¿El papa Francisco hará efectiva su renuncia?, esa es la pregunta ahora
El sumo pontífice de la Iglesia católica recordó que su carta está firmada y vigente y hay elementos de juicio sobre que sus recientes problemas de salud, así como la muerte del papa emérito Benedicto XVI, lo llevarían al retiro.
Redacción de El Espectador
Tras la muerte del papa emérito Benedicto XVI, la discusión en el estado Vaticano, según fuentes de la iglesia católica en Roma, es la posible renuncia definitiva al cargo del papa Francisco. No se trata de una especulación, sino de un hecho previsto por el mismo jerarca y que recordó hace pocos días durante una entrevista con el diario español ABC, antes de Navidad. La carta de renuncia potencial fue firmada en 2013 y entregada al entonces secretario de Estado del Vaticano, cardenal Tarcisio Bertone. “Yo la firmé y le dije: ‘En caso de impedimento por cuestiones médicas o qué sé yo, acá está mi renuncia. Ya la tienen’. No sé a quién se la habrá dado el cardenal Bertone, pero se la di cuando era secretario de Estado”, dijo el papa a ABC. (Siga los detalles del funeral de Benedicto XVI en El Espectador).
Según le contó a El Espectador, el entonces embajador de Colombia ante el Vaticano, Guillermo León Escobar Herrán —fallecido en 2017—, Francisco intentó, durante el cónclave de marzo de 2013, rechazar su elección como sumo pontífice al explicar a los demás cardenales que su salud andaba mal, tanto a nivel de la columna vertebral como de las rodillas, dolencias que le impiden hoy, a los 86 años de edad y casi diez años de papado, caminar y cumplir con buena parte de las obligaciones sacerdotales. (La polémica explicación de Benedicto XVI sobre el papel de la mujer en la Iglesia católica).
Sin embargo, lo convencieron y aceptó ser la cabeza de cerca de 1.285 millones de católicos en el mundo. Justo en diciembre pasado, cuando asistió a las ceremonias navideñas en silla de ruedas, evidenció, una vez más, que su salud no está bien aunque tenía razón en que había que preocuparse más por la de su amigo Benedicto XVI.
En 2021 ya se habían prendido las alarmas sobre Francisco luego de la publicación del libro La salud de los papas, del periodista y médico argentino Carlos Castro, en el que el pontífice explicó así los males que lo aquejan desde hace años y que en 2022 se agravaron: “Tengo una estrechez del espacio intervertebral entre la cuarta y la quinta vértebra lumbar, y entre esta y el sacro. Durante el chequeo físico que me hicieron al asumir el papado, me realizaron radiografías de toda la columna vertebral, que el médico del Vaticano llevó a un especialista de mucho prestigio. Al verlas, dijo: ’Esto es muy serio. El paciente necesita un tratamiento intensivo a base de kinesiología, rehabilitación postural y gimnasia. Entiendo que estamos hablando de una persona que se encuentra en silla de ruedas’”.
Es decir, Francisco temía la silla de ruedas desde que se posesionó y la ha evitado al máximo gracias a una juiciosa fisioterapia, sobre la que dijo: “Eso es sagrado. Dos veces por mes me trata un fisioterapista de gran prestigio, quien además de ser un profesional de primer nivel, es una muy buena persona. Según me explicó, él trabaja sobre la duramadre (la meninge exterior que envuelve y protege el cerebro y la médula espinal) y lo que busca es elongar para que la columna se mantenga en su lugar”.
El médico Castro también le preguntó por su evidente cojera, y Francisco respondió: “Es un problema en uno de los pies. Padezco de pie plano. Es una afección que con los años se ha acentuado. Cuando me ven caminar como una gallina clueca es a causa de esa afección. Por eso uso zapatos con plantilla. En los años ochenta el doctor Okama, un especialista muy renombrado en Argentina, me quiso operar. Me hizo un estudio muy bueno y me dijo que había que proceder a la realización de una intervención quirúrgica para solucionar el problema. Naturalmente acepté la indicación del especialista. La operación se iba a hacer en el Sanatorio San Camilo. Entonces, concurrí un día para hacerme el chequeo prequirúrgico y luego ver al doctor Okama para fijar la fecha de la intervención. Había allí una monja italiana —ya mayor— que se ocupaba de organizar todos los preparativos para la operación. Una vez acabada su tarea, salió del consultorio del especialista y me aguardó en el pasillo. Cuando, unos minutos después, yo salí de la consulta con el traumatólogo, ella me abordó y me dijo: ‘No lo tome a mal. Le voy a dar un consejo de abuela: no se deje tocar los pies. Los pacientes quedan peor de lo que estaban antes de la operación’. La miré sorprendido e inmediatamente me acordé de otra monja que me había atendido en el hospital Sirio Libanés cuando tuve la afección pulmonar. Se llamaba Cornelia Carallo, una religiosa dominica que había sido profesora en Grecia y que, además, era enfermera. Uno de los procedimientos curativos era el de administrarme una combinación de penicilina y estreptomicina según las dosis indicadas por el médico. Cuando, luego de dar la indicación, el médico se retiraba, la hermana Cornelia se acercaba y le decía al enfermero: ‘No le administre la dosis que le indicó el doctor, sino esta otra que es mejor’. Conclusión: nunca más volví a ver al doctor Okama y nunca me operé los pies”.
Tampoco se volvió a tratar la afección del pulmón izquierdo: “Luego de haber sido elegido papa, me hicieron una revisión detallada que incluyó análisis de todo tipo y una radiografía de pulmón. En la placa apareció una pequeña imagen sospechosa en el pulmón izquierdo, es decir, el sano. Los médicos decidieron que me debían hacer una resonancia nuclear magnética con contraste. Al comunicármelo, les dije que eso no sería posible debido a mi ya comentada alergia al yodo, que es la sustancia que se inyecta como contraste”.
El 4 de julio de 2021, los periodistas que informan desde el Estado Vaticano quedaron sorprendidos al enterarse de que Francisco había sido sometido repentinamente a una operación de colon. El mismo papa les contó al mes siguiente que la operación intestinal fue delicada y llegó a comentar en una cadena de radio española que un enfermero que alertó a los médicos sobre su gravedad le salvó la vida.
Durante 2022, el papa suspendió varias giras por salud. Por ejemplo, su anunciado viaje a Líbano. En el vuelo de regreso, tras su visita a Canadá, les dijo a los periodistas: “No creo que pueda andar con el mismo ritmo de los viajes del inicio. Creo que a mi edad y con estas limitaciones debo ahorrarme un poco para poder servir a la iglesia. Entonces, por el contrario, puedo pensar en la posibilidad de dar un paso al costado, esto con toda honestidad, no es una catástrofe, puedes cambiar de papa, no hay problema”.
Fuentes enteradas en Roma, insisten en que la muerte de Benedicto XVI abre el camino para que, una vez superados los honores y el duelo por el papa emérito, Francisco acuda a su vieja carta de renuncia y pida, por motivos de salud, como lo adujo también Benedicto XVI cuando dimitió, convertirse en el próximo papa emérito y se convoque un cónclave para elegir a un cardenal más joven y saludable para el trono católico en el Vaticano.
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Tras la muerte del papa emérito Benedicto XVI, la discusión en el estado Vaticano, según fuentes de la iglesia católica en Roma, es la posible renuncia definitiva al cargo del papa Francisco. No se trata de una especulación, sino de un hecho previsto por el mismo jerarca y que recordó hace pocos días durante una entrevista con el diario español ABC, antes de Navidad. La carta de renuncia potencial fue firmada en 2013 y entregada al entonces secretario de Estado del Vaticano, cardenal Tarcisio Bertone. “Yo la firmé y le dije: ‘En caso de impedimento por cuestiones médicas o qué sé yo, acá está mi renuncia. Ya la tienen’. No sé a quién se la habrá dado el cardenal Bertone, pero se la di cuando era secretario de Estado”, dijo el papa a ABC. (Siga los detalles del funeral de Benedicto XVI en El Espectador).
Según le contó a El Espectador, el entonces embajador de Colombia ante el Vaticano, Guillermo León Escobar Herrán —fallecido en 2017—, Francisco intentó, durante el cónclave de marzo de 2013, rechazar su elección como sumo pontífice al explicar a los demás cardenales que su salud andaba mal, tanto a nivel de la columna vertebral como de las rodillas, dolencias que le impiden hoy, a los 86 años de edad y casi diez años de papado, caminar y cumplir con buena parte de las obligaciones sacerdotales. (La polémica explicación de Benedicto XVI sobre el papel de la mujer en la Iglesia católica).
Sin embargo, lo convencieron y aceptó ser la cabeza de cerca de 1.285 millones de católicos en el mundo. Justo en diciembre pasado, cuando asistió a las ceremonias navideñas en silla de ruedas, evidenció, una vez más, que su salud no está bien aunque tenía razón en que había que preocuparse más por la de su amigo Benedicto XVI.
En 2021 ya se habían prendido las alarmas sobre Francisco luego de la publicación del libro La salud de los papas, del periodista y médico argentino Carlos Castro, en el que el pontífice explicó así los males que lo aquejan desde hace años y que en 2022 se agravaron: “Tengo una estrechez del espacio intervertebral entre la cuarta y la quinta vértebra lumbar, y entre esta y el sacro. Durante el chequeo físico que me hicieron al asumir el papado, me realizaron radiografías de toda la columna vertebral, que el médico del Vaticano llevó a un especialista de mucho prestigio. Al verlas, dijo: ’Esto es muy serio. El paciente necesita un tratamiento intensivo a base de kinesiología, rehabilitación postural y gimnasia. Entiendo que estamos hablando de una persona que se encuentra en silla de ruedas’”.
Es decir, Francisco temía la silla de ruedas desde que se posesionó y la ha evitado al máximo gracias a una juiciosa fisioterapia, sobre la que dijo: “Eso es sagrado. Dos veces por mes me trata un fisioterapista de gran prestigio, quien además de ser un profesional de primer nivel, es una muy buena persona. Según me explicó, él trabaja sobre la duramadre (la meninge exterior que envuelve y protege el cerebro y la médula espinal) y lo que busca es elongar para que la columna se mantenga en su lugar”.
El médico Castro también le preguntó por su evidente cojera, y Francisco respondió: “Es un problema en uno de los pies. Padezco de pie plano. Es una afección que con los años se ha acentuado. Cuando me ven caminar como una gallina clueca es a causa de esa afección. Por eso uso zapatos con plantilla. En los años ochenta el doctor Okama, un especialista muy renombrado en Argentina, me quiso operar. Me hizo un estudio muy bueno y me dijo que había que proceder a la realización de una intervención quirúrgica para solucionar el problema. Naturalmente acepté la indicación del especialista. La operación se iba a hacer en el Sanatorio San Camilo. Entonces, concurrí un día para hacerme el chequeo prequirúrgico y luego ver al doctor Okama para fijar la fecha de la intervención. Había allí una monja italiana —ya mayor— que se ocupaba de organizar todos los preparativos para la operación. Una vez acabada su tarea, salió del consultorio del especialista y me aguardó en el pasillo. Cuando, unos minutos después, yo salí de la consulta con el traumatólogo, ella me abordó y me dijo: ‘No lo tome a mal. Le voy a dar un consejo de abuela: no se deje tocar los pies. Los pacientes quedan peor de lo que estaban antes de la operación’. La miré sorprendido e inmediatamente me acordé de otra monja que me había atendido en el hospital Sirio Libanés cuando tuve la afección pulmonar. Se llamaba Cornelia Carallo, una religiosa dominica que había sido profesora en Grecia y que, además, era enfermera. Uno de los procedimientos curativos era el de administrarme una combinación de penicilina y estreptomicina según las dosis indicadas por el médico. Cuando, luego de dar la indicación, el médico se retiraba, la hermana Cornelia se acercaba y le decía al enfermero: ‘No le administre la dosis que le indicó el doctor, sino esta otra que es mejor’. Conclusión: nunca más volví a ver al doctor Okama y nunca me operé los pies”.
Tampoco se volvió a tratar la afección del pulmón izquierdo: “Luego de haber sido elegido papa, me hicieron una revisión detallada que incluyó análisis de todo tipo y una radiografía de pulmón. En la placa apareció una pequeña imagen sospechosa en el pulmón izquierdo, es decir, el sano. Los médicos decidieron que me debían hacer una resonancia nuclear magnética con contraste. Al comunicármelo, les dije que eso no sería posible debido a mi ya comentada alergia al yodo, que es la sustancia que se inyecta como contraste”.
El 4 de julio de 2021, los periodistas que informan desde el Estado Vaticano quedaron sorprendidos al enterarse de que Francisco había sido sometido repentinamente a una operación de colon. El mismo papa les contó al mes siguiente que la operación intestinal fue delicada y llegó a comentar en una cadena de radio española que un enfermero que alertó a los médicos sobre su gravedad le salvó la vida.
Durante 2022, el papa suspendió varias giras por salud. Por ejemplo, su anunciado viaje a Líbano. En el vuelo de regreso, tras su visita a Canadá, les dijo a los periodistas: “No creo que pueda andar con el mismo ritmo de los viajes del inicio. Creo que a mi edad y con estas limitaciones debo ahorrarme un poco para poder servir a la iglesia. Entonces, por el contrario, puedo pensar en la posibilidad de dar un paso al costado, esto con toda honestidad, no es una catástrofe, puedes cambiar de papa, no hay problema”.
Fuentes enteradas en Roma, insisten en que la muerte de Benedicto XVI abre el camino para que, una vez superados los honores y el duelo por el papa emérito, Francisco acuda a su vieja carta de renuncia y pida, por motivos de salud, como lo adujo también Benedicto XVI cuando dimitió, convertirse en el próximo papa emérito y se convoque un cónclave para elegir a un cardenal más joven y saludable para el trono católico en el Vaticano.
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