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Cuando cayeron las bombas israelíes, Nerimane abandonó a sus periquitos y dos pececitos. Para ella y los habitantes de la Franja de Gaza, el sufrimiento y la muerte de mascotas y animales domésticos constituyen una fuente más de dolor.
El último conflicto de 11 días entre Israel y la Franja de Gaza, gobernada por el movimiento islamista Hamás, fue para los palestinos antes que nada una tragedia humana.
Del 10 al 21 de mayo, 254 palestinos, entre ellos 66 niños, murieron por los bombardeos israelíes contra Gaza, según las autoridades locales. Más de 1.900 personas resultaron heridas en el enclave palestino.
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En Israel, los disparos de cohetes dejaron 12 muertos, entre ellos un niño y un adolescente, según el balance de la policía.
Pero las bombas israelíes también mataron a muchas mascotas, un fuente más de dolor y angustia.
Nerimane, de 9 años, no tiene consuelo tras la muerte de uno de sus dos peces de color. “Estaba tan triste cuando murió Hooriya (”Sirena” en árabe) que lloré al enterrarla en el campo”, dice la niña.
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El 13 de mayo, sus vecinos recibieron una llamada de un oficial israelí para informarles de un inminente ataque a un banco cerca de su casa en Gaza.
La familia huye y mientras caen las bombas, Nerimane no deja de preocuparse por Alloosh y Malloosh, dos periquitos regalo de su padre cuando cumplió seis años y sus peces Hooriya y Hoor (“Belleza” en árabe).
Al regresar a su cas, encuentra su cama cubierta de escombros y vidrios rotos. “Escuché a Alloosh y Malloosh piar bajo los escombros y encontré el acuario en pedazos”, recuerda. En un video que se hizo viral en las redes sociales, se la ve con su primo auxiliando a Hoor.
“Aterrados”
Otros dueños de mascotas han acudido en masa a la clínica veterinaria de Mutassem Qaddoura en la ciudad de Gaza. “Mi gata está aterrorizada desde la guerra. Se niega a comer y se le cae el pelo”, dice Amani Abou Shaaban, sosteniendo al animal contra su pecho en la sala de espera.
“Incluso tocar el teléfono la asusta”, agrega.
El veterinario Mutassem Qaddoura examina gatos con patas quebradas, deshidratados, desnutridos. “El estado de la atención veterinaria es terrible en Gaza”, dice.
“Usamos máquinas de rayos X hechas para humanos y tornillos ortopédicos para huesos de niños”, agrega.
En el sur de la ciudad, Adel al-Wadia, de 30 años, intentó alimentar a los animales en el principal refugio para perros del enclave.
“Gritaban de miedo y hambre, me entristecía, así que me arriesgué a acercarme lo más posible para darles comida”, dice.
Decenas de animales escaparon durante el conflicto y varios de ellos resultaron heridos o muertos.
“Al menos tres perros necesitan una operación, incluida una que requiere la amputación de una pierna”, afirma Said el Aer, fundador del refugio.
Otros animales no sobrevivieron, dice, señalando un área detrás de la barrera que rodea el refugio.
“Allí, enterramos un burro y un caballo después de encontrarlos muertos, víctimas de un proyectil”, comenta resignado.