconsciente a Fernando Báez Sosa. Bajo su cuerpo de rugbier había un completo youtuber que grababa escena por escena. Pertossi grabó, segundo a segundo, las pruebas que hoy lo inculpan de “homicidio […] con alevosía y concurso premeditado”.
“Click”. Los peritos pusieron pausa al video. Un susurro se dejó oír en el Tribunal de Dolores, provincia de Buenos Aires. ¿Es casualidad que el caso del pibe golpeado hasta la muerte se desarrolle en Dolores?
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El video era uno de los tantos materiales visuales a analizar en el noveno día del juicio por la muerte de Báez Sosa. En la nueva jornada de pesquisas judiciales, los miembros de la Policía Federal Argentina le dieron rostro a todo lo que se ha hablado en las últimas dos semanas. El juicio se basó en “poner a cada cara el nombre correcto” de los acusados. Este rubio pegó una patada; este de nariz chata golpeó después; este de cuerpo macizo pateó con “más saña”, precisaron los investigadores.
***
Es asombroso lo que una cámara de baja resolución puede decir. Fotograma por fotograma, los peritos policiales Cuenca, Matticoli, Pisoli y Bruzzese analizaron todos los videos de la noche en que Fernando Báez respiró por última vez.
Los “efectivos” se tomaron su tiempo en explicar el material. “Pausa”. “Play”. “Retroceder”. Después de que el banquillo de interrogatorios hubiese dado asiento a más de 100 personas durante el juicio, los cuatro peritos permanecieron parados.
Fernando Burlando, el abogado defensor, no se resistió a intervenir. Mientras señalaba con un dedo la pantalla en el Tribunal, Burlando tiró un nuevo dardo en la audiencia.
“A partir de ahí (el fragmento de video), nace la amenaza directa de Thomsen. Lo señala (a Fernando) y lo amenaza con una seña que lo iba a degollar […] Thomsen le dijo ´te voy a matar’ y lo mató”.
“Pausa”. Este era Thomsen, el muchacho que los guardias sacaron del cuello. “Play”. Acá se ve a Benicelli atestando las patadas contra la víctima. “Stop”. El de remera (camisa) blanca le pegó con el talón a Fernando.
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La estrategia de la Fiscalía consistió en hacer “más sólidas” las pruebas contra los rugbiers.
“Está probado y se seguirá probando” que el crimen de Báez fue premeditado. Estuvo planeado, aseguró Juan Manuel Dávila, el fiscal del caso.
¿Cuánto tiempo es necesario para elaborar un plan criminal? ¿Basta con algunos segundos? ¿Fueron suficientes los “cuatro minutos” que los rugbiers esperaron a Fernando Báez en la salida para consolidar su táctica de ataque?
Los peritos proyectaron en pantalla gigante todos los videos de esa noche de enero de 2020. Cámaras de seguridad, fragmentos de video tipo selfie, material privado de las calles de Villa Gesell y uno que otro video que más que imágenes transmitía náuseas por su poca estabilidad a la hora de grabar. Su técnica se basaba en la “comparación facial” de cada uno de los imputados en los “eventos”, según dicen en su lenguaje criminalístico.
No hubo una sola mosca, una hoja de árbol o un músculo agitándose en el aire de Villa Gesell que los peritos no pudieran identificar. Las cámaras brindaron la materia prima. Y ellos sirvieron de alfareros para mostrar la maqueta final de la escena del crimen.
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Antes de que se finalizara el noveno día de juicio, Francisco Santoro recordó un capítulo “peor” en el pasado de los rugbiers. Santoro se acomodó en el espacio de los testigos. Sus brazos delgados empezaron a agitarse mientras permaneció en el interrogatorio.
“Fue en enero de 2019. La pelea empezó adentro y terminó afuera”, empezó diciendo su boca lánguida. A la salida de una fiesta, algunos de los rugbiers dejaron “hospitalizado con fractura de cadera” a alguien que los había desafiado.
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“Eran más de cuatro personas. Yo al único […] que reconozco es a Pertossi. No era humano ver lo que estaba pasando (esa noche de 2019), totalmente agresivo”.
***
En la segunda fila de los imputados, el más joven de todos se mostraba inquieto. Movía su cuerpo. Cambiaba su postura. Su rubio cabello no lograba acomodarse y se agitaba con cada brusco movimiento. Luciano Pertossi estaba intranquilo.
Con 21 años, Pertossi ya había sido señalado hace días de haber atestado uno que otro golpe al cuerpo inerte de Fernando Báez. Pero seguía movedizo. Algo no andaba bien en sus pensamientos.
“Luciano Pertossi: participa también de la golpiza”, indicó en su momento el informe policial.
“Play”. Los peritos reprodujeron un nuevo video. Una toma panorámica en cenital grabada con un celular en donde se ve a los rugbiers pateando a Tomás D´Alessandro, uno de los amigos de Fernando. Pertossi giró un poco su cara para ver bien el “material”. Su cara de pibe era evidente.
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Uno de los abogados de la defensa se encontraba haciendo preguntas. Términos jurídicos.
- “¿Quién es el sujeto identificado con el número 11 (en el video)?”
- “Es Luciano Pertossi”, contestó uno de los peritos con contundencia.
Pertossi alzó la mano. Nadie lo notó por unos instantes. Joven. Tan joven que bien podría estar terminando el bachillerato. Quizá el video lo alteró. Removió la tierra donde el menor de los rugbiers sepultó sus recuerdos.
- “Presidenta, Luciano Pertossi quiere hacer una declaración”, expuso Hugo Tomei, el abogado de los imputados. Y una a una, las cabezas del Tribunal se estremecieron por dentro. ¿No había un pacto de silencio entre los rugbiers?
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- ¿Va a declarar?, inquirió la jueza Castro.
- “No, quiero hacer una aclaración. No declarar”, contestó Pertossi.
- “Bueno. Eso es hablar”, explicó con hostilidad la jueza Castro. Y le dio la palabra.
En tres años de investigaciones y pesquisas, ninguno de los rugbiers había hablado. Para el millón de argentinos que siguen el juicio por redes sociales, los deportistas eran prácticamente mudos. Silencio. Silencio. Silencio.
Pertossi señaló la pantalla. Los murmullos arreciaban dentro del Tribunal. “Quiero aclarar que yo no estoy ahí (en el video), como están diciendo”. Nadie le conocía la voz. Solo sus acciones contra el cuerpo de Fernando.
El fiscal Dávila intentó aprovechar que el blanco de sus acusaciones estaba en bandeja de plata. Se arriesgó.
- “¿Dónde estaba usted?”
- “No le voy a contestar”, respondió hostil. Con voz de niño.
- “¿Quién es el de remera negra que está detrás del auto?”, intentó por segunda vez el fiscal.
- “No se esfuerce en hacer preguntas porque no voy a contestar”, sentenció el rugbier menor. El rugbier Jr.
Mientras todos se preguntaban qué intentaba Pertossi con esa estrategia infantil, se terminó el orden del día. Burlando, los Báez Sosa, los jueces y los acusados se mostraron confundidos. Solo faltan 18 días para saber si el destino del pibe de 21 años y los otros rugbiers se desarrollará en una celda de concreto por el resto de sus vidas, o por el contrario, habrá algún cambio en la justicia argentina en el juicio de Fernando Báez Sosa. Las audiencias se reanudarán hoy con nuevos interrogatorios periciales.
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