EE le explica: Wagner, el ataque en Kramatorsk y la diplomacia en medio la guerra

Es miércoles, día de El Espectador le explica. Las guerras solo se sienten cuando son cercanas, dicen unos. La crueldad del conflicto solo se entiende por quien lo vive en carne propia, dicen otros. Y cuando la zozobra de la beligerancia ya se va volviendo una sensación más del día a día, con la muerte como un número y la crueldad como protagonista, es que nos acostumbramos a retratarla como un capítulo más. Este boletín de noticias está dedicado a lo que sigue pasando en Ucrania sobre dos hechos claros: lo que ha significado el grupo paramilitar Wagner en ese conflicto y el cómo tres colombianos resultaron en medio de un ataque que nos hizo recordar, otra vez, la fragilidad humana y el incalculable poder de un líder con todo un ejército y mucho armamento a su disposición. Recomendamos entrar a todos los enlaces que nos envió la sección Internacional. Comencemos.

Es miércoles, día de El Espectador le explica. Las guerras solo se sienten cuando son cercanas, dicen unos. La crueldad del conflicto solo se entiende por quien lo vive en carne propia, dicen otros. Y cuando la zozobra de la beligerancia ya se va volviendo una sensación más del día a día, con la muerte como un número y la crueldad como protagonista, es que nos acostumbramos a retratarla como un capítulo más. Este boletín de noticias está dedicado a lo que sigue pasando en Ucrania sobre dos hechos claros: lo que ha significado el grupo paramilitar Wagner en ese conflicto y el cómo tres colombianos resultaron en medio de un ataque que nos hizo recordar, otra vez, la fragilidad humana y el incalculable poder de un líder con todo un ejército y mucho armamento a su disposición. Recomendamos entrar a todos los enlaces que nos envió la sección Internacional. Comencemos.

Sobre la guerra, que hemos seguido incluso cuando la noticia eran informes de inteligencia estadounidense que hablaban de movimientos de militares rusos, hemos escrito varios reportes en este equipo de boletines de noticias para tener siempre contexto: desde cuando primaba la diplomacia, soplaban vientos de uso de armas y aparecía la OTAN y EE. UU. en el mapa; pasando por el inicio de la guerra con el primer ataque armado y con los venideros bombardeos a la infraestructura militar pero también a edificios residenciales y hospitales en territorio ucraniano; los primeros 60 días de guerra que ya dejaban más de 2.400 civiles muertos y más de 4 millones desplazados; la amenaza latente de usar armas nucleares justo cuando se reportaba la salida masiva de rusos que no querían ir a la guerra; y el primer año de invasión con más de 8.000 muertos como resultado, miles de familias separadas y una economía global impactada. Vladimir Putin, desde Rusia, seguía hablando de desnazificar a Ucrania y Volodímir Zelenski, desde Ucrania, mantenía la esperanza de entrar a la OTAN y con ello recibir todo el apoyo de la Organización del Tratado Atlántico Norte.

Ahora, con un año y cuatro largos meses de confrontación armada, la guerra volvió a ser cercana cuando nos llegaron muchas noticias sobre un grupo privado llamado Wagner, que aparecía en todos los cables internacionales de las agencias de información y, sobre todo, porque era catalogada como una “organización criminal” internacional. “Un funcionario estadounidense señaló que la agrupación, que muchos gobiernos occidentales califican de mercenaria y de protagonizar violaciones a los derechos humanos, tenía unos ‘50.000′ integrantes desplegados en Ucrania, en su mayoría reclutados de prisiones en Rusia”, leímos en uno de eso cables de AFP. Desde julio del 2022 el Ministerio de Defensa del Reino Unido había informado que Rusia venía utilizando “la empresa militar privada Wagner para reforzar las fuerzas de primera línea y mitigar la escasez de personal”.

Wagner, más que un grupo, se trata de una red de empresas y grupos de mercenarios que han estado vinculados a extraer oro y diamantes, y que han participado en actividades paramilitares, decían investigadores expertos de Foreign Policy. Que apareció visiblemente en Ucrania en 2014, donde se dice que ayudó al Ejército ruso en la anexión de Crimea, que han llegado hasta Siria ofreciendo apoyos a sectores como el energético, y que hasta han recibido armas de Corea del Norte para combatir en territorio ucraniano. “Durante meses, el Ejército ruso ha confiado en Wagner para dirigir las operaciones de combate en partes del Donbás y, en ciertos casos, los oficiales militares rusos están subordinados al mando de Wagner”, dijo un funcionario de la administración de Joe Biden a Reuters. De acuerdo con The Washington Post en abril de 2022, unos 1.000 mercenarios de Wagner se concentraban en el este de Ucrania y que, según el servicio de inteligencia exterior de Alemania, dichos armados estarían relacionados con asesinatos indiscriminados de civiles ucranianos.

Así que, con esta información clara, vayamos a la coyuntura. El 23 de junio de 2023, Yevgeny Prigozhin, el jefe de Wagner, un hombre ruso vestido de camuflado lanzó una dura advertencia que evidenció la fractura que existía al interior del círculo más cercano de Putin con este grupo paramilitar. Prigozhin aseguró que un ataque con cohetes rusos había matado a decenas de sus combatientes y por eso prometía tomar “venganza”. Habló de 25.000 uniformados en sus filas con quienes “vamos a averiguar por qué está ocurriendo el caos en el país”. Desde el ministerio de Defensa del gobierno de Putin negaron el hecho y dijeron que se trataba de una provocación informativa, de algo que no correspondía a la realidad. Las cosas, entre rusos, se pusieron delicadas:

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Pero ¿quién es Yevgeny Prigozhin? Los colegas de la sección Internacional nos lo contaron: nació en San Petersburgo, en 1961. Cuando terminó la escuela se fue a una banda de delincuentes. Lo arrestaron por hurto. Libre, una década después, vendió perros calientes en la calle, fue ascendiendo y poco a poco se hizo a varios restaurantes hasta que creó una importante cadena y otras varias empresas. “El contacto entre ellos -él y Putin- empezó en el restaurante Old Customs House, propiedad del jefe de Wagner. Se hizo a contratos millonarios para grandes eventos. Diez años después ya era todo un millonario. En 2014 quiso diversificar sus negocios: viendo la crisis en Crimea, fundó un grupo que prestara ‘servicios militares’ que precisamente los uniformados oficiales fueran “incapaces de proporcionar”, según el profesor Mark Biessinger, de la Universidad de Princeton. Así nació el Grupo Wagner, cuyos combatientes han sido desplegados en Siria y África, donde se cree que actúan bajos los intereses del Kremlin.

Luego de que la invasión a Ucrania no saliera como Rusia quería porque se había prometido liquidar a Kiev en horas -pasaron meses sin que se cumpliera el objetivo-, Putin llamó a Prigozhin para que interviniera en este nuevo conflicto. Después de meses de combate, el grupo Wagner empezó a sentirse agobiado y así empezaron las tensiones entre Prigozhin y Putin. El jefe del grupo paramilitar, detallan informes de inteligencia, no soportaba la indiferencia de los millonarios rusos con la guerra.

“El objetivo de la marcha era evitar la desaparición de Wagner (...) No buscábamos derrocar el poder en el país”: Yevgeny Prigozhin.

Y entonces, ¿por qué Yevgeny Prigozhin resultó tan protagonista en este momento? Por varias razones: ha sido quien ha acusado a Sergei Shoigu, ministro de Defensa ruso, de los fracasos en el frente de batalla; también ha dicho que quienes lideran el Ejército no lo han apoyado en el frente de guerra, les ha llamado corruptos, los acusa de no entregar municiones incluso en acciones armadas conjuntas y hasta “acusó al liderazgo de Moscú de mentirle al público sobre las justificaciones para invadir Ucrania, negando las afirmaciones de que Kiev planeaba lanzar una ofensiva en los territorios controlados por Rusia en el este de Ucrania en febrero de 2022″, nos contó la redacción Internacional de El Espectador.

Sucedió entonces que Wagner, los mercenarios, se fueron en contra de Putin. Empezaron a avanzar con el objetivo de llegar a Moscú. Incluso reclamaron el control de Rostov, en el sur de Rusia, una zona clave en el contexto de la guerra con Ucrania. Ese fue, justo, el momento en que la comunidad internacional volvió a centrar sus ojos en una guerra donde quienes luchaban a favor de Rusia ahora se ponían en contra de Putin y su cúpula militar. El presidente de Rusia los tildaba de traidores. Anunciaba castigos. En San Petersburgo, la policía intervino las oficinas del grupo paramilitar y lo acusó de “organizar una rebelión armada”. Las autoridades ordenaron el arresto de Yevgeny Prigozhin. “Esto es una puñalada en la espalda del país y del presidente”, dijo el general Vladimir Alekseyev, subjefe de la agencia de inteligencia militar de Rusia.

¿Qué decía Ucrania mientras veía la puja interna que se evidenciaba en el alto poder ruso? ¿Qué tanto pesa este líder con arma en el cinto y fusil al hombro junto con su dinero frente a la cúpula militar rusa? ¿Qué tenía por decir Yegueni Prigozhin tras la enérgica respuesta desde Moscú? ¿Qué pasaba con la moral de los soldados rusos en medio de esta lucha de poderes?

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Pero todo cambió cuando Wagner estaba a tan solo dos horas de Moscú. “Iniciamos nuestra marcha por la injusticia. En el camino, en el campo, no matamos a un solo soldado. Durante el día, solo por 200 km no llegaron a Moscú. Entraron y se apoderaron por completo de la ciudad de Rostov. Los civiles estaban felices de vernos. Mostramos una clase magistral sobre cómo debería ser el 24 de febrero de 2022″, dijo Yegueni Prigozhin en un video de 11 minutos difundido a través de Telegram y verificado por varios analistas de Rusia y Ucrania, contaban los colegas de la sección Internacional.

El mensaje que quería enviar el hombre que comanda este grupo paramilitar, según analistas que han seguido con detalle el desarrollo de la guerra, era que de la forma en la que su grupo había logrado avanzar, de manera eficaz, es que lo debió haber hecho el Ejército ruso desde el día uno de la invasión en territorio ucraniano. Era un mensaje para la cúpula militar, aseguró el mismo Yegueni Prigozhin. Y había decido dar vuelta porque quería, dijo, evadir el “derramamiento de sangre rusa”, sentar una acción de protesta y no un intento de tomarse el poder, como lo intentaron vender, advirtió. Que él sabía que “querían desmantelar al grupo (a Wagner)” desde cuando Putin dijo que esos combatientes debían firmar contratos con el Ejército ruso y que había recibido “una comunicación del mandatario bielorruso, Aleksander Lukashenko, quien se ofreció como mediador para encontrar soluciones a la crisis” con quien “esperaba negociar el estatus legal que tendrían sus milicianos”.

Y entonces, a pesar de muchas preguntas, sucedió lo que no parecía posible: “El líder de la milicia se marchará a Bielorrusia, sin causa judicial abierta en su contra ni contra sus hombres”, anunció el Kremlin, leímos en un reporte de la sección Internacional. “La causa judicial en su contra se retirará. Se irá a Bielorrusia”, dijo el portavoz Dmitri Peskov, en alusión al jefe de Wagner. “Nadie juzgará (a los combatientes), teniendo en cuenta sus méritos en el frente” del conflicto con Ucrania, apuntó. Quedaron muchas preguntas y todas sin respuesta, como qué se negoció, cuál fue el alcance, qué pasará con los hombres que lidera Yegueni Prigozhin y si serán absorbidos por el Ejército ruso. El hermetismo ha gobernado en las declaraciones al respecto.

Los ecos centenarios de otra debacle rusa tras el motín de Wagner

Para el 27 de junio, Putin entregó una declaración en medio de miles de uniformados. “Tras asistir a eventos y condecorar a sus militares, el jefe de Estado reconoció que esta crisis, considerada la peor en sus 20 años en el Kremlin, fue un preludio de una guerra civil que no terminó de escribirse”. Putin le dijo al Ejército: “Ustedes se opusieron a estos disturbios, cuyo resultado habría sido inevitablemente el caos”. “En la práctica, evitaron una guerra civil”. Putin aclaró que el presupuesto estatal ruso se encargaba de los gastos militares y de manutención de Wagner en el frente, que “el mantenimiento del Grupo Wagner corría plenamente a cargo del Estado, del Ministerio de Defensa y las arcas estatales”.

El mandatario ruso soltó también cifras: Putin precisó que solo “entre mayo de 2022 y mayo de 2023, el Estado asignó 86.000 millones de rublos (unos US$1.014 millones) para el mantenimiento del Grupo Wagner”, mientras Yevgueni Prigozhin, jefe de Wagner y también dueño de la compañía Concord, ganó en un año 80.000 millones de rublos (unos US$945 millones) por el suministro de alimentos al Ejército ruso. También reconoció que en medio de la rebelión murieron pilotos rusos y a pesar de ellos, dejó libre de cargos a los integrantes de Wagner:

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Cuando bajaba la tensión de la sublevación armada interna rusa, se supo de un bombardeo en Ucrania, en Kramatorsk. El 27 de junio. Uno de tantos. Uno que habría sido un número más, pero esta vez atrajo la atención de Colombia porque allí estaban tres ciudadanos de nuestro país: Sergio Jaramillo, excomisionado de paz; Héctor Abad Faciolince, escritor; y la periodista Catalina Gómez. Los acompañaba la escritora ucraniana Victoria Amelina, quien había estado en el Hay Festival este año en Colombia. Difundían la campaña ‘Aguanta Ucrania’ con la que buscan manifestar el apoyo de América Latina a ese país. El saldo, en ese instante: tres muertos. Victoria Amelina fue trasladada al quirófano por su estado crítico. El ataque con misil golpeó sobre las 7:28 p. m. (hora local) el restaurante en el que el grupo se alimentaba.

Nos contaban los colegas de la sección Internacional que Kramatorsk fue una ciudad de 150.000 habitantes antes de la guerra, que las personas colombianas sufrieron “heridas leves”, y que una de las víctimas mortales era un bebé de ocho meses. El presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, se refirió al hecho: “Exactamente en el aniversario del ataque terrorista a Kremenchuk, donde murieron 22 personas, los salvajes volvieron a disparar misiles contra el distrito de Kremenchuk. Hoy, los terroristas también bombardearon brutalmente Kramatorsk con misiles S-300. Desafortunadamente hay muertos y heridos”, haciendo dos referencias, una de ellas a uno de los primeros ataques cuando comenzó la guerra y que fue en contra de un centro comercial, la otra al restaurante en donde comían los colombianos.

Para el 28 de junio el saldo ya iba en 12 muertos -tres menores de edad- y 60 heridos. Se conocían más detalles. “El ataque destruyó el restaurante Ria Pizza, un establecimiento popular entre soldados, periodistas y personal humanitario en Kramatorsk, el último gran centro urbano bajo control de Kiev en el oriente del país. Esta ciudad está a solo pocas horas de Bajmut, uno de los bastiones de la guerra y escenario de batallas entre rusos y ucranianos durante más de 11 meses. Los medios ucranianos señalaron la presencia de instructores militares extranjeros en la ciudad”, nos relataron los colegas que han seguido el cubrimiento de la guerra en Ucrania. Se hablaba de la captura de un hombre, posiblemente infiltrado, quien al parecer entregó información para que Rusia ejecutara el ataque.

Rusia asegura que solo ataca objetivos militares: Dmitri Peskov, portavoz del Kremlin, dijo que sus acciones solo están enfocadas a “instalaciones ligadas de una manera y otra a infraestructuras” del Ejército ucraniano. Pero otra es la realidad que ha visto la ONU. Un informe de inicios de 2023 desmiente las afirmaciones que ofreció Peskov. El texto publicado por la Oficina de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH) afirmó que más de 7.068 civiles habían muerto desde el inicio de la guerra. Para no ir tan lejos: un ejemplo de ellos fueron los civiles, menores de edad, muertos en el mismo lugar donde estaban los colombianos la semana pasada.

¿Qué dijo Gustavo Petro sobre esta situación? ¿Qué respondió la embajada rusa en Colombia? ¿Qué escribió Héctor Abad sobre el ataque? En paralelo, ¿qué acciones se tomaban en el círculo cercano de Putin tras la rebelión ya controlada de Wagner?:

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En este punto valen los análisis: “La respuesta del presidente Gustavo Petro tras el ataque en Kramatorsk es vista por algunos analistas como correcta; para otros, llegó demasiado tarde. En el frente, Ucrania ha logrado avanzar poco y Moscú trata de mostrarse imperturbable tras el motín de los paramilitares de Wagner”, escribieron los colegas de Internacional. Miles de muertos, porque no todas las víctimas han podido ser contadas -unos hablan de 7.000, otros de 8.000 civiles-, una guerra que parece estática y que no avanza de manera contundente para ninguna de las partes.

La embajada de Rusia en Colombia, primero, escribió: “Con mucho pesar nos enteramos de los acontecimientos en Kramatorsk. A nuestro juicio, la ciudad cercana al frente, convertida en un hub operacional y logístico-militar, no es un lugar apropiado para degustar platos de cocina ucraniana”. Una declaración que, por evidentes razones, fue muy criticada en Colombia. Luego aseguraron que el objetivo “legítimo de los militares rusos” con el bombardeo “era un puesto de despliegue temporal de comandantes de la 56ª Brigada de Infantería Motorizada de las Fuerzas Armadas de Ucrania”. Y continuó: “En el momento del ataque, los ciudadanos colombianos se encontraban en un restaurante ubicado en el mismo edificio. Según la información disponible, eran conscientes de estar cerca de la línea de fuego en la zona de la operación militar especial y de los riesgos asociados con ello”. Un asunto que no solo dejó clara la posición de Rusía por medio de la diplomacia sino que fue también el momento para que el presidente Petro, por primera vez desde que está en el cargo, sentara su posición de manera contundente sobre la guerra en Ucrania.

El desenlace, como el de miles, ha sido la muerte. Victoria Amelina murió el fin se semana. Ella, una civil, como miles más que han caído en esta guerra. “Con gran dolor, les informamos de que el corazón de la escritora Victoria Amelina dejó de latir el 1 de julio en el Hospital Mechnikov de Dnipro. Su vida terminó debido a lesiones que pusieron en peligro su vida causadas por un ataque con cohetes por parte de los ocupantes rusos en un restaurante de Kramatorsk el 27 de junio. (...) .Los médicos y paramédicos de Kramatorsk y Dnipro hicieron todo lo posible para salvarle la vida, pero desafortunadamente la herida fue fatal. En los últimos días de vida de Victoria, su familia y amigos estuvieron a su lado”, se lee en el comunicado que compartió el PEN Ucrania.

La nobel de Paz, Oleksandra Matviichuk, también ucraniana, rememoró: “Vika. Escritora. Documentadora de crímenes de guerra. Mi amiga. Seria, sensible, activa. Exigente de sí misma. Amable con los demás. Ella siempre quiso hacer aún más. Realizó misiones de campo, escribió textos, habló en festivales internacionales y pidió justicia. Sabía que no podía cambiar esta guerra sola, pero definitivamente sin sus esfuerzos, nada cambiaría”.

Nos contaba el equipo de la sección Internacional que “con el inicio de la invasión rusa a Ucrania, Amelina volcó sus esfuerzos a denunciar las injusticias que ocurrían en su país. Se formó como investigadora de crímenes de guerra y adhirió a la organización de derechos humanos Truth Hounds. The Kyiv Indpendent reportó que Amelina estaba trabajando en su primer libro de no ficción, titulado War and Justice Diary: Looking at Women Looking at War, que trata sobre las mujeres que documentan crímenes de guerra rusos”.

Héctor Abad, una vez se conoció la noticia, escribió: “Hay un crimen de guerra que ya no va a poder documentar personalmente: el que cometieron con ella. Yo voy a dedicar los próximos meses a escribir sobre este crimen atroz, a contarlo minuciosa y detalladamente, por encima de la propaganda y la mentira de los rusos. Es algo que le debo a la justicia, en abstracto, y a la justicia que algún día deberá hacerse por este crimen atroz cometido contra una gran colega muy valiente, una escritora de la edad de mi hija que, a su vez, deja huérfano a un niño de diez años. Al menos a ese niño se lo debo, para que dentro de otros diez años pueda saber exactamente cómo mataron a su valiente, a su brillante y encantadora madre”.

La historia de las guerras. De todas. De sangre. De dominio. De fuerza. De poder. De ego. De quién es más que quién. De quien usa el dinero para entrar en el negocio de la violencia, porque es un negocio rentable. De quienes creen que Rusia tiene razón justificada por otros antecedentes violentos de Ucrania frente a sus ciudadanos. De quienes creen que Ucrania lo único que busca es defenderse porque no quiere estar bajo las órdenes de Putin y está respondiendo con lo que tiene. Cada uno tiene sus argumentos. Los hechos, la muerte, son evidentes. De esta guerra lejana que se nos acerca. O del conflicto armado interno que llevamos viviendo en Colombia desde el día en que nacimos, porque en mi caso ha sido así, y en el que a pesar de los intentos de paz, vemos cada vez más y más violencia. Documentarla, la que se combate con armas de la más alta tecnología, o la guerra de guerrillas en este lado del mundo que quita vidas con lo que dejan las grandes potencias, será otra tarea de la humanidad, tarea nuestra, la misma humanidad frágil que guarda sus esperanzas en el diálogo, aunque sea lo único que no existe ante el impacto de las balas.

Me despido con nuestro acostumbrado mensaje: si les gustó este newsletter y el contenido que desarrollamos en El Espectador, invitados a disfrutar del contenido exclusivo que tenemos en nuestra página web. En esta labor de todos los días necesitamos compañía no solo para las críticas, que las recibimos con humildad, sino para que nos ayuden a construir un mejor país, denunciando, indagando, investigando, informando. Y no olviden dejar aquí abajo los temas que ustedes quisieran que investiguemos en la redacción de El Espectador. Nos vemos el próximo miércoles. Hasta pronto.

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