Análisis de Rodrigo Pardo: ¿El fin de la guerra contra las drogas?
Las iniciativas del presidente Gustavo Petro, y la resonancia que estas generan en México y Estados Unidos, pueden ser un giro para esta historia de medio siglo.
Rodrigo Pardo @RPardoGP / Especial para El Espectador
El fin de la guerra contra las drogas está en juego en las próximas elecciones presidenciales en Estados Unidos, a celebrarse el 5 de noviembre de 2024. De ganar la opción demócrata, probablemente en cabeza de Joe Biden, habrá espacio político para que se consolide un debate que viene dando puntadas y resuena en Colombia: qué hacer con la lucha contra las drogas. (Recomendamos otros análisis de Rodrigo Pardo).
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El fin de la guerra contra las drogas está en juego en las próximas elecciones presidenciales en Estados Unidos, a celebrarse el 5 de noviembre de 2024. De ganar la opción demócrata, probablemente en cabeza de Joe Biden, habrá espacio político para que se consolide un debate que viene dando puntadas y resuena en Colombia: qué hacer con la lucha contra las drogas. (Recomendamos otros análisis de Rodrigo Pardo).
Por ahora no sabemos qué vino primero: si una política liberal basada en criterios de salud o una reacción de contingencia ante el fracaso de una política cada vez más anacrónica. En cualquiera de los casos, la guerra contra las drogas ha empezado una desescalada. Se incrementan las incautaciones, pero aumenta la producción. El consumo es cada vez mayor, pero sobre todo y más importante: es mejor tolerado, cultural, judicial y sanitariamente. Hoy las drogas legales -como el fentanilo- son las que más daño hacen y presionan a los sistemas de salud pública. La guerra contra las drogas se mordió la cola.
La realidad se ha modificado hasta el punto de que los grandes actores se han visto obligados a revisar sus discursos y propuestas sobre el tema. La gran pregunta ha dejado de ser quién combate o quién es tolerante con el consumo y la comercialización de las drogas, y más bien la prioridad del momento se dirige hacia quién entiende mejor la nueva realidad y dónde están los verdaderos desafíos.
Y preguntas relevantes: ¿los países que fueron “claves” en el pasado, como Colombia y Afganistán, lo seguirán siendo? ¿Se modificarán, por ejemplo, las percepciones sobre cuáles son los centros de la producción que hay que combatir? El asunto de la drogadicción en Estados Unidos se ha modificado, aunque el problema de fondo -las epidemias de obesidad, depresión y cáncer- está más vivo que nunca. Y el mercado de las drogas se ha alterado, aunque con el vigente impacto sobre las economías y la política, que en países como Colombia siguen parcialmente financiados por el tráfico de drogas.
Y mientras se han dado todos estos cambios en el consumo, la sanción y el mercado, en el país históricamente más afectado, Colombia, gobierna un exguerrillero y economista que propone, abiertamente, un cambio. Y ahora, parece, que ha logrado sumar a actores claves como AMLO en México.
Un eje Biden-AMLO-Petro en función de un cambio en el discurso de las drogas implica, necesariamente, un sacudón inédito para este debate.
Es llamativo, por cierto, que las palabras tan tajantes, justicieras y grandilocuentes de Petro sobre el cambio no generen un rechazo abrumador en Estados Unidos. Hace apenas unos años hablar así en el escenario internacional era impensable.
¿Se está haciendo más sofisticada la aproximación al problema? ¿Por parte de quién? ¿Hay en el mundo un espacio adecuado para repensar -y replantear- la guerra contra las drogas? ¿O fue más bien que el problema cambió, y las políticas tuvieron que redireccionarse?
Quizá lo único que en verdad existe es una posibilidad de actualizar el concepto de “guerra”, que desde un principio -lo decimos desde hoy, basados en hechos- ha sido equivocado y ha generado tantas víctimas. Empezando por los consumidores, que acudieron solos -sin Estados, sin salud pública- a la terrible y solitaria vía de la adicción.
Cambios en la manera como se enfrenta el problema implicarían una liberación parcial de la enorme responsabilidad que se le ha atribuido a Colombia y, en consecuencia, una apertura de nuevos caminos hacia la cooperación internacional en términos de salud, seguridad y justicia.
A Petro se le notan las ganas de modificar las políticas y estrategias fracasadas. Parece en serio. Y parece haberse dado cuenta de que no lo puede hacer solo. El ambiente electoral en México y Estados Unidos genera espacios inéditos, en una coyuntura inédita, cuando las crisis de salud pública generan más muertos que las guerras. Huele a detente.
* Periodista y exministro de Relaciones Exteriores de Colombia.