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Análisis: Los discursos sobre la guerra

De cómo el gobierno de Donald Trump tiene su cuota enorme de responsabilidad en lo que está ocurriendo en Ucrania y las movidas de Putin para reconquistar los territorios perdidos de la antigua Unión Soviética.

Carlos Alberto Patiño Villa*, especial para El Espectador
11 de marzo de 2022 - 03:53 p. m.
Protestas en Pretoria, Suráfrica, contra la invasión rusa a Ucrania, cuyas justificaciones resultan deleznables. EFE/EPA/KIM LUDBROOK
Protestas en Pretoria, Suráfrica, contra la invasión rusa a Ucrania, cuyas justificaciones resultan deleznables. EFE/EPA/KIM LUDBROOK
Foto: EFE - KIM LUDBROOK

El 24 de febrero de este año, Vladimir Putin hizo una declaración de guerra contra Ucrania, hasta entonces un Estado soberano e independiente que intentaba actuar en correspondencia, bajo la etiqueta inexacta y ambigua de “operaciones especiales”. El gobierno ruso se ha negado a utilizar las palabras “guerra” e “invasión”, que describen con precisión lo que se está ejecutando actualmente sobre el territorio ucraniano, al punto tal que ha llegado a prohibir que los medios de comunicación rusos utilicen dichas palabras; al mismo tiempo, ha reprimido contundentemente las manifestaciones que se han sucedido en algunas ciudades rusas contra la guerra, siendo símbolo de dichas manifestaciones y de las represiones policiales Elena Osipova, una pintora rusa sobreviviente de la Segunda Guerra Mundial.

El gobierno de Putin se preparó para esta guerra de diversas formas, tomando nota de las lecciones militares obtenidas en la guerra contra Georgia en 2008, en Crimea contra Ucrania en 2014, en la larga intervención en Siria y en otras operaciones militares en las que considera que sus fuerzas han salido exitosas, con desarrollos armamentísticos serios y con posibilidades de crear impactos reales. La operación sobre Ucrania inició la ubicación de tropas para el combate desde el mes de abril en territorio ruso, y luego de aprovechar para sus fines la salida que logró consolidar a la crisis de las elecciones bielorrusas de 2020, Putin fue desplegando tropas rusas en Bielorrusia, que tenían un triple propósito: disuadía cualquier situación interior importante que amenazara el gobierno de Aleksander Lukashenko; creaba ejercicios militares con las tropas bielorrusas que servían de mensaje a la OTAN y los Estados occidentales, y especialmente a las exrepúblicas soviéticas de Letonia, Estonia, y Lituania; y, finalmente, concentraba tropas que también entrarían en combate sobre Ucrania.

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El otro cuidado que ha tenido Putin, más allá de los reveses que los analistas occidentales, civiles y militares creen identificar, es que acumuló una capacidad financiera seria para soportar las sanciones económicas, que superaba los 618.000 millones de dólares a inicios de febrero. Adicionalmente, había establecido acuerdos comerciales y estratégicos con la República Popular de China, lo que le asegura a Rusia un mercado para la venta de gas y petróleo, para los que el mercado europeo previsiblemente se cerraría en el marco de las sanciones económicas disuasorias como respuesta a la iniciativa bélica contra Ucrania.

En este contexto han surgido diversas argumentaciones a favor o en contra de la guerra iniciada por Putin e, incluso, argumentaciones para indicar cómo se debería actuar de forma exitosa contra las capacidades y las acciones militares rusas.

Hay quienes aseguran, en la misma línea del relato del Kremlin, que esta es una guerra legítima, pues la responsabilidad de la misma está en la OTAN que es, según ellos, el motivador final de este conflicto y que, en consecuencia, Rusia hace una guerra defensiva. Esta explicación se basa en las versiones de revisionismo histórico y de reclamos territoriales y culturales que hacen Putin y su élite y que sostienen que Ucrania siempre ha sido parte de Rusia. Algo que solo es cierto desde 1709, cuando Pedro El Grande la conquistó sin que ello implicara la desaparición de una identidad cultural y política ucraniana. En este revisionismo también se plantea que no existe una identidad o una nación ucraniana, lo que equivaldría a decir ni más ni menos que los ucranianos no son ucranianos sino rusos. Esta perspectiva es la que le permite sostener a Putin que las independencias de 1992, producto de la implosión soviética en 1991, son ilegales e ilegítimas.

Quienes se apegan a este argumento confunden dos aspectos: el reclamo histórico y territorial de la idea que Rusia tiene de su espacio y de la estructura y capacidad real de su Estado y la existencia de Estados independientes y soberanos que, siendo reconocidos por la comunidad internacional y miembros de los organismos internacionales, pueden tomar decisiones autónomas. En este punto es importante indicar que los acuerdos firmados con los soviéticos no pueden ser conducentes a los Estados que surgieron posteriormente. La inexistencia de la URSS deja sin efecto acuerdos sobre territorios en donde surgieron Estados soberanos.

(También puede leer: ¿Una guerra mal planificada? La lista de errores de Putin)

Dejando claro que no se puede confundir un reclamo histórico con la violación de la soberanía de un Estado es evidente que la guerra en Ucrania, desde el 24 de febrero, es una guerra imperialista porque en última instancia busca establecer conquistas y controles territoriales que sean incontestados por un Estado que ya, de facto, deja de ser soberano, si es que aún puede seguir en pie después de la invasión y la destrucción de la mayoría de sus grandes ciudades y la pérdida definitiva de la península de Crimea. La pérdida de soberanía queda clara con el hecho de que la guerra, clásica en su estrategia y táctica militar, solo pueda ser resuelta por una negociación en la que Ucrania, o lo que quede de ella, se comprometa a no tener iniciativas internacionales que resulten no aceptables desde la perspectiva de Moscú.

Es de anotar que detrás de este discurso se esconde la justificación para violar el principio de no agresión contra otro Estado, sin provocación militar alguna, algo que es fundamental en el derecho internacional.

El “aporte” de Trump

El otro discurso alrededor de esta guerra es el protagonizado por el expresidente de Estados Unidos Donald Trump, quien ha afirmado que esta guerra no hubiese sucedido bajo su mandato y, además, ha llegado a proponer insólitamente una extraña táctica militar que implicaría que aviones norteamericanos, con bandera de la República Popular de China, bombardearan a las tropas rusas y que, luego, negaran el hecho para decir que la responsabilidad era de los chinos. Un absurdo por donde se le mire. Se trata del mismo señor que hasta hace 14 meses despachaba desde la Casa Blanca.

La realidad es que esta guerra tiene también su origen en hechos efectuados por los Estados occidentales, de los que los estrategas rusos tomaron atenta nota. El primero es el debilitamiento estratégico que hizo Trump sobre la OTAN desde el inicio de su mandato, impidiendo una renovación militar de fondo, rompiendo los canales de diálogo y tomando decisiones confusas sobre el despliegue de tropas en Alemania, Polonia o los países bálticos. De hecho, la mala relación de Trump con Angela Merkel tuvo un efecto directo sobre las decisiones que se pudieran tomar en el seno de la OTAN, además de la presión que el mismo Trump ejerció en contra de la Unión Europea, visible en el apoyo explícito a los líderes del Brexit.

(Puede ser de su interés: ¿Todo por el petróleo? Las dudas sobre la diplomacia de Joe Biden)

Pero hay todavía un segundo hecho que despejó el camino de la guerra y es que en 2019 Trump retuvo la ayuda militar de 400 millones de dólares a Ucrania, que iban destinados para la compra de equipo militar de defensa estratégica y no solo para la adquisición de suministros de infantería que se había acordado. La razón de Trump para actuar de esta manera fue presionar al presidente Volodimir Zelensky para que iniciara una investigación contra Joe Biden por corrupción, sin tener pruebas concretas, pero buscando que el demócrata quedara por fuera de la competencia presidencial para el 2020. Este embrollo en la ayuda militar tuvo un papel clave en la incapacidad de defensa a gran escala que tenía Ucrania y que ha quedado visible desde el inicio de la guerra. Queda claro que Trump tiene su cuota de responsabilidad en esto que ocurre.

La tercera condición que se puede indicar que permitió que la guerra se ejecutara está en el hecho de que los países occidentales firmantes del memorándum de Budapest, por el cual Ucrania ingresaba al Tratado de No Proliferación Nuclear, no aportaron las tropas prometidas para defender a Ucrania y, en consecuencia, Rusia rompió dicho memorándum desde el inicio de las acciones bélicas y los otros dos firmantes, Bielorrusia y Kazajistán, son Estados de la órbita rusa.

En síntesis, la realidad es que Ucrania se ha quedado sola en su defensa, que los acuerdos internacionales no han tenido la fuerza que se esperaba y que los occidentales no se atreven a actuar dado que Putin ha elevado, de forma creíble, el fantasma de las armas nucleares y podría utilizar en principio las armas nucleares tácticas contra las ciudades ucranianas que se resistan a la toma. Las conversaciones de paz no son tal y Ucrania muy posiblemente dejará de ser un Estado soberano mientras sus ciudadanos sufren la más terrible guerra que se ha presentado en Europa desde hace 80 años. Y, de nuevo, aquí se están cometiendo crímenes contra la humanidad que ya están siendo investigados tanto por el Tribunal Penal Internacional como por la Corte Internacional de Justicia, en esta última con demanda especial de Kiev, una vez iniciada la guerra.

* Profesor titular de la Universidad Nacional

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Por Carlos Alberto Patiño Villa*, especial para El Espectador

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Mario(97966)12 de marzo de 2022 - 06:36 p. m.
Según Gustavo, quien escribe abajo, el hecho de que no hayan investigado crímenes en Irak le da el derecho a Putin de realizar un genocidio, matando a millares de personas y destruyendo pueblos y ciudades enteras. Pues no: eso es ceguera y fanatismo. Ningún derecho tiene putin de definir el futuro de un país que no es el suyo.
gerardo(j2dz1)11 de marzo de 2022 - 06:25 p. m.
Aquí no se sabe quien es más culpable, todos lo son , en el medio el petróleo y el fascismo de Trump y Puton
Daniel(l34tn)11 de marzo de 2022 - 05:38 p. m.
Trump como siempre metido el los más graves errores por su absurdo ego.
Hernando(19876)11 de marzo de 2022 - 05:34 p. m.
Como régulo el análisis. Algo sesgadito también. Falta un poco mas de lecturas.
gustavo(6016)11 de marzo de 2022 - 04:55 p. m.
Quien investigo los crímenes de guerra contra el pueblo Iraqui?
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