Gálvez: la ingeniera de raíces indígenas que será candidata opositora en México
Gálvez, de 60 años, quien pretende ser la primera presidenta en la historia de México, ha sido señalado por López Obrador como la “candidata de la mafia del poder”.
De lenguaje coloquial y estilo desenfadado, Xóchitl Gálvez, una ingeniera de origen indígena, es la candidata de la principal alianza opositora en México para la elección presidencial de junio de 2024, que se perfila como un duelo entre mujeres.
Gálvez, de 60 años, pretende ser la primera presidenta en la historia de México, lo mismo que su potencial rival de izquierda, la exalcaldesa de la capital Claudia Sheinbaum, favorita de la contienda interna del oficialismo.
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Hace pocos meses, esta senadora del PAN (derecha liberal) se perfilaba como aspirante al gobierno de Ciudad de México. Una afrenta cambió el rumbo de sus ambiciones: decidió lanzarse para la “grande” tras ser rechazada del palacio presidencial en junio.
Gálvez quería responder en persona a acusaciones del presidente Andrés Manuel López Obrador, que se lanza cada mañana contra sus opositores.
“¡Voy a ser la próxima presidenta de México!”, proclamó Gálvez dos semanas después al anunciar su precandidatura presidencial por el denominado Frente Amplio por México, integrado por el PAN, el PRI (centro) y el PRD (izquierda).
Su irrupción y perfil personal desacomodan al oficialismo, que pretende representar y defender a los más pobres del país, entre ellos las comunidades indígenas.
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Historia de éxito
Gálvez nació en el central estado de Hidalgo, hija de un indígena otomí y una madre mestiza. Su infancia estuvo marcada por la violencia intrafamiliar y la pobreza, que la obligó de niña a vender gelatinas para poder acudir a la escuela.
Llegó a vivir en un cuarto de azotea en la capital para estudiar ingeniería informática en la estatal Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Se especializó en robótica, inteligencia artificial y sustentabilidad para luego lanzar una exitosa firma dedicada al desarrollo de edificios inteligentes.
El periódico Financial Times le dedicó en julio un largo perfil, retratándola como una “self made woman” (mujer hecha a sí misma).
En 2003, llegó a la política invitada por el entonces presidente Vicente Fox de Partido de acción nacional (PAN, liberal conservador) para ser comisionada nacional para el desarrollo de los pueblos indígenas.
Pese a su cercanía al PAN, primera fuerza opositora, no tiene militancia partidista y llegó al Senado como candidata del PRD.
López Obrador ha señalado a Gálvez como la “candidata de la mafia del poder”, impulsada por los partidos tradicionales y empresarios que anhelan recuperar los “privilegios” que, afirma, gozaron en gobiernos anteriores, antes de su elección en el 2018.
Los ataques de López Obrador hacia Gálvez forzaron la intervención de la autoridad electoral para detenerlo.
“Nadie me controla, ni mi marido”, respondió la candidata que ha acusado además al presidente de violencia política de género.
De tez clara, ojos expresivos y sonrisa frecuente, Gálvez viste habitualmente huipiles, blusas de manta bordada o rebozos, todas prendas de tradición indígena.
“Orgullosamente, las raíces de mi árbol son ancestrales”, escribió en un mensaje en la red social X (antes Twitter) para responder a sus detractores que la acusan de utilizar sus orígenes para ganar espacios en la política.
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Combatir la violencia “con ovarios”
Entre sus dotes están sus habilidades para comunicar con un lenguaje informal, franco y salpicado de palabrotas que desatan sonrisas. Además suele desplazarse por la ciudad en bicicleta.
“No quiero rateros, ni huevones (flojos), ni pendejos”, ha dicho Gálvez sobre lo que busca en sus colaboradores. A la inseguridad que golpea a México, promete combatirla con “ovarios”.
Para Luis Estrada, director general de la consultora política Spin, la respuesta “enfurecida” de López Obrador ante la candidatura de Gálvez tuvo un “resultado contraproducente”.
La candidata terminó acaparando la agenda mediática y desnudó la inquietud del mandatario ante el avance de la oposición, que antes no contaba con una figura convincente de cara a la elección del 2 de junio de 2024, explica.
Gálvez es “carismática, fresca y espontánea” y representa “lo menos viciado” de la oposición, opina por su parte el analista Hernán Gómez Bruera. Sin embargo, le augura poco éxito ante su potencial rival oficialista Claudia Sheinbaum.
Según encuestas publicadas esta semana por los diarios Reforma y El Financiero, Sheinbaum encabeza las preferencias con 46 % de la intención de voto, mientras Gálvez aparece con 31 % y 37 %, respectivamente, en esos sondeos.
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De lenguaje coloquial y estilo desenfadado, Xóchitl Gálvez, una ingeniera de origen indígena, es la candidata de la principal alianza opositora en México para la elección presidencial de junio de 2024, que se perfila como un duelo entre mujeres.
Gálvez, de 60 años, pretende ser la primera presidenta en la historia de México, lo mismo que su potencial rival de izquierda, la exalcaldesa de la capital Claudia Sheinbaum, favorita de la contienda interna del oficialismo.
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Hace pocos meses, esta senadora del PAN (derecha liberal) se perfilaba como aspirante al gobierno de Ciudad de México. Una afrenta cambió el rumbo de sus ambiciones: decidió lanzarse para la “grande” tras ser rechazada del palacio presidencial en junio.
Gálvez quería responder en persona a acusaciones del presidente Andrés Manuel López Obrador, que se lanza cada mañana contra sus opositores.
“¡Voy a ser la próxima presidenta de México!”, proclamó Gálvez dos semanas después al anunciar su precandidatura presidencial por el denominado Frente Amplio por México, integrado por el PAN, el PRI (centro) y el PRD (izquierda).
Su irrupción y perfil personal desacomodan al oficialismo, que pretende representar y defender a los más pobres del país, entre ellos las comunidades indígenas.
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Historia de éxito
Gálvez nació en el central estado de Hidalgo, hija de un indígena otomí y una madre mestiza. Su infancia estuvo marcada por la violencia intrafamiliar y la pobreza, que la obligó de niña a vender gelatinas para poder acudir a la escuela.
Llegó a vivir en un cuarto de azotea en la capital para estudiar ingeniería informática en la estatal Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Se especializó en robótica, inteligencia artificial y sustentabilidad para luego lanzar una exitosa firma dedicada al desarrollo de edificios inteligentes.
El periódico Financial Times le dedicó en julio un largo perfil, retratándola como una “self made woman” (mujer hecha a sí misma).
En 2003, llegó a la política invitada por el entonces presidente Vicente Fox de Partido de acción nacional (PAN, liberal conservador) para ser comisionada nacional para el desarrollo de los pueblos indígenas.
Pese a su cercanía al PAN, primera fuerza opositora, no tiene militancia partidista y llegó al Senado como candidata del PRD.
López Obrador ha señalado a Gálvez como la “candidata de la mafia del poder”, impulsada por los partidos tradicionales y empresarios que anhelan recuperar los “privilegios” que, afirma, gozaron en gobiernos anteriores, antes de su elección en el 2018.
Los ataques de López Obrador hacia Gálvez forzaron la intervención de la autoridad electoral para detenerlo.
“Nadie me controla, ni mi marido”, respondió la candidata que ha acusado además al presidente de violencia política de género.
De tez clara, ojos expresivos y sonrisa frecuente, Gálvez viste habitualmente huipiles, blusas de manta bordada o rebozos, todas prendas de tradición indígena.
“Orgullosamente, las raíces de mi árbol son ancestrales”, escribió en un mensaje en la red social X (antes Twitter) para responder a sus detractores que la acusan de utilizar sus orígenes para ganar espacios en la política.
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Entre sus dotes están sus habilidades para comunicar con un lenguaje informal, franco y salpicado de palabrotas que desatan sonrisas. Además suele desplazarse por la ciudad en bicicleta.
“No quiero rateros, ni huevones (flojos), ni pendejos”, ha dicho Gálvez sobre lo que busca en sus colaboradores. A la inseguridad que golpea a México, promete combatirla con “ovarios”.
Para Luis Estrada, director general de la consultora política Spin, la respuesta “enfurecida” de López Obrador ante la candidatura de Gálvez tuvo un “resultado contraproducente”.
La candidata terminó acaparando la agenda mediática y desnudó la inquietud del mandatario ante el avance de la oposición, que antes no contaba con una figura convincente de cara a la elección del 2 de junio de 2024, explica.
Gálvez es “carismática, fresca y espontánea” y representa “lo menos viciado” de la oposición, opina por su parte el analista Hernán Gómez Bruera. Sin embargo, le augura poco éxito ante su potencial rival oficialista Claudia Sheinbaum.
Según encuestas publicadas esta semana por los diarios Reforma y El Financiero, Sheinbaum encabeza las preferencias con 46 % de la intención de voto, mientras Gálvez aparece con 31 % y 37 %, respectivamente, en esos sondeos.
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