Torre de Tokio: Shogun revisitado
Columna para acercar a los hispanohablantes a la cultura japonesa.
Gonzalo Robledo * @RobledoEnJapon / Especial para El Espectador, Tokio
“Shogun es una fantasía creada para extranjeros”, afirmó el crítico japonés Toshi Kahara y tras admitir que la exitosa serie es solo una obra de ficción, advirtió alarmado: “Una imagen equivocada de Japón se está propagando por todo el mundo”. (Recomendamos más columnas de Gonzalo Robledo sobre Japón).
La decepción de un país al creerse mal reflejado en series o películas extranjeras, es una ocurrencia a la que se enfrentan con frecuencia directores, guionistas y otros profesionales implicados en las casi siempre complejas y costosas producciones.
Una imprecisión histórica, el acento extranjero de la protagonista o el color demasiado moderno del vestuario, son detalles capaces de causar en muchos ciudadanos una indignación similar a la que provoca un ataque a la soberanía de su país o un penalti mal pitado en la final de un mundial de fútbol.
La novela de James Clavell en la que se basa la serie, publicada en 1975, toma como modelo la vida de William Adams, marino inglés que en 1600 llegó a las costas japonesas a bordo de un galeón holandés llamado De Liefde.
Clavell, que había sido prisionero de los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial, describió el choque cultural entre Oriente y Occidente con una narración seudo histórica situada en un período sangriento y decisivo para la consolidación de Japón como nación.
La Universidad de California alabó el poder pedagógico de la novela al crear un relato ficticio que llamó la atención sobre aspectos sensoriales de la historia japonesa añadiendo emociones y detalles de la vida diaria como el sexo, la vestimenta, las enfermedades y la comida.
A las ventas masivas del libro siguió la adaptación televisiva más exitosa del siglo pasado después de “Raíces”, emitida justo cuando Japón era la segunda economía del mundo después de Estados Unidos.
La serie, que dejó sin subtitular los diálogos de los personajes japoneses, suscitó un gran interés por la cultura y el idioma nipones.
Aumentaron las matrículas en las facultades de estudios japoneses y muchos empresarios se aventuraron con los primeros restaurantes de sushi fuera del barrio de Little Tokyo de Los Angeles.
Que Japón reciba hoy millones de turistas extranjeros mensuales y que comer pescado crudo haya pasado a formar parte de la cultura gastronómica del viajero occidental promedio, se debe en gran parte al fenómeno Shogun.
Otra crítica cinematográfica, Tomoko Hasegawa, se declara sorprendida de que en los tiempos de los barcos a vela el Shogun tuviera una intérprete inglés japonés de primer nivel.
Aún así, pide evitar distraerse con minucias históricas y disfrutar del esplendor visual, de las intrigas y de las frases que perpetúan el tópico de los misteriosos japoneses, como: “Practica escuchar con el corazón y no con los oídos”.
* Periodista y documentalista colombiano radicado en Japón.
“Shogun es una fantasía creada para extranjeros”, afirmó el crítico japonés Toshi Kahara y tras admitir que la exitosa serie es solo una obra de ficción, advirtió alarmado: “Una imagen equivocada de Japón se está propagando por todo el mundo”. (Recomendamos más columnas de Gonzalo Robledo sobre Japón).
La decepción de un país al creerse mal reflejado en series o películas extranjeras, es una ocurrencia a la que se enfrentan con frecuencia directores, guionistas y otros profesionales implicados en las casi siempre complejas y costosas producciones.
Una imprecisión histórica, el acento extranjero de la protagonista o el color demasiado moderno del vestuario, son detalles capaces de causar en muchos ciudadanos una indignación similar a la que provoca un ataque a la soberanía de su país o un penalti mal pitado en la final de un mundial de fútbol.
La novela de James Clavell en la que se basa la serie, publicada en 1975, toma como modelo la vida de William Adams, marino inglés que en 1600 llegó a las costas japonesas a bordo de un galeón holandés llamado De Liefde.
Clavell, que había sido prisionero de los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial, describió el choque cultural entre Oriente y Occidente con una narración seudo histórica situada en un período sangriento y decisivo para la consolidación de Japón como nación.
La Universidad de California alabó el poder pedagógico de la novela al crear un relato ficticio que llamó la atención sobre aspectos sensoriales de la historia japonesa añadiendo emociones y detalles de la vida diaria como el sexo, la vestimenta, las enfermedades y la comida.
A las ventas masivas del libro siguió la adaptación televisiva más exitosa del siglo pasado después de “Raíces”, emitida justo cuando Japón era la segunda economía del mundo después de Estados Unidos.
La serie, que dejó sin subtitular los diálogos de los personajes japoneses, suscitó un gran interés por la cultura y el idioma nipones.
Aumentaron las matrículas en las facultades de estudios japoneses y muchos empresarios se aventuraron con los primeros restaurantes de sushi fuera del barrio de Little Tokyo de Los Angeles.
Que Japón reciba hoy millones de turistas extranjeros mensuales y que comer pescado crudo haya pasado a formar parte de la cultura gastronómica del viajero occidental promedio, se debe en gran parte al fenómeno Shogun.
Otra crítica cinematográfica, Tomoko Hasegawa, se declara sorprendida de que en los tiempos de los barcos a vela el Shogun tuviera una intérprete inglés japonés de primer nivel.
Aún así, pide evitar distraerse con minucias históricas y disfrutar del esplendor visual, de las intrigas y de las frases que perpetúan el tópico de los misteriosos japoneses, como: “Practica escuchar con el corazón y no con los oídos”.
* Periodista y documentalista colombiano radicado en Japón.