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Los primeros dos responsables, después de algún tiroteo en EE. UU., suelen ser los mismos: los videojuegos y las enfermedades mentales. Esta vez, en el que hubo dos tiroteos que dejaron 29 personas muertas en El Paso (Texas), el pasado fin de semana, no fue la excepción. Al presidente Donald Trump, sin embargo, se le olvidó hablar de un detalle que los políticos estadounidenses suelen pasar por alto pero que tiene que entrar en el debate: el control de las armas. La solución del mandatario es inquietante: la pena de muerte para quienes cometan estos tiroteos masivos, algo que para él es “una muerte rápida, justa y efectiva”.
Los defensores del porte de armas podrán decir que estas no matan a las personas, sino que las personas son las que matan a otras. En parte es verdad, porque en efecto se puede herir o matar a otro con casi cualquier objeto. El asunto es que las armas están diseñadas, hechas y vendidas con el único objetivo de hacerle daño a otro. Lo más grave es que el diagnóstico de Trump se focaliza en otros problemas que, si bien entran en el debate, vuelven borrosa la solución: “Debemos detener la glorificación de la violencia en nuestra sociedad. Esto incluye horripilantes y espeluznantes videojuegos que ahora son comunes”, aseguró durante su discurso sobre la matanza el día de ayer.
Videojuegos, ¿el responsable?
La retórica política del país, que antes provenía tanto del partido Republicano como del Demócrata, nos hace intuir que sí. Sin embargo, los tiroteos y las masacres se presentaban mucho antes de que existiera la tecnología suficiente como para permitirle a alguien maniobrar un personaje en una pantalla y asesinar o herir a otros. Eso no implica que los videojuegos no entren en el debate, pero sí sirve para demostrar cómo en parte esta industria ha servido para levantar una cortina de humo y desviar la atención para luchar o encubrir otros intereses.
Por otro lado, el uso de los videojuegos no es exclusivo de EE. UU. Japón, por ejemplo, que es cuna del negocio, no ha vivido ninguno de estos problemas. Según NewZoo, una compañía especializada en la investigación de estos temas, en 2016 el 60 % de la población jugaba videojuegos, pero los índices de homicidio eran mínimos en un país que prohíbe poseer, transportar o comprar armas de fuego. La comparación de cifras en este punto es abismal. The New York Times citando a GunPolicy.org, señaló que en 2014 hubo 33.000 asesinatos por armas de fuego en EE. UU, mientras que en Japón sólo hubo seis.
Además, un ensayo del profesor Henry Jenkins, de la Universidad del Sur de California, publicado en 2005 afirmó: “Los investigadores encuentran que las personas que cumplen condena por delitos violentos generalmente consumen menos medios antes de cometer sus delitos que la persona promedio en la población general. La abrumadora mayoría de los niños que juegan no cometen actos antisociales”, escribió. Esto se suma a la investigación publicada en 2015 por Pew Research Center, en la que se afirma que el 49% de los adultos estadounidenses, sin distinción de género, juegan videojuegos, por lo que no es posible corroborar que estos sean el causante de los tiroteos y de la violencia.
¿Por qué controlar las armas?
Después de EE. UU., Yemen y Suiza, donde un 25 % de los suizos tienen un arma en su hogar, Finlandia es el cuarto país del mundo con más armas en manos de la población; con solo una autorización de la policía local se puede adquirir una.
En Rusia, aunque los requisitos para tener un arma son sólo ser ciudadano ruso, no tener antecedentes penales y asistir a un curso sobre seguridad, hay restricciones respecto al tipo de arma que puede tener la población civil.
Pero en ningún otro país hay tantas armas en manos de los ciudadanos como en EE. UU.: aproximadamente 393 millones son de civiles, según un estudio de 2018 citado por The New York Times. Aquí las restricciones son mínimas y lo más grave es el tipo de armas que se pueden comprar: desde pistolas hasta fusiles de asalto, como las ametralladoras AK 47 que usaron los autores de las masacres en Texas y Ohio. En los últimos tiroteos estas armas han estado involucradas. De acuerdo con datos de la prensa estadounidense, eso ha causado que en EE. UU. haya 11 veces más tiroteos masivos que en cualquier otro país desarrollado.
Hasta este domingo, según Gun National Archive van 251 tiroteos en EE. UU. (más de uno por día). En países donde se ha implementado un control de armas, como Australia y Alemania, hubo un descenso de homicidios con armas de fuego. Después de dos tiroteos en Alemania (2002 y 2009) se impusieron duras restricciones a su adquisición -ser mayores de 25 años, examen psiquiátrico y tramitar una licencia-. Los homicidios se redujeron a la mitad.
En Australia, tras la masacre de Port Arthur en 1996, se prohibió la venta de armas semiautomáticas y rifles de asalto. No se ha presentado un tiroteo masivo desde entonces.
Trump: “Un problema de salud mental”
El presidente de EE. UU. asegura que el problema es una cuestión de locos; es decir, de casos mentales aislados. “Debemos reconocer que internet ha proporcionado una vía peligrosa para radicalizar las mentes perturbadas y realizar actos dementes”, afirmó ayer. La única beneficiada de todo esto termina siendo la Asociación Nacional de Rifle (NRA), que en pocas palabras nació para “promover y fomentar el tiro con rifle sobre una base científica”, todo bajo la segunda enmienda del país.
Sin embargo, los análisis del FBI sostienen una teoría diferente a la del mandatario, pues, según sus estudios, sólo el 25 % de los atacantes han tenido un diagnóstico de problemas de salud mental. Además, típicamente no son individuos que viven aislados.
Michael Stone, un psiquiatra forense citado por el diario The New York Times, indicó que la mitad de los 200 asesinos en masa que él ha estudiado no mostraba evidencias claras de problemas mentales antes de los ataques, y que aproximadamente uno de cada cuatro mostraba indicios de depresión o psicopatía.
El tema es preocupante, sobretodo por lo que piensan los estadounidenses. Una encuesta de The Washington Post y ABC News en 2015 encontró que el 63 % del país opinaba que los problemas de salud mental eran la principal causa de las masacres; mientras que sólo el 23 % señalaba a la falta de regulación sobre el control de armas. “Esta encuesta promovió un estereotipo engañoso sobre una amplia población de estadounidenses al presentar una falsa disputa entre salud mental y política de armas. Cualquier solución implica profundamente a ambos aspectos, y mucho más”, opinó en su momento Mark Follman, editor del portal de noticias Mother Jones.