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Torre de Tokio: obediencia inculcada

Columna para acercar a los hispanohablantes a la cultura japonesa.

Gonzalo Robledo * @RobledoEnJapon / Especial para El Espectador, Tokio
28 de julio de 2024 - 02:00 a. m.
Carteles de la policía de Tokio con delincuentes buscados. En Japón está vigente la pena de muerte.
Carteles de la policía de Tokio con delincuentes buscados. En Japón está vigente la pena de muerte.
Foto: Gonzalo Robledo

Al hablar de la métrica minimalista de la poesía haiku, que exige versos de 5-7-5 sílabas, el director de una asociación de poetas en Tokio me comentó el gran apego a las reglas de la sociedad japonesa y mencionó la dictadura militar hereditaria que gobernó este archipiélago entre los siglos XVII y XIX. (Recomendamos más columnas de Gonzalo Robledo sobre Japón).

“A los japoneses nos gusta que nos indiquen lo que hay que hacer”, afirmó, y pasó a explicarme cómo una gran cantidad de creadores de haiku acatan el número preciso de sílabas y recurren a exhaustivos glosarios con palabras fijas para cada estación, como cerezos florecidos en primavera o cigarras en verano.

En vez de interrumpir o limitar el flujo creativo, la abundancia de normas estimula al creador nipón que agradece los preceptos como si fueran las piedras de un río que le permiten planear la travesía y sortear con éxito la corriente rauda y caudalosa.

Mientras en muchas culturas occidentales las órdenes, las reglas, los preceptos, las recomendaciones y los avisos son considerados un agobio (e incluso un ataque a las libertades individuales), en Japón contribuyen al sosiego de la población.

Muchas instituciones y empresas diseñan bandas sonoras que suenan en bucle y acompañan a los residentes de grandes ciudades como Tokio en estaciones de metro, colegios o estadios.

Se hacen advertencias mundanas, como no olvidar objetos personales, y se recuerda que en días de lluvia aumenta el número de paraguas dejados atrás.

Pero también se indica la mecánica precisa de un evento multitudinario, la duración, las pausas, las salidas de emergencia y cualquier otra información que implique importantes medidas de seguridad en caso de desastre.

Aunque el espectáculo haya tenido ataques de euforia o bailes desenfrenados, cuando suenan las órdenes para salir por turnos todos obedecen y a nadie se le ocurre rechistar.

La mención que hace mi interlocutor de las dictaduras históricas, personificadas en la figura del generalísimo que conocemos como shogún, me hace pensar en los castigos que forjaron la obediencia japonesa.

Además de la flagelación para escarmentar a quien peleaba o robaba, se llegaron a mutilar narices u orejas.

Como el miedo es la mejor forma de inculcar el orden, un shogún decidió cambiar los azotes por la irreversible medida de decapitar al infractor. Hoy día sigue vigente la pena de muerte, pero se aplica con la horca.

Obedecer al pie de la letra rinde sus frutos en casos como la supervivencia de los pasajeros del avión accidentado en el aeropuerto de Tokio el segundo día de este año, en el que 367 pasajeros esperaron órdenes, las acataron y se salvaron junto a la tripulación mientras la nave ardía y se calentaba como una sartén.

* Periodista y documentalista colombiano radicado en Japón.

Por Gonzalo Robledo * @RobledoEnJapon / Especial para El Espectador, Tokio

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Nelson(11961)28 de julio de 2024 - 02:13 p. m.
Y mientras, niños y adolescentes suicidándose (en toda sociedad hay suicidio, pero en Japón es un problema de gran dimensión)
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