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Torre de Tokio: arte y harina 


Columna para acercar a los hispanohablantes a la cultura japonesa.

Gonzalo Robledo * @RobledoEnJapon / Especial para El Espectador, Tokio
22 de septiembre de 2024 - 02:00 a. m.
Adorno móvil en la entrada del Museo del Ramen de Yokohama.
Adorno móvil en la entrada del Museo del Ramen de Yokohama.
Foto: Gonzalo Robledo

El miedo norteamericano a la expansión del comunismo soviético, a mediados del siglo pasado, sería la principal causa del auge de un movimiento artístico japonés llamado Gutai y habría propiciado la gran popularidad del ramen, sopa china de fideos con carne de cerdo. Corrían los tiempos de la Guerra Fría y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) enviaba a quien los quisiera recibir libros, revistas y folletos ilustrados con pinturas de un ensoñador mundo utópico donde no existía la desigualdad. (Recomendamos más columnas de Gonzalo Robledo sobre Japón).

En un estilo colorido, optimista y regido por un estricto código de ideales marxistas, los personajes, casi siempre obreros o campesinos subidos en modernos tractores, miraban al cielo con el semblante inocente de quien desconoce la lucha de clases.

La tendencia artística, llamada realismo socialista, fue vista con interés por jóvenes japoneses que abrazaban las ideas políticas de izquierda motivados por la apertura democrática propiciada por Estados Unidos tras ocupar Japón después de ganar la Segunda Guerra Mundial.

Al darse cuenta de la indeseada consecuencia de su política de libertad de pensamiento, Washington ordenó contrarrestar el realismo socialista con una medida ya implantada en los círculos artísticos americanos: apoyar el arte abstracto.

Algunos historiadores aseguran que la norteamericana Agencia Central de Inteligencia (CIA por sus siglas en inglés) promovió el movimiento Gutai, grupo de vanguardistas japoneses que pintaban, literalmente, con los pies, con el fin de situar a Japón en la órbita cultural occidental y distanciarlo del bloque comunista.

A través de organizaciones fachada como el Congreso para la Libertad Cultural, la CIA apoyó exposiciones en Estados Unidos y Europa que contribuyeron a fortalecer el rompedor movimiento. También facilitaron el auge del ramen. Con Japón destruido por los bombardeos norteamericanos y sin infraestructura agrícola, la hambruna amenazaba a la población.

EE. UU., preocupado por las supuestas simpatías comunistas que producen los estómagos vacíos, empezó a enviar a Japón harina de trigo como ayuda humanitaria.

Más afines a la comida china que al pan, los japoneses convirtieron la harina donada en fideos; el ramen se popularizó y pasó a ser lo que para Estados Unidos es la hamburguesa: una barata inyección de calorías con sal y grasa. El ramen, hecho con ingredientes proporcionados por EE. UU., habría sido fundamental para paliar el hambre en Japón y estabilizar el país socialmente. Como todas las historias que tienen detrás a la CIA, ambos relatos son difíciles de confirmar a cabalidad.

Solo cabe agradecer que el pánico al comunismo originó no solo un arte que se adelantó a muchos conceptos estéticos posteriores en el mundo, sino también un plato popular y suculento que cada mediodía genera largas colas en los barrios céntricos de Japón.

*Periodista y documentalista colombiano radicado en Japón.

Por Gonzalo Robledo * @RobledoEnJapon / Especial para El Espectador, Tokio

 

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