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Torre de Tokio: negociación militar


Columna para acercar a los hispanohablantes a la cultura japonesa.

Gonzalo Robledo * @RobledoEnJapon / Especial para El Espectador, Tokio
05 de enero de 2025 - 02:00 a. m.
Entrada para un recorrido turístico por la base naval de Yokosuka, al sur de Tokio, donde se puede ver el crucero estadounidense de misiles guiados USS Robert Smalls (CG 62).
Entrada para un recorrido turístico por la base naval de Yokosuka, al sur de Tokio, donde se puede ver el crucero estadounidense de misiles guiados USS Robert Smalls (CG 62).
Foto: Gonzalo Robledo
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La tensión generalizada por el regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos ha llegado a Japón, donde políticos y empresarios anticipan un efecto revulsivo en el intercambio comercial y, sobre todo, en el tema de la defensa. (Lea aquí más columnas de Gonzalo Robledo sobre Japón).

El actual primer ministro japonés, Shigeru Ishiba, aludió hace años a la técnica negociadora del temperamental empresario y expresentador de concursos televisivos neoyorquino con una incisiva descripción: “Provoca en su contraparte ansiedad y tensión, y lo desestabiliza psicológicamente antes de empezar a negociar”.

Conocido por su poca tolerancia para la charla espontánea y su afición a armar miniaturas de plástico de tanques y portaviones, Ishiba deberá negociar con Trump el alambicado tema de la seguridad de su país. Japón aloja más de 55 mil soldados norteamericanos destacados en 15 bases distribuidas en todo el archipiélago, según cifras del ministerio de Exteriores nipón de 2019.

En ese mismo año, Tokio contribuyó con más de dos mil millones de dólares para pagar servicios y personal no militar en las bases estadounidenses, según el diario Asahi.

La masiva presencia militar americana en Japón se inició poco después de la Segunda Guerra Mundial con la idea de disuadir posibles ataques provenientes de sus tres vecinos comunistas, China, Rusia y Corea del Norte.

Además de desmantelar el Ejército y la Armada Imperial nipona, Estados Unidos impuso una Constitución pacifista que anuló la capacidad bélica de Japón, un país que nunca en su historia había sido invadido por milicias extranjeras.

El actual Ejército japonés es técnicamente una fuerza paramilitar (se denomina Fuerzas de Autodefensa), y en teoría no puede combatir fuera del archipiélago.

Por eso muchos políticos en Washington argumentan que la defensa nipona recae de forma injusta en los contribuyentes norteamericanos y hablan de un “free ride” (viajar de gorra).

Trump suscribe ese argumento y en su primer gobierno pidió aumentar (algunos dicen que hasta el triple), la cantidad que Japón paga por el escudo militar estadounidense.

El corresponsal en Tokio de la revista The Diplomat, Kosuke Takahashi, recordó en un artículo reciente que en Washington se maneja el concepto “la tiranía de la distancia”. Se refiere al desafío logístico que implica la enorme separación entre Estados Unidos y zonas clave para la geopolítica actual, como el este de Asia.

Para ilustrar el ahorro y las ventajas de tener bases en Japón, Takahashi cita los 14 millones de dólares que cuesta enviar un solo portaviones desde California, y los otros 14 del viaje de vuelta.

El primer ministro Ishiba, que por su confesa afición a armar juguetes bélicos sabe cuántos misiles lleva un portaviones, puede empezar a hacer cálculos para su reunión con Trump.

* Periodista y documentalista colombiano radicado en Japón.

Por Gonzalo Robledo * @RobledoEnJapon / Especial para El Espectador, Tokio

 

Melmalo(21794)05 de enero de 2025 - 06:47 p. m.
Otro complejo pulso que se avecina.
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