Torre de Tokio: retórica adictiva
Columna para acercar a los hispanohablantes a la cultura japonesa.
Gonzalo Robledo * @RobledoEnJapon / Especial para El Espectador, Tokio
Un concurso de oratoria para adolescentes y universitarios hispanohablantes convocado por la Embajada de Perú en Tokio, al cual fui invitado como jurado, me confirmó que la retórica pomposa y persuasiva de los políticos latinoamericanos sobrevive como legado gracias a internet. (Recomendamos más columnas de Gonzalo Robledo sobre Japón).
Como el concurso celebraba los 150 años del establecimiento de relaciones diplomáticas entre Perú y Japón, los participantes podían elegir entre dos contenidos: tema libre o Perú y yo.
Frente al público de invitados japoneses, peruanos, cubanos, dominicanos, colombianos y españoles, aparecieron las primeras concursantes: tres estudiantes japonesas que pronunciaron sendos discursos.
Una de ellas contó, en perfecto español, cómo la búsqueda de alimentos para situaciones de emergencia, como inundaciones o terremotos, la llevó hasta un tipo de papa desecada llamada chuño a través de la cual se interesó por nuestro idioma y por la cultura peruana.
Otra relató su estadía en España durante el confinamiento del 2020 y explicó la historia de los vecinos de un hospital que cantaban desde sus casas para animar al personal médico que luchaba por salvar vidas. El talante de los discursos cambió cuando dos varones, ambos de origen peruano, subieron al escenario y empezaron a pronunciar sus discursos con gestos teatrales y ese tono de voz enfático, heroico y musical que se escucha en las plazas de América Latina cuando un candidato busca votos.
Ambos manifestaron su orgullo patrio y uno de ellos terminó con una arenga de corte electoral que incluía las palabras “juventud”, “libertad” y “¡viva el Perú!”.
Pasada la premiación, y mientras éramos agasajados con canapés y chicha morada, coincidí con uno de los muchachos y, presagiando la respuesta, le pregunté de dónde había sacado su estilo de elocución.
Cuando dijo Alan García, pensé en YouTube y recordé el interés que en el mundo académico latinoamericano despierta la retórica del fallecido expresidente peruano, cuyos discursos eran una cornucopia de recónditos recursos retóricos como las anáforas, las prosopopeyas, el pleonasmo y la falacia.
Por lo que el discurso del adolescente era cándido, sincero y bienintencionado, me inquietó que se hubiera inspirado en un político que dedicó la última parte de su vida a usar su elocuencia para intentar limpiar una biografía pantanosa a la que puso fin con un disparo en la cabeza cuando la policía intentó detenerlo por su supuesta implicación en el caso Odebrecht.
Dada la abundancia en América Latina de mandatarios grandilocuentes y persuasivos que terminaron sus gobiernos acusados, implicados o encarcelados, los tutores y profesores deberían tomar una perspectiva crítica antes de recomendarlos a sus pupilos como ejemplos a seguir. Hasta entonces, se podrían mantener sus adictivos discursos fuera del alcance de los niños.
* Periodista y documentalista colombiano radicado en Japón.
Un concurso de oratoria para adolescentes y universitarios hispanohablantes convocado por la Embajada de Perú en Tokio, al cual fui invitado como jurado, me confirmó que la retórica pomposa y persuasiva de los políticos latinoamericanos sobrevive como legado gracias a internet. (Recomendamos más columnas de Gonzalo Robledo sobre Japón).
Como el concurso celebraba los 150 años del establecimiento de relaciones diplomáticas entre Perú y Japón, los participantes podían elegir entre dos contenidos: tema libre o Perú y yo.
Frente al público de invitados japoneses, peruanos, cubanos, dominicanos, colombianos y españoles, aparecieron las primeras concursantes: tres estudiantes japonesas que pronunciaron sendos discursos.
Una de ellas contó, en perfecto español, cómo la búsqueda de alimentos para situaciones de emergencia, como inundaciones o terremotos, la llevó hasta un tipo de papa desecada llamada chuño a través de la cual se interesó por nuestro idioma y por la cultura peruana.
Otra relató su estadía en España durante el confinamiento del 2020 y explicó la historia de los vecinos de un hospital que cantaban desde sus casas para animar al personal médico que luchaba por salvar vidas. El talante de los discursos cambió cuando dos varones, ambos de origen peruano, subieron al escenario y empezaron a pronunciar sus discursos con gestos teatrales y ese tono de voz enfático, heroico y musical que se escucha en las plazas de América Latina cuando un candidato busca votos.
Ambos manifestaron su orgullo patrio y uno de ellos terminó con una arenga de corte electoral que incluía las palabras “juventud”, “libertad” y “¡viva el Perú!”.
Pasada la premiación, y mientras éramos agasajados con canapés y chicha morada, coincidí con uno de los muchachos y, presagiando la respuesta, le pregunté de dónde había sacado su estilo de elocución.
Cuando dijo Alan García, pensé en YouTube y recordé el interés que en el mundo académico latinoamericano despierta la retórica del fallecido expresidente peruano, cuyos discursos eran una cornucopia de recónditos recursos retóricos como las anáforas, las prosopopeyas, el pleonasmo y la falacia.
Por lo que el discurso del adolescente era cándido, sincero y bienintencionado, me inquietó que se hubiera inspirado en un político que dedicó la última parte de su vida a usar su elocuencia para intentar limpiar una biografía pantanosa a la que puso fin con un disparo en la cabeza cuando la policía intentó detenerlo por su supuesta implicación en el caso Odebrecht.
Dada la abundancia en América Latina de mandatarios grandilocuentes y persuasivos que terminaron sus gobiernos acusados, implicados o encarcelados, los tutores y profesores deberían tomar una perspectiva crítica antes de recomendarlos a sus pupilos como ejemplos a seguir. Hasta entonces, se podrían mantener sus adictivos discursos fuera del alcance de los niños.
* Periodista y documentalista colombiano radicado en Japón.