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Cuando se despertó el miércoles 30 de octubre, Carmen Grau, periodista española residente en Japón, encontró en su pantalla una serie de textos de una amiga suya que había estado pidiendo auxilio desde Valencia mientras su casa se llenaba de agua. (Lea aquí más columnas de Gonzalo Robledo sobre la cultura japonesa).
Pasaron horas antes de que Carmen, experta en gestión de desastres e investigadora de la Universidad de Waseda, en Tokio, confirmara que su amiga estaba viva, que sus padres tenían luz eléctrica y que su tierra natal estaba sufriendo la más mortífera de las inundaciones de su historia reciente.
“Yo viví la riada del 96 en mi pueblo. Tenía 12 años”, me dice Carmen, antes de explicar cómo su primera reacción fue redactar un texto divulgativo para ofrecer a sus paisanos, en siete puntos, el saber acumulado en años estudiando las regiones afectadas por la triple tragedia del terremoto, tsunami y accidente nuclear de Fukushima en 2011.
Los medios españoles hablaban de una DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos), un encuentro de aire frío y caliente que con potentes nubes de lluvia desbordó ríos, anegó pueblos, carreteras y campos, y causó más de doscientos muertos.
“Fue como un tsunami al revés”, explica Carmen, y añade que su texto, titulado “Lecciones de Japón para gestionar el desastre en Valencia”, y publicado en la web especializada climatica.coop, tardó poco en hacerse viral. Periódicos, revistas, radios y televisiones de todos los tamaños la contactaron, le preguntaron y divulgaron una serie de consejos universales y aplicables a cualquier país.
El primer punto recomienda usar un aparato de radio, método viejo pero fiable para informarse sin rumores falsos. A continuación viene la franja de las primeras 72 horas, período crítico para localizar y salvar supervivientes.
El tercero, “ordenar el caos”, aconseja gestionar la participación de voluntarios que pueden causar accidentes o entorpecer la ayuda profesional, y luego racionar alimentos e identificar a los más vulnerables en cada comunidad.
Del punto cuarto al sexto se encuentran los consejos más apropiados para los países latinos que, por optimismo o dejadez, son reacios a tomar medidas preventivas: “Aprender del pasado para mejorar el futuro”, educar niños que serán “adultos capaces de controlar el pánico y actuar de forma ordenada en una emergencia”, y entender que “prevenir salva vidas y mitiga el impacto”.
El séptimo es reconstruir pensando que la tragedia se puede repetir y no olvidar a los damnificados cuando haya pasado la emergencia.
El texto completo, una generosa demostración de saber, debería enmarcarse y colgarse en las puertas. Pero no solo en las zonas propensas a desastres cíclicos como tormentas, huracanes o inundaciones. Las noticias demuestran que ya no quedan refugios climáticos y todos somos víctimas potenciales.
* Periodista y documentalista colombiano radicado en Japón.