El papa Francisco y los homosexuales: “Acompañar en todas las circunstancias”
Capítulo de “El pastor” (Ediciones B), reciente libro sobre el pensamiento del pontífice, que esta semana volvió a hablar sobre la hipocresía frente la inclusión de personas de la comunidad LGBTQA+ en la iglesia católica.
Francesca Ambrogetti y Sergio Rubin * / Especial para El Espectador
Acompañar en todas las circunstancias
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Acompañar en todas las circunstancias
El avión comenzaba a dejar atrás el inmenso Brasil y a volar sobre el océano Atlántico. Poco más de una hora antes el Papa se había despedido de Río de Janeiro después de haber presidido en el majestuoso escenario de Copacabana una nueva edición multitudinaria y entusiasta de la Jornada Mundial de la Juventud. Aunque sabiendo que podía estar exhausto después de haber vivido una semana intensa, los periodistas aguardaban con especial interés la rueda de prensa que ofrecería Francisco. Es que iba a ser su debut en el acostumbrado encuentro de los pontífices con la prensa tras sus periplos por el mundo, que Jorge Bergoglio, simpáticamente, describiría como “un lanzamiento a la jaula de los leones”.
Al hacer su aparición en la parte trasera se lo veía de buen semblante y con una sonrisa que esbozaría repetidamente a lo largo de la hora en la que se sometió a numerosas preguntas de los representantes de media docena de grupos lingüísticos. La mayoría se referían a los desafíos que afrontaba dentro del Vaticano: la necesidad de sanear la curia romana tras escándalos varios, las eventuales resistencias a sus reformas y, en fin, su relación con Benedicto XVI. El intercambio estaba llegando a su fin, pero Francisco accedió a responder una pregunta más de una periodista del grupo brasileño, Ilze Scamparini, de TV Globo. La respuesta se convertiría en la de mayor trascendencia mediática de todas las que brindó en esa ocasión y de más impacto en la opinión pública mundial. (Más: Lo que dijo el papa esta semana sobre la homosexualidad).
La periodista le dijo al Papa que le iba a formular “una pregunta un poco delicada”: “¿Cómo piensa afrontar la cuestión del lobby gay?”, le preguntó en una referencia a un supuesto grupo de clérigos homosexuales que defenderían sus intereses dentro del Vaticano y encubrirían sus prácticas sexuales. Un mes antes, un portal le había atribuido a Francisco aludir a su supuesta existencia durante un encuentro con miembros de la Confederación Latinoamericana y Caribeña de Religiosas y Religiosos (CLAR). En primer término, el pontífice le señaló la importancia de diferenciar entre delitos, como el abuso de menores, que deben ser severamente penados, y pecados, que quien los cometió, “si se arrepiente y le pide perdón a Dios, el Señor se lo concede y olvida”. En cuanto a un presunto lobby gay, consideró que “hay que distinguir entre una persona homosexual de un lobby homosexual, porque ningún lobby es bueno, son malos; pero si una persona es gay, busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?”. Ante este último concepto, los periodistas se miraron entre sí como diciendo: “Aquí está la principal definición”.
Pasados unos cuantos años, Francisco sigue sorprendido por la repercusión que tuvo aquella respuesta. Es que muchos la interpretaron como una inédita actitud de apertura de la Iglesia a las personas de condición homosexual. Pero el Papa recuerda que ya en ese momento apeló al Catecismo de la Iglesia católica para fundamentar su posición en cuanto a que —como dijo entonces— “estas personas no deben ser marginadas porque el problema no es tener esa tendencia, ya que todos somos hermanos, sino hacer lobby, lobby de gays, lobby de políticos, lobby de masones”.
Para que no queden dudas, busca la última edición de ese documento, que data de 1997, y lee pausadamente el punto 2358. “Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición”.
En la exhortación apostólica Amores Laetitia, de 2016, tras dos sínodos sobre la familia, Francisco reitera que “toda persona, independientemente de su tendencia sexual, ha de ser respetada en su dignidad y acogida con respeto”. Pero señala la oposición de la Iglesia al matrimonio entre personas del mismo sexo. “En el curso del debate sobre la dignidad y la misión de la familia —se lee en el punto 251—, los padres sinodales han hecho notar que los proyectos de equiparación de las uniones entre personas homosexuales con el matrimonio, ‘no existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia’”.
En 2022, en respuesta a unos interrogantes que le formuló por carta el sacerdote norteamericano James Martin, que se ocupa de asistir a personas gay, Francisco le escribió que “Dios es padre y no reniega de ninguno de sus hijos. Y ‘el estilo’ de Dios es ‘cercanía, misericordia y ternura’”. Con respecto a qué les diría a quienes sufrieron “el rechazo de la Iglesia” por su condición sexual, le contestó que “le haría saber que no es ‘el rechazo de la Iglesia’, sino de ‘personas de la Iglesia’; la Iglesia es madre y convoca a todos sus hijos”.
En la Argentina varios católicos de condición homosexual afirman haber recibido el acompañamiento espiritual del “padre Jorge”, más allá de que siendo arzobispo de Buenos Aires, cuando el Congreso nacional trató una ley de matrimonio entre personas del mismo sexo, recordó que para el catolicismo el matrimonio es la unión entre varón y mujer abierta a la descendencia. El entonces monseñor Bergoglio alentó, además, iniciativas para sacar de la prostitución a travestis. Particularmente, apoyó la obra de la hermana Mónica Astorga Cremona, una carmelita que en la ciudad patagónica de Neuquén les brinda a las mujeres trans desde 2006 contención y ayuda para la reconstitución de los vínculos familiares. También les procura el acceso a un trabajo y una vivienda dignas. La hermana Mónica recuerda que con ocasión de un viaje que realizó a Neuquén, en 2009, Bergoglio le pidió que no abandonara “este trabajo de frontera que te puso el Señor y para lo que necesites cuenta conmigo”. Y que ya como pontífice le escribió varias veces diciéndole que Dios la retribuiría abundantemente por su obra y que rezaba por ella y por las mujeres trans que asiste.
En uno de sus encuentros con transexuales, Francisco saludó en agosto de 2022, tras la Audiencia General de los miércoles, a un grupo de la Comunità de la Beata Vergne Immacolata, en Torvaianica, una localidad balnearia romana en cuyas playas y aledaños se ejerce la prostitución. “Desde el inicio la comunidad cristiana obtuvo el apoyo de Francisco y del limosnero papal Konrad Krajewski (le llevaba comida en la pandemia) para dar vida a un itinerario de recuperación de la dignidad a través del rescate de la esclavitud de la prostitución”, escribió Gianpaolo Mattei en L’Osservatore Romano.
El sacerdote Andrea Conocchia y la hermana Geneviéve Jeanningros, a cargo de la obra, dicen que “la atención del Papa hacia las personas que viven con gran sufrimiento está abriendo esperanzas inimaginables”. Destacan que las recibe “dirigiéndose a ellas con amor, paternidad, simplicidad… ¡¿Y si esto no es una revolución?!”. Concluyen que ninguna persona “tiene que ser descartada porque cada una tiene la dignidad de ser hija de Dios”.
A lo largo de su pontificado, Francisco también se ocupó de recomendarles a los padres de un hijo o a una hija con tendencia homosexual que “no lo ignoren, ni lo condenen, sino que lo acompañen”. Recuerda que, en 2019, en el vuelo de regreso de Irlanda, le preguntaron qué les diría a ese papá y esa mamá: “Que dialoguen con su hijo o hija, que le den espacio para que se exprese. Nunca diría que el silencio es el remedio. ‘Tú eres mi hijo, tú eres mi hija así como sos, y yo soy tu padre, soy tu madre, y debemos hablar’. Y que en el caso de que los padres no sepan cómo encarar el diálogo pidan ayuda. Es un desafío. Pero el hijo o la hija tienen derecho a su familia. Ignorarlo, ni qué hablar apartarlo, es una falta de paternidad y maternidad”.
* Se publica con autorización de Penguin Random House Grupo Editorial. Francesca Ambrogetti nació en Roma. Es periodista y psicóloga social. Comenzó su carrera en la radio y la continuó en la agencia noticiosa Ansa, de la que fue directora para la Argentina y secretaria general de redacción para América latina. Colaboró con otros medios internacionales, entre ellos la Radio Vaticana. Coautora, junto con Sergio Rubin, del libro El Jesuita: Conversaciones con el cardenal Jorge Bergoglio. Sergio Rubín durante los últimos cuarenta años cubrió más de una decena de viajes de Juan Pablo II, la elección de Benedicto XVI y de Francisco, y también varias giras de este último. Desde 1994 está a cargo de los temas religiosos en el diario Clarín. Autor de Secreto de confesión: cómo y por qué la Iglesia ocultó el cuerpo de Eva Perón durante 14 años.